
Capítulo XXIV
Lazos.
La bienvenida a la noche de las dos lunas seguido del desastrozo encuentro con esos azules cobalto que brillaban cómo los de una bestia en plena cacería junto con la tétrica y desconcertante sonrisa cuya esencia desprendía el edor de la muerte fue suficiente para que el resto de la noche fuera prácticamente imposible conciliar el sueño.
Lo intentaba pero a penas sus párpados se cerraban, terminaba soñando que era rodeada por largas y filosas garras de sombras a la espera de atraparla y llevarla a la perpetúa tortura de una eterna noche sin luna ni estrellas, con espinas punzantes que la arrastrarían, atrapándola mientras el demonio de ojos azules la esperaba.
Observándola con anhelo y el delicado toque cual terciopelo de sus dedos se deslizaba por las mejillas de ella, acelerando su corazón. Percibió algo frío colarse en su pecho y para cuando se concentró en la inscrustación de media luna que se pronunciaba en su propio pecho esta se fue apagando ante la cercanía ajena junto a todo lo demás hasta que ella junto a él se volvía niebla y estela de polvos dorados.
Sin duda fue imposible no despertar agitada con el corazón al borde de un colapso. Su cuerpo sacudido por el temor y la confusión. Fue todo un logró acallar los jadeos y evitar las lágrimas ansiosas de escapar de sus azulejos iris vidriosos.
¿Qué era todo eso? Pensó.
Uranía alzó ambas manos contra el ligero haz de luna que se colaba a través de su ventana. Por un instante pudó apreciar las tenues motas de polvo color olor que constrastaban con su pálida y sensible piel humana como delgadas venas que se dibujaban por sus brazos, incluso siguió con la mirada el vestigio de unas líneas finas que se dibujaron hasta la punta de sus dedos. En ese instante contuvó el aire.
Al fijarse en el anillo que resaltaba en su otra mano pudó apreciar como la joya oscura cómo una noche líquida dibujo seis puntos similares a una constelación que de manera tácita mostró una estrella de seis puntas.
La joven ahogó una exclamación. De alguna manera en ella estaba escapando poder... La luz de una estrella y esta era consumida por el voráz apetito de aquella oscuridad albergada en el anillo.
En aquella mano un oscuro poder comenzó a mitigar aquel hermoso brillo dorado que hacía instantes se había esparcido. Estuvó a punto de emitir un grito cuando percibió una mano grande y masculina que se hizó de su hombro, casí se atraganta cuando sintió la mirada de Castiel sobre ella, para ser precisos sobre la energía que poco a poco anulaba el poder.
—Fascinante. — Expresó sin rodeos el último de los Dross mientras tomaba asiento a un lado de la joven rubia sin inmutarse.
En su mirada color onix un atisbo de luz pudó ser apreciado. Uranía de repente se sintió abrumada por la presencia repentina, dejando a un lado la sorpresa de haber presenciado por primera vez su energía revelándose desde que llegó a la tierra.
Tragó grueso aterrada ante lo que diría Castiel sobre todo por la tensión y el ánimo que había adoptado ante la escena con el monarca Roch y su escalofríante acompañante. El sólo recuerdo de Nevra con aquellos ojos azules y la promesa de algo antiguo y malvado causó en ella temor, aquel demonio sin duda no se comparaba con el ser a su lado.
Castiel poseía una cierta esencia que Uranía no podía discernir completamente pero que contrastaba contra la naturaleza oscura que generalmente lo acompañaba. Y aunque tal vez era su propia ingenuidad que la llevaba a imaginarse cosas, ella podía ver algo más bajo la máscara fría y calculadora del último de los Dross o al menos eso quería pensar.
Incluso casi se atrevía a asegurar que no era del todo un mounstro y más aún cuando la misma Kassia le había contado el cómo la había arrancado de las garras del temible monarca, razón por la cual aquella pelirroja sentía tanta devoción y agradecimiento de su parte.
Además aunque Castiel la mantuviera encerrada en aquella mansión aterrorizándola las primeras semanas, él nunca la había torturado fisicamente o lastimado con algún hechizo desde su llegada. Él parecía estar inmerso en otras cosas y sobre todo búscando evitar el cruzarse con ella.
Lo había sentido detrás de su puerta, su respiración cautelosa y la tensión en sus músculos eran casi palpables a través de las paredes durante aquellas tenebrosas noches cuando ella se despertaba en medio de las sombras con pesadillas agobiantes o cuando simplemente no podía dormir ante la inquietud de estar lejos de Annet y de Jacob, a veces la joven estrella ahogaba su respiración hasta calmarse esperando que él se retirará frustrado y con pasos sigilosos a su habitación.
