🌓Capítulo XI
Eran las 3 de la mañana, las calles estaban heladas por el frío nocturno y la única luz en estas era la de un par de farolas alejadas una de otras, dejando entremedias un notable espacio de oscuridad.
Todas las personas de la calle donde vivía el estadounidense estaban durmiendo, todas incluidas el nombrado al cual le costaba conciliar el sueño desde que la pelea con su hermano había sucedido.
Había tenido alguna que otra pesadilla al respecto donde este le decía que nunca más se iban a volver a ver y (aunque quisieran) no había tiempo para arreglarlo, dicen que los sueños son premoniciones del futuro pero en clave, cosas que tu propio subconsciente sabe antes que tú... Y pareció no equivocarse.
20 de Diciembre, 3:52 a.m., Calle Orión nº5, residencia de Estados Unidos de América, recibe una llamada que marcaría un cambio en muchos aspectos.
Se escuchaban los repetitivos paso, uno tras otro en una rápida caminata en busca de llegar a su destino en el menos tiempo posible, aunque los pies dolieran, aunque hubiera salido con la camiseta de pijama de manga corta que no colaboraba con las bajas temperatura que había en el exterior, los primeros pantalones que encontró de chándal tirados por el suelo, el pelo en contra de la gravedad por la falta de tiempo para peinarse y unas botas que apenas tenían complicación par ponerse. Una vestimenta de alguien que tenía que llegar rápidamente a un lugar de emergencia.
La fatiga que se hacía presente por la ulcera y la anemia, cosas provocadas por el TCA del rubio, consecuencias de no haber hecho caso a la única persona que le indicaba que camino seguir y haberle hecho caso a aquel lobo que le decía el mal camino que no llevaba a la casa de la abuelita de caperucita roja.
Esa fatiga le había deseado tener una licencia de conducir, habría convertido esa hora de correr en apenas 20 minutos lo más rápido que pudiese, tal vez.
Que coño, ¡Esa fatiga no le deseaba conseguir una licencia de coche! ¡Esa fatiga le recordaba que se estaba muriendo! ¡Que todo esto solo era culpa suya! ¡Si desde un principio hubiera olvidado lo que los demás decían ahora no estaría así! "¿Así como?" se auto preguntaba, y la respuesta no tuvo un diferente emisor que él mismo.
Así, con las costillas marcadas, una úlcera, anemia, el llanto roto, el interior del parpado inferior y la lengua blancos por la falta de salud, las lágrimas que caían una tras otra y se iban congelado por estar a esa temperatura tan baja, el sentir que no podría ni mantenerse de pie; estar haciendo ejercicio todo el día aunque sentía que al mínimo movimiento algo se iba a romper, preocuparse tanto por su aspecto a un nivel que no era normal, cuantas cosas había hecho el estadounidense durante estos largos meses, ya había pasado Julio, ni notó que había cumplido años y todo por esos pensamientos que le incitaban a olvidarse de todo (y más de la comida), ya llevaba varios meses con autolesiones, porque nadie habla de ello, del asco y falta de vivir que te otorga el no poder llegar a hacer algo tan simple como adelgazar...
Estados Unidos de América, una potencia mundial, alguien de vida exitosa caído en la miseria y en una enfermedad tanto física como mental, en autolesiones e intentos de suicidio múltiples en los últimos meses.
Tenía el llanto en la garganta, quería gritar, llorar, tirarse al suelo y dejar que la nieve que empezaría a caer en poco le consumiera, que ocultara su cuerpo. Se había sentido tan idiota tantos meses, iba a finalizar el año y todo estaría marcado con recuerdos llenos de vómitos, miedos e inseguridades.
Se merecía todo lo que le habían gritado los primeros días, las palabras de su padre, las de México, las de la propia organización de la salud. Nadie nunca espera que alguien que luce con alto orgullo acabe en la miseria.
Usa demostró que si es capaz.
