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epílogo

ユニーク
Únicos; epílogo
«únicos»

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Tokyo se transformó en un lugar caótico y lleno de aquellas enredaderas de un color negro pero con ojos de una tonalidad carmín, producto de un gran dolor que pasó aquel varón de hebras blancas y ojos grises al escuchar como una explosión invadía el Distrito 24 y justo en el lugar en donde se encontraba la mujer de cabellera plateada, sabiendo que ella ya se encontraba en un lugar mejor.

—¡Touka-chan!

La fémina de hebras azules se dio al vuelta mientras miraba a la chica de hebras escarlata acercarse.

—Itori-san —murmuró la chica en forma de saludo—. ¿Qué van hacer Uta-san y los demás?

—Lo mismo, seguirán como payasos —dijo con una sonrisa la amiga de Gina—. ¿Qué van hacer ustedes, pequeños corderos? Y por cierto, ¿dónde se encuentra mi amiga?

Miró a los lados en busca de esa cabellera plateada pero se extrañó al no verla. Touka junto con Nishio bajaron la mirada con tristeza, alertando un poco a la pelirroja, la cual tragó saliva mientras daba un paso hacia atrás al notar el ambiente pesado y lamentable.

—Gina-san murió, Itori-san.

Negó sin poder creerlo y bajó el paraguas, dejando que las gotas finas de la lluvia chocasen en su rostro con brusquedad y sus labios temblaron ante el último recuerdo que tuvo de Gina, uno en donde la peli-plateada le sonreía mientras la abrazaba, como si se estuviera despidiendo.

—Me estás mintiendo —exclamó Itori encarando a la menor—. Ella no puede estar muerta.

—La explosión se generó en su habitación y en el estado en el que se encontraba no podía hacer nada.

Itori exhaló queriendo mantener su expresión serena pero una lágrima bajó por su rostro a la vez que retrocedía y se iba del lugar, sin poder aguantar la noticia de que su amiga, su preciosa amiga, había muerto; ¡ni siquiera la había podido ver o despedirse correctamente!. Touka hizo una mueca al ver la reacción de la mujer y aplanó sus labios sintiendo un ligero picor en sus ojos, queriendo seguir el mismo paso que hizo la fémina. 

—¡Oh, Touka-chan!

Nishio y la nombrada miraron hacia la persona que llamó a la menor, encontrándose con un cambiado Hide que los saludaba con sus ojos cerrados.

Cambiando totalmente de escenario, se podía ver en la central de la CCG a varios investigadores preparados para atacar cuando vean alguna amenaza en el inmenso grupo de ghouls que estaban frente a ellos, siendo liderados por un chico de hebras mieles de raíces negras.

—¡Nagachika! Junto con Mado Akira y Amon Koutarou. ¡¿Qué creen que están haciendo?! —exclamó Itsuki acercándose a Hide.

—Encontré algunas personas que quieren ayudar —mencionó el mejor amigo de Kaneki tranquilamente—. Es necesario encontrar el cuerpo principal, ¿verdad? Pero los humanos tienes sus límites. Necesitamos más movilidad.

—¿Movilidad? A caso estás sugiriendo que trabajamos con los Ghouls —inquirió.

—Sí.

—¡¿Si?!

—El cuerpo principal es Kaneki Ken —informó el joven—. Al parecer estas personas están dispuestas a ayudar por su bien.

Los de la CCG se sorprendieron al escuchar el nombre del híbrido, comenzaron a especular entre ellos sobre el peli-blanco y también preguntando dónde estaba el director de la organización aunque un joven de hebras medias azuladas y negras contestó la interrogante con seriedad.

—Tú —llamó Koori a Hide—. ¿Realmente crees que los investigadores y Ghouls pueden trabajar juntos? Mira sus rostros, no necesitas preguntarles lo que piensan sobre eso. Váyanse, antes de que sean eliminados.

