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1. El joven que viajó a través del tiempo.

«Voy a crear otro ciclo... Celebraré tu nacimiento y lloraré tu muerte, una y otra vez, y me enamoraré de ti como de costumbre. Puede... que ahora sienta que todavía no pueda salvarte, pero prometo que volveremos a estar juntos al otro lado del Tiempo... Porque esto ocurrió hace mucho tiempo; el Destino que hemos olvidado. Nuestra amada promesa.»

El tronco que lo había empalado medía, aproximadamente, quince centímetros de diámetro. Le había destrozado los órganos internos, sus tripas se habían desecho en el suelo y estaba teniendo una hemorragia. Al escupir sangre, creyó que moriría, pero no.

Jungkook no estaba muerto. Con una herida así, sintiendo que el propio corazón se le deslizaba por las paredes del tórax, debería estarlo. Entonces, ¡¿cómo demonios seguía de pie, observando lo que ocurría con su cuerpo y lo que pasaba a su alrededor?!

— ¡Es un omega! — gritó alguien — ¡¡Omega!! — insistió.

— ¡Rápido, atrapadlo antes de que se regenere por completo!

«¿Regenerar?» pensó Jungkook confundido. Sin embargo, al bajar la mirada hacia su herida, los ojos casi se le desorbitaron, pues veía cómo el agujero se le cerraba.

— ¡Hay que cortarle la cabeza! — exclamó una persona. Su petición lo alarmó, de pronto, unos hombres con vestimenta extraña se le aproximaron blandiendo espadas.

Jungkook lo esquivó. Se sorprendió de sus propios reflejos, pero no tuvo tiempo de pensar en lo absurda y surrealista que toda esa situación le estaba pareciendo. El soldado (que fue lo que dedujo que era) siguió blandiendo su espada con la intención de matarle. A veces le cortaba la piel porque la hoja estaba realmente afilada, pero las heridas se curaban al segundo.

— ¡Es un demonio! — una mujer gritó histérica hasta desmayarse.

— ¡Por favor, no soy un demonio! — siguió esquivando los ataques del soldado, pero se le estaban agotando las fuerzas.

A la lucha por reclamar su cabeza se unió otro soldado, este lucía más implacable. Su mirada demostraba decisión y sus movimientos con la espada dejaban muy claro que era un maestro de las artes marciales. Jungkook no tenía escapatoria.

— ¡Socorro! — gritó desesperado. Buscó a alguien que pudiera ayudarle, pero todas las miradas que encontraba lucían reacias. Podía sentir el odio y el asco que le tenían, pero no comprendía por qué.

Toda esa gente le parecía extraña. No solamente por la manera de hablar porque tenían un acento extraño, sino por sus prendas, sus peinados y la manera tan supersticiosa con la que se dirigían a él. Al principio creyó que había acabado accidentalmente en una zona rural, pero no recordaba haberse movido de su escondite mientras ocurría la tormenta.

Jungkook siguió gritando y pidiendo ayuda, pero las personas que lo rodeaban estaban sordas — o eso le parecía —. Nadie parecía tener la intención de detener su injusta y precipitada ejecución, ni siquiera los propios soldados que comentaban ironías y chistes sarcásticos acerca de él.

Sucedían tantas cosas al mismo tiempo; Jungkook nunca había recibido tantos insultos en su vida, ni tampoco nadie había querido matarlo de manera literal, y en ese momento, todas aquellas cosas imposibles estaban ocurriendo.

Y por si fuera poco, no dejaban de llamarlo omega. A pesar de que Jungkook había explicado que no era un omega; que era un humano llamado Jungkook y que vivía en Gangnam con su familia; que su madre se llamaba Miyeon y su padre, Seokjin, era médico; que tenía un hermano mayor que estaba sacándose el doctorado de Astrofísica y que él había empezado su primer año como residente en un hospital universitario hace dos semanas, nadie le prestó atención. Nadie comprendía a lo que se refería. Lo tacharon de mentiroso y lo apedrearon.

