
Capítulo XXIX
La caída de un rey
Sentía la angustía acumulada en la boca del estomágo junto al sabor amargo recorriéndo los labios mientras tomaba un sorbo de agua. No tenía para nada apetito a pesar de tener aquellos manjares y dulces delante suyo, su atención sólo estaba puesta sobre los comensales en la mesa quienes parecían degustar cada bocado entre risas hipocritas y comentarios sobre sus inmensas fortunas y la altura de sus posiciones dentro del reino.
Castiel no ocupaba un título en específico, no poseía fortuna o tierras inmensas que presumir todo lo que él tenia pertenecia al Roch y lo obtuvo como recompensas por el esfuerzo mientras se ganaba la confianza del monarca cumpliendo cada capricho.
"Vive hoy... Pelea mañana."
Esas eran las palabras que justificaban su cercanía con el monarca. Uranía las recordó mientras lo veía de reojo, Castiel era el consejero, la mano derecha y quién orquestaba parte de las estrategias militares en Scarleth a parte de ello era quién obtenía la información de los enemigos del reino valiéndose de la tortura psicológica y física.
La joven estrella no podía imaginarse todo lo que guardaba el Dross en su pecho, la humillación, la culpa, la rabia, el dolor, la sed de venganza. Le pareció abrumador todo aquel remolino dentro de un ser que a parte lidiaba con el poder de un demonio recorriendo su sangre.
Un ser herrante que ocultaba su verdadera naturaleza demoníaca hambrienta de sangre y caos detrás de diversas facetas. Ella la había visto y temido cuando lo conoció, oscuro y hambriento de poder con el objetivo de asesinarla. Pero ahora él le había dado acceso a un rincón de su naturaleza humana aquella que nadie era capaz de ver por lo arraigada que se encontraba en las sombras de su pasado.
—Bien espero disfruten de la noche mis queridos invitados. — El rey se levantó alzando su copa hacía los presentes para dar inicio a la celebración como tal.
La música de un violín la sacó de sus pensamientos y de su escrutinio sobre el Dross. La atención de Uranía fue a dar hacía el centro del salón dónde uno que otro de los invitados engreídos que estaban sentados en la mesa del rey se colocaron de pie, uniéndose a los otros invitados quienes guiados por la música comenzaron a danzar.
Los movimientos fluidos de los hombres y los giros de cada mujer parecían seguir una coreografía ensayada desde hace siglos. De alguna manera se sintió maravillada, recordó los años siendo una simple espectadora desde las alturas, aunque jamás lo haya confesado a sus hermana, ver danzar a los humanos le encantaba. Aunque los bailes que ella había presenciado no eran parecidos para nada a los movimientos sutiles de brazos y piernas de las sacerdotisas que aún creían y adoraban a Selene. Sin embargo, el cómo las parejas lograban una conexión fuera de lo irreal en medio de aquella melodía la fascinó.
— Castiel... — La voz firme del Monarca Roch, la atrajo hacía él y Castiel. El rey vestido de costosas ropas, oro y joyas alzó su copa y detrás de él dos figuras igual de opulentas hicieron acto de presencia además de una mujer de vestido ceñido y cabello oscuro cuyos labios se curvaron en una sonrisa insinuante cuando enfocaron a Castiel. —Hay un asunto que debemos discutir.
Castiel permaneció estático y con un semblante serio ante los hombres mientras la joven estrella se sintió incómoda ante la mujer.
— Conde Roland, Elliot... — Ambos hombres mantenían un aire de superioridad y fortaleza que haría retroceder a cualquiera... Cualquiera que no fuera el estoico y frío Castiel Dross. — Supongo que ahora buscan negociar o ¿me equivoco?
La música seguía sonando y los invitados se mantenían perdidos en ella. Uranía percibio una perturbación a través del vínculo cuando la extraña mujer cuyos cabellos eran como la noche se abrió paso entre los hombres, balanceándo sus caderas de un lado a otro hasta detenerse con aires de grandeza. Su mano derecha llena de pulseras y anillos era como porcelana fina y se extendió hacía Castiel quién la tomó con gentileza depositando un beso en la misma. La mujer sonrío con un brillo extraño en su mirada almendrada.
A Uranía le provocó desagrado enseguida.
— Castiel Dross. —La voz aterciopelada era aún más odiosa para la joven estrella. — Tan exquisito como siempre.