—Investigador Iu —habló Amon hacia Koori—. ¿Qué es lo más importante para un investigador?

—Aniquilar a los Ghouls

—Te equivocas —declaró el pelinegro sorprendiendo a Koori—. Es luchar por la paz, eso es lo que un investigador debe hacer. Debemos luchar, incluso si eso significa luchando junto a los Ghouls.

Una persona entre la muchedumbre sonrió ligeramente mientras, a su lado, otra persona sonreía por lo que estaban escuchando. Ambos escucharon las palabras de aquella investigadora de hebras celestes y las de Touka, a la vez que miraron con un brillo en sus ojos el lanzamiento de las máscaras de los Ghouls, quienes revelaban su identidad por la buena causa. De pronto, ambos sujetos observaron a un grupo entrar y una de los sujetos le brilló los ojos al ver a aquel pelinegro de hilos rojos.

Sonrió de lado, no parecía para nada afectado con la batalla que tuvo con Kaneki.

—Suzuya... —llamó Itsuki haciendo que el nombrado lo mire soltando un sonido gutural—. Tú decides.

—Entonces, hagámoslo juntos —exclamó sonriendo mientras ladeaba su cabeza—. Será más fácil de esta forma.

Ambos individuos sonrieron para luego mirarse entre sí, asintieron y comenzaron a alejarse de la gente, marchándose de ese sitio que pronto sería la unión de ambas empieces que eran enemigas; la unión de la CCG junto con los Ghouls. Suzuya suspiró mientras miraba hacia arriba, deseando que su amiga estuviera en esos momentos para ver el vínculo que hicieron ambos enemigos para rescatar al enamorado de ella. Bajó su mirada y notó un objeto brilloso a un costado de su pie, se agachó para agarrarlo y se encontró con un pico de cristal de una tonalidad plateada; sonrió, tal vez Gina desde allá arriba lo esté apoyando.

Lo guardó adentro de su saco y comenzó a conversar con su equipo.

Pasaron horas y, en otro escenario diferente, se podía ver a Hide sentado a las orillas de un edificio mientras conversaba con Touka. Ambos miraban con una expresión serena a aquel tentáculo rodear un edificio en frente de ellos, brillando aquel rojo que solo hacía inquietar a los investigadores y a algunos ghouls.

—Me pregunto si él estará dormido... —dijo Hide mirando la creación de Kaneki para después suspirar y voltear su rostro para mirar a la mujer de hebras azules—. ¿Desde hace cuánto Gina lo amó?

Touka exhaló mientras sus ojos se teñían de una capa de tristeza.

—Creo que desde que llegó a la cafetería siendo un híbrido —murmuró ladeando su cabeza, queriendo recordar en qué momento la mayor comenzó a ver a Kaneki con otros ojos—. La verdad es que no sé en qué momento concreto comenzó a amarlo, pero era muy fuerte ese sentimiento que hasta la llevó a la muerte.

El muchacho sonrió triste, ella era perfecta para ser la pareja de su amigo pero terminó su vida de tal manera que hasta le entraba un sentimiento de impotencia, tal vez él podía hacer algo para evitar las tragedias que le ocurrió a la peli-plata pero ya todo había sucedido y solo quedaba aceptarlo y seguir adelante.

—Aunque me lamento no haber podido hacer algo para ayudar a Gina-san —exclamó bajando su mirada la menor al recordar lo mucho que hizo la de mirada violácea por ellos y por Kaneki—. Ella siempre estaba dispuesta a ayudarnos, protegiéndonos y cuidándolo a él; pero nunca la vi recibiendo el mismo trato que tenía con nosotros.

—Ella sí que era alguien admirable, ¿verdad? —la miró de reojo para después clavar su mirada al frente, en esa estructura monstruosa—. Por cierto, ¿ellos dos se casaron o no? No recibí mucha información de ellos dos pero se notaban que se amaban, tal vez se casaron en secreto y ni cuenta me di.

