Ella fue criada con ideas muy distintas a lo que los enanos son en realidad, a lo que Kíli, el enano, pudo demostrarle. Sin saber exactamente la razón del porqué su corazón rugió cuál dragón, evocado por la simple sonrisa de Kíli, la pelirroja bajó la guardia.

Permitió a su corazón amar sin distinción. Fue sólo una la regla que rompió, una sola la que Tauriel conoció.

Después de hablar con el moreno tras los barrotes de las celdas; habiéndose cautivado por sonrisas y palabras hermosas, lo mandó a callar. Le contó a Kíli sus tradiciones, y tras meditarlo un poco, robó la llave de su celda y a escondidas, llegaron a la parte más alta del reino.

La fría brisa los recibió, y el manto nocturno los acunó en un inexperto amor.

—Esta noche es especial entre todas las que se viven aquí —dijo Tauriel.

La elfa quería mostrarle la belleza de aquella noche, pero Kíli dijo totalmente distraído:

—Es bello...

Aquel enano bien parecido para la elfa, era conocido por toda la compañía como un alborotador e impaciente, pero ahora el pasado más parecía una sombra. Frente a Tauriel conoció la vergüenza y pensó que no estaba enteramente atractivo y arreglado para la ocasión.

No apreció el firmamento, eso era lo menos importante, sino el reflejo de él en los hermosos y vivarachos ojos de Tauriel.

—Bastante hermoso.

Dedicado a
Amarie-me-vieve