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Capítulo XIX


Sombras de un pasado

«El último descendiente de la familia Dross se había adaptado a la oscuridad como un eco constante de sus memorias bañadas en sangre. Esa misma oscuridad lo envolvía entre sus garras en una caricia profana que reclamaba con alegoría su alma.

Cada suspiro nocturno desde la muerte de su familia era el recordatorio del atroz escenario donde los lamentos de su hermana ante el cadaver de su madre y la escena de ambas siendo devoradas por un muro inmenso de fuego hasta ser consumidas al punto de volverse sólo cenizas, se  transformaban en la tortuosa visión que se pasearia desde su niñes hasta su adultez agobiandolo en su soledad.

La oscuridad era un fiel recordatorio de como juró venganza contra el rey despota y sin corazón, aquel llamado Faustus Roch quién sin razón aparente decidió extinguir a la familia Dross.

Y era en penumbras que Castiel permanecía de pie en aquel lugar repleto de silencio y oscuridad, era lo mismo cada vez que su ser se internaba en el mundo de los sueños para buscar descanso. Así iniciaba su tortura, su auto flagelación por no haber logrado aún cercenar la cabeza de Roch.

Siempre era igual iniciaba con él en medio de un espacio vacío. Su estampa firme se vislumbraba a duras penas en aquel espacio amplio, mientras su mirada turbia se mantenia atenta como si esperará que algo emergiera de las sombras y lo devorara. Los segundos transcuyeron con fluidez, hasta que un murmuro poco a poco cobraba fuerza provocando que su gesto se endureciera.

"Deja que te consuma... Que el dolor y la ira serán tu victoria"

—No caeré en tu juego. — Aquel bufó mientras mantenía su postura de fuerza y frivolidad — No soy un idiota.

Las voces murmuraban entre ellas, sombras tenebrosas que asediaban el subconsciente de aquel hombre. Y aunque esté se negara a aceptarlo estaba consciente de que aquellos demonios sabían por donde atacar, conocían cual era su mayor debilidad.

"Pequeño e inofensivo bastardo... ¿Las escuchas? Ellas mueren mil veces y sus almas perecen con el fuego del Tártaro. "

Al principio oír las burlas y provocaciones de aquellas incesantes voces no denotaban mucha preocupación sin embargo Castiel se alarmó cuando por un instante las escucho como en otras veces...

Los gritos y lamentos de su hermana clamando por piedad.

Y cuando creyó que no lo soportaria cerró los párpados tan fuerte como cuando era niño ante los sollozos de su agonizante madre mientras percibía el olor a la carne chamuscada por el fuego. Su respiración se agitó con violencia y las lágrimas descendieron por sus mejillas, el dolor renacía como una nueva herida abierta y ensangrentada que lo sumergía en un abismo oscuro...

Y de hecho, las sombras lo abrazaron con fuerza hiriendo sus brazos y piernas, creyó que sería consumido como tantas veces hasta que algo nuevo sucedio...

Un tacto suave y cálido recorrio sus brazos, pudó identificar el roce delicado de unas manos femeninas intentando arrancarlo de las sombras. Por más que quiso abrir los párpados una luz cegadora no lo permitio.

"Ya no hay más oscuridad."

Escuchó decir de aquella que lo envolvió en un abrazo, reconfortandoló. Para Castiel era tan desconcertante que a duras penas logró comprender que ocurría y cuando quiso indagar sobre ello aquella le susurró:

"Es hora de despertar"»

*******

El tenue haz de los primeros rayos de sol se colaron con precisión a través de las finas cortinas de tonalidad crema, proyectándose sobre una mullida cama donde una figura dormitaba placidamente, su pecho subía y bajaba acompasado. Cualquiera dudaría que aquel ser que dormitaba aparentemente inofensivo fuese el mismisimo Castiel Dross.

Incluso para Uranía aquel hombre de cabellos negros podría pasar como un humano inofensivo. Sin embargo, ella sabía muy bien quien era y de lo que era capaz.

La joven estrella permanecía con las rodillas abrazadas a la altura de su pecho sobre un mueble color rosa pálido que formaba parte de la que Castiel había puesto como su habitación. Su apariencia era un desastre pues debajo de sus ojos se apreciaban unas tenues ojeras aunado a restos de lodo seco sobre sus mejillas mientras su cabellera se notaba ligeramente despeinada.

Toda la noche la pasó en vigilia, aterrada por aquel que ocupaba su cama y lo que sucedería si despertaba. A su mente llegaba el instante en que Castiel beso sus labios. Sin duda logró descolocarla, aquel roce de sus labios para ella fue suave y casto, todo lo contrario a la naturaleza oscura de Castiel Dross.

Le sorprendió más aún que esté luego de eso se desplomara en el suelo como un costal ante ella. Sin duda agradeció que una de las sirvientas se percatará de que algo sucedía y diera aviso a las demás, pues fue entre las cuatro sirvientas que arrastraron con mucho trabajo al inconsciente pelinegro hasta la cama.

Y ¿Por qué ella se quedo?