Cuando tropezó y cayó de rodillas sobre los escombros de la casa donde fue hallado, el soldado que quería matarlo le cortó una mano. Jungkook vio en cámara lenta la hoja del cuchillo rebanando su muñeca. Ni siquiera había gritado, pues miró inmediatamente a su verdugo empuñando la espada con la intención de cortarle la cabeza.

— Maldito híbrido — le dijo el hombre que iba a decapitarlo.

Jungkook no lo entendía, pero no podía preguntar. Su cuerpo exhausto se rindió y esperaba que su muerte fuera indolora, pero no dejaba de pensar en esos últimos segundos de conciencia que tendría después de que fuera decapitado.

Su último pensamiento fueron sus padres y su hermano. Recordó la discusión y se preguntó qué hubiera pasado si no hubiera actuado de aquella manera tan precipitada e inmadura. ¿Estaría a punto de morir, entonces? ¿Moriría... Entonces?

Alguien dejó escapar un grito cuando la ejecución de Jungkook no llegó. El joven abrió los ojos lentamente al escuchar las voces de los pueblerinos que rugían como si el cielo estuviera cayéndose.

Al notar que todavía sentía el césped bajo sus manos, que todavía respiraba y el corazón latía en su pecho, decidió ver con sus propios ojos el motivo del escándalo; fue así como vio que el soldado que iba a matarlo flotaba por los aires.

Alguien gritó, después, otra persona gritó más fuerte y cuando el terror se apoderó de la horda de gente que huía despavorida del lugar anunciando la llegada del Omega Diablo, Jungkook había recuperado su mano nuevamente.

Los soldados que habían ido a reclamar la cabeza del omega soltaron sus espadas y huyeron del lugar, en cambio, el soldado que habría sido el verdugo de Jungkook de no ser por aquel sobrenatural suceso, se elevó tan alto y cayó de repente.

Al oír el sonido del cuerpo estrellándose en el suelo, volvió a la normalidad y acudió rápidamente en su ayuda. El soldado había sido empalado por un trozo de madera que no supo identificar.

— ¡Señor! — se arrastró hacia su cuerpo. Al verlo, el soldado se removió eufórico y le miró con odio y desprecio, pero Jungkook ni siquiera se percató de eso — ¡No se mueva! ¡Que alguien llame a emergencias, por favor!

Jungkook lo examinó rápidamente. Estaba claro que necesitaba una cirugía y no sobreviviría demasiado tiempo, por lo que siguió pidiendo que alguien llamara a una ambulancia. La hemorragia era severa, el sujeto escupir sangre y estaba ahogándose, ¡ni siquiera podía respirar! Necesitaba que se le realizase una traqueotomía.

— ¡Socorro! — gritó, pero la gente seguía huyendo. Nadie se detenía para mirarlo, ni para ayudarle. Huían como si un demonio real estuviera dándoles caza; por supuesto, de no ser por la situación en la que se encontraba y porque hace unos minutos le habían cortado la mano y había despertado empalado, se habría sorprendido hasta desmayarse de los escombros que flotaban en el aire y atacaban a los soldados que venían hacia él sin siquiera parecer querer ayudarle a estabilizar a su compañero — ¡Alguien, por favor...! ¡Llamad a emergencias!

Jungkook buscó su teléfono móvil rápidamente, pero no lo encontró por ninguna parte. No lo tenía en su bolsillo, sin embargo, encontró un bolígrafo.

— ¿Es esto una petaca? — le preguntó al soldado — Claro, no puedes hablar, estás muriéndote...

Rebuscó en su traje y en su armadura algún cuchillo, pero no encontró nada. Desesperado por salvarle la vida, algo le hizo recordar que en el bolsillo superior de su camiseta llevaba el bisturí que había olvidado devolver tras el incidente en urgencias.

