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Parte única

"Park JiMin bailaba. Sus brazos extendidos hacia arriba moviéndose de un lado a otro mientras su cuerpo se meneaba al ritmo de la fuerte música y sus pies seguían el ritmo. Los fuertes gritos de la audiencia y la voz del artista no fueron impedimento para que JungKook se fijara en él. Jeon JungKook no era muy fan de los conciertos ni de los lugares ruidosos, se sentía incómodo cuando estaba acompañado de mucha gente desconocida; prefería algún concierto en salas de música donde todos estaban tranquilos en sus respectivos asientos, pero en esa ocasión tuvo que acompañar a su hermano al evento. JungKook no la estaba pasando tan mal, pero los incesantes gritos estaban empezando a molestarlo.

Ciertamente, el chico de veintiún años no entendía por qué las personas se desgarraban la garganta al cantar a todo pulmón o al gritar enunciados que obviamente el artista nunca escucharía. No entendía por qué todos estaban como locos y disfrutaban como si fuera la última noche de su vida, mientras sonreían y cantaban con tanto sentimiento. ¿Cómo podría describir a la audiencia? No encontraba la palabra correcta.

Y cuando lo vió a él, al chico bronceado y delgado, tres filas enfrente de la suya, pudo comprender un poco todo el asunto. Inconscientemente, llevó las manos a su cámara que colgaba de su cuello y empezó a retratar al chico bailarín. JungKook tenía esa manía de tomar fotos de todo lo que se le hiciera interesante, bello, diferente y digno de inmortalizar con su cámara. Y es que el ver cómo el joven rubio se movía tan feliz, tan despreocupado y libre al escuchar la música, lo cautivó por completo. Se veía que en serio estaba viviendo esa experiencia y la euforia estaba presente en cada célula de su ser. JungKook deseó sentirse así algún día.

Cuando el concierto terminó, su hermano salió corriendo al baño, había tomado mucha cerveza y le encargó a Kook que comprara una sudadera en el puesto de la mercancía oficial. Con el dinero en su cartera, el de cabellos color cereza se dirigió al stand, ya habían pocas prendas y por suerte pudo tomar la última sudadera que quedaba en talla G. Hubiera pagado por ella si no fuera por un brusco jalón que casi le arrebataba la sudadera de la mano.

Al voltear, vió al joven rubio que fotografió. Con su pequeña mano sostenía fuertemente una de las mangas de la dichosa prenda y lo miraba con ojos desafiantes.

—Dámela, yo la ví primero y es mía.

—¿Qué? No es cierto, yo la voy a comprar porque la tomé primero. Suéltala, por favor.

A pesar de haber usado un tono pacífico, JungKook vió como el contrario no tenía intención de soltar la sudadera.

—¡No te la daré! Dámela, la necesito más que tú. Ni siquiera estabas disfrutando el concierto, no la necesitas. —JungKook iba a hablar pero JiMin se le adelantó—. Además, noté que me estabas tomando fotos, eres un acosador. Para que no te denuncie con la policía, debes de darme la maldita sudadera.

Bien, el desconocido tenía un punto a su favor. ¿Eso era un chantaje? Tal vez. Con desgana, JungKook soltó la prenda y torció la boca. Su hermano se enojaría bastante pero qué más daba, era quedarse sin la mercancía oficial o recoger a su hermanito en la estación de policía.

Y para colmo, el rubio ni siquiera le dió las gracias, solamente pagó y le dijo:

—Sé que salí muy bien en esas fotos, mándamelas. —Le extendió una tarjetita que sacó de su cartera—. Adiós.

Y se fue. Sí, probablemente se vió como un tonto y un grosero, pero fue lo primero que se le ocurrió a Park para darle su número al chico cereza. En realidad no iba a reportarlo por acoso, aunque sí fue extraño e incómodo que le tomara fotografías; pero al menos de toda esa situación, JiMin pudo conseguir la sudadera que quería.

JungKook consiguió un pequeño golpe por parte de su hermano y una tarjeta de presentación hecha a mano: Calico Studio, clases particulares de baile moderno. Profesor Park JiMin.

Y de esa forma, JungKook conoció a JiMin.

[...]

A Kook siempre le gustó el sonido del océano. Desde que se mudó a Busan a los cuatro años, Haeundae se convirtió en su lugar favorito. Siempre le pedía a sus padres que lo llevaran a esa playa para sentir la arena entre los dedos de sus pies, poder ver el infinito océano, disfrutar de los rayos del sol sobre su piel y escuchar el oleaje marino. Era algo que lo tranquilizaba, le daba calma y se sentía a salvo de todo a su alrededor.