La chica soltó una leve risa ante lo dicho por su acompañante y dijo—: La verdad es que ni siquiera eran pareja, pero recuerdo ver un anillo en la mano de Kaneki, como si Gina-san le hubiera propuesto matrimonio estando dormida.

La fémina abrió sus ojos sorprendida ante lo que dijo y se paró de donde se encontraba sentada al tener una idea para encontrar a Kaneki, pero necesitaría la ayuda del padre de Gina. Momentos después, Touka junto con Kenji, el cual había estado merodeando los lares esperando alguna noticia para salvar al enamorado de su hija, miraron el anillo que tenía entre sus manos Itsuki, cuyo objeto pertenecía al Tukusama, pues era su anillo de bodas.

—¿Entonces dices que este anillo, que tiene uno él, podría hacer que lo detectemos? —inquirió Itsuki mirando a ambos.

—Sí, mi hija se lo regaló a Kaneki días antes de que ocurra la explosión.

—Explícate.

—Mi hija antes de tener ese... estado —tragó saliva desviando la mirada, sintiendo un escozor en su pecho por la culpabilidad que aún sentía—, le dejó el anillo de bodas, que tenía su madre antes de fallecer, a Kaneki pero semanas después el chico lo pudo tener entre sus manos.

—Bien.

Comenzaron a idear un plan para poder usar a su favor aquel objeto de metal mientras analizaban los pros y contra que llevaban al notar unas ligeras fallas en el plan. Sin embargo, se pusieron a trabajar aún notando que aquel cuerpo oscuro se comenzaba a mover y también dando órdenes para que escuadrones de investigadores luchasen contra los monstruos que salían de la creación de Kaneki. Las dos personas, que habían estado anteriormente en la CCG antes de que se forme la unión de ambas especies, se miraron entre sí para después asentir sacando cada uno aquel objeto que los identificaba para así luchar en una zona alejada contra aquellos seres rojizos que parecían reproducirse como cucarachas.

El mayor de ambos sacó su Quinque y corrió hacia esos seres, siendo protegido por su acompañante de los ataques de sus enemigos. Un tentáculo salió de la espalda del otro para después saltar y caer en picada hacia el grupo de esas rojizas entidades, destruyendo el suelo y cortándole las cabezas con aquel pico que había formado en su mano derecha. Suspiró alargando su kagune en dirección al hombre que se estaba esforzando para acabar con esa extraña especie y lo alzó en el aire antes de que un ataque de éstos le llegase al cuerpo.

Clavó su mirada oscurecida en los enemigos que tenía debajo de ella e hizo puños sus manos a la vez que gritaba en un arrebato de furia, liberando una toxina blanquecina de su cuerpo que se adentraron en los cuerpos "inertes" de ellos hasta hacerlos desparecer. Frunció el ceño, eso no se lo esperaba.

—¿Cómo lograste hacer eso? —preguntó el mayor aterrizando a su lado y su acompañante se encogió de hombros.

—Deberías saberlo, tú me cuidaste todo este tiempo —respondió con una mueca poniéndose una máscara en su rostro y ocultando su ojo izquierdo con un mechón de su pelo y comenzaron a caminar hacia otra parte, matando a cada ser rojizo que apareciera en su camino y haciendo que la persona menor libere nuevamente esa toxina blanca.

Pronto averiguaría que era lo que pasaba en el cuerpo de su acompañante.

Un grito retumbó entre los edificios vacíos, un grito que hizo sonreír a ambas personas mientras que una suspiraba de manera aliviada. Habían encontrado a Kaneki, y eso significaba que todo este infierno terminaría pronto, o eso esperaba.

