CAPITULO 18
La aldea del Desierto
Que feo es que interrumpan tu comida, luego de haber pasado mucho tiempo sin haber ingerido ni un bocado. Pero es aún más feo cuando te amenazan de muerte por satisfacer tus necesidades de alimentación, aunque hallamos invadido una cosecha, no importándonos de quien era, o como había crecido tan organizadamente dentro de un claro en una cueva. Solo nos importaba llenar nuestro estómago, ese que ya se sentía pegado a la columna vertebral.
—Quietos, levanten las manos lentamente — Nos dijo aquel hombre con voz furiosa.
Me encontraba sentada en el suelo, con las manos apoyadas detrás de mí, miré al rostro de aquel hombre y me di cuenta de que tenía los ojos blancos como Hayden, también era una de esas personas especiales. Me levanté lentamente y alcé mis brazos en señal de rendición. Hayden también levantó los brazos y trató de explicar la razón por la cual estábamos atracando su sembradío, pero aquel hombre no le permitió ofrecer sus disculpas, en cambio, más personas llegaron y nos tomaron por los brazos.
Sentía mis muñecas arder como fuego, nos amarraron con sogas por la parte posterior de nuestro cuerpo y nos llevaban a rastras, empujándonos cada tanto, para apresurar nuestro paso.
—Hayden, ¿estás bien? — le pregunté susurrando — ¿Sabes quiénes son estas personas?
—No tengo idea, nunca había escuchado de alguna aldea escondida en el desierto — Me contestó un poco temeroso a que lo escucharan.
En ese momento, una de esas personas notó que estábamos hablando, pero al parecer no logró entendernos, a lo que nos replicó.
—Cállense, está prohibido hablar.
¡Uyuyuy! Que sensible – pensé.
Nos hicieron bajar por unas escaleras en piedra, el lugar se tornaba oscuro, los rayos de sol del claro de la cueva no alcanzaban hasta este lugar, por lo que una persona tomó una antorcha a la cual le prendió fuego e ilumino el interior.
Estábamos en una mazmorra.
Esas personas nos empujaron hacia una celda con barrotes de madera, me empujaron tan fuerte que ni hombro chocó con las paredes de la cueva, y a Hayden lo halaron por los brazos desde la parte de atrás de su cuerpo, y le dieron una patada por la espalda.
Un hombre entró, nos desató, nos miró a la cara y nos dijo:
—Ni se les ocurra intentar algo, porque no respondemos a nuestras acciones.
Un nudo de hizo en mi garganta, a lo que tragué en seco, miré a mi compañero que mostraba signos de dolor por recibir aquella patada. Él se sentó en el piso y me pidió acercarme.
—¿Te duele mucho? — Le pregunté.
Hay que boba... obvio que le duele, lo golpearon, para ser más exacta, lo patearon en la espalda.
—Si, me duele. — Me contestó.
Me acerqué poco a poco, miré su espalda ancha, él se quitó su vestidura rasgada y noté una gran parte marcada y colorada. Levemente toqué su piel irritada, pero el reaccionó alejándose un poco y emitiendo un sonido de ardor.
—Aishhhhh...
—Lo siento — le dije — Está muy colorado y caliente, ese "tipo" te golpeó muy fuerte. No tengo nada para aliviar tu ardor.
—No te preocupes, ya pasará.
Tomé mis manos, las coloqué en la roca fría de la cueva y luego las posé sobre el golpe de Hayden para poder aliviarlo un poco.
—Gracias — Me dijo encogido y abrazando sus piernas.
—Es todo un placer.
¿Un placer? ¿En serio? ¿Qué te pasa Úrsula Eváh?
Hayden se colocó de nuevo su vestidura y se recostó a la pared de la cueva buscando el frio que emitía. Expiró un sonido de alivio, mientras yo buscaba un lugar para acomodarme.
—Úrsula, escucha — me dijo con voz suave — no sé si te diste cuenta, pero las personas que nos trajeron aquí, creo que son como yo.
—Sí, me di cuenta — le respondí — todos tienen los ojos blancos, ¿crees que todos se conviertan en bestias cuando las lunas se besen?
Hayden me miró, abriendo sus ojos de admiración y horror simultáneamente, a lo que él dijo: Me da miedo pensar que en diez días se conviertan en una manada de bestias y nos destrocen.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, desde la nuca hasta la punta de los pies. No solo los que nos tienen aprisionados se convertirían en bestias; Hayden también se convertirá en una, así que la única destrozada seré yo, y si no escapamos de aquí, y buscamos un lugar seguro para que Hayden no salga, y pueda pasar esa noche en un lugar cerrado, seguro moriré.
En ese momento apareció un hombre ya anciano, tenía sus cabellos blancos, la cara pálida y una expresión dura. Era alto y fornido, pese a que era viejo se veía fuerte y temperamental.
—Explíquense bribones, ¿Qué hacen aquí?
Nos levantamos rápidamente, un poco asustados por las represalias que tomarían los habitantes del desierto por habernos comido parte de su sembradío.
—Señor... — le dije tratando de conversar con él, pero me detuvo señalándome y diciendo:
—Cállate mujer, no tienes el derecho.
¿Qué? ahora sí que me llevó la que me trajo, es un pueblo misógino, esto no lo puedo tolerar.
Hayden se dio cuenta que quería responderle, y no de la forma más amable, así que interpuso su brazo a mi avance y dijo:
—Tranquila, hablaré con él.
Continuará...
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