Pero el sonido del mar mezclado con la risa de JiMin era algo inexplicable. Escuchar esa mezcla de sonidos hacía sentir su cuerpo liviano, lo hacía sentirse feliz, le daban ganas de reír y guardar esa sensación para siempre en su memoria. Visitar por la tarde la playa y caminar de la mano junto a JiMin lo hacía feliz. Juntos iban a ese lugar en el cuál sólo eran ellos dos, todo era más brillante y su alrededor se pintaba de tonos cálidos.

Gracias al pequeño altercado del concierto, después de pasarle las dichosas fotos a JiMin y disculparse por haberlas tomado, empezaron a hablar por mensaje. Fue un poco incómodo al inicio, pues la conversación se sentía muy forzada y los mensajes eran cero interesantes. Ninguno de los dos sabía que tema sacar, pero también ni el rubio ni el pelirrojo querían que la conversación muriera. No fue hasta que JiMin envío por error un video de él bailando junto a Pengsoo que esa barrera de incomodidad se rompió.

A JungKook le pareció muy divertido y tierno ver al chico bailando junto al gran pingüino, más porque bailaban una canción infantil. Le fue imposible responderle burlándose de él, al mismo tiempo que lo halagaba. "Te ves muy lindo bailando así, deberías trabajar como botarga."

Y aunque pensó que podría haber sido grosero, pues básicamente eran desconocidos, se sorprendió cuando JiMin le siguió el juego: "Qué te digo, soy un bailarín increíble. Aunque si trabajo de eso, la gente no podría ver mi bonito rostro." Después de mandar ese mensaje, el rubio se sintió muy apenado, se sentía tonto hablar así con el chico cereza; pero era la oportunidad perfecta para tener una conversación más normal. Desde un principio, JiMin quedó flechado con el chico de ojos expresivos y cabello colorido, claro que no dejó pasar esa oportunidad para conocerlo un poco mejor. Después de varios mensajes y un vídeo vergonzoso de JungKook, que JiMin solicitó para que "estén a mano", Park le pidió salir.

Su primera cita fue extraña, algo incómoda y con silencios que ninguno quería romper. Estar frente a frente, sin la protección de una pantalla y sin la oportunidad de borrar algún mensaje o siquiera enviarlo, era difícil para ambos. JungKook tenía miedo de que JiMin se aburriera, pues casi no hablaba, comparado a los muchos mensajes que le mandaba por KakoTalk.

En cuanto a JiMin, él pensaba que JungKook había estado jugando con él todo ese mes y medio en el que hablaron. Seguramente no quería estar ahí y sólo fue por compromiso. JiMin sentía que al estar frente a frente, seguro Kook se estaba dando cuenta del mal hábito que tenía de tocarse el cabello a cada rato y que eso le disgustaba al menor. Pero claro, a ninguno se le ocurría que la vergüenza y la timidez eran las causantes de esa cita tan incómoda.

Se vieron en una pizzería y al atardecer, después de comer, decidieron ir a la playa Gwangalli*. Ahí, el ambiente se volvió menos tenso y la plática fluyó como las olas frente a ellos. Lo único que necesitaban era acostumbrarse a la compañía del otro. Hablar de cosas que no tuvieran que ver con memes o videos graciosos ayudó a que las palabras salieran por sí solas. Los dos jóvenes se dieron cuenta de que tenían varios gustos en común a pesar de ser diferentes entre sí.

JungKook era más reservado que JiMin, pero eso no fue impedimento para que a ambos les gustara la música indie. JiMin odiaba la pizza hawaiana, JungKook la amaba, pero ambos disfrutaban ver como el sol desaparecía entre el profundo y misterioso mar. Estaban de acuerdo en que los perros eran mejores que los gatos, aunque JiMin odiaba levantarse tarde y Kook prefería quedarse en cama hasta medio día cada que le era posible.

Cosas simples que posiblemente causarían un roce entre ellos, pero que justo eran aspectos que hacían que la curiosidad por el otro naciera. El pensamiento de que todo había sido un error y que invitarlo a salir fue una mala idea se esfumó de la cabeza de JiMin, y más aún cuando el chico teñido empezó a hablar sobre su pasatiempo: la fotografía. Park se dió cuenta de que JungKook era alguien que valía la pena conocer. Quería saber más de él y explorar lo que había en su creativa cabeza; quería escucharlo reír más veces, quería tocar los lunares de su cara e invitarlo a una de sus presentaciones de baile.