El tiempo hizo nuevamente una jugada más, adelantando las agujas del reloj sin dejar que los presentes reacciones o hagan algo porque la escena ya había cambiado. En una habitación pulcra, siendo decoradas por un jarrón de flores que le daba cierto toque de vida a la recámara, en donde un hombre de hebras plateadas y de ojos verdoso oscuro, el padre de Gina, se encontraba sentado en una silla mientras miraba el cuerpo inconsciente de Kaneki, el cual portaba unas marcas debajo de sus ojos, señal de su reciente transformación, sobre una cama y una Touka esperaba pacientemente en otra silla, algo alejada de la cama, a que el hombre despertase.

Tukusama abrió ligeramente sus ojos para observar al híbrido que estaba sentado en la camilla mirando a los lados, como si buscara a alguien en particular y un gusto amargo le invadió su paladar al saber a quién buscaba.

—Kenji —susurró Kaneki al verlo ahí sentado, a unos pies de su cama—. Touka-chan.

—Que bueno que despiertas, Kaneki, estaba a punto de quitarte el anillo de mi hija —soltó con suavidad el mayor del lugar haciendo que el ambiente se vuelva tenso.

Luego de unos minutos, la habitación había sido invadida por varias personas cercanas al híbrido, dejando a al padre Gina en un rincón, ya que no le gustaba estar entre tanta gente junta. Suspiró por lo bajo al escuchar la situación en la que se encontraba la ciudad y la humanidad pero cerró sus ojos al oír una pregunta provenir del peli-blanco.

—¿Qué sucedió con Gina?

Todos desviaron la mirada sin saber que decir y Kaneki bajó su mirada sin decir nada, tragándose las lágrimas que querían hacerse presente en su rostro.

Gina se había ido.

Y, nuevamente, el escenario cambió. Kaneki veía con sus orbes grises temblando ante el desastre que hizo en la ciudad, siendo acompañando por Urie y Saiko. El mayor no podía creer lo que había hecho, ojalá estuviera Gina ahí para acompañarlo en su desdicha, sabiendo que ella sería la única en lograr calmar sus nervios y la culpabilidad que reinaba dentro suyo.

Suspiró bajando su mirada al tener sus pensamientos rondando en torno a la mujer mayor, tiñendo sus ojos en una capa gruesa de tristeza tragó saliva sin poder evitar querer tener entre sus manos el bello rostro pálido de la Tukusama, apreciándolo y hundirse en el cuello de ella para que todas las culpas que sentía se desvanezcan un solo minuto.

La extrañaba, y siempre lo haría.

Comenzaron a dirigirse al sitio en donde estaban aquellos seres rojizos junto con los soldados japoneses que pasaban por aquella pantalla en el edificio. Miraron a los lados, no había nadie ahí, era como si todo hubiera sido una actuación de una novela y cuando terminaron la escena se largaron sin dejar evidencia. Fue una grabación y eso hizo que una alarma en la cabeza del peli-blanco se activara, por lo cual comenzó a mirar a los lados.

Saiko clavó su mirada oscura en una dirección, notando como un cuerpo corpulento hacía presencia entre la neblina y sacó su kagune para protegerse del veloz ataque, aunque notó como la cabeza del ser se hinchaba para luego explotar. Cerró los ojos inconscientemente al escuchar el sonido de la explosión y, como quería suponer, aquella sustancia rojiza que llegaría a su rostro; sin embargo, lo único que notó fue una fresca brisa pasar por su lado y agarrar su cuerpo para después sentir el aire. Entreabrió sus ojos asustada, encontrándose con un destello carmín en el ojo derecho de esa persona para luego caer inconsciente, haciendo suspirar a la persona que salvó a la chica.

Se rascó la nuca dejando el cuerpo pequeño de la fémina de hebras celestes en un edificio sano y sin aquellas partes viscosas. Se agachó para despejar unos mechones y sacó su kagune, cortó un pedazo de éste logrando que se evaporara y soltara una toxina, que a pesar de que era venenosa podía eliminar lo que sea lo que era esa sustancia carmín que soltaban esa espécimen. Dejó caer aquel polvo blanco sobre el rostro de la muchacha, logrando que ésta la inhalara y sonrió ligeramente al saber que pronto la chica estaría bien.

