La luna se enaltecía radiante entre la esponjosidad de las nubes y la oscuridad de un aterciopelado cielo azul.
Silenciosa, era ignorante de la violenta colisión a sus espaldas, en la lejanía, donde los dioses originaban una nueva luz, que dió paso a una nueva estela de piel nacarada y mirada igualada a la belleza de las aguas.
Entre choques de luz, y nebulosas de intensos colores,
Entre el silencio y la atenta mirada de los dioses...
Nació Uranía.
— Dulce velo de ensueño se posó en nuestras miradas al ver a la hija de las estrellas...
La dulce Uranía.
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