—A mí me apasiona la danza. Desde pequeño fui a clases de ballet, después practiqué danza contemporánea y ahora estoy tomando clases de danza urbana —mencionó JiMin con un poco de timidez.

—La tarjeta que me diste, ¿qué significa, estás dando clases?

—Oh sí, me gusta compartir lo que me gusta con los pequeñitos y pequeñitas que disfrutan el baile tanto como yo. Me hace feliz ver sus pequeños cuerpos moviéndose tan libremente, quiero que se sientan así el resto de su vida. —Una linda y honesta sonrisa apareció en su rostro—. Como te dije, no soy de gatos, pero mi madre los ama, así que decidí ponerle Calico Studio a mi pequeño emprendimiento. —La timidez había abandonado su voz y ahora JiMin hablaba con confianza, era un tema que lo ponía contento.

—Eso es genial, tan joven y lleno de talento.

Esas palabras hicieron que JiMin se sonrojara, esperaba que la luz de la luna ocultara su tez.

—Gracias, aspiro a abrir un estudio real de baile. Ser reconocido y ser el mejor maestro de Busan, algún día.

La sonrisa de JiMin seguía en su rostro, él era muy extrovertido, pero incluso hablar de eso con alguien no tan cercano lo ponía tímido, pero JungKook le transmitía muchísima confianza.

Después de esas palabras JungKook sonrió, pensando que el alma de JiMin era preciosa al igual que su sonrisa y ese pequeño diente chueco. Sintió una sensación inusual en su estómago cada que oía a JiMin hablar, seguramente la pizza le había caído mal.

Esa noche en la playa, JungKook descubrió que a JiMin le encantaba ver caricaturas y películas animadas, que cada que se reía se tapaba la boca con su mano. Descubrió que JiMin era muy tierno y bonito, pero al mismo tiempo podía ser un poco intimidante. Era muy diferente a él, pues el pelirrojo era muy discreto y tranquilo, se sonrojaba fácilmente, le costaba tener contacto visual con gente ajena a su círculo social y era bastante indeciso.

JiMin era de carácter fuerte, escandaloso, coqueto y con mucha confianza. Después de hacer un debate sobre qué marca de ramen instantáneo era mejor, decidieron que era momento de irse. JiMin fue el primero en levantarse de la arena, y de repente, comenzó a bailar.

—Baila conmigo, Jeon JungKook. Nuestra primera cita debe de ser memorable.

—¿Hablas enserio? —respondió riendo—. Ni siquiera hay música.

—Entonces bailemos siguiendo el sonido del océano. —El rubio movía sus brazos ampliamente, mientras daba vueltas y sonreía.

El de cabellos color cereza rió, sin creer que enserio ese era el mismo chico que momentos antes tenía una semblante serio e incómodo en el restaurante. Se levantó y se unió a su cita, ambos danzaban lentamente, JungKook con movimientos torpes que hacían reír al mayor. Seguramente se veían tan tontos bailando ahí solos en la arena, sin música que los guiara a excepción del murmullo de las olas y el incesante latido de sus corazones.

La confianza y la comodidad fue tal, que JiMin era él mismo frente a JungKook sin tener miedo a ser criticado y juzgado. Lo mismo con Kook, no le dió miedo abrirse con el rubio y contarle cosas que jamás le había dicho a nadie.

—Mi sueño es viajar por el mundo, visitar cada playa y tomar una foto del atardecer. Después haría una galería para exhibir esa belleza. ¿Te imaginas? De tan sólo imaginarlo me pican las manos de la emoción, sería tan lindo.

Después de decir su mayor sueño, el chico cereza se cubrió su cara con las manos, avergonzado.

Con sus manos pequeñas, JiMin se acercó a él y con cuidado acarició su cabello.

—Esa es una idea increíble, estoy seguro de que lo lograrás y espero que me invites a ver tus obras de arte. Sé que puedes hacerlo, JungKook-ssi.

Se miraron directamente a los ojos, la luz de la luna se reflejaba en ellos. No había necesidad de decir nada, una sonrisa y una mirada eran suficientes en ese momento.

La conexión entre ellos ahí estaba y estaban listos para explorarla.

[...]

Pasaron los meses y ambos jóvenes salieron más seguido. En cada cita siempre había algo que los sorprendía y nunca dejaban de hablar, cuando lo hacían los silencios no eran incómodos y los mensajes en visto no eran ninguna molestia; al final los dos tenían su vida y cosas por hacer. Muy pronto iniciaron su relación, JiMin fue quien se atrevió a hacer la propuesta.

