La Reina de Metal Parte 2

Se aceleró el corazón de la reina Denisse hasta el punto de querer salirse por su garganta, nadie en Leviv pudo jamás hacerla sentir tal emoción, las manos le sudaban y creía ver aureolas plateadas alrededor del cuerpo de Harry, miraba cada uno de sus brazos musculosos con ganas de agarrarlos y acercarlos a su cuerpo.

-Harry - llamó Denisse al capataz - ¿Puedo conversar contigo?

Él, hombre de cabello oscuro, de tez clara, pero con las mejillas quemadas por el trabajo en el campo, la miró con ojos de ternura y amabilidad. Su camisa lucia mal abrochada y un poco abierta en la parte inferior de su cuello, parecía que se la había colocado con mucha rapidez para poder llegar a almorzar a tiempo.

Él sonrió.

A Denisse se le hizo un nudo en la garganta que la incitó a tragar.

-Me...me...gustaría hablar contigo... - tartamudeó - seamos amigos...

Harry la miró con amor.

Desde ese día Harry y la reina Denisse fueron inseparables, y aunque había mucha gente a su alrededor y mucho trabajo por hacer, siempre sacaban un poco de su tiempo para poder hablar. Denisse le contó su verdadera historia y como había llegado a los Países Bajos, con tal sorpresa que Harry en vez de huir, le creyó todo, y la amó más.

Pasaron dos años desde que la reina llegó a la tierra, había aprendido el idioma del lugar, sus costumbres y creencias, había conocido a un hombre que logró conmoverla y se había enamorado de él.

Harry, en un acto público, le propuso matrimonio.

Ella aceptó encantada y feliz.

Se casaron y ella dejó su trabajo como empleada en la mansión, se mudaron a una casa con techo de paja, y aunque pequeña, era muy acogedora, hecha por las manos de Harry. La reina Denisse experimentó por primera vez lo que era unirse a un hombre en cuerpo y alma.

Al poco tiempo de estar casados, ella quedó en cinta, sus mejillas rosadas y gran apetito del ataron su estado y como era de esperarse, nueve meses después nació un varón, el primer príncipe de Leviv.
Harry, su esposo, estaba orgulloso y alegre por el nacimiento de su primer hijo, así que trató de brindarle todas las comodidades que estaban a su alcance a su esposa y a su primogénito. Buscó quien les atendiera por al rededor de 15 días.

Una mañana, pasados exactamente cuarenta días del nacimiento de su hijo, la reina empezó a ver sus manos traslucidas, y al pasar el día, sus brazos también fueron perdiendo su color, supo que su tiempo en la tierra había llegado a su fin. Denisse llamó a su esposo y le contó lo que le pasaba, ese día disfrutaron cada pequeño instante.

Al llegar la noche, Denisse se recostó en la cama, casi totalmente transparente, su esposo le dio un beso donde todavía tenía color, ella tocó con su mano transparente el cabello de su bebé, cerró los ojos y desapareció.

-Reina Denisse, despierte - decía desesperadamente una de las sirvientes del palacio de la reina de metal - ¿dónde había estado todo este tiempo?

La reina despertó y se vio nuevamente sumergida en su tina de baño, con su tamaño original. Totalmente sorprendida se volvió a su sirvienta, a la que notó considerablemente con más edad.

-¿qué ha pasado? ¿qué te ha pasado?

La sirvienta le contó que hacía 40 años de lev que había desaparecido en ese mismo lugar, y que, desde entonces, su más leal consejera había tomado las decisiones del reino hasta que se supiera que había sucedido. El reino estaba tranquilo y brillaba por las cantidades de metal que había, construyeron edificaciones más altas, pero no más grandes que la reina ausente.

La reina regresó como si no hubieran pasado los años.

Cuando su consejera se enteró del regreso de la reina, su cara, ya arrugada, se llenó de júbilo. La reina la elogió por su magnífico trabajo durante los 40 años de lev que estuvo ausente y le concedió disfrutar del resto de lo que le quedaba de vida con tranquilidad.

Denisse estaba feliz de volver, de ser ella nuevamente, de volver a su mundo, parecía que todo lo que había pasado era un sueño largo, pero no podía olvidar a Harry ni a su bebé, así que entró en una profunda depresión; ya no recibía las solicitudes de sus súbditos, ni quería hablar con ningun otro gobernante , solo quería saber cómo se encontraban su esposo y su bebé.

Un día, que la tristeza la invadió más de los usual, la reina decidió preguntar al oráculo sobre su descendencia en la tierra, a lo que éste le contestó:

"Cuando de la descendencia de tu hijo en la tierra nazca una mujer como primogénita, y esta al cumplir 21 años de edad se encuentre todavía virgen, se traerá a este mundo para tomar tu lugar y reinar sobre la ciudad de metal; será llamada la Princesa de Metal".

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Pensé en que yo era mucho mayor que la profesa, pero de igual manera le toqué el tema a la reina Hogat —Entonces, según su relato, ¿esa princesa soy yo?

Continuara...