Siete
CAPÍTULO 7: Tsukiyama.
La de ojos violetas miraba tranquila los Ghouls que se encontraban dentro de la cafetería pero algo le advertía que esa tranquilidad no iba a durar mucho, como aquel día que lo sintió y no le hizo caso a su instinto.
—¡Chicos, buenos días! —exclamó alegre Hinami entrando a la cafetería y Gina pudo ver la sonrisa alegre de Kaneki y sus cejas se elevaron ante eso.
—¡Buenos días, Onii-chan! —saludó alegremente la niña a Kaneki.
—Buenos días, Hinami-chan —correspondió el saludo el Ghoul con una sonrisa y la mujer de cabellos plateados observó la sonrisa de Touka e hizo una mueca para comenzar a pasar un trapo por las mesas.
—¿De qué estás tan emocionado, tonto? —lo regañó Touka y Gina rodó los ojos por la actitud de la menor—. Regresa a trabajar.
Todos se habían dado la vuelta para hacer los deberes correspondientes cuando la campana del lugar sonó y un escalofrío pasó por el cuerpo de la de ojos violetas, quien rápidamente se giró al igual que Kaneki pero éste diciendo—: ¡Bienvenido!
El hombre de traje rojo abrió sus brazos respirando el aire del lugar para después exhalar diciendo—: Qué agradable aroma.
—Realmente me siento más... relajado aquí —abrió los ojos el hombre, mostrando un océano en sus ocelos y sonrió cerrando la puerta.
—Tsukiyama —murmuró Touka al verlo parado con esos aires de príncipe que lo caracterizaba.
—Cuánto tiempo sin verte, Kirishima-san.
—¿Qué quieres? —preguntó Touka limpiando la mesada de madera.
—Tan fría como siempre, ¿eh? Bueno, supongo que ese es uno de tus encantos —murmuró mirando a un costado el Ghoul de cabellos azules dándole más dramatismo a su actuación.
—Eres repugnante, maldito engreído.
—Tu, el del parche del ojo —llamó el Ghoul a Kaneki al captar la figura de éste—. Eres nuevo aquí, ¿cierto?
—U-Um...
—¿Cuál es tu nombre?
—K-Kaneki.
—Qué olor tan espléndido —murmuró el Ghoul al olfatear el cuello del híbrido y Gina retuvo ese impulso de acercarse hasta Tsukiyama y sacarlo de la cafetería.
—Oye, estás estorbando, saca tu horrendo trasero de aquí —lo echó Touka haciendo un ademán con su mano izquierda.
—Realmente eres desconsiderada, ¿no es así? —puso el Ghoul una mano en el hombro de Kaneki y Gina se acercó hacia el último para quitarlo del hombre de cabellos azules, después de haber visto lo nervioso e incómodo que estaba el híbrido—. ¿Y tu quien eres?
—Alguien que no te interesa —soltó Gina agarrando del brazo de Kaneki y poniéndolo atrás de ella—. Ahora largo, Tsukiyama.
—Tienes un aroma demasiado delicioso —murmuró el hombre acercándose a la fémina pero ésta lo amenazó con sus ojos violetas que se habían oscurecido por lo molesta que estaba—. Volveré por un poco de café cuando Yoshimura esté por aquí.
La persona caminó hasta la puerta sonriendo al haber encontrado dos aromas espléndidos que había hecho babear al Ghoul por lo delicioso que olían.
—Hasta pronto, Kaneki-kun y señorita —se despidió y cerró la puerta no sin antes murmurar en voz baja—: Nos veremos pronto.
—¿Quién era él? —preguntó el pelinegro detrás de Gina y ésta no despegaba sus ojos de la puerta, aún alerta por si regresaba aquel Ghoul.
—Es mejor que te cuides de él. Es uno de los parásitos del Distrito 20 —habló Touka y Kaneki se hizo a un costado para ver el rostro de la de cabellos plateados, queriendo fijarse si ella se encontraba bien por lo tiesa que estaba.
—¿Estás bien, Gina-san?
La susodicha clavó sus pupilas violetas en el rostro del muchacho y asintió dando unos pasos hacia atrás, queriendo alejarse un metro al darse cuenta que estaba demasiado cerca del menor.
—Solo... cuídate —el ceño fruncido de ella desconcertó al híbrido y cuando quiso acercarse a ella, ésta giró sobre su eje y caminó hasta la mesa más alejada para limpiarla.
«¿Son esas barreras que te impide demostrar lo que sientes, Gina-san?» Se preguntó Kaneki al verla fruncir su ceño y sus ojos violetas oscurecerse.
Gina estaba sentada en un sofá escuchando la respiración agitada de Kaneki, sabiendo que éste tenía un mal sueño por lo sucedido en el Gourmet. Las noticias iban de boca en boca y ella se enteró inevitablemente.
Su cabello plateado se encontraba atado en una trenza mal hecha, tenía puesto una camisa negra que le quedaba grande y una calza deportiva .
Una vestimenta que usaba cuando se quedaba hasta altas horas de la noche con el propósito de no dormir y no tener esas pesadillas.
Sus ojos enfocaron a un exaltado híbrido y soltó un suspiro llamando la atención del pelinegro, quién giró su rostro alarmado hacia el lugar que provino el suspiro, encontrándose con una Gina cansada.
—Te dije que te cuides —le recordó la mujer al menor y éste trató de calmar su respiración para responderle, se sentó correctamente y sus ojos grises detallaron el rostro cansado de la fémina.
—L-Lo siento, Gina-san —se disculpó el pelinegro sintiendo como sus mejillas se calentaban un poco—. Pensé que era bueno.
—Está bien, Kaneki-san —asintió la chica aceptando las disculpas del chico y se levantó de su asiento, alarmando al menor quien en seguida le pidió con su mirada que se quedase un rato más con él—. Solo ten cuidado siempre.
—Lo tendré, Gina-san —miró a la mujer, que se había sentado de nuevo, y se preguntó a sí mismo si ella había madrugado—. ¿Durmió, Gina-san?
La nombrada lo miró con sus ocelos violetas y eso hizo que Kaneki se ponga nervioso, no estaba acostumbrado a convivir con mujeres y mucho menos entablar alguna conversación con ellas.
—¿A qué se debe la pregunta, Kaneki-san?
—P-Pues, recién amanece y pareciera que tu estás desde mucho tiempo sentada ahí —señaló con su mentón el sofá—. Y quería saber si dormiste.
—Tal vez sí, tal vez no —sonrió de lado Gina parándose y caminando a la puerta de la habitación—. Y buenos días, Kaneki-san —saludó mirándolo sobre su hombro para después irse, dejando a un sorprendido Kaneki.
—Buenos días, Gina-san —murmuró con una leve sonrisa mirando en la dirección que se fue la chica.
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