Estaban en la habitación de JungKook, después de una grandiosa mañana en la playa, fueron al hogar del menor a comer y pasar el rato. Se encontraban coloreando mandalas, una de las actividades favoritas de Kook, escuchaban The Rose de fondo mientras tarareaban las canciones y compartían sonrisas y miradas tímidas de vez en cuándo. Casi siempre estaban rodeados de gente, ya sea en la playa, en sus visitas a museos, mientras caminaban por la calle o cuando tenían picnics improvisados en el parque; eran contadas las veces en las que estaban completamente solos. Eso los ponía nerviosos, porque los dos sabían que lo que había entre ellos ya no era una simple amistad.

JiMin estaba nervioso, no sabía si sería rechazado o aceptado pero no podía dejar pasar la oportunidad de ser pareja de ese bello ser humano.

—Oye, JungKook-ah.

—¿Mmm? —El chico cereza estaba muy concentrado coloreando los bordes de su mandala con forma de delfín, ni siquiera volteó a verlo.

—Eres muy bonito. —El tono de su voz era firme, no iba a dejar que los nervios ganaran, no quería verse como un idiota.

JungKook disminuyó el movimiento de su muñeca, ahora sus trazos eran más superficiales.

—Me gusta la linda sonrisa que tienes. Sé que a ti no te gusta mucho, pero yo creo que es demasiado hermosa y me hace feliz verte sonreír. —JungKook seguía con la mirada en la hoja de papel—. Si te digo todas las cosas que me gustan de ti, me tardaría mucho, así que mejor lo resumo: me gustas tú, Kook.

JiMin se tocaba el cabello con insistencia, JungKook expresaba sus nervios mordiendo el lápiz color azul. El silencio de Jeon poco a poco mataba las esperanzas de JiMin, pero él nunca se daba por vencido.

—¿Quieres ser mi novio, JungKook-ah?

Después de escuchar la pregunta, el mencionado alzó su cabeza y vio a JiMin con los ojos bien abiertos. Y claro, ese gesto derritió el corazón del rubio, pues Kook se veía jodidamente hermoso. Pero al mismo tiempo Park se sintió triste, ese semblante sorprendido no podía significar nada bueno.

JiMin estaba sentado en la parte alta de la cama, recargado en el respaldo de la misma; mientras que JungKook estaba a los pies del colchón. El menor dejó la hoja y colores a un lado, se acercó gateando hasta estar frente al otro chico. Se quedaron viendo entre sí, Jungkook no dijo nada y JiMin no necesitó una respuesta explícita, pues esos ojos cafés le dieron la respuesta. Así que después de sonreír, el menor se acercó con cuidado al rostro ajeno, uniendo sus labios rosados con los gruesos pétalos de JiMin. Fue un beso casto, que después se transformó en una caricia firme y amorosa.

Se besaron con los ojos abiertos, esa sensación típica del amor se intensificó en sus estómagos. Y con ese beso comenzó su relación, algo simple que desencadenó una experiencia inolvidable.

Junto a JiMin, Kook descubrió su lado cursi. Nunca imaginó que haría cartas y regalos llenos de dulces para su pequeño novio, ni que se iba a dirigir a él con apodos melosos típicos de un adolescente hormonal; "bailarín encantador", "pequeño lucero", "querubín", "mochi de vainilla". JungKook se sentía tan tonto cuando se dirigía a su novio con palabras así, más que nada porque JiMin siempre se reía y luego le apretaba sus mejillas "eres el más tierno del mundo, te quiero", pero nunca le recriminó nada, así que seguía sacando apodos de la manga.

En JiMin cada día crecía el afecto por su chico cereza, lo veía con ojos de amor y eso se podía notar a simple vista. Nunca fingió ser algo que no era cuando estaba junto a él, JungKook lo inspiraba a sacar lo mejor de sí mismo y superarse cada día que pasaba.

Aunque JungKook tenía miedo, todos esos nuevos sentimientos eran abrumadores para él. Todo pasaba tan rápido que no le daba tiempo de asimilar las cosas, desde que se conocieron sólo habían pasado seis meses pero en ese tiempo la vida de JungKook se hizo más brillante y cálida. Cuando pensaba en JiMin se sentía completamente feliz, más cuando compartían tiempo juntos, pero al mismo tiempo Kook sentía temor. «¿No vamos demasiado rápido?», «¿Qué es este sentimiento?» ¿Era amor verdadero?

