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🌔Capítulo XVIII

Las fiestas se acercaban, Navidad nunca fue la época favorita de Usa. Mientras que en otras familias estaban los regalos, la comida, charlas animadas, uniones... En la casa en la que Usa vivió daban gracias porque mínimo pudieran cenar juntos, UK era más de Halloween, a Francia le daba igual y Usa cada cosa que fuera fiesta él la aceptaba encantado.

Aún recordaba cuando eran pequeños y Canadá paso su primera navidad en la casa de UK tras la unión de sus padres, Usa estaba acostumbrado a pasar las fiestas como otro día mas, realmente solo recibía regalos porque su padre tenía esa necesidad de cubrir su ausencia y la falta de ambas figuras, tanto paterna como materna, con regalos caros, juguetes, dinero, ropa... Cualquier cosa que usa pidiera.

Una vez hasta pidió un unicornio y se lo consiguió... Bueno, fue un caballo con un cuerpo pegado... Pero tú ya me entiendes.

Esa noche Canadá se acercó a Usa, aunque fuera hace años recordaba ese momento con toda dulzura, y más porque en esos tiempos Usa se negaba a aceptar que tenía a Canadá como hermano.

23 de diciembre de 17XX.

— Hey, Trece... ¿Por qué el señor Uk no puso el árbol? — Preguntaba el Canadiense mientras se sentaba al otro extremo del victoriano sofá en el que Usa estaba encogido.

El rubio ni se molestó a hacer nada para notar que le estaba escuchando, pero el simplemente recordatorio mental de Canadá de lo que decía USA de "si me hablas cuando mi padre no mira no te contestaré" le hizo pensar que sí le hacía caso mientras jugaba con un pequeño cascanueces.

— ¿Por qué el señor UK no puso el árbol?

Aunque Usa le era fiel a su palabra en ese entonces y tenía planeado ignorar completamente a la colonia francesa que le habían impuesto como hermanastro, pero si algo le encantaba era demostrar que era mejor que los demás, aunque fuera en conocimientos simples sobre su propia casa...

— Porque al "Señor UK" no le gusta la Navidad. 

Respondió ante su duda en un tono sarcástico y bulón, haciendo comillas vocales al referirse a las palabras "Señor UK", le sorprendían los modales del franceses como al francés los suyos, según Usa Canadá era demasiado refinado y hablaba como un señor mayor y según Canadá Usa era un bruto que decía lo que pensaba como si se creyera el rey de roma.

Canadá (en ese momento conocido como Acadia) miró al suelo, soltando una leve interjección que expresaba su "sorpresa" ante la idea de que a alguien no le gustara Navidad o alguna fiesta como tal, y más un señor tan religioso como lo que Uk mostraba ser.

 — Entonces... ¿Qué hago con esto? — El más flaco extendió una caja de pequeño tamaño hacía el rubio, mirando esta y luego al estadounidense en busca de alguna respuesta ante su duda.

— ¿Qué es eso? — Usa miró al contrario y luego al paquete, fijándose en este que tenía una pequeña etiqueta con la  palabra "Treize"  en esta al lado de una estrella, usa no entendía nada pero suponía por su bajo nivel de Francés que adquirió de escuchar a Francia regañarle que esa palabra significaba 13 en su idioma y que junto a la estrella todo indicaba que era para él, ¿no? — ¿Es para mi? — Preguntó con cierta duda, quizás eso sonó muy egocéntrico, pero tampoco le importaba, total, más que egocentrismo en su tono había confusión, quitando a su padre el único regalo de otras personas que recibió fue un dolor de estómago por comer algo que según Nueva España "solo picaba un poquito".

— Sí — El tono de la colonia francesa sonó con alegría y orgullo, lo dejó en el sofá y empujó levemente este hacía su hermano. — Lo hice yo, mère me enseñó a coser y yo sé tallar un poco de madera, así que pensaba que te podría gustar...