Se puso su capa negra y saltó saliendo del edificio en donde se encontraba Kaneki y su acompañante, tan solo fue un segundo en que su presencia estuviera adelante de ellos, protegiéndolos y haciendo que los pensamientos desesperados del Rey se desvanezcan al notar una cabellera plateada mecerse por el brusco movimiento que empleó la persona.

—¿Me extrañaste, cariño? —preguntó la persona, viéndolo de reojo y dejando que su ojo izquierdo violáceo brille.

Y Kaneki explotó, no de forma literal, si no que ante el acumulo de pensamientos y sentimientos logró que unas alas enormes salgan de su espalda a la misma vez que un destello dorado arrasaba todo el sitio, cortando por la mitad a esos seres. La persona sonrió de lado ante el poder que despertó el híbrido y comenzó a caminar en dirección al edificio en donde había dejado a la menor, pero siendo detenida por el Rey que rápidamente se había acercado luego de haber sentido que esas extrañas alas desaparecieran.

Volteó a la persona con delicadeza, encontrándose frente a frente con la mujer que seguía amando. Tragó saliva al ver aquella mirada violácea brillar solo para él y sus ojos picaron por las lágrimas que quería soltar al notar que ahí estaba ella viva frente a él, pasó una mano por el rostro de la chica aún notando que unas leves líneas negras atravesaban su piel pero casi no se veían y la abrazó liberando esas tersas gotas saladas, la abrazó con tanta fuerza queriendo que ella no se desvanezca como en sus sueños ocurría y lloró aún más al sentir que Gina correspondía el abrazo.

—Ya estoy aquí, estoy en casa —murmuró la de ojos violetas enterrando su rostro en el cuello del chico, posando sus belfos en la piel descubierta de él y sonriendo ligeramente al escucharlo disculparse aunque soltó una risa al oír un carraspeo incómodo por parte del pelinegro.

—¿Quién eres y que hiciste con Yonebayashi? 

Gina intentó separarse del abrazo fuerte del joven peli-blanco pero aún era apresada con fuerza por lo que suspiró sonriendo ligeramente volteando su rostro para ver a Urie.

—Soy Tukusama Gina e iba hacia donde dejé a la chica —respondió la mujer alzando a Kaneki, ya que el hombre no se quería separar de ella, y comenzando a caminar de manera rápida hacia el edificio en el que se encontraba Saiko.

—¿Cómo es que estás viva? ¿Por qué no me dijeron que estabas viva? ¿Cómo lograste escapar? ¿Cuándo te recuperaste?

—Kenji me salvó —comenzó a informar Gina afirmando su agarre en la cintura del de orbes grises y saltando hasta llegar al piso en el que se encontraba la chica de hebras celestes—, antes de que ocurra la explosión lo hizo y unos minutos antes de que explotara mi habitación me desperté ya en los brazos de él. Al principio tuve que someterme a que Kenji me hiciera unas pruebas de sangre y beber demasiada sangre, porque realmente me encontraba mal, y cuando ya estaba en buenas condiciones me dirigí a la CCG con él y, aunque quise mostrarme, preferí mantenerme oculta por unos días hasta que te pudieran encontrar.

Kaneki sacó su rostro del cuello de la mujer y la miró fijamente, haciendo que ésta lo mirara con curiosidad por la extraña mirada que le dirigía. Gina iba a preguntar que ocurría pero sintió los labios delgados del menor posarse en los suyos con delicadeza y soltó un jadeo por la sorpresa y retrocedió por instinto pero después afirmó el agarre que tenía en la cintura de él y correspondió aquel primer beso que le regalaba la única persona que amó durante sus casi veintiséis años.