Sin embargo, esa era la primera vez que Castiel se animaba a entrar a la habitación de Uranía de manera consciente por eso ella no podía alejar la impresión de sorpresa que se apoderó de sus delicadas facciones.
Hacía poco que la mansión había quedado en total penumbra siendo acariciada por el tenue haz de color plata y rubí que proyectaban desde las alturas las dos lunas sobre el reino. Sumida en un silencio sepulcral ella creyó que el Dross estaría encerrado en su despacho o dormido debido a su estado taciturno cuando cruzaron el umbral de la mansión. Pero no, él estaba allí tomando asiento al lado suyo, sujetando la delgada y blanquecina mano que aún destellaba ligeras líneas doradas que se atenuaban con cada segundo entre las suyas.
Fue imposible para la joven estrella no posar sus iris sobre la estampa ajena, Castiel estaba sin camisa exhibiendo su musculoso torso y sus fornidos brazos aquella piel besada por la luz de la luna denotaba un color bronceado, y su rostro endurecido estaba cubierto por sus cabellos desordenados. Inconscientemente su mirada se deslizó sobre una marca en forma de espirales cuya tinta negra resaltaba con fuerza en el brazo derecho.
Detuvó su escrutinio cuando se encontró con las oscuras orbes de Castiel, quién curvo los labios hacía arriba logrando que su corazón se acelerara. Aquel se mostraba apacible y sereno como si la oscuridad nocturna fuera un refugio a su ser verdadero.
— Has intentado expulsar tu energía. —Afirmó el Dross. La joven estrella se alarmó negando apresuradamente.
— Tuvé una... Pesadilla. —Susurró cabizbaja, percibiendo como era drenada la energía de su cuerpo sin causarle daño sólo vacíando de su cuerpo un poder que al parecer se había manifestado muy tarde y fue mitigado sin darse cuenta. — Yo... Castiel —Tragó grueso. —No se como ocurrió.
El nombre del Dross se deslizó por sus labios con delicadeza mientras ella se remojaba los labios. Castiel exhaló profundo intentando alejar esos pensamientos.
— Bueno, sin duda fue un poco sorpresivo. Llegue a pensar que no tenías poder... Pero me equivoque supongo. — Castiel liberó la mano de su "prometida" y peinó sus cabellos desordenados hacía atrás. — Deberías intentar dormir... El anillo mitigará tu energía y...
— ¿Por qué... Estas aqui? —Preguntó ella mientras se distraía con los dobleces de su camisón satinado de color azul. —Creí que estarías dormido.
— Lo estaba... Pero tú me despertaste. —El pelinegro extendió sus brazos hacía arriba y se estiró de manera casual, dejando escapar un bostezo de sus labios.
—¿Yo? — Uranía ladeó el rostro a medio lado curiosa por la actitud despreocupada del Dross. Era increíble como había cambiado en tan pocos días, acostumbrandose a ella de alguna manera y tratándola como si fueran viejos conocidos en vez de enemigos naturales.
— El anillo. —Expresó restándole importancia. —nos mantiene en una especie de conexión. Percibí esa explosión de energía y sólo vine porque creí que intentabas irte sin despedirte. —Le guiño un ojo con una sonrisa socarrona.
El rostro de la rubia se enrojeció ante aquello, negando repetidas veces. No volvería a intentar algo así sin estar preparada. Sería arriesgar a Annet, a Jacob y a Felicity y eso no estaba en sus planes.
—No, no... Yo no podría. —Él alzó una ceja, elevando una sonrisa encontrando divertido los colores que asomaron la piel de las mejillas pálidas de Uranía. En seguida se corrigió alzando ambas manos. — Tenemos un trato y no pienso arriesgarlos.
Aquel simplemte asintió.
—Es bueno que lo tengas presente. —Expresó divertido.
Silencio.
Sólo la respiración acompasada de ambos se escuchaba en aquella habitación. Los segundos pasaron y Uranía aprisionó entre sus dedos la sedosa tela de su camisón esperando que Castiel se retirará, sin embargo aquel ni se inmutó.
—¿Conocías a ese sujeto?... El tal Nevra. —Preguntó tajante y sin rodeos con una voz firmé hacía ella.
Un par de segundos fluyeron entre la silenciosa confusión que adornó las facciones de la estrella y la impaciencia de aquel pelinegro.
—No. —Musitó finalmente con franqueza. —Es la primera vez que lo veo. Sin embargo... — La rubia se acomodó un mechón suelto detrás de la oreja izquierda recordando aquella pesadilla que la desperto hacía instantes. — Sus ojos... Esa mirada me aterra.
La voz de la estrella era un eco distante mientras su mirada azulada se perdía entre la visión de las lunas en la lejanía de la ventana de su habitación. Castiel siguio la mirada de ella y un gesto turbio se hizo de su rostro.