— Lady Deyanire. — El Dross cambio su aparente frialdad por un gesto galante. — Es un verdadero placer volver a encontrarla.
Deyanire se inclinó en un movimiento coqueto.
La joven estrella desvió la mirada sin saber como reaccionar, su ser sentía aquella mujer cómo una odiosa amenaza, con aquella mirada petulante y esos labios rubí oscuro. Uranía respiró profundo antes de bajar sus manos sobre sus muslos y cernir sus dedos sobre la falda, podía sentir a Kassia detrás de ella acercarse, se encontraba a una distancia prudente observando todo en silencio con el aura más oscura de lo normal.
Estuvó a punto de girarse para verla.
Pero su mirada azulada terminó sorprendida hacía Castiel cuando aquel se levantó y la tomó de la mano levantándola con sutileza de aquella mesa ante los presentes.
— Quiero presentar a esta encantadora señorita. — Se adelanto a hablar el rey mientras Castiel sujetó la mano de Uranía quién esquivaba la mirada atenta del Dross. Los hombres y la mujer la estudiaron por unos segundos. — Uranía Veron.
— ¿Veron? — La mujer arrugó el entrecejo al notar la mano de Castiel entrelazada con la de Uranía. Su gesto de désden se fue hacía la joven estrella. — Crei que no tenían más que dos parientes "vivos" en Scarleth.
Su tono fue despectivo hacía la familia de Jacob, razón por lo cual Uranía sintió molestia pero antes de que reaccionará o hablara Castiel se adelantó.
— Es mi prometida. — Anunció el Dross con voz sería y casual. Los presentes reflejaron sorpresa ante la noticia y más aún cuando Castiel alzó la mano de Uranía mostrando el anillo de compromiso.— La ceremonia será en unos días.
La molestia se evaporó en su ser y por un instante se sintió abrumada mientras Castiel la tomaba de la cintura con posesión. Del rostro presuntuoso de Deyanire desapareció cualquier rastro de sonrisa, la mujer se irguió con altivez y carraspeo la garganta.
— Bueno hecha las presentaciones... Es hora de atender asuntos de real importancia. — Habló la mujer demandante.
Los hombres asintieron siguiendo al rey quién le prestó su brazo a Lady Deyanire para que esta se aferrara de él. Mientras se alejaban sin esperar respuestas de un Castiel que sonreía complacido.
Uranía exhaló profundo. Se sentía bastante incómoda por el gesto de aquella mujer, sin embargo cuando Castiel presionó su mano entre las suyas, un poco de tranquilidad la inúndo.
— No te apartes de Kassia, no tardare mucho.— Le ordenó con una mirada fija. — Y mantente alejada del tal Nevra ¿comprendes?
Uranía asintió mientras Kassia llegaba hasta ellos. Hacía rato que el demonio se había pérdido de su campo de visión, por ello estaban nerviosos y a la expectativa ya que el rey no se apartaba de Nevra por que si.
Castiel les dió un gesto de serenidad a ambas y con delicadeza dejó un beso sobre los cabellos rubios de la joven estrella antes de alejarse con porte elegante y sigiloso, dejándolas con el sonido de una nueva melodía.
Uranía no perdió de vista cuando Castiel siguió al rey hacía un rincón del salón y se detuvo rodeado por aquellos hombres y la atractiva mujer quién se posó a un lado de Castiel con una coqueta sonrisa. Por un momento creyó que harían una bonita pareja.
Aunque esa idea le hizo sentir nauseas, entonces la joven estrella suspiró con pesadez ante el tormentoso mar de emociones que se desbordaba en su pecho.
— No se preocupe. — La voz de Kassia era pausada mientras le sonreía. — Él vendrá rápido y...
De la nada la mujer de rizos rojizos guardó silencio de improvisto. Y antes de que Uranía se fijara en la causa, a sus oídos llegó el sonido de unos violines y un piano que a distancia parecía remover algo en ella.
— Señorita Veron — Aquella voz aterciopelada le recorrió la espina dorsal. No fue necesario adivinar quién estaba detrás suyo, ella pudó percibir el aura fuerte y llena de oscuridad. —¿Me concedé esta pieza?
Nevra con una sonrisa ladina nisiquiera le dió tiempo a responder, la tomó del brazo con firmeza y delicadeza atrayéndola contra su fornido cuerpo.
La joven estrella ahogó una exclamación.
— Yo... Yo no se. —Balbuceó Uranía.