Sonrió entre medio del beso al sentir que ya todo tenía sentido en su vida. Escuchó nuevamente un carraspeo incómodo y oyó un gruñido salir de los labios del hombre que tenía entre sus brazos, jadeó al sentir como su labio inferior era mordido y abrió sus ocelos violáceos cuando Kaneki se separó respirando agitadamente. Soltó una risa nerviosa con sus mejillas sonrojadas y dejó al chico de hebras blancas en el piso mientras desviaba la mirada, sin querer que su rostro se torne rojo por la intensa mirada que le dedicaba Ken.

Respiró profundamente sintiendo la mirada gris de Kaneki clavarse en su anatomía y se acercó al cuerpo durmiente de la chica que salvó a último segundo, le abrió los ojos buscando alguna anormalidad y tomó su pulso, encontrándolo estable y suspiró aliviada.

—Está a salvo —exclamó para los dos hombres.

—¿Qué le hiciste?

—Desarrollé una particularidad, aunque aún no entiendo como pasó eso, pero es beneficioso para asesinar por completo a esas criaturas —informó la mayor agarrando el cuerpo de la fémina y dejándole sobre los brazos de Urie—. Tengo una toxina en mi cuerpo y en mi kagune, y, cuando se evapora el último, suelta una sustancia blanquecina que hice que inhalara la chica. Seguramente ahora estará matando toda la sustancia que tenía de esos seres.

—Gracias, Gina.

La susodicha escuchó el agradecimiento de Kaneki detrás suyo y se giró lentamente, encontrándose frente a frente con aquel hombre que alborotaba su corazón y sus mejillas se tornaron levemente rosadas, haciendo sonreír al joven e incomodando a Urie que miraba a otro lado, sin querer posar sus oscuros ojos en aquel par de enamorados. Gina le dedicó una sonrisa ligera, sintiendo por primera vez que su corazón se encontraba tranquilo sin lleno de tormentos o sufrimiento como alguna vez sintió, y el de hebras blancas correspondió aquel gesto que había hecho la mayor solo para él.

Quiso hablar. Hablar sobre ella, disculparse también, abrazarla hasta que su cuerpo se acalambre, besarla hasta que sus labios pidan clemencia, observarla hasta memorizar para siempre aquellos rasgos suaves pero amenazantes; pero un quejido salir de la chica de hebras celestes logró que aquel deseo de estar tan cerca de ella se viera suspendido por unos instantes, borrándolo del sistema al tener una responsabilidad posicionarse en la fila pero sacando aquel deseo de la papelera para adentrarlo en su pecho sin querer que se borre por accidente.

Bajó su mirada, sin poder hacer lo que tanto quería en esos momentos y escuchó el ligero, suave y lento susurro que Gina había dicho en su oído, intercalando su matiz de voz para que los ajenos a la burbuja que los rodeaba a ambos no escuchasen y que impactase de manera abrupta al corazón del híbrido cuando aquel susurro caló por sus oídos de manera armoniosa y relajada, como si una onda tranquila y hermosa se hubiera adentrado a su cuerpo para que se relaje, y sonrió asintiendo.

—Hablaremos cuando estemos en una zona segura, cariño.

Ambos enamorados comenzaron a correr en dirección al edificio de la CCG mientras veían a aquel pelinegro con la chica en brazos liderar el camino, ellos se miraron entre sí como si se pudieran comunicar con la mirada y asintieron mirando al frente, apurando sus pasos para llegar lo más antes posible a esa zona que, por esos momentos, se consideraba segura. Gina abrió paso al camino eliminando a las bestias y dejando que esa sustancia blanca salga de su cuerpo como si fuera un tanque de agua rebalsándose, todo su piel era cubierta por ese manto blanco mientras que pequeños ríos salían de sus pies en dirección a las bestial, como si fueran serpientes, y se adentraban a sus carnes, evaporándolos al instante. 

