Diez
CAPÍTULO 10: Culpa.
Gina miraba desde una esquina todos los Ghouls que se encontraban en la habitación, sus brazos cruzados y aquella capa negra que aún tenía puesta le daba a entender a las personas presentes que la mujer no tenía ánimos de hablar y mucho menos de que alguien le pregunte el porqué estaba vestida así.
Sus ojos violetas se dirigieron a la puerta que fue abierta por Touka y rodó los ojos para mirar el rostro decaído de Kaneki, sabiendo que éste sentía culpa por no haber ayudado por la madre de Hinami.
Una culpa que también sentía la de cabellos plateados.
—¿Cómo te sientes, Touka-chan? —preguntó Kuzen mirando a la menor y Gina hizo una mueca con sus labios, ella sentía una gran molestia cuando se trataba de la peli-azul, ya que no soportaba la actitud que poseía ésta.
—Lo siento mucho. Falté mucho al trabajo.
—Está bien.
—Um, ¿pasó algo? —interrogó curiosa la de ojos azules y Gina estaba por decir «Ni preguntes, si pusieras un poquito de atención en nuestras caras lo sabrías» pero se rehusó a decirlo, sabiendo que empeoraría más la situación.
—Ryouko-san fue asesinada por los investigadores Ghoul.
Gina observó sin expresiones cuando Touka golpeó la pared y soltó un suspiro cubriendo su rostro con la capucha.
—Ryouko-san... ¡¿Y Hinami?! ¡¿Ella está bien?!
—Ahora mismo está durmiendo en la otra habitación —informó el Jefe.
—¿Y su rostro? ¡¿Vieron su rostro?! —preguntó para después caerse al piso sosteniéndose del sofá gris—. ¿Qué demonios? Esto no puede ser peor.
—Cuando llegue el momento, estoy pensando en cambiar a Hinami al Distrito 24.
—Es una broma, ¿verdad? ¿A ese lugar de mierda? ¡No hay forma que Hinami pueda sobrevivir allí por su cuenta!
—Touka —advirtió en un siseo Gina al escucharla alzar la voz a un mayor además de que todos sabían que Hinami se encontraba durmiendo y lo menos que querían era despertarla.
—Podríamos simplemente asesinar a los Mensajeros, ¿no? Hasta el último de ellos —sugirió Touka abriendo sus brazos y Gina rodó nuevamente los ojos al escucharla decir eso—. Incluso tenemos a Yomo-san con nosotros, así que trabajamos todos juntos...
—Cállate —ordenó la de cabellos plateados molesta—. Así no se arreglan las cosas, tomando venganza no devolverá a Ryouko-san y mucho menos limpiar la memoria de ella. Así que, cállate de una maldita vez que Hinami está durmiendo, idiota.
—No podemos. Si los Mensajeros del Distrito 20 son asesinados, entonces enviarán incluso más Mensajeros para reemplazarlos hasta el último de nosotros sea cazado —habló Yomo después que Gina acabó de hablar.
—Pero...
—¡Touka!
—Yomo-kun tiene toda la razón al igual que Gina-chan. No podemos tomar ninguna acción en contra de ellos —comenzó a decir Kuzen sentado en el sofá gris y Gina clavó su mirada en la figura delgada de Kaneki—. Por el bien y seguridad de todos, esta es la mejor opción que podemos tomar.
—¿A pesar de que uno de los nuestros fue asesinado? ¡Uno de los nuestros fue asesinado, ¿y dices que la mejor opción es quedarnos de brazos cruzados?! La madre de Hinami fue asesinada ¡Me sentiría mal por ella si no atacamos al enemigo!
—No es porque no podamos atacar al enemigo que deberíamos sentir lástima por ella. La verdadera razón para sentir lástima es cuando uno está obsesionado con la venganza y no puede vivir su propia vida.
—¿Estás hablando de mí? —cuestionó furiosa Touka a Kuzen y salió de la habitación cerrando de un portazo la puerta.
—En ese momento, si tan solo... Si solo Touka-chan hubiera estado allí en mi lugar
—Kaneki, deja de culparte —habló la de ocelos violetas desde su lugar llamando la atención de los presentes—. No te lleves todo el peso sobre tus hombros, porque yo también fui culpable.
La mujer salió de la habitación al terminar de hablar y Kaneki se quedó pensativo en su asiento, sintió una mano en su hombro y miró como el mayor negaba diciendo—: No debes culparte, Kaneki-kun.
La de cabellos plateados estaba sentada en el suelo de su departamento, cuyo lugar estaba en el mismo edificio de la cafetería, y miraba curiosamente el líquido que tenía dentro del frasco que había sacado de su antigua casa que se ubicaba en el Distrito 4.
Sus ojos vagaron por todo el sitio decorado con apenas algunas cosas y se quedó mirando aquella foto en mal estado y que estaba en un marco negro, estiró un brazo y con sus dedos blancos agarró el porta-retratos.
Su vista se clavó en la persona que estaba en la foto y sonrió débilmente pasando su dedo índice por la figura femenina, sintiendo aquel dolor en su pecho del solo recordar el cómo le dieron fin a la vida de la mujer.
Tukusama Rio.
Su madre.
Frunció sus cejas ignorando esa sensación de llorar y dejó a un costado la foto de su madre cuando ella estaba embarazada.
Abrazó sus piernas con sus brazos y escondió su cabeza entre éstas, deseando que una de las barreras no se derrumba en esos instantes.
—Mierda —soltó con brusquedad y se paró del suelo, caminó hasta la pared y comenzó a golpearla con fuerza—. Joder, ¿por qué te tuvieron que matar, madre? ¡¿Por qué?!
Golpeó nuevamente la pared y se dejó caer mientras repetía la interrogante, su mano hecha en un puño chocó contra el muro y dejó que las lágrimas salgan.
Sentía culpa por la muerte de su madre y ahora aquella carga en su conciencia se triplicó cuando por el shock que tenía no pudo salvar a la madre de Hinami.
Porque recordó el momento en que sus ojos violetas miró como su padre biológico asesinaba a su madre en frente a ella para después darle el cuerpo de Rio así se alimentaba.
Solo era una niña de cinco años cuando sucedió eso, solo cinco años.
—Lo siento, madre.
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