Entró a aquel lugar puramente blanco al igual que las calles en relativamente poco tiempo, se dirigió al mostrador, ignorando el estar cubierto por la nieve y sin sacudirse los zapatos antes de entrar, quedando frente a una recepcionista que (por su vista de desorientada por las acciones del estadounidense) se podía notar que la reacción de este no era la más adecuada.
— Canadá... — Se limitó a decir el rubio entre jadeos, afortunadamente no se necesitaron muchas más explicaciones, la joven pelirroja detrás del ordenador tecleó unas cosas, dejando a la espera a un Usa muy nervioso y alarmado durante un par de segundos.
— Canadá Mathew, sección de urgencias, necesita ir acompañado de un doctor, no se permiten visitas, lo siento.
— M-Me han llamado de este mismo hospital... — Respondió, sus ojos estaban abiertos, indicando de que lo más probable es intentara o no llorar o no dormirse ahí mismo, aunque por la energía y nerviosismo que llevaba encima era obvio que la segunda opción no era del todo valida. — Soy su contacto de emergencias, puede revisarlo si lo necesita, 1-213-321-XXXX
Volvió a sonar el teclear de la señora, miró al estadounidense unos segundos y luego a la pantalla.
— Segunda planta de la sección A, habitación 5-C
— Gracias.
Y sin más decir el paso rápido (aunque levemente moderado para evitar que le llamaran la atención) subió a la zona indicada, contando las habitaciones hasta ver el cartel que mostraba la 5-C, deteniéndose e intentando abrir la puerta, recibiendo solo un golpe contra esta al espera que se abriera y acabando recibiendo un impacto contra ella, estaba cerrada con llave.
Afortunadamente esto le puso los pies en la realidad, miró hacía la izquierda, topándose con que parte de la pared tenía una ventana que permitía ver el interior, seguramente para ir comprobando que todo estuviera bien.
No vamos a mentir, Usa tuvo que llenar su débil cuerpo con la suficiente valentía, mirando el cristal que desde un lado se opacaba con el labio temblando y la mente siendo su peor enemiga en este momento, imágenes de Canadá fusilado, con tubos contra sus brazos, quizás le faltara alguna extremidad...
Cerró los ojos, apretó los puños y dio un paso al frente.
Afortunadamente su mente había jugado con él, mordió su labio, Canadá parecía estar bien, seguro estaba en coma, tenía una maquina enganchada a él, marcaba que su pulso iba bien (lento, pero bien) y otra que le incluía suero a su cuerpo, o sangre, ahora mismo no se sabía.
Llevaba todo el torso vendado y de ahí para abajo lo cubrían las sabanas azuladas del hospital.
—... Gracias a dios... — Dijo en su único hilo de voz, apoyando su mano y su frente en el cristal mientras lágrimas amenazaban con salir.
Ahora no era él el que no podía hacer nada, el que veía como su hermano se moría y no podía tener ninguna solución al respecto.
El pasillo estaba vacío, en silencio, ese sentimiento de soledad en un infinito corredor de puertas y ventanas con una luz cada x metros que alumbraba más de lo esperado.
— Canadá... Escúchame pedazo de capullo... Tú ganaste... v-volveré a comer, pero de verdad, dejaré todo lo que me ha hecho más, me volveré a convertir en aquella foca si es eso lo que quieres, ¿escuchaste? Solo tienes que vivir a cambio de todo eso... por favor eres el único imbécil que ha tenido fe en mi... eres un país no puedes morir... No te lo pido por mi... de verdad quiero que vivas por ti mismo... E-Eres la mejor persona que he conocido para... para... ahora... así...
Las palabras ya no salían, mordió su labio con tanta fuerza que juró que el sabor metalizado aparecería al poco tiempo, aun así las lágrimas ya salían, no se podían retener, un ardor empezó en su estomago y juraría que no era precisamente la ulcera que tenía.
—... Canadá... si mueres juro que te mato...
Y ahí la risa nerviosa, el buscar poner humor en aquel momento para quitarle la seriedad, eso era un instinto humano, restarle importancias a cosas que te matan... todavía hasta él tenía esperanzas, pero mejor no decirlas en voz alta, vaya a ser que el universo pensara que le estaba desafiando y le quitará su única razón para vivir.