— Esto te va a doler, pero necesito que no te muevas — le pidió y, acto seguido, le hizo un profundo corte en el frente del cuello. Debido a la conmoción, el sujeto ni siquiera sintió el dolor, pero se removió al sentir el alcohol sobre su herida — ¡Lo siento, lo siento mucho!

Jungkook intentó inmovilizarlo mientras desarmaba el bolígrafo, pero antes de que pudiera introducir el objeto en el agujero, alguien tomó su muñeca con fuerza. El joven se sobresaltó y alzó la mirada.

— ¡¿Qué estáis haciendo?! — le regañó.

Era un muchacho desconocido, pero su voz se le hizo conocida y no supo por qué. Tenía los ojos azules y el cabello castaño, pero a contraluz, su semblante le generó cierta inquietud. Sin embargo, se dio cuenta de que vestía igual que el resto, pero con alguna diferencia que no pudo deducir.

— ¡Gracias a dios! — cambió su actitud drásticamente — ¡Por favor, llama a emergencias! Este hombre morirá, le practicaré una cirugía de emergencia pero no sobrevivirá si no lo llevamos a un hospital.

— ¿Qué? — cuestionó el muchacho, todavía más confundido — ¿Pero qué demonios estáis diciendo? ¡Os he dado tiempo, deberíais haber huido!

— ¡No puedo irme, es mi paciente!

El joven de los ojos azules se sintió completamente desubicado tras oír su frase, y quizás debido a su falta de atención, aquella flecha le atravesó el pecho.

— ¡Dios mío! — exclamó Jungkook — ¡¿Estás bien?! ¡No te muevas, te asistiré!

El joven observó iracundo hacia atrás. Masculló alguna maldición hacia los humanos que le perseguían, pero no dejó que sus sentimientos negativos le nublaran el juicio aquella vez.

— ¡Venid conmigo! — le dijo al tomar su mano y obligarle a correr.

Jungkook corrió detrás de él sintiéndose sumamente confundido y aturdido, pero por más que quería regresar para cuidar de su paciente, el joven que le había rescatado de una muerte segura no se lo permitiría. Después de un par de minutos, Jungkook se dio cuenta de que unos soldados montados sobre caballos los estaban persiguiendo; algunos desenvainaron sus espadas y otros los apuntaron con sus arcos y flechas.

Dispararon una, dos, tres, docenas de flechas que no lograron alcanzarlos. El camino dentro del bosque era tortuoso; las raíces de los árboles que sobresalían desnivelaban el el suelo. Jungkook tropezó un par de veces, pero su compañero le ayudaba a levantarse cada vez que podía. El joven interno de urgencias ni siquiera comprendía cómo es que el joven de ojos azules podía seguir vivo y corriendo con una flecha en su pecho. Parecía como si no la sintiera, como si fuera un adorno o parte de él, sin embargo, la sangre era real. Estaba desangrándose y Jungkook, que ya había visto heridas así en la sala de traumas, sabía con certeza y empirismo científico que no aguantaría vivo otro minuto más, y mientras huían, trataba de darle posibles explicaciones a lo que estaba ocurriendo; como que la adrenalina no le dejaba sentir el dolor de la flecha, pero tarde o temprano su cuerpo terminaría cediendo.

Por supuesto, Jungkook no contaba con lo que ocurriría a continuación: cuando se vieron obligados a detenerse frente a un muro creado por una enorme roca que conformaba la primera altura de una gran montaña, los soldados los alcanzaron con sus caballos. Los jóvenes se sintieron acorralados, pero el de cabello castaño se interpuso entre Jungkook y los demás, como si le cubriera con su cuerpo. Jungkook se dio cuenta de que ni siquiera se había cambiado la ropa del hospital, seguía llevando el uniforme de cirugía azul que tenía la sangre de su última paciente todavía. Al pensar en ella, se sintió completamente desprotegido, inútil y el cuerpo se le entumeció.

