Idea.
Cap. 3
Editado: 16/ Sep/2020
—Alfred, Alfred. —Llamaba con algo de nerviosismo, ahora mismo el anglosajón sentía preocupación, muy a pesar de estar muerto y creer que no, si lo sentía o al menos recordaba esa sensación de vacío y soledad, el abandono y la intriga. —Cariño, ¿dónde estás?
—Seguro tu noviecito ya huyó. —Frunció el ceño al escuchar la molesta voz del gusano escocés —Te diría que usaras tu cerebro si no me lo hubiera comido. —¿Cómo diablos dejaba que ese idiota viviera en su cabeza? Ah sí, la soledad es fuerte y ese gusano era como su hermano.
—No es mi novio, es mi esposo. —Agitó su dedo anular con el peso del anillo como si el gusano lo pudiera ver. —Ahora, ¿podrías callarte? —Más que pregunta su voz sonó a reproche y orden, necesitaba pensar dónde estaba el americano. Ahora mismo se odiaba tanto por haberlo dejado solo en el ataúd, seguramente se había asustado más o inclusive molestado por abandonarlo.
—¿Deberías echarle el ojo más seguido no crees? —La cuenca abandonó su lugar dejando ver el gusano y haciendo que Arthur hiciera malabares para tomar el ojo y no cayera al suelo, soltó un gruñido frustrado ante la actitud del invertebrado.
Por otra parte Alfred F. Jones recorría el lugar de los muertos, con la sensación de estar asustado pero curioso, no podrían culparlo de ser curioso aun cuando no entendía qué estaba pasando, era su naturaleza. Si quería descubrir debía explorar, tal vez acabaría saliendo de esta alucinación o lo que fuera, o incluso pensó en el cuento de Alicia y en vez de estar en el País de las Maravillas era la Ciudad de los Muertos, si Alicia volvió a su casa, él podría ¿no? aunque, ¿realmente quería irse?
—¡Ahí está!, ¡ahí está!, ¡se nos va escapar! —Conocía esa voz, volteó hacia atrás y lo vio, dudó un instante pero emprendió carrera, si no convivía más con esa ilusión volvería a la realidad, no quería alejarse de Arthur pero era necesario o no saldría de ahí y perdería su mente. —¡Rápido, rápido!, ¡síguelo! —Nunca fue amante del deporte, lo odiaba con fuerzas, pero ahora mismo se odiaba por su debilidad y que sus piernas dolieran en conjunto a sus pulmones por tratar de correr.
Escuchó su nombre ser gritado por el de ojos verdes, muchos recuerdos llegaron a su mente ante el llamado.
Arthur siempre tras él cuando jugaban a las atrapadas; llamándolo así desde debajo de su ventana para invitarlo a jugar, leer o escucharlo tocar piano; y el más doloroso; el día que dejó a Arthur llorando tras el auto al que sus padres lo obligaron a subir antes de nunca volver a ese viejo vecindario, el corazón se le encogió recordando los gritos de su mejor amigo llamándolo con lágrimas en los ojos y la sensación de abandono prematuro.
—¿De quién te escondes? —Tapó su boca ante la exclamación cuando una voz lo descubrió en su escondite dentro de un ataúd que estaba colocado verticalmente, se alejó disculpándose torpemente cuando un "Alfred" se escuchó cercano. —Se fue por allá. — alcanzó a escuchar la voz de antes dando su ubicación, giró hacia los lados buscando una salida sin encontrarla.
Un muro, había un muro que podía escalar aunque no fuera su fuerte, pero ¿de verdad tanto así quería escapar y volver a su realidad? su realidad no era mala, no tanto desde que conoció a Nathasha, al menos.
—No estoy muerto. No pertenezco aquí. —Soltó dándose valor, pensó en su prometida y aferró sus manos a la pared, pensó en su padre y en la tristeza de no verlo y comenzó a trepar, pensó en su viejo piano esperando ser tocado y más cosas que vivir le hacían trepar, hasta que fue Arthur quien se atravesó su mente, desestabilizándolo y haciéndolo resbalar hasta que la mano del cadáver apareció ayudándolo a subir.
—Aquí estabas, tonto. —Ese tono de alivió en la voz del inglés, ese tonto dicho con una familiaridad tan grande que lo hizo sentir que estaba siendo un imbécil por huir de quien nunca lo lastimaría, llegando a pensar incluso que si le contaba tal vez endería.