JiMin también dudaba a veces, pero sabía que esos sentimientos eran honestos. Él se sentía cómodo junto a JungKook, siempre trataba de tranquilizarlo y darle espacio si es que lo necesitaba . Lo más importante: le demostraba su confianza y amor.

—Te quiero y tú me quieres a mí. ¿Acaso importa otra cosa? Puede que yo desaparezca mañana, así que no te contengas y dame todo tu amor ahora. Si te rompo el corazón ya podrás odiarme después; pero hoy sólo ámame, mi amor.

JiMin le dijo eso en su visita a Geumjeongsan, después de caminar por horas hasta llegar a la cima del monte, tenían una vista tan bella que JiMin creyó que era el momento perfecto para decirle eso. La comunicación entre ellos nunca fue un problema, más bien fortalecía su relación.

Park tenía la necesidad de cuidar de su menor, de llenarlo de mimos y dedicarle sus presentaciones de baile. Apreciaba que después de sus clases, JungKook estaba fuera de la academia esperándolo con una sonrisa, un abrazo y comida que devoraba al instante.

JungKook amaba la honestidad de JiMin, amaba como lo protegía, como lo hacía sentir. A pesar de ser menor, Kook era más alto que Park y era algo que lo llenaba de orgullo, porque así él también podía proteger a su pequeño novio. Cuando se quedaban muy tarde en la playa o en cualquier lugar siempre cargaba al rubio sobre su espalda. JiMin era tan activo que al final del día su batería se acababa y le pedía a JungKook que lo cargara. Y claro, él no era quien para negarse. 

[...]

Un fin de semana, decidieron ir a Haeundae. Ese día, JungKook se sentía especialmente contento. No era una fecha especial ni mucho menos, pero se sentía muy feliz. La playa les quedaba un poco lejos, así que tomaron el autobús que los dejaba ahí. Antes de llegar compraron fruta picada y varios snacks para todo el día. Cuando llegaron a la playa y por fin se bajaron del transporte, JungKook pudo observar bien a su novio; JiMin llevaba una camisa azul fuerte y unos shorts color blanco dejando a la vista sus piernas bronceadas y musculosas. También llevaba unos lentes de sol negros y su cabello rubio peinado perfectamente, un sombrero de paja completaba su look. Se veía precioso, y JungKook no dejó pasar la oportunidad de hacérselo saber. Cuando entraron a la playa JiMin habló:

—JungKookie, hoy seré tu modelo. ¡Hagamos un vídeo musical! Tómame un vídeo increíble con el mar de fondo. Hoy el día está muy bello, aprovechemos.

Dicho eso, el rubio echó a correr por la orilla de la playa, acercándose cada vez más al agua, pues la arena estaba caliente y quemaba las plantas de sus pies, haciendo que soltara gritos como queja y carcajadas para aliviar su dolor. JungKook no dudó en hacerle caso a su pequeño novio y comenzó a grabar, yendo tras él y haciendo tomas del cielo adornado de grandes nubes de porcelana.

Llegaron a un extremo de la playa en el que había muy poca gente, entonces JiMin aligeró su paso, quitándose los lentes y el sombrero. Volteó hacia su novio y sonrió.

—JiMin-ssi, pero qué guapo.

El nombrado le guiñó un ojo y pasó sus dedos sobre su cabellera brillante gracias al sol. JungKook se alejó un poco más, haciendo una toma de cuerpo completo. Y JiMin comenzó a bailar, alzando sus brazos y moviendo sus caderas en círculos.

—Tan lindo, JiMin-ssi.

—Ven, JungKookie.

El pelirrojo se acerca y pone el lente de la cámara justo frente a la cara del rubio.

—Tonto. Ven, te grabaré. Nos grabaré, amor.

Pero JungKook no escuchaba sus palabras, pues estaba concentrado viendo los ojos color chocolate de su mayor. Pensando en lo afortunado que era de tenerlo en su vida, afortunado de tener esos sentimientos inexplicables y de poder ser su compañero en el amor.

[...]

Después de correr por toda la playa, grabar más tomas de ellos jugando, acabarse su fruta refrescante y recolectar conchas marinas, se sentaron frente al mar. Sentían el aire cálido rozar sus frías pieles y sus corazones repletos de amor.

JungKook, en especial, sentía que en cualquier momento su pecho explotaría. ¿Por qué? Tal vez su condición física había disminuido y correr demasiado afectó su respiración, aunque se sentía bien. Esa sensación inexplicable aumentaba al ver a JiMin junto a él, su piel brillando gracias a los rayos del sol. El océano estaba justo frente a ellos, pero JungKook sólo tenía ojos para JiMin.

