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CAPITULO 35

LA BATALLA

Trece gigantes, todos entre dos metros y medio y cuatro metros de estatura, y cada uno de ellos acompañados por aproximadamente doscientos soldados, se aproximaban ordenadamente a los límites de la ciudad de metal.

La noche se acercaba y las lunas estaban por asomarse. Los soldados de la ciudad de metal se organizaron en forma triangular para enfrentarse a la cantidad de personas que llegaban para invadir y adueñarse del trono de la princesa Angélica.

Las lanzas filosas se visualizaban en el frente del pelotón de la ciudad, los escudos protegían a los hombres, mientras que en el centro los más habilidosos alistaban sus espadas. Entre ellos se encontraba Hayden, estaba al centro de todos preparado para luchar, nunca lo había hecho, pero no pensaba dejar que las piernas le temblaran.

A los alrededores había unas cuatro torres, donde se ubicaban arqueros para lanzar flechas al enemigo. Y en caso de que fuesen atacados, podían lanzarse de lo alto para ayudar en la batalla con ballestas.

Los distintos ejércitos chocaron.

El comandante Nahuel puso su espada al frente y dirigió el ataque montado desde su caballo sin crin.

El sol se ocultó, y antorchas de fuego se encendieron en todas direcciones, y con ellas prendían flechas que lanzaban hasta las inmediaciones de la ciudad.

En medio de todo el batallón, un hombre se quedó petrificado. No movía ninguno de sus músculos, por lo que un soldado se le acercó para apresurarlo y sacarlo de su trance.

—Hayden, reacciona... — le dijo mientras lo zarandeaba.

Él, Hayden, empezó a transformarse nuevamente en una bestia.

Los soldados hicieron un círculo en lo que se alejaban y observaban cómo cambiaba su cuerpo, cómo salían sus garras, cómo se convertía en una de las criaturas a las que mayor temor se le tenía en ese mundo.

El comandante Nahuel al ver la escena se acercó, e hizo que todos los soldados, que tenían desenvainadas sus espadas para atacar a la bestia, las bajaran.

La transformación de Hayden terminó.

—Esperen muchachos — Se poso el comandante en frente de sus soldados, tapando así la visual de la bestia — El oráculo me habló de él, nos apoyará en batalla.

Los soldados que estaban en círculos tuvieron que disiparse rápidamente, porque la formación original estaba desapareciendo, y ya algunos de sus compañeros habían caído en las manos de los enemigos.

—¡Vamos al ataque...! — gritó Hayden, a lo que sus compañeros soldados no vacilaron en seguir defendiendo la ciudad.

Los gigantes, gobernantes de las aldeas enemigas decidieron entrar en batalla, tomaron sus armas y atacaban a mansalva a todo lo que se les atravesara, por lo que Hayden decidió ir a atacarlos a ellos primero.

Su rapidez al avanzar en medio de la multitud, de esquivar ataques con facilidad y de utilizar sus garras para desangrar a sus enemigos, eran una ventaja con la cual no contaban los soldados, por lo que estaban animados en seguir.

Hayden corrió velozmente hasta uno de los gigantes, este podía medir unos cuatro metros, pero con un salto, llegó hasta donde se encontraba su cuello, y con zarpazo le cortó la vena principal, dejándolo desangrar hasta que cayó por su propio peso.

Siguió así con otro de los gigantes, a este lo hizo retroceder, y con su peso aplastó a varios de sus soldados, mientras que los pertenecientes a la ciudad de metal, lo atacaban con las espadas y las lanzas.

La reina Hogat se veía en la lejanía, dónde se podía vislumbrar con un parche en su ojo izquierdo, y a su lado, como jinete, estaba Hermes, el rey consorte. Hogat empezó a correr hacia donde se encontraba la batalla, sus soldados hicieron todo lo posible para abrirle el camino para que ingresara a la ciudad, mientras que su consorte, cortaba a todo el que estuviera en su camino.

Hayden recordó la misión que le había encomendado el oráculo, por lo que fue a enfrentarse a Hermes apenas lo vio. Varios soldados enemigos interfirieron en su camino, pero eso no fue impedimento para que llegara prontamente al frente del caballo de aquel hombre.

Hermes lo miro con desafío y empuño su espada para defenderse de cualquier agresión de su parte, pero no contaba con la velocidad que le había otorgado su ascendencia en Leviv.

Las garras de la mano derecha de Hayden se posaron en el cuello de Hermes, mientras que su mano izquierda punzaba levente el abdomen del consorte de Hogat.

—¿Dónde tienes el frasco? — pregunto Hayden con mirada asesina.

El consorte se sorprendió al escuchar hablar a la bestia, por lo que su voz tembló al darle paso a su respuesta.

—¿De qué estás hablando animal?

Hayden enterró un poco de sus garras debajo de la barbilla de Hermes.

—Entregámelo, o no tendré piedad.

Hermes sacó de su bolsillo un pequeño frasco tapado con un corcho que contenía un líquido transparente. Hayden lo tomó apresuradamente con su mano izquierda, dejando así la punta de su garra anclada debajo de la barbilla de aquel hombre.

—Abre la boca — Solicitó Hayden.

Los ojos del consorte se abrieron como platos, y de la misma admiración, también abrió un poco su boca, a lo que Hayden, con una de sus garras, sacó el corcho del pequeño frasco, y el líquido que este contenía, lo vació entero en la garganta de Hermes.

—Buen viaje, animal — le dijo a modo sarcástico mientras lo soltaba y este se convertía rápidamente en un esqueleto.

La batalla fluía a favor de la princesa Angélica, pero habían descuidado por completo a Hogat, la cual, pese a su gran tamaño, había aprovechado todo el caos para entrar a la ciudad.


Continuará...

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Hola mi gente linda, espero se hayan emocionado con este capitulo como yo lo hice.

Gracias por sus lecturas y espero me regalen sus estrellitas.

Pizzas virtules para todos....


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