El demonio soltó una carcajada profunda al tiempo que una de sus manos se ahuecaba en la espalda de Uranía obligándola a mantenerse erguida y adherida a su pecho con la otra sujetaba la mano de ella entre la suya.
— No me diga. —Nevra se inclinó hacía adelante y su aroma a romero y vayas frescas se impregnó en su nariz.— Resolveré eso enseguida.
Ella abrió los ojos con sorpresa y quiso librarse del agarre pero él sutilmente no lo permitio. Entonces intentó buscar refuerzo en Kassia pero esta parecía absorta en algún lugar distante y eso la alarmó de sobremanera. Uranía tragó grueso y Nevra le sonrío.
— Ella estará bien.
Fue lo último que dijó al arrastrarla lejos de la pelirroja.
******
«Ayudame... Castiel.» Susurró internamente esperando que el
Dross por algún milagro atendiera su llamado, sin embargo...
Nada paso.
Se resignó a ser conducida a través de la muchedumbre que los observaban de reojo como lobos hambrientos pero manteniéndose alejados. Al llegar a un lugar cerca de los músicos Nevra hizó una seña y en un chasquido de dedos una tonada suave y hechizante comenzó a recorrer el salón.
El demonio afianzó su agarre en la espalda de Uranía antes de dar un giro lento llevándola entre sutiles movimientos hacía un rincón de aquel inmenso salón donde no hubiera tantas personas. La joven estrella mantenía su mano libre sobre el pecho de Nevra, podía sentir los latidos de aquel demonio como fuertes tambores a través del pecho De aquel demonio.
Alzó la mirada sólo para encontrarse con la completa atención de Nevra sobre ella. Se sintió cohibida ante los ojos azules que resaltaban a través del antifaz negro que ocultaba las facciones del demonio y le otorgaban un aire de misterio.
—Esta noche luces realmente encantadora.
La rubia contuvó el aire al percibir el tono intimo por parte de Nevra, quién la hizó girar de nuevo con fluidez ondeando la falda de su vestido para luego volverla a acercar a su cuerpo con un gesto arrogante. La música los envolvió poco a poco y las personas a su alrededor dejaron de existir.
Por alguna razón el corazón de Uranía se agitó con violencia.
La música, su infernal melodía y aquellos ojos azules y helados la llevaron a través de una nebulosa donde su cabeza daba mil vueltas. Su cuerpo se dejó llevar cómo por si solo parecía haber comprendido el ritmo de la música y comenzaba a fluir con ella siendo Nevra el responsable de guiarla cuando el ritmo se aceleró y el calor llegó a su ser.
El demonio seguía con aquella sonrisa ladina.
— Eres cómo una rosa en pleno florecer esperando a ser cortada. — Uranía se estremeció cuando percibió lo cerca que estaban, el calor que emanaban sus cuerpos y el brillo rojizo en los ojos de Nevra. — Es una lástima... — El demonio cortó la distancia logrando que su aliento tibio chocara contra los labios de Uranía. Sin embargo él en un instante se fue hasta la oreja de la joven estrella y murmuró. —Mataría por ser yo quién te cortara.
Uranía ante aquello retrocedió con el vello de su cuerpo erizado mientras Nevra mantenía un gesto entretenido.
—Debo irme. —Murmuró ella, sin embargo él no la liberó. —Castiel... Me espera y...
Las puertas del salón se abrieron en un chirrido. Una bruma oscura y espesa se esparció inicialmente por el lugar y el sonido de un grito femenino hizó eco en medio del salón.
"¡EL REY!... ¡SU CABEZA!"
El pánico fue inminente. Y Uranía logró liberarse de los brazos de Nevra para acercarse a lo que todos admiraban con asombro...
En el suelo el vestigio rojizo de la sangre seguía un trayecto hacía el salón dónde en un charco inmenso yacía inerte la cabeza del Rey Faustus Roch. Con una expresión de horror que jamás se borraría de la mente de Uranía.
La muchedumbre se agitó aterrada entre gritos y proclamaciones de quién lo hizo. Fue en aquel instante donde ingreso al salón una figura femenina cuyo vestido negro se perdía entre la bruma. Aquella arrojó el cadaver decapitado del rey Roch como si de un costal de papas se tratara.
— Scarleth... su rey ha caído. — Anunció una mujer de largos cabellos platinados y mirada siniestra quién se abrió paso a un lado de la otra imponente mujer y sonrío. — Saluden a su nueva soberana Daramise Grayser.
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