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Fuego

Honestamente no tiene pies ni cabeza xD no planee nada, fui escribiendo conforme escuchaba una lista de reproducción todo random así que si va estar raro, pero no me gusta escribir algo y que se quede en el olvido

-MIKAN.

Su vida ha cambiado tanto desde que esta con él.

Desde el primer momento que se conocieron dejó de existir alrededor, conoció un nuevo universo en el que no creyó posible existieran tantas sensaciones, emociones y sobre todo vida.

Al inició se sintió en un trance en el cual fue disuelto y vuelto a crear por Arthur, ese inglés brillante quien tenía un carácter orgulloso, realista y sobre todo fuerte; Kirkland era demasiado maduro para su edad, vivía con la constante sombra de preocupaciones cosa que no negará le llevo a observarlo, e incluso de tratar de llevarle algo de luz, de demostrarle que él también merecía reír, dejar que el viento se lleve en un grito sus preocupaciones, que está bien que el agua se lleve su temor y sobre todo que no es de cobardes romperte de vez en cuando...

Sabía que Arthur tenía un brillo, uno que solo necesitaba un detonante y conforme lo fue conociendo descubrió esa ligero brillo ligero, frágil y cálido como el de un fosforo que al más fino viento podría apagarse, por eso decidió discretamente volverse el protector de esa pequeña flama, alejar los vientos gélidos y darle más motivos para brillar.

Conforme amoldaban sus fuegos internos fueron aprendiendo del otro, conocieron lo bueno y lo malo, cometieron errores y muchas veces recibieron vientos y lluvias que amenazaron la danza de sus flamas pero resistieron y se convirtieron en el oxígeno del que se alimentaba su chispa.

Eran lo que el otro necesitaba, aprendieron eso conforme su existencia se volvía una, mientras crecían y aprendían del otro, perdonando, equivocándose y amando.

Ambos fuegos crecieron hasta buscar sus propios caminos, se distanciaron de su detonante, vivieron tormentas y nuevas chispas, encontraron otras formas de hacer su fuego crecer, pero no era suficiente, ese calor no se comparaba al del otro, aunque hubo leña en medio de un encuentro fogoso no podía lograr la altura de la llama que en un simple roce de manos con su complemento lograba.

Diez largos otoños tuvieron que pasar, cuando el brillo de ambos peligraba en medio de la oscuridad de la vida, llegó un septiembre distinto donde todo se convirtió en el espacio perfecto para un combustión, su interior exploto en millones de fuegos artificiales que iluminaron sus ojos, el resplandor azul y verde recorrió el cielo y despejo las nubes londinenses, toda la energía contenida ilumino su interior en el toque de una mano.

Arthur y Alfred se volvieron a encontrar en el momento menos esperado, pero tal vez si el más preciso, un momento donde todo fue correcto y la historia estaba lista para volverse a escribir. El campo de trabajo se volvió un ambiente lleno de chispas, donde ni siquiera el muro de cristal era capaz de contener el calor que emanaban las miradas del otro, todo el mundo podía volverse receptor del cálido calor que hacía que esos dos rubios se llamaran.

Paso el tiempo y el fosforo dejo de ser eso para convertirse en una fogata de suaves colores rojizos y amarillos, donde cada que sus risas y suspiros se unían esta danzaba al compás del corazón de ambos chicos que volvían a vivir su adolescencia en una sola mirada, solo su alma sabia lo mucho que se habían extrañado.

Si volvieran a ser jóvenes tal vez serían tan torpes como para no notarlo, pero ese tiempo en la lejanía viviendo de otras chispas les hizo darse cuenta de cuanto se necesitaba, solo faltaba que el valor llegará a uno de ellos y serías capaz de volverse uno solo.

Basto una charla en medio de una noche de dulce y frio invierno, en el tejado de la casa del americano donde solo las estrellas se volvían su compañía solo el calor de dos manos unidas les protegía del viento, pero no necesitaban nada más que eso para sentirse en paz.

Charlaron de todo y nada, de promesas olvidadas y creadas, de inicios y finales, pero en medio de la noche cuando la luna se vio cubierta por una nube cómplice del destino fue que ambos labios brindaron de nueva cuenta el combustible que necesitaba para arder, arder por la eternidad mientras una nueva promesa nacía, una promesa de estar juntos y volverse una sola flama.

Un "Te amo" basto y sobro para que aquel fuego se convirtiera en eternidad,

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