CAPITULO 15
No tengas miedo
Miro directamente a los ojos de Hayden, y él me ve esperando que diga algo.
—¿Quieres acompañarme? — le pregunto.
Él voltea hacia todos lados, lo veo dudoso, da dos pasos hacia atrás, se rasca la nuca y me pregunta:
—¿Por qué quieres te acompañe?
Le respondo un poco triste al ver su actitud.
—Lo has dicho tú, estas agradecido, y aunque yo también lo estoy contigo, tú tampoco tienes a donde ir, pensé que podríamos hacernos compañía.
Hayden retrocede un poco más, da una vuelta en trecientos sesenta grados mirando alrededor, vuelve a mirarme a los ojos y me dice:
—Tengo miedo de ir contigo.
¿Qué? ¿tiene miedo? — pienso mientras abro los ojos del asombro — Es un hombre hecho y derecho, sobrevivió solo tres años en un bosque comiendo solo vegetales y algunos animales, vivía en una cueva, y ahora me dice que tiene miedo. ¿Qué clase de broma me está jugando?
—Dame una buena razón para que no vengas conmigo. — le reclamo.
Él se vuelve a agarrar la cabeza, pero esta vez con dos manos, revuelve su cabello negro y coloca sus manos sobre su cara mientras le da una vuelta al árbol color ocre.
—Hayden, ¿a qué le tienes miedo? — le pregunto agarrando una pequeña parte de su camisa gastada.
Él me queda mirando fijamente.
Realmente tiene miedo, no puedo creerlo, espero que pueda confiar un poco en mi — pienso mientras mantengo agarrada su camisa.
—No tengas miedo — le digo suavemente – puedes confiar en mí.
Un suspiro sale de su cuerpo y me pregunta:
—¿Sabes algo de las lunas que se besan?
—Lo he escuchado un par de veces, pero no tengo información — le respondo.
—Escúchame atentamente — me dice sosteniéndome de los hombros — soy un ser especial, me di cuenta al mirar mi reflejo en el agua un par de días después de cumplir mis veinticinco años de Lev. Tenía mis ojos color blanco, originalmente no eran así, eran del color del mar.
Hay una leyenda que dice que las personas a las que se le colocan los ojos blancos cambiarán y se convertirán en bestias, cada que las lunas se besen. Por eso, cada vez que sucede ese fenómeno, los habitantes de todas las aldeas de Leviv, y de las dos ciudades grandes; se ocultan y aseguran sus viviendas, a aquellos a los que la noche les tome por sorpresa, estarán expuestos a morir.
Luego de catorce días de cumplir mis veinticinco años de Lev, aparecí con mis vestimentas rasgadas y totalmente desorientado en el bosque de Lepidendrón, y encontré a mi lado varios animales con los órganos por fuera.
Temo por ti, por tu vida, tengo mucho agradecimiento hacia ti y por eso no quiero que te pase nada.
Mientras escuchaba atentamente a Hayden, me daba temor seguir con él, pero también sería ruin de mi parte abandonarlo. También recordé a la sirvienta en el castillo de la reina Hogat.
—¿No hay una cura para eso? – Le pregunto con angustia.
A lo que él, virando la cabeza de un lado a otro, me dice:
—No existe, todos los que somos "especiales" estamos destinados a vivir como ermitaños. En la aldea de Hogat no saben de mi condición, ya que me encerraron antes, sino, me hubiesen desterrado.
—¿Cuánto falta para que las lunas se vuelvan a besar? — le pregunto ansiosamente.
—Faltan doce días.
¤ ¤ ¤
Me siento a los pies del árbol, pensando en si realmente Hayden debería acompañarme a la Ciudad de Metal. No sé qué tan lejos estamos, conozco a Leviv solo en mapas, pero sin una guía me perdería en este mundo, no tengo con que orientarme.
Ahora Hayden es una bestia dormida, y que en doce días me podría devorar. Ese color de ojos que me hizo estremecer, en el que sentí calidez y cariño, significaban muerte.
Hayden se encontraba de espaldas a mí, recostado también en el árbol, con la mano derecha extendida un poco hacia atrás, y al mirarla recordé el agradecimiento que tenía por haberme librado de ser capturada, del significado profundo y puro del gesto que realicé al tocar cada uno de sus dedos y besar la palma de su mano, que, aunque era un desconocido, sentía confianza hacia él, ya que al contarme su verdad estaba demostrando su preocupación por mí.
—Hayden — lo llamé y le dije — he estado pensando en lo que me has dicho, y, aunque es seguro que hay riesgos, es peor que estemos solos, podremos solucionar algo en el camino.
—¿Estas totalmente segura? — me pregunta con incredulidad.
—No — le respondo — pero tengo la leve sospecha que nos irá mejor si seguimos juntos.
Hayden me queda mirando, se coloca frente a mí, sonríe y me abraza.
Continuará...
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