— Quedaos detrás de mí — le dijo el joven, Jungkook ni siquiera comprendía sus palabras. Se sentía fuera de su propio cuerpo, como en un sueño demasiado real.

Los verdugos espadachines bajaron de los caballos y empuñaron la espada. Se acercaron ocho hombres para ejecutar a los omegas que tenían delante.

Uno de ellos, el más joven del grupo, se dio cuenta de que había una gran diferencia entre ambos omegas; uno lucía como un humano, y como si le leyera el pensamiento, su líder le dijo: — No os engañéis... Es un híbrido. Parece humano pero no lo es, ¡matadlos sin piedad!

— ¡¿Q-qué?! — Jungkook reaccionó — ¡¿Ma-matarnos...?! ¡Este juego de rol se os está yendo de las manos! — exclamó desesperado. Quería huir, quería correr, pero no podía controlar su cuerpo, que temblaba sin parar. Antes había logrado moverse únicamente porque el chico de la flecha en el cuerpo (al que ya creía inmortal) le había obligado a huir.

Jungkook no se sentía bien. Necesitaba respirar, necesitaba calmarse, ¡necesitaba volver a casa! Pero no sabía dónde se encontraba; la gente quería matarlo; había estado a punto de morir tres veces, le cortaron una mano que volvió a crecerle como si nada y nadie hablaba con normalidad o vestía como la gente normal. En su cabeza todo aquello se mezcló y le provocó un terrible ataque de ansiedad. Cayó de rodillas al suelo y comenzó a temblar como si tuviera frío.

El chico que lo acompañaba no se había dado cuenta de la situación, pero aunque le aliviaba que alguien se hubiera puesto en su lugar, tampoco le generaba demasiada calma porque era extraño como todos los demás; vestía como un campesino medieval, con botas marrones de cuero desgastado, pantalones oscuros que parecían estar terriblemente sucios y una camisa de lino holgada que ni siquiera podía comprender cuál solía ser su color original.

Cuando los soldados se acercaron decididos a atacarlos, el joven castaño se quitó la flecha del pecho y dando un fuerte golpe en el suelo con la suela de su bota, una energía salió de su propio cuerpo y el aire vibró. Vibró el espacio y también el tiempo — o algo así —. Jungkook pudo notar cómo se deformaba su propia dimensión; era como si un agujero negro pasara por delante de él, y aquella fuerza magnética, o lo que fuera, repelió a sus atacantes elevándolo dos metros sobre el suelo y empujándolos con violencia contra los árboles y las rocas.

Sus cuerpos se destrozaron tras el impacto; algunos perdieron la cabeza, otros las extremidades y un par de humanos se licuaron antes de tocar el suelo. Los pocos que restaban y los que seguían acercándose, prepararon los arcos y las flechas y se comunicaban mediante gritos que Jungkook no podía comprender; quizás porque eran palabras que desconocía, o porque había visto que un hombre había matado a otros con la fuerza de su mente.

Lentamente miró al chico de la flecha que ya no tenía una flecha en su pecho. Era como ver a un Dios, a un ser fuera de este mundo, y no supo si debía tenerle miedo o si podía confiar en él.

¿Qué demonios eres tú? — le cuestionó. El joven de ojos azules le miró con frialdad, pero no le dijo nada; en verdad, no había tiempo para charlar.

Tan pronto como hubo espacio para respirar, más hombres se aproximaron para darles caza. Muchos estaban confundidos y atemorizados por el omega de cabello castaño y ojos azules; no comprendían lo que era; si era un demonio, un diablo como los pueblerinos decían o si era otro mestizo, pero la lluvia respondió todas sus preguntas.

Las primeras gotas ni siquiera se sintieron, pero la lluvia se coló entre las hojas de los árboles después y la tintura de cabello que tenía el "chico de la flecha" abandonó su pelo revelando su color de pelo natural; blanco platino. Tan blanco como la nieve, como el cielo cuando estaba nublado; tan claro como sus propias pestañas.