Los hombres miraron asombrados por el poder desarrollado de la fémina y pronto se vieron adentro del edificio, teniendo las miradas de algunos ghouls cercaron puestas en la anatomía de Gina, quien mantenía su mirada serena al frente, siguiendo los pasos rápidos de Kaneki. Juuzou, quien se encontraba de paso, observó esa cabellera plateada y frunció su ceño, pensando que su mente ya había colapsado por la muerte de la mujer pero ahí estaba ella, parada en medio del pasillo mirándolo de reojo y ahí supo que ella real.

—¿Ghoul? —preguntó dando unos pasos en dirección a ella.

—Hola, paloma —lo saludó con una ligera sonrisa y pronto el investigador había saltado a los brazos de la mayor, soltando unas diminutas lágrimas que rápidamente se secó mientras preguntaba el cómo ella podía estar ahí, viva—. Solo diré que nosotras elegimos el camino a casa.

—¿Nosotras? ¿De qué hablas? —se soltó del abrazo y la miró con el ceño fruncido, borrando cada rastro de vulnerabilidad que por un segundo se hospedó en su rostro.

—Mis otras yo, mis versiones que pasaron diferentes épocas que me marcaron —le dijo al pelinegro y miró hacia el pasillo en donde se veía la silueta borrosa de Kaneki junto con su grupo—. ¿Dónde hay un doctor? Creo que puedo tener la solución al problema de las personas que se convierten en ghouls y a esos seres extraños.

—¿Qué? ¿Es en serio?

—Sí, mi cuerpo es la cura.

Todos se movían de un lado a otro, llevando jeringas llenas de un líquido blanquecino a cada paciente que estaba sufriendo esa transformación. Gina veía como todos mejoraban desde una camilla en la que la sometieron para buscar en la sangre de la mujer el plasma que iba a salvar a todos y pidiéndole también que deje la toxina de su kagune en pequeños frascos. Sentía que por fin estaba haciendo bien algo y que era de ayuda, vio a lo lejos como Kaneki se acercaba hacia ella con una mirada tranquila, como si todo ya estuviera bien y le sonrió ligeramente mientras evaporaba nuevamente su kagune. Al tener al hombre al frente de ella lo agarró entre sus brazos para enterrar su rostro en el cuello de su acompañante, relajándose con el aroma de él.

—Me informaron los doctores que se están fabricando armas con lo que tienes y que, posiblemente, la toxina que tienes desaparecerá en unas horas. Aunque buscan el porqué tienes la cura en tu sistema —musitó el peli-blanco acariciando la espalda de la muchacha, sintiendo que el estar al lado de la fémina sus preocupaciones se iban—. Lo siento por todo, Gina.

—No te disculpes, eran cosas que iban a pasar —se separó para verlo detenidamente y ladeó su cabeza sonriendo—. Me gustas, Kaneki.

—Y tú a mi, Gina.

Y ambos sonrieron.


















Puede que la vida no sea perfecta, pero tiene momentos perfectos.




















El Sol acariciaba el cielo con delicadeza, sintiendo la calidez de los colores anaranjados y rosados, y dejando que sus débiles rayos de luz impacten con las pieles de las personas que vivían armoniosamente en Tokyo. Todo parecía estar en calma luego de unos años desde ese momento en donde los Ghouls e investigadores de la CCG se unieron para salvar a Ken Kaneki y luchar para eliminar una amenaza que estaba sobre ellos. 

La vida en sí no era perfecta, tenía altibajos y más altibajos que te hacían cuestionar que era lo que iba a suceder, si hundirse más al basto mar o poder salir a la superficie con ganas de seguir. Era difícil, sí, pero a veces no, ya que algo llegará para hacerte saber que toda vida iba a ser difícil si es que no estabas en compañía de ese algo o alguien perfecto. Uno en el que te iba a acompañar en las buenas y en las malas, en las caídas y en las subidas, al filo de la muerte y en la cima de la gloriosa vida, aquel ser u objeto que te verá como triunfas y como caes, el que te dará la mano hasta saber que  el sentimiento de seguridad permanecerá en tu sistema pero, que aún así, se quedará al lado tuyo.