Se había pasado varias horas ahí, en mitad de un pasillo apoyado en la ventana de un paciente con el que estaba emparentado, los enfermeros ya empezaban a pensar que se había escapado de la sección de salud mental del hospital y su aspecto no es que ayudara mucho que digamos.
Acabó saliendo del centro, tampoco es que pudiera estar en aquel lugar todo el día, un doctor le informó que ya le llamarían cuando el estado de Canadá mejorase.
No tardó mucho en llegar a su casa, efectivamente estaba nevando, había deseado no haber salido con tanta prisa como par poder coger algo más de abrigo aparte de esa chaqueta verde militar con capucha peluda que tan de moda estuvo hace años... el tiempo pasaba tan rápido ahora que se fijaba.
Hace nada estaban asombrados de que los móviles táctiles existían como el nuevo avance de la tecnología y ahora era algo que a todos les parecía normal.
Usa recordaba sucesos de su vida, como le estuvo rogando por meses un hermanito a su padre y de repente un día Canadá entró por la puerta como "su nuevo hermano", o más bien hermanastro, pero bueno.
Al principio la idea de compartir la atención o decir que ese chico pecoso y que no se parecía nada a él era su hermano le daba asco, tanto que una vez convenció a Canadá de que entrara a una caja y por poco lo manda a china, gracias al destino que Francia le dio por mirar aquella caja que se movía de forma rara.
No pudo evitar reír al recordar esos hechos.
O cuando él tenía que pelear por meses por cualquier cosa con su padre y Canadá lo tenía tan fácil como de hacer una carta y dársela como si nada. Hay que admitir que lo odió por meses debido a ese tipo de cosas.
Aun así nunca pensó que se llevaría tan bien con él, o que él le ayudaría, normalmente se la pasaban peleando y ahora eran inseparables, nada los iba a alejar... a no ser que... bueno, alguno muriese...
Usa no sabía como a este punto de todo lo que había pasado estaba vivo o sin estar ingresado, es como si el universo le gustara verle sufrir, y más al saber lo que pasó con Canadá.
La mala suerte le apoderaba... Usa vivía la mayoría del tiempo tiroteos o atentados, era algo que ya se incluía en su rutina en el periódico de su país, y Canadá... tuvo mala suerte...
Los mismos que atentaron en diferentes zonas e iniciaron tiroteos volvieron a atacar, varios fueron dañados durante una reunión de América de la cual ni habían informado al estadounidense.
Venezuela recibió un tiro en la pierna, a México le apuñalaron, Argentina estuvo a nada de ser secuestrado como rehén ; los peores fueron FBI y Canadá, el policía le dio su chaleco antibalas a ONU para que se cubriese y recibió un disparo en las costillas, y Canadá... bueno, recibió la mayoría de daños y ya se pudo ver el resultado.
—... Mira que eres idiota Mathew... — Habló el rubio, parándose y sacando su teléfono, viendo la hora, ya eran las 8 de la mañana... wow... — ...
Mantuvo su cuerpo detenido en plena nieve, quizás este momento de su vida le hubiera hecho abrir los ojos, guardó el dispositivo y cambió de rumbo, estaba a media vuelta de su calle pero cambió de planes, dormir estaba sobrevalorado en este momento, necesitaba hablar con alguien.
Y realmente le favoreció eso, ya que si hubiera seguido caminando un poco más hasta su casa ahora mismo estaría cara a cara contra México, algo que realmente ninguno de los dos quería y se seguía atrasando aquella charla.
HEY GENTE, AQUÍ EL ESCRITOR. Cuanto tiempo, bueno emmm, FELICES FIESTAS, este capitulo iba a tener dibujos pero se me petó el archivo así que ni modo -llora- y también cuando solo me quedaba el último párrafo tuve que reiniciar la tableta y se borró todo, bendita copia de seguridad de Wattpad. BUENO ESO, que lo paséis muy bien <3
2205 palabras.
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