— ¿Qué es? — Preguntó de vuelta, manteniendo un contacto visual con el cubo envuelto pero aun sin llegar a ser físico.

— Es sorpresa. —Llevó uno de sus dedos índices a sus rosados labios, haciendo como si mandara a callar a alguien o indicando de que eso no se iba a hablar, sus mejillas fueron marcadas por hoyuelos que decoraban su feliz rostro junto a múltiples pecas.

— ... Ya, luego lo abriré.

Sin esperar ni un segundo a alguna respuesta del pelirrojo Usa se levantó, agarró la caja y subió a su habitación, sabía que lo más probable es que tirase ese regalo a la basura y diría que alguna rata se lo llevó o alguna sirvienta lo tiró por error, pero la curiosidad le ganaba. Al llegar  a su habitación dejó el paquete sobre la cómoda de madera y se subió corriendo a su cama, saltando sobre esta y tirando algunos cojines, realmente era una cama muy grande para el tamaño de un niño de menos de 12 años, pero es lo que tenía vivir en una casa innecesariamente inmensa, era divertido presumir de ella... pero contra más grande él lugar y menos personas haya más solo te sientes.

Tras un par de horas ahí encerrado, durmiendo, mirando al techo, leyendo... fingir que leía más bien, empezó a jugar con objetos de su habitación, tirar cojines, fingir que era el rey de un reino de peluches donde su principal líder era un tirano que CASUALMENTE se llamaba igual que su padre y Usa lograba independizar sus tierras y retirar al malvado rey de estas para luego ejecutarlo, buscar a una de las sirvientas con su conejo de trapo decapitado diciendo que se le había roto por un hilo suelto, esperar 15 minutos de reloj parado en mitad de la cocina  viendo como la señora que ni se sabía su nombre arreglaba su peluche...

Subió a su habitación una vez el conejo que representaba al malvado rey Uk en ese mundo imaginario pero que en realidad se llamaba Sr.Whiskers IV (mejor no preguntar  que le pasó a los 3 anteriores Whiskers).

— Mira que no soportar la hoja de una "espada"... SE SUPONE QUE ERES UN GUERRERO SEÑOR GHISKERS, ¡no puedes dejarte perder por una daguita , tuvimos que parar la función en el mejor momento! pues que sepas que como castigo hoy dormirás a los pies de la cama con el resto de peluches, perdiste tus privilegios. 

Entró a su habitación mientras levantaba al conejo de trapo y cerraba la puerta detrás suya, quizás algunas personas ya considerarían que con 12 años Usa era lo suficientemente maduro para no hablar con sus peluches, pero nadie le iba a contradecir, al final de todo se pasaba más tiempo con los peluches que con seres humanos... Se notaba que necesitaba amigos, y él era consiente de eso.

— Cuando sea mayor voy a reinar mi propio país, y voy a tener muchos amigos, y dinero, y tradiciones bonitas, ¡y todos me querrán! ¡seré el rey del mundo! ¿Ves Sr.Whiskers? — Miró al conejo que había sentado estratégicamente contra la cabecera de la cama, en silencio, esperando alguna respuesta que obviamente nunca llegó. —... Sí tú te mueves y hablas sabes que me lo puedes decir, ¿no? No se lo diré a nadie.

Acercó su rostro más a aquel peluche el cual se mantuvo unos segundos firmes antes de caerse hacía un lado por la debilidad de su estructura, el rubio se separó y suspiró con fuerza, quería alguien que le contestara a sus ilusiones, alguien con quien jugar, con quien divertirse, pero todos en la mansión eran adultos, todos menos él y... y el hijo de Francia.

Alzó su vista hasta la cómoda al lado de la entrada, ahí seguía el regalo que el canadiense le ofreció, envuelto y sin esperanzas de ser abierto. Se levantó y corrió hacía el mueble para agarrar este y sin más lo abrió, sus ojos se iluminaron levemente.