— Levantaos del suelo — le dijo, pero su manera de pedírselo pareció más bien una orden. Jungkook lo hizo, sin saber cómo, pero se puso de pie y se escondió detrás de él.

Jungkook se agarró a la camisa de lino húmeda del joven, aquello le sorprendió. Le miró por encima del hombro y volvió a tener ese pensamiento y esa sensación... de que le conocía.

El joven misterioso se colocó de costado y levantó una de sus manos. Entonces, un soldado más musculado y que sostenía una espada más grande y pesada, se plantó frente a él.

— Antes de que pierda la cordura y os mate, dejaré que os vayáis. No tengo intención de arrasar la naturaleza para conseguir vuestras cabezas.

«¿Pero qué está diciendo ahora?» pensó Jungkook dejándose agarrar de la mano por el desconocido. Sin embargo, le sujetó con fuerza.

— Rendíos ahora, omegas... Rendíos y aceptad vuestro destino. ¡Sois monstruos que no debéis existir! — respondió el verdugo.

La lluvia, que había arrastrado todo el color castaño de su cabello, había pegado los mechones blancos de su pelo a su piel. Apenas lograba ver con claridad, pero lo que escuchó le hizo sonreír.

— Ya veo que no cambiaréis de opinión, es una pena.

Movió la manos y los dedos. Cerró el puño lentamente y Jungkook observó completamente desconcertado — y más seguro de que se encontraba en una pesadilla — lo que ocurrió después; pues el joven que le protegía manipuló el cuerpo del humano con su mente y sus manos y su cuerpo se comprimió dentro de su propia armadura que ni siquiera pudo oírle gritar y no fue hasta que cayó un rayo muy cerca y el impacto generó un gran estruendo, que el cuerpo de aquel sujeto implosionó.

— Oh... — fue lo único que pudo decir, a parte de la siguiente y estúpida obviedad — Ha muerto... ah...

Jungkook perdió el conocimiento de inmediato. Aquella situación le pareció demasiado estresante y surrealista, pero de no ser porque estaba acompañado de aquel sujeto extraño que tenía todas las características de los omegas de los cuentos de hadas, habría muerto, seguramente. El joven de ojos azules sujetó con delicadeza su cuerpo para que no cayera al suelo y después lo acomodó sobre su hombro.

Lo cargó y miró hacia atrás para advertirle a cualquiera que estuviera a punto de hacer cualquier tontería, que no la hiciera. Alguien lo apuntaba con una flecha, pero se quebró al instante, antes de que pudiera ser disparada.

«Por favor... Que cuando abra los ojos, toda esta pesadilla haya acabado y despierte en mi cama... En casa con mis padres, celebrando mi cumpleaños junto a mi hermano y...» tras recuperar la conciencia, Jungkook se había opuesto a abrir los ojos hasta asegurarse de que todo lo que había pasado, había sido producto de un sueño causado por el cansancio acumulado que tenía sobre la espalda. Sin embargo, al mirar ligeramente y ver pasto y el cielo azul, rápidamente comprendió que seguía en el mismo infierno «¡Venga, ya! ¡No me jodas!»

— ¿Ya habéis despertado?

Estaban en la cima de una cuesta, Jungkook chilló, hizo un berrinche y grita en silencio mientras se dejaba atraer por la gravedad hasta el joven omega. Había dejado de llover.

— ¿Queréis? — el joven de ojos azules le dio un par de frutos secos.

— Esto no puede estar pasándome... Debe ser un sueño, sí, eso es... ¡Es una pesadilla! He leído acerca de ello en un libro durante la carrera... Debo estar realmente exhausto y por eso no puedo despertar.

— ¿Qué tonterías estáis murmurando? — la mirada de Jungkook le dijo que no iba a repetir lo que decía y que tampoco era de su agrado su presencia — No es una pesadilla, si lo fuera, yo no sería real y tampoco podríais cuestionaros si es un sueño o no.