—Pequeño, ¿qué es la euforia? —Su tranquila voz se mezclaba con el oleaje marino.

—Buena pregunta, JungKook-ah. No lo sé, yo creo que existen dos tipos de euforia. Por ejemplo, ¿recuerdas cómo nos conocimos? —Kook asiente—. Ese día me sentía muy feliz. La sensación que ocupa mi cuerpo cuando estoy en un concierto o bailando frente a un público, me da energías y ganas de comerme el mundo. Creo que eso es la euforia.

JungKook sonríe al recordar las fotos que tiene pegadas en su cuarto, esas que tomó el día que se conocieron; JiMin es el centro de atención y la audiencia pasa a un segundo plano.

—¿Cuál es el segundo tipo?

JiMin voltea a verlo y le sonríe, con su típica sonrisa de ojos cerrados y dientes a la vista. Se acerca a su rostro, rozando sus narices y haciendo de sus respiraciones una sola.

—Creo que tú sabes la respuesta, amor.

Y lo besa. El beso saber a mar. Empiezan lento, casi sin moverse y tratando de grabar esa sensación en su alma. Después JungKook cambia el ritmo, tomándolo de la nuca y lo besa con ganas, queriendo sentir la humedad de la boca de JiMin. Esa caricia hace que el corazón de JungKook se acelere, como si estuviera arriba de un acantilado y tuviera que saltar; sus sentidos se agudizan y quiere más. Quiere sentir la piel bronceada de su novio, oler su perfume peculiar, tocar esos cabellos suaves, escuchar sus suspiros causados por la intensidad del beso y ver ese rostro angelical.

Quiere abrazarlo y nunca soltarlo, quiere comerse el mundo junto a JiMin. Tal vez el rubio se refería a esa clase de euforia. La euforia que te provoca el estar enamorado, besar a la persona que te hace feliz, escuchar por horas esa voz sin cansarte, sostener con delicadeza esa mano como si fuera la reliquia más antigua del mundo. JiMin era su euforia. Esa persona que llegó a hacer sus días más brillantes y claros, cada momento junto a él era único, parecía que estaban destinados a encontrarse en esa y en sus demás vidas. Todo era tan irreal, tan bueno, tan puro. Cada que se entregaban en cuerpo y alma los sentidos de JungKook eran tan vívidos, cuando llegaban a la cumbre del placer toda su mente se nublaba y después venía la calma acompañada de un abrazo reconfortante dado por JiMin. En momentos así JungKook se sentía dichoso.

Ninguna persona ni actividad alguna lo había hecho sentir de esa manera, su corazón nunca se había sentido completo hasta que llegó él. Es verdad que JungKook amaba la fotografía, amaba estar en lugares tranquilos y le encantaba dibujar; aprender algo cada día y la tranquilidad del mar lo hacían feliz. Pero nada de eso lo hacía sentir completamente lleno ni extasiado. Pero JiMin sí. Desde que conoció a JiMin, descubrió cosas de sí mismo que jamás había pensado; JungKook nunca creyó que fuera guapo, pero JiMin ayudó a subir su autoestima, gracias al rubio descubrió su pasión de editar videos y hacer cortometrajes.

JungKook siempre creía que el amor de su vida llegaría a finales de sus veinte o tal vez después, pues en todas las películas, series y novelas románticas eso era lo que pasaba. Nunca esperó que su compañero de vida llegaría a él a sus veintitrés años. Su destino fue diferente a como lo imaginó desde pequeño; él siempre pensó que conocería a su pareja en la escuela, en algún club o tal vez accidentalmente en una cafetería.

JiMin llegó en el momento menos indicado, pero era justo lo que necesitaba.

—Incluso si el mundo se sacude, si el mar se seca o si el sol pierde su brillo y la arena bajo nosotros desaparece, no sueltes mi mano, JiMin-ah. Por favor. —JungKook susurró, viendo a JiMin con ojos acuosos y brillantes.

—Nunca, Kookie. Nunca —respondió justo sobre sus delgados labios.

Y sellaron esa promesa con un tierno beso, mientras la fría agua rozaba las puntas de sus pies. Y la euforia recorría todo su cuerpo.