Dentro de la cajilla había dos muñequitos similares a cascanueces o en sí muñequitos de madera que simulaban ser guerreros, cada uno llevaba un traje similar pero con diferente color en lo que se supone que era la chaqueta.

Dejó la caja a un lado y se subió a la cama de vuelta, viendo detalladamente uno por uno aquellos muñecos.

Sus ojos azulados pasaron por uno de ellos, realmente parecían un re-color uno del otro, pero se podía distinguir que el muñeco de chaqueta azul y pelo rubio simulaba ser Usa mientras que el de chaqueta roja y pero de igual color era Canadá... eran simples, pero lindos.

La hora de la cena llegó, Usa había bajado sin muchas ganas al gran comedor con una alargada mesa donde cabrían perfectamente 50 personas a ojo y mal contadas pero que solo ocupaba 4 sillas.

— Trece, deja de mirar la comida que no está de decoración. — Habló por primera vez durante todos los veinte minutos desde que se sentaron hasta que el albino notó a su colonia jugar con la comida y el tenedor en vez de comérsela.

— No me gusta la comida... — Respondió Usa con su vista centrada en el puré de papa y pasando estas por las verduras y marisco en el resto del plato, realmente sí tenía hambre, y quería comer el contenido del plato, pero por alguna razón sin explicar no le entraba nada al cuerpo, claro, era más fácil decir "No me gusta" a "Odio comer contigo porque nunca lo has hecho y ahora de repente parece que sí quieres aparentar ser un hombre perfecto frente a la mujer con la que te has casado por conveniencia fijo y que te pone una cornamenta que los ciervos te envidian".

— Sí te gusta, come.

— ¿Y tú como sabes que me gusta y que no?

— Porque yo digo lo que te gusta y lo que no, y esta comida te gusta, ahora come.

Dio un suspiro, tiró el tenedor hacía enfrente dejando ese hacer un sonido al rebotar contra el plato y  columpiándose en la silla. Una sirvienta se acercó, estaba apunto de agarrar el plato de Usa al notar que, por sus gestos, ya había acabado.

— No. — Dijo firme el británico— Deja ahí el plato.

Solo asintió y volvió a su puesto de espaldas a la pared, Usa miró a la mujer y luego a Uk, seguido al plato y de nuevo al techo.

— Uk... — Habló Francia mientras sus ojos pasaban por su hijo biológico y luego al rubio que pasaba de la situación. — Si no quiere comer... que le preparen otra cosa.

— No. Si no quiere comer no va a comer nada, ni ahora, ni mañana, ni pasado, que ya salió muy caprichoso el niño como para ponerse así con comida.

Uk se levantó y tras la atenta mirada de su sanguíneo se acercó a este mismo, agarrando el brazo y tirando del rubio fuera de la mesa, la silla por instante cayó al suelo haciendo que la colonia se levantase de esta para evitar chocarse contra el frio suelo de madera y seguir por obligación a Uk para que no terminase siendo arrastrado por este mismo.

— ¡Hey! — Gritó el de mirada azul, llevando su mano libre a la del británico y apretando esta intentando librar su agarre. — ¡Suéltame! ¡Oye! ¡AYUDA!

— ¡DEJA DE GRITAR!

Aquella voz elevada hizo que Usa parase sus quejas, casi nunca escuchaba a aquel hombre al que le habían enseñado desde pequeño que era su padre (aun sin cumplir el trabajo de uno), por lo que el mínimo grito a tal volumen indicaba que algo... que todo más bien iba mal.