— Él te conoce. — Afirmó Castiel antes de ponerse sobre sus pies llamando la atención de la joven rubia. —Por suerte el anillo disfrazó tu esencia y evitó que notara lo que eres... —Uranía asintio, estaba agradecida por ello aunque por una parte seguía sin comprender de dónde era esa mágia que mantenía su energía a raya. Sin duda debía pensar cómo hacer para librarse de ella más adelante. — Te mantendré lejos de él.
El Dross le dedicó una mirada sería y determinada. Uranía no podía comprender a que venía aquel afán en protegerla ¿No se supone que él la destruiría?
¿Por qué insistía en velar por su bienestar?
¿Por qué mantenerla en una cómoda habitación en vez de arrojarla a una sucia mazmorra?
—Mañana saldremos. —Sentenció el hombre atrayéndola de sus cavilaciones mientras comenzaba a caminar a la salida. — Te esperaré en el despacho luego del desayuno.
Se fue.
Y Uranía exhaló el aire contenido en sus púlmones aliviada.
Y cuando se dejó caer en la mullida cama percibió un olor a cítricos y lluvia fresca que lleno sus sentidos. El aroma del Dross se había impregnado en su habitación...
Y por alguna razón, no le fue desagradable del todo.
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Su mirada azulada permanecía fija en la cama sobre los petalos de tela gráciles. Al parecer las flores de tonos pasteles volverían a coronar su cabeza nuevamente.
Suspiró con desgano mientras cepillaban sus cabellos. No por el uso de aquellos fastidiosos tocados, sino por el hecho de no saber que planeaba Castiel ese día. La incertidumbre rebosaba en su ser.
—Creo que hoy no necesitaremos tantos adornos. —La dulce voz de Kassia llegó a los oídos de la joven estrella. —Gretel llevate los tocados.
La rubia sonrío aliviada cuando la otra mujer salía de su habitación mientras Kassia le guiñaba un ojo como respuesta. Al menos hoy no iba a parecer un florero viviente.
Era increible como ambas se llevaban tan bien en tan poco tiempo. Kassia había sido enviada para vigilar los pasos de Uranía, eso lo sabía. Sin embargo más que una carcelera la joven de ojos color jade terminó siendo una amiga y un bálsamo de paz en aquel cautiverio para la joven estrella. A pesar de su lealtad hacía Castiel, Kassia procuraba el bienestar de Uranía interviniendo de vez en cuando a favor de la prometida de su señor.
— Listo. —Anunció la pelirroja. Satisfecha por dejar la melena rubia suelta y cayendo como una cascada de hilos dorados sobre el hombro de Uranía. Kassia sonrío y comenzó a recoger sus cosas con un gesto radiante. — El señor Dross la espera en el despacho. Espero pasen un buen día.
Uranía se observó distante frente al espejo. Había una inquietud dando vueltas en su cabeza y no pudo evitar que sus labios se apretaran en una línea fina.
— Kassia... —La pelirroja se giró sobre sus talones curiosa.
—¿Necesita algo más?
La joven estrella divagó sobre lo que diría pero la inquietud llenó sus rostro y antes de que pudiera hablar, la mujer de mirada jade la interrumpió.
—Sé que mi señor Dross parece un ogro. —Musitó mientras tomaba entre sus dedos el cepillo con el cual había estado acomodándo la melena rubia de Uranía. — Pero su corazón no es cómo el de aquel maldecido monarca... Usted es afortunada señorita Veron. —Hizó una pausa, por un instante sus ojos color jade se ensombrecieron, luego volvió a sonreír antes de retomar su camino a la salida. — Sólo tenga paciencia... Yo lo he visto... Y él siempre esta al pendiente de todo lo que usted hace, no sabe como se preocupa por su bienestar... Aunque él no lo diga.
Esas palabras lograron que un tenue rosa pálido coloreará las mejillas de Uranía.
Estaba sola en la habitación cuando algo en su interior se revolvió y una voz seca e irónica resonó en su cabeza.
«Es lógico que se preocupe... ¿Recuerdas? No eres más que un objeto llenó de poder. —Ronroneó la voz en su cabeza. —Él te necesita viva... Para poder arrancarte el corazón del pecho.» Tragó grueso ante aquello.
¿De dónde vino esa voz?
Intentó volver a escucharla pero sólo el silencio fue palpable a su mente. Negó mientras posaba una mano a la altura de su corazón, la determinación lleno sus facciones.
—Fuera lo que fuera... — Presionó entre sus dedos la pequeña tela que recubría la piedra ennegrecida que alguna vez perteneció al corazón de Aliter. —Tiene razón.
Susurró antes de irse... Ignorando por completo los látidos de su corazón ante las palabras de Kassia.
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