>>>>>>

Después de dos años de relación, miles de fotografías de momentos especiales y montones de tardes en la playa, de besos, caricias y alegrías, JiMin y JungKook planeaban su primer viaje juntos. Con esfuerzo, lograron ahorrar el dinero necesario para esa aventura, tenían planeado ir a Okinawa, Japón. El proyecto de JungKook de fotografiar el atardecer en cada playa del mundo empezaba ahí, ya no sería un simple sueño: ahora era una meta que cumpliría con la ayuda de su novio. El plan había cambiado, además de tomar fotografías, también grabará a JiMin bailando con el océano de fondo. Los dos estaban tan emocionados por su nueva aventura; todo estaba listo: los boletos de avión y la reservación en un hostal. Faltaba una semana para que partieran de Corea, la pareja no se había visto en cuatro días por el fin de semestre en la universidad y sus trabajos de medio tiempo.

Pero ese día, un caluroso viernes de mayo, por fin tenían un espacio libre y habían acordado verse en la pizzería donde fue su primera cita. JungKook estaba bastante emocionado, podría decirse que eufórico. No necesitaba estar en un concierto junto a su hermano para sentir la euforia, lo único que necesitaba era estar en compañía de Park JiMin.

JiMin llegó diez minutos tarde a su cita, nada raro en él. El rubio tenía tantas ganas de abrazar a su novio y quedarse ahí siempre. Le hacía tanta falta sentir esos brazos fuertes rodeándolo y protegiéndolo del mundo exterior. JiMin había estado tan estresado y las videollamadas no eran suficiente para él. Después de quince minutos el chico cereza aún no llegaba, JiMin no le tomó importancia a pesar de la peculiar puntualidad de JungKook y ordenó una pizza para ambos, pero las manecillas del reloj seguían su curso y su novio no aparecía. Pensó que tal vez lo podría encontrar en la playa, así que después de pagar se dirigió hacia allá. Pero JungKook tampoco estaba ahí.

JiMin esperó, esperó y esperó en ese lugar, hasta que la luna alumbraba el inmenso mar y lo hacía ver de una tonalidad muy oscura. Sabía que algo estaba mal pero no quería irse de la playa, pues el sonido de las olas lo tranquilizaba un poco. JungKook no llegó, nunca respondió las miles de llamadas que hizo y no le llegaban los mensajes. Entonces JiMin fue a su casa, su cara de angustia reflejaba cómo se sentía su corazón. Cuando llegó a la vivienda, lo recibió la madre de JungKook.

Al momento de abrir la puerta, ella lo abrazó mientras se soltaba a llorar desconsoladamente. JiMin sólo pudo regresar el abrazo, comenzando a preocuparse. Mientras ella, entre sollozos, le decía la terrible noticia; él se quedó pasmado al escuchar las palabras de la dulce señora Jeon. ¿Cómo podía ser eso posible? Seguro todo era parte de un horrible sueño.

—Pero en la mañana hablé con él, esto no puede ser cierto. Él...

No pudo terminar de hablar. El rubio cayó de rodillas al suelo mientras gritaba el nombre de su novio, su garganta desgarrándose tratando de que JungKook lo escuchara. Cerró sus ojos tratando de impedir que las lágrimas salieran, pero fue en vano. Esa noche, el corazón de Park JiMin se rompió en mil pedazos."

.

.

.

.

NamJoon cierra el libro, escuchando quejas por parte de sus oyentes.

—Señor Kim, el libro ha terminado ¿Cierto?

—¿Habrá una continuación? ¡Eso no se puede quedar así! —exclama otra voz.

NamJoon ríe, disfruta las reacciones de los chicos y que le presten atención a él y a la historia. Kim NamJoon es un joven que hace voluntariado en una casa hogar, enfocada en adolescentes con situación de calle o con problemas de adicciones. Tres veces a la semana, va a leerles algún libro o lleva mangas y novelas gráficas que él mismo compra, para que los chicos y chicas se entretengan en su estadía.

Siempre le ha gustado ayudar a las demás personas y cuando encontró esa casa hogar, no dudó en postularse como voluntario y compartir su amor por la lectura con esos espíritus jóvenes.

—Sí, ha terminado, espero que el autor saque una continuación, Chae.

Después de un tiempo, se despide de sus chicos y sale con destino al departamento de su mejor amigo. Camina por la calle llena de sonidos ensordecedores, aún no se acostumbra al bullicio de la ciudad de Seúl. Al llegar al apartamento entra, pues se sabe de memoria la clave de la puerta. Espera encontrarse con JungKook frente a la laptop o dormido en el sillón y no se equivoca, pues en efecto, el chico castaño está en la cocina; una taza de café está a su derecha y sus dedos se mueven a la velocidad de la luz por el teclado del aparato.