La brisa fresca inundó toda la ciudad, moviendo ligeramente las hebras plateadas y blancas que miraban con parsimonia el atardecer, ambos agarrados de las manos mientras que un brillo en sus dedos anulares se dejaban ver. Casados, que gran jugada les regaló a vida luego de haberlos hecho sufrir tanto, aunque la fémina mayor había sido la que más sufrió.

Gina soltó un gran suspiro mientras veía como aquel astro se escondía entre los edificios no sin antes saludar a la bella Luna, dejándole el cargo de velar la noche en esa fresca ciudad. Sonrió cuando sintió un ligero apretón en su mano derecha y volteó ligeramente su rostro adulto pero tan jovial a su pareja, al amor de su vida, encontrándose con ese mar gris que brillaba solo para ella.

—¿En qué piensas? —preguntó Gina, dejando a la luz su voz suave, tranquila y con un toque grave, haciéndola ver perfecta ante los orbes grises de Kaneki.

—En todo lo que tuvimos que pasar para llegar a este momento —espetó sonriendo, mostrando sus marcas oscuras que decoraban debajo de sus ojos, dándole aquel toque misterioso al hombre—. Aunque tu tuviste que pasar más cosas.

—Pero valió la pena —comentó bajando su mirada a sus manos entrelazadas, notando el anillo de matrimonio de su madre decorar la mano izquierda de su esposo—. Valió demasiado la pena. Me hubiera gustado que Oto-san y mi madre nos vieran formar una familia.

—Nos están viendo desde las estrellas, lo sé —aseguró el híbrido viendo hacia atrás para sonreír abiertamente y agarrar con agilidad el pequeño cuerpo de una infante que tenía una mirada grisácea junto con una cabellera blanca con puntas plateadas, mientras que la mayor agarraba con delicadeza a un niño que poseía heterocromía, un ojo violeta y el otro gris, a la vez que su cabellera era completamente plateada—. ¿No estaban con el tío Hide?

—Se durmió —musitó el mayor de los mellizos, afirmándose al cuello de su madre que sonreía divertida.

Mellizos de cuatro años, eso fue una sorpresa para el par de esposos y para el padre de la fémina al igual que los demás amigos de la pareja. Kaneki soltó una carcajada divertida por el comentario de su hijo mayor y se dedicó a ver a su alta esposa que acariciaba con cariño la mejilla del varón menor, todo estaba bien y sentía que eso duraría por varios años más.

—Tenemos una linda familia, ¿no, Kaneki? —lo miró de reojo mientras se acercaba a su compañero, notando que los dos niños se habían dormido al instante cuando estuvieron en sus brazos.

Kaneki pasó un brazo por la cintura de su esposa y reposó su cabeza en la de ella, viendo como la noche comenzó a reinar a la ciudad y sonrió, claro que tenían una linda familia en la que su mayor cualidad era que los cuatro eran únicos y siempre lo serían.

—Lo es, ambos somos únicos y nuestros hijos también lo serán, eso solo nos confirma que nuestra familia es linda y única.

¿Únicos? —lo miró con una sonrisa divertida, logrando sonrojarlo levemente y como ella solía hacer desde el momento en que se vieron en esa cafetería.

Aún no podía creer que esa cruzada de miradas haya desatado un remolino de sentimientos y momentos felices y trágicos, pero aún más ese lazo que los unía. El tiempo era algo importante pero que no era valorado, pero fue piadoso con ellos y los unió luego de tres años de espera y tragedia.

Únicos.

Y ambos no pudieron negarlo.

Ellos demostraron ser únicos y por eso mismo ahora el destino los beneficiaba al ponerlos juntos.

Ambos siendo únicos.


Todos somos únicos e irrepetibles, eso es lo que nos hacen maravillosos.

Fin.

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