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CAPITULO 23

Él es una Bestia

Esta es la quinta puerta que nos cierran en esta aldea, la gente nos rechaza, nos miran de forma extraña y con desprecio. No tenía idea que las personas como Hayden sufrían tal discriminación.

La gente de la aldea también me mira con lástima, incluso, una señora me dijo que me alejara de Hayden lo más pronto posible, y cuando le contesté que no, me trató de loca.

Estuvimos caminando hasta que las personas ya no estaban en las calles, se había hecho muy tarde, todos estaban descansando, y nosotros ya no teníamos fuerzas. Comimos el ultimo pedazo de vegetal, ese que había quedado de la bolsa que nos dio el guardia al salir de la cueva, nos sentamos en la terraza de una casita cerca del muelle.

El viento soplaba fuerte, tenía el cabello como un nido de pájaros, cuanto daría por tener una liga para poder amarrarlo.

—Hayden — llamé al hombre a mi lado — Tengo mucho frio.

Mis labios temblaban, trataba de darme calor frotando mis manos en los brazos, pero no funcionaba, hacia demasiado frio, creo que no fue muy buena idea acercarnos tanto al rio.

—Ven, vamos a ese rincón — me dice — allí de pronto no se siente tanto el viento.

Me doy cuenta de que también tiene mucho frio, ya que, al mirar sus manos, sus uñas se están empezando a tornar moradas. Tomo sus manos con las mías y las acerco a mi boca, donde trato de calentarlas con mi aliento.

—Gracias — me dice — vamos al rincón.

La noche se hace más oscura y fría, juntamos nuestros cuerpos lo más que pudimos para darnos calor, mis labios temblaban de frio, los de él también, nos miramos a los ojos fijamente, y nos fundimos en un beso tan cálido, que no sé en qué momento, nos quedamos dormidos.

¤ ¤ ¤

¡Ustedes! ¿qué hacen ahí?

Nos despertamos azorados ante tal grito.

Están apuntándonos con lanzas, flechas y ballestas.

—Es él, es la bestia — dice una de las personas que nos está apuntando.

—Ella es una degenerada — se escucha la voz de una señora al fondo — Duerme con esa bestia ¡está loca!

Nos pusimos de pie rápidamente, yo sentía que esta vez si no íbamos a poder escapar, había mucha gente, parece que se pusieron de acuerdo para hacernos daño, quizá nuestra caminata de anoche por las calles buscando posada, lo único que hizo fue ponernos en peligro.

Hayden tomó mi mano y dijo: "corre".

Nos echamos a correr lo más rápido que pudimos, el me llevaba a rastras tomada de la mano mientras corría zigzagueando por las calles. Los aldeanos nos lanzaban flechas, palos y piedras, buscando que saliéramos de su lugar para vivir.

Hayden se escondió detrás de una pared y les gritó:

—No pretendemos quedarnos — tomó un poco de aire para calmar su respiración agitada — solo queremos tomar un bote para irnos

Los aldeanos empezaron a murmurar.

Hayden y yo salimos con las manos en alto y muy lentamente nos pusimos de frente a la población que quería lincharnos.

—Ayúdennos a irnos — dijo Hayden con voz suplicante.

—Tranquilos señores, no pasará nada — se escuchó una voz grave al fondo de la multitud — no por ahora, y mucho menos de día.

El hombre se fue acercando hasta llegar frente a nosotros.

—Pueden bajar los brazos — dijo el señor con una voz calmada — tranquilos, soy el gobernador de esta aldea, ellos no les harán nada.

Este señor era grande y corpulento. Me di cuenta de que los gobernantes, independientemente del género que tengan, mientras más poder tienen, más crecen. Al parecer no era una aldea muy poderosa, pese a que tenía un puerto que daba al rio, ya que su gobernante, aunque era grande, no lo era más que la reina Hogat.

Este señor podía medir como dos metros y medio aproximadamente, era grueso, con leves canas en su cabellera y una barba voluminosa. Vestía con una especie de traje color beige, y llevaba un cinturón con una estrella de seis puntas y dos puntos a dentro.

Según lo que aprendí con la anciana matrona, esta sería la una aldea pobre, pero al parecer, era más prospera que la aldea de la reina Hogat.

—Jóvenes — nos dice el señor — síganme, deben tener hambre.

Hayden y yo nos quedamos mirando, buscando respuesta el uno en el otro, por lo que accedimos a seguir al señor corpulento.

Llegamos a una vivienda muy parecida a las que estaban alrededor, estas eran de madera, con una configuración cuadrada y cubiertas levemente inclinadas hacia delante. Se notaba que el gobernate de esta aldea vivía de forma austera y no era prepotente, sino al contrario, muy amable.

—Todavía faltan ocho días para que las lunas se besen — dice mientras llegábamos a la puerta de su casa — Niña, ¿qué has pensado hacer cuando tu amigo se convierta en bestia?

Me sorprendió su pregunta, pero igualmente contesté

—Voy a romper su maldición.

El señor me quedo mirando, con los ojos tan grandes como platos al escuchar mi respuesta.

—¿Qué tu va a hacer qué?


Continuara...



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