—Hola, Kook. ¿Has comido?

El susodicho le responde con un muy leve movimiento de cabeza.

—Me alegro, porque no traje nada de comer.

NamJoon no recibe respuesta y no le molesta, pues sabe que cuando su amigo está escribiendo se concentra en su mundo de ficción y no le importa lo que pasa a su alrededor. El de cabello lila se sienta en un sillón y espera a que JungKook termine de ocuparse, mientras él se acomoda para tomar una siesta. Cuarenta minutos después, unos gritos lo despiertan de su sueño

—¡Sí! ¡He terminado, Joon! Es grandioso, sé que te encantará. Mierda, todo es perfecto, quedó tal y como lo imaginé.

A NamJoon le da ternura la manera en que JungKook brinca mientras habla con un tono muy alto. Puede ver el singular brillo en sus ojos, puede ver que el menor aún no está del todo presente. Una parte de JungKook sigue dentro de su historia.

—No puedo esperar para leer tu libro, Kookie. Sé que los chicos de la casa hogar también lo amarán, hoy terminé de leerles Euforia y les encantó, están curiosos por saber qué pasará con JiMin y JungKook. —Nota como el de cabello color chocolate sonríe orgulloso, haciendo que sus ojos y nariz se arruguen.

Jeon JungKook alcanzó la fama gracias a su libro de romance Euforia. A sus cortos diecinueve años, creó el libro que ahora es un best seller en toda Corea. Sin embargo, la fama de su libro era sólo eso, pues él se mantenía en las sombras al publicar anónimamente. La historia de amor entre Park JiMin y Jeon JungKook tocó los corazones de miles de lectores, pronto sería traducida al inglés y se publicaría su continuación.

Kim NamJoon trabajaba en una editorial y era el representante de JungKook, pues el menor nunca se interesó por eso. A él sólo le importaba crear y plasmar sus sueños en letras, confiaba en su amigo y NamJoon era el que ponía el título al libro, se encargaba del proceso edición y de publicación.

Desde sus quince años, JungKook empezó a trabajar en su proyecto, quería plasmar esos sueños pueriles, esos momentos dentro de su mente junto a su chico ideal. El castaño siempre fue un niño lleno de imaginación y creatividad, conforme fue creciendo, se dió cuenta de que en sus sueños siempre aparecía un mismo chico, con la misma apariencia y voz. En sus sueños, fue creando de manera inconsciente una historia moldeada a su modo.

Cambió su propio aspecto, se formó a él mismo con características que le gustaría poseer. Creó a Park JiMin y creó su historia de amor perfecta, justo como le gustaría que sucediera en el mundo real. Un romance de verano, él viviendo cerca de una playa, con cabello extravagante, mucho amor y un suceso terrible, el cual fortalecería el amor entre él y su amado. Todo empezó como un sueño de la infancia que después quiso plasmar en papel, algo divertido que contar; pero pronto su mente tomó el control. Entonces, empezó a meterse tanto en esa historia que comenzó a creerlo. Cuando soñaba vivía en esa ilusión, y cuando despertaba, su mente le hacía creer que su vida en Busan era real. Buscaba a JiMin por todos lados y a pesar de que nunca lo encontraría, él no se daba por vencido. JungKook se metió en su propia utopía.

Cuando Kim NamJoon tenía veinte años conoció a JungKook de sólo diecisiete años; Kim se dió cuenta de la situación del castaño y le dió su apoyo incondicional. Lo comprendió, respetó y le brindó su ayuda. Con el tiempo JungKook aceptó lo que sucedía con él y ahora, el estado de Kook ha mejorado y está consciente de la utopía que creó, pero hay momentos en los cuales sigue perdido en su fantasía. NamJoon fue quien le recomendó escribir y escribir, y es una actividad que ha ayudado a Jeon, incluso le agarró cariño como para animarse a escribir profesionalmente. Kook vive con la esperanza de algún día encontrar a su Park JiMin ideal.

El escribir sus sueños, su historia, vivir en su utopía, eso es la propia euforia de JungKook. 

El Pengsoo me da mucha ternura jujaaush.

¡Hola, muchas gracias por leerme! Esta historia es del 2020 así que dispensen los errorcitos y el cringe. Se supone que tenía imágenes de los lugares mencionados en la historia pero ya no encuentro la fotos y no quiero buscar AYKHE, 1 disculpita.

En fin, espero disfruten la historia y así. Besisss ♡

Moon

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