Cuando se vio sola con aquel ser dormido Uranía estuvó por irse a dormir a otro lugar, un sitio lejos de él donde su corazón pudiera recuperar su ritmo y ella intentará descansar. Sin embargo, al dar media vuelta para salir de allí lo escuchó quejarse. Aquel se agitaba con desespero mientras emitía sonidos inentendibles, parecia sufrir con cada gesto.

«Quizás sea su consciencia... El peso de tanta muerte.

Si... quizás sea eso.»

Pensó ella, hasta que Castiel en medio de sus tormentosas pesadillas llamó a una tal "Rosaline" con angustia y dolor. Uranía percibió la pertubación en el aura de aquel despota hechicero, parecía que su energía se tornaba más oscura con cada minuto. Asi que contuvó el aire y en ese instante sin entender el porqué ella misma tomó una de las manos de Castiel y con la otra le retiro unos mechones de cabello de su frente húmeda debido al sudor. Solamente con aquel proceder el Dross logró calmarse y a pesar de lo malo, ella y su naturaleza ingenua le impedían dejarlo sólo por lo cual decidio quedarse a velar el descanso ajeno.

Uranía bufó un tanto agotada mientras se estiraba, en un par de pasos estuvó frente al hombre de cabellos revueltos su gesto se veía aliviado, mucho mejor que la noche anterior. Posó su mirada azulada sobre las facciones masculinas, detallando los rasgos severos de aquel ser y la tenue barba que comenzaba a asomarse por su barbilla, sin querer terminó deteniéndose en los labios entre abiertos de Castiel, en el efímero recuerdo de aquel beso y la agitación absurda de su corazón.

Hasta ese momento se percató que el Dross había sido la única criatura que ha tenido el atrevimiento de besarla, de violentar la pureza de sus labios. Al principio no le tomó importancia, sin embargo muy en el fondo su mente le gritaba que aquel había cometido una osadía que debía ser cobrada. No obstante ¿Qué podía hacer ella?

«Esperar.» Musitó su consciencia. Porque cuando Felicity llegara a Scarleth estaba segura que ella sería libre y podría volver a casa. Lejos de Castiel, lejos del horror de ser sacrificada como un animal para saciar las ansías de poder de algún hechicero o de un ambicioso mortal. Uranía posó su mirada en Castiel deteniéndose en aquellos labios entre abiertos sintiendo inquietud.

Basto unos segundos y como si estuviese inmersa en un trance producto de la más rara hipnosis se acercó al Dross con sumo cuidado mientras estiraba sus dedos hasta casi rosar los labios ajenos. Unos centímetros hubiesen bastado sin embargo Uranía dio un respingo cuando Castiel le sujeto la muñeca evitando que aquella lo tocase.

La estrella fue capturada por una acusadora mirada oscura como el abismo. El silencio los rodeó seguido de un movimiento brusco por parte de aquel, en el cualdónde a la aterrada mujer acercandola posesivamente.

— Lo que planeas no es tan fácil. —Sentenció brusco y agresivo mientras mostraba su gesto más sombrio. —Asi que largate de mi habitación.

Al ser liberada retrocedió ante la amenaza sin saber cómo decirle al contrario que esa se suponía era la habitación de ella ¿a dónde iría?. Por su parte él se veía irritado y de hecho sentía cómo si miles de agujas se instalarán en su cabeza, definitivamente no estaba de humor para lídiar y menos con según él las odioteces de aquella inútil.

El Dross maldijo el haberse metido en aquel bar, pero tener cerca al ser delante de él menguaba su fuerza y sobre todo su cordura ¿Qué demonios le sucedia?

«Pronto... Sólo un mes más y listo»

Se repitió a si mismo. En un mes sería la noche en la cual podría obtener la luz de las estrellas, en un mes la ruptura sería tan frágil como un cristal y él podría cumplir con su destino, llevando a Roch a la peor de las muertes.

Un quejido escapó de sus labios ante una nueva oleada de dolor que llegó a su cabeza. Nisiquiera recordaba como llego a la mansión o quién lo llevo a su habitación, que por cierto estaba demasiado luminosa para su gusto ¿Desde cuándo? y además sentía un olor a almizcle dulce que le revolvía el estomago.

«Joder... ¿Quién demonios cambio mi habitación?» Pensó.

¿Sigues aqui? — Masculló amenazante al ver a Uranía, sus labios titubeaban y su cuerpo permanecía firme como una estatua. — ¡Vete ya!

Exhasperado por la actitud de aquella mujer, estuvó a punto de levantarse y sacarla él mismo a patadas si era necesario. No obstante, al dar un leve movimiento para levantarse los recuerdos de la noche anterior llegaron como leves vestigios que provocarón en el Dross la sensación de una cubeta de agua helada cayendo sobre su cabeza.

«Demonios»

Tan rápido como su orgullo se lo permitió, Castiel se levantó de aquella cama y recogió sus botas, justo antes de acercarse se detuvó frente a una asustada y desconcertada Uranía que contenía la respiración, aquel le dedicó una mirada filosa y llena de ira para salir tambaleante dando un fuerte portazo, dejando a la joven estrella con miles de dudas mientras a él lo remordía la culpa por haber sido tan imbecil.

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