Le miró con pequeñas lágrimas acumulándose en sus ojos, aquel momento donde quieres llorar pero no lo haces porque no confías tanto en la persona como para dejar que te vea así, lagrimas que salieron nada más de un empujón realmente fuerte sintió el frio suelo chocar contra su rostro y parte derecha de todo su cuerpo mientras el ruido de un fuerte portazo le hacía encogerse, no era la primera vez que esto pasaba, que acababan en una pelea por alguna idiotez o que el británico le empujaba y arrastraba hasta dejarle llorando en el suelo, sabía que horas más tarde alguna sirvienta le traería aunque sea un trozo de pan para evitar que se muera de hambre, cosa de quesería hacer su madre en estos casos y mínimo le gustaría haber podido ponerle algún rostro a aquella imaginación de lo que tenía como modelo de madre, a aquel invento de la necesidad de un abrazo, de un "todo va a estar bien" de algún "tu padre es un idiota, déjale", pero nada, nunca se hablaba de aquella mujer durante la noche o el día, ni fotos, ni nadie en la corte sabía de ella, y lo decían enserio, porque para ellos Uk llegó un día de una expedición, con riqueza, tesoros, tierras nuevas y un heredero, pero ni rastro de alguna dama que pudiera relacionarse con aquel bebé de ojos azules.

Daba igual la hora que fuera, Usa no podía conciliar el sueño por el hambre que sentía, estaba a nada de saltar por la ventana, salir a la cocina a buscar algo de comer o algo similar, pero el propio hambre le impedía el moverse de la cama.

— Dios... por favor mándame un ángel... un ángel que sea mi amigo, mi amigo por mucho tiempo hasta el día de mi muerte y la suya, y que me traiga comida por favor... ¡Prometo dejar de decapitar peluches!

Y como si dios le escuchara la puerta sonó, callando al rubio al instante y haciendo que este se girase a ver a la puerta de  madera que al poco se abrió, dejando ver ahí mismo al canadiense el cual entró y cerró la puerta, dirigiéndose hacía la cama, tenía algo en sus manos, olía bien, sin duda alguna el olor de masa y chocolate hacía notar que era, un bizcocho, o algo dulce en general,  recién hecho,  no era un banquete pero para usa sí lo parecía.

— Hey, Trece. — El pelirrojo se sentó al borde de la cama y le pasó aquel postre, dejado al rubio con una cara de desconcentración tremenda. — Toma, mi madre hizo bizcocho, le dije que era para mi pero tú no has cenado nada y dormir con el estómago vacío es una tortura.

—... ¿Tiene veneno?

— ¡No! — No pudo evitar reír por esa pregunta, agarró un pedacito de esta y la comió para demostrar que decía la verdad. — Venga, que frío no está tan bueno.

Le faltó tiempo para agarrar el alimento y llevarlo a su boca, dándole un mordisco, disfrutando del cálido sabor en su boca y sentándose al borde de esta para evitar manchar la cama de migas.

— Veo que abriste mi regalo. — Acadia miró hacía al lado de donde Usa estaba tumbado, estaban los dos muñecos arropados, pasó su vista de vuelta hacía le estadounidense. — ¿Te gustaron?

— Sí — Contestó Trece con una leve sonrisa. — Somos... ¿somos tú y yo?

— Sí. — Asintió repetidas veces con su cabeza, mostrándole una sonrisa que volvía a colocar esos hoyuelos en sus mejillas y las pecas danzarinas por el resto del rostro.

— Son... muy lindos... pero tú y yo no somos hermanos, ¿no sabes no? — ¿A que venía eso ahora? no se sabe, pero Usa necesitaba aclararlo por alguna razón que desconocía.

— Bueno, somos hermanastros más bien... pero eso da igual. — Habló restándole importancia, jugando con el final de su camisa. — ¿Somos amigos?

Y ahí Usa reaccionó, podría decir que no, que era lo que sentía, pero le había pedido a dios un amigo con comida y justo apareció el chico que él conocía como "el hijo de la esposa del viejo" y que justo ahora se sentía mal por llamarlo así.

— ¿Te llamabas Acadia? — Preguntó Usa, viendo hacía este y reaccionando a su risa con otra más leve.

— Mi madre me llama Acadie, aquí por alguna razón Acadia... Pero mis amigos me llamaban Canadá. — Habló con dulzura, aquellas ultimas palabras "Mis amigos me llaman..."