—Arthur, yo tengo que volver a casa. —Suspiró, tratando de no sonar como si quisiera abandonarlo. —Ahora esta es tu casa. —Ese tono de voz cálida lo recordaba, esas palabras ya habían salido de los labios del anglo, tiempo atrás cuando le avergonzaba que la madre de su amigo siempre lo alimentara a pesar de que la comida era escasa y él trataba de evitarlo diciendo que comería en casa.
—Pero, Arthur. —"Que gran comunicación, si el noviecillo tiene excusas ya deberías dejarlo ir" escuchó las agrias palabras desde el interior de la cabeza del británico, era otra vez el invertebrado quien no podía evitar meter su cuchara en todo, notó de inmediato que eso frustraba al portador, quien le exigía silencio al molesto comedor de carne. —Tú y yo no somos como antes.
—Pero podemos conocernos otra vez. —Alfred no pudo decir que no cuando por un instante la esperanza brilló en los ojos verdes— Ven. Siéntate conmigo, cariño. —Obedeció caminando apenado hasta sentarse en la banca que el otro había tomado. —Ten, un regalo de bodas. —Recibió la caja que el mayor sacó de a lado de la banca, la agitó con duda pensando que era y temiendo abrirla, lo hizo lentamente, topándose con una serie de huesos, agradeciendo en voz baja sin embargo levantó sus pies y dejo caer la caja cuando esta comenzó a moverse sola.
Observó luego cómo los huesos tomaban forma y se acomodaban, se quitó los lentes rotos y sucios de su rostro limpiándolos antes de colocarlos y mirar con detalle a pesar del vidrio fragmentado como la figura de un gato se formaba con esos huesos.
—Siempre dijiste que Hero era de huesos anchos. —Giró el rostro veloz en dirección a Arthur, abrió los ojos ante el asentimiento y la sonrisa del mayor, volviendo ya su vista hacia el animal de huesos que ahora se pegaba a su pierna ronroneando aun sin cuerdas vocales. —Parece que te extrañó.
—Arthur es… ¿Hero? ¡Hero! —Las lágrimas se arremolinaron en sus ojos y tomó al gato colocándolo en su regazo, tocando cada hueso y riendo ante los maullidos de su mascota, la cual saltó de su lugar cuando otro esqueleto gatuno más fino llegó y se acercó también posicionándose al lado del más ancho y estirando su cuello, se agacho para mirar la placa y sonrió aún más —¡Scone! —Ambos gatos se pegaron en su pierna produciéndole cosquillas. —Gracias, Arthur.
No obstante, él seguiría con lo que comenzó.—Arthur, debo volver. —El anglo estuvo a punto de refutar, pero una idea pasó por su cabeza, si pensaba quedarse con él, al menos debía despedirse ¿no?, podría pedirle ayuda a Nathasha, le dejaría parte de su acciones si le ayudaba, sabía que no se estaban casando por amor, sabía que sus padres lo planearon por conveniencia, sabía que la bielorrusa amaba a su hermano adoptivo, si le daba el dinero la chica podría fugarse, pero también debía ayudarle a fingir su muerte de manera que no sea dolorosa para sus padres. — ¿Qué dirían nuestros padres de un matrimonio así? Sin consentir.
Parecía que el otro pensaba rápidamente, e incluso el gusano le dio el punto a favor con un "El debilucho tiene razón".
—Es necesario ¿no? —Sonrió al ver a Arthur dudar. —Un caballero no puede raptar simplemente a su pareja sin aprobación de sus progenitores ¿no? —Punto débil: El complejo de caballero. —Además me gustaría recuperar mi propio dije. —Y tal vez si Nathasha lo comprende puede tener en sus manos el otro anillo que le pertenece a él. —¡Vayamos ahora mismo!
—Una fantástica idea. —Soltó el británico con esa pose altiva cada que el ego se le subía. —¿Dónde fueron sepultados?
—Ellos aún viven, Arthur. —El otro bajó la mirada pensativo, ese era un problema hasta que escuchó la voz del gusano volviendo. —¡Cierto!, ¡Vladimir sabrá qué hacer! vamos, vamos. —Alfred sintió como su mano era jalada por su mejor amigo como cuando Arthur lo arrastraba a la biblioteca pública o a escuchar la orquesta del pueblo.
—Espero que esto funcione y no me haya vuelto loco. —Murmuró para sí, con el inglés siguiéndole el paso muy emocionado.
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