— ¡Déjame pensar! — chilló. Su acompañante levantó las cejas y apartó la mirada mientras seguía comiendo sus frutos secos — Dios, ¿por qué hablas así? Pareces sacado de una película medieval... ¿De qué va todo esto? Hasta parece que he viajado en el tiempo o algo así... — se rio de aquella ocurrencia, pero mientras más tiempo hacía eco en su mente, más sentido fue cobrando para él. Se incorporó del suelo inmediatamente — ¡¿¡¿Eh?!?!

Le miró disimuladamente. No dijo nada, creía que el forastero estaba completamente desquiciado. Cuando comenzó a hablar solo, le miró sin comprender lo que ocurría, con la boca abierta y la nuez tocándole los labios.

— ¡¡No, no, no!! ¡No puede ser, esto es imposible! ¡Ja, ja, ja! ¡Me parto el culo de la risa! — gritó de repente, el omega que lo acompañaba se asustó y escupió las nueces — ¡Tú! — le apuntó con el dedo, y aunque supiera que era la única persona con él, se señaló a sí mismo mirándolo con ojos de cervatillo — ¡¿En qué año estamos?! ¡¿Quién es el presidente...?! ¡Digo! ¡El rey! ¡¿Quién es el rey?! ¡¿Cómo se llama esta nación?!

— ¡Ah, soltadme el cuello!

— ¡Responde, animal!

— ¡Estamos en el año trece mil doscientos treinta y cinco!

— ¡¿Huh?! — lo soltó por un momento y pensó. La gente vestía como si estuvieran en la era medieval y le habían llamado «omega» — Oh no... He retrocedido en el tiempo y no en el sentido figurado cuando el jefe de cirugía, que está más cerca de la jubilación que de suturar correctamente, dice que los internos de hoy en día somos unos quejicas por trabajar ochenta horas semanales y no ciento veinte como él en sus tiempos...

Jungkook comenzó a reírse solo. El joven se apartó de él un poco más, como si estuviera enfermo o algo así.

— ¿Su... suturar? — murmuró el omega tratando de descubrir lo que significaba aquella palabra, pero fue interrumpido por el llanto de Jungkook.

Jungkook lloraba amargamente. El joven se dio cuenta de que ya no fingía, que de verdad estaba sintiendo dolor de algún tipo y tenía razón, a Jungkook le dolía el alma. Pensaba en su madre, en su padre y en su hermano. Repetía una y otra vez qué había pasado con ellos, que si era verdad que estaba en otro tiempo, que por favor su familia estuviera bien. También manifestaba el miedo que tenía de no volver a verlos. Y cuando estaba a punto de colapsar y perder el conocimiento de tanta desesperación, sintió que alguien tomaba su mano y su dolor se disipaba.

De repente, Jungkook consiguió sentir calma y suspiró aliviado mientras el viento recogía sus lágrimas al soplar.

— ¿Cómo has hecho eso? — le preguntó.

— Puedo absorber el dolor emocional de las personas creando un vínculo astral — respondió, pero Jungkook no comprendía a lo que se refería —, pero vos... sois especial.

— ¿Qué?

— Nuestro vínculo ya está formado — le dijo — ¿Cómo es eso posible? Jamás os había visto antes, ¿o sí? ¿Nos hemos conocido antes? — le preguntó muy curioso.

— No creo que nos hayamos conocido en este tiempo.

Dato para comprender la historia:

Existen dos calendarios; el de los ante-omega, que abarca un cierto periodo de la historia hasta la desaparición de todos los omegas y el calendario post-omega, que abarca desde la desaparición de los omegas hasta la fecha "actual". Para entenderlo mejor, es como el calendario gregoriano nuestro que abarca desde el nacimiento de Jesús hasta el día de hoy; en otras culturas, existen otros calendarios y sus años difieren del que todos conocemos. Espero haberme explicado.

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