— ¿Tienes amigos? — Preguntó Usa de vuelta, viendo hacía el contario y repitiendo el nombre y el apodo en su mente para que no se le olvidara.

— Bueno, jugaba con los niños del pueblo de mi madre, pero aquí no tengo. — Se sinceró, viendo al contrario y uniendo miradas.

— Acadia, ¿Qué día es hoy?

— Ya dieron las doce... entonces es el día antes de navidad, le 24 de diciembre. — Respondió, viendo hacía la ventana por la que se podía ver la luna.

Usa asintió y dividió el trozo de bizcocho en dos, ofreciéndole una mitad al esvelto chico el cual la agarró sin rechistar.

— Canadá entonces... A partir de hoy, 24 de diciembre, tú y yo somos de forma oficial amigos y hermanos.

— Técnicamente  no podemos ser hermanos porque tendríamos que tener los mismos pa- — Fue interrumpido.

— No me vengas de listillo a arruinar el momento. — Usa le miró con cierta seriedad, pero volvió a su rostro burlón. — ¿Aceptas el trato?

Una leve risa se le escapó al contrario.

— ¡Acepto!

Y tras un "brindis" con los bizcochos y un mordisco a estos se podría decir que se firmó aquel tratado de amistad inexistente entre dos niños, un tratado con reglas no escritas entre dos hermanos puestos como el destino, un día que año por año se celebro con lo mismo, ambos en una cama sentados, con un bizcocho, renovando la amistad y hermandad sin falta alguna, por mucho odio que se tuvieran o compromisos por medio, siempre se cumplían las mismas palabras.

"Hoy, 24 de diciembre se renuevan los votos de esta amistad de hermanos, quien tenga algo que decir al respecto que hable ahora o calle para siempre".

Y tras la misma queja de Canadá, año tras año "No podemos ser hermanos porque (...)", un falso brindis con bizcochos y se renovaban los votos...

Año tras año...

— Hoy, 24 de diciembre se renuevan los votos de esta amistad de hermanos, quien tenga algo que decir al respecto que hable ahora o calle para siempre Habló el estadounidense, levantando un trozo de bizcocho mientras miraba a un lateral de la cama, donde en vez de posarse el canadiense como todos los años aquel muñequito pelirrojo de madera se encontraba sobre un cojín con la otra mitad restante del bizcocho en un pequeño plato.

Hubo un silencio, obviamente y por desgracia nadie  iba a contestar, silencio que usa rompió "Por otro año juntos, se renuevan los votos" y le dio un mordisco al bizcocho, lagrimas empezaron a caer, no quería comer, se estaba obligando en esa noche, pero sabía que por mucho que pasase la única tradición que tenía no iba a romperse, y menos cuando era lo que mantenía vivo el recuerdo del canadiense, y pensar que hasta hace años Canadá ya le ayudaba con la comida.

Tomó con cuidado y poco a poco aquel dulce, quería vomitarlo, se notaba, aun así aguantaba esas ganas y rezaba para que, sea donde sea que esté el compañero de tradición, en momentos como estos le hubiera gustado verlo comer así.

El telefono se Usa se encendió con un mensaje en pantalla, un WhatsApp de Uk, eso si que era raro. Agarró este y miró por encima de que trataba, era breve y describía el asunto a la perfección.

"Mañana cena a las 8:30 en mi casa, no faltes, tengo que hablar contigo.."

Nada más ni un "Hola Usa", ni un "¿Cómo vas?" ni nada, solo el asunto, la típica cena de Navidad en familiar.

"Ok."

Apagó el telefono, agarró el plato servido y tiró el contenido a la basura, de la propia habitación, dejó todo a un lado y entró directamente a la cama, la siguiente noche iba a ser difícil, comer en familia, una cena de la que no podía escapar... 

Solo esperaba que dijera lo que le dijera con respecto a ese "tengo que hablar contigo" no le trajera malos recuerdos... es lo único que deseaba.

3409 palabras.

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