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13.- Un riesgo a considerar.

TESSANDRA 

No me considero una chica de citas. En realidad, creo que apenas he tenido un par en mis veintidós años de vida, aunque claramente ninguna fue tan relevante como para guardarla en mi memoria.

Así que el hecho de haberle dicho a Jayden que esta salida se trata de una cita, me tiene más nerviosa de lo que siquiera pude haber imaginado. Aunque claro, no espero en realidad que él lo tome como lo que es en realidad.

Es solo una salida amistosa, aun cuando él la haya llamado cita.

—¿Julieth vendrá? —inquiere Lacy mientras ingresamos al parque Washington, a nuestra llegada ya hay varias familias reunidas alrededor, los manteles de colores y las risas nos envuelven apenas ingresamos.

Le había enviado un mensaje a Jayden indicándole la hora en la que estaríamos en el parque, él había respondido que estarían aquí, pero hasta ahora, no parecía haber señales del campeón.

—Dijeron que si —respondo —solo debemos esperarlos.

Caminamos hasta el sitio que se nos había asignado para plantar nuestro árbol, observo a mi hermana sacar sus pequeñas herramientas que habíamos conseguido y escorarlas a un costado del montón de tierra.

—¡Lacy! —el grito emocionado nos hace voltear. Julieth viene corriendo hacia nosotros y detrás de ella, su hermano.

Dios mío, Jayden viene con unos pantalones cortos en color café, y una camisa blanca de manga corta que se le ajusta perfectamente al cuerpo. Los músculos de sus brazos relucen con la fuerza que emplea al cargar el par de cestas que trae en las manos, tiene el cabello perfectamente acomodado hacia a un lado, y la sonrisa que lo acompaña solo lo hace lucir más apuesto.

Camina con un aire relajado pero seguro a la vez, lleva unas gafas de sol oscuras que enmarcan perfectamente su rostro.

—Hola, reinita —saluda cuando está lo suficientemente cerca.

—Hola —no sé en realidad como me las arreglo para responder de manera tan estable —vienes preparado.

—Bueno, Julieth escuchó que sería un picnic así que quiso venir preparada —eleva las dos cestas y sonríe un poco más, trajimos comida, jugo y unos cuantos postres.

Miro la cesta que también he traído y luego vuelvo la mirada a Jayden.

—Creo entonces que tendremos comida suficiente —declaro.

Acomodamos todo a nuestro alrededor, nuestras hermanas parecen estar lo suficientemente entretenidas con sus palas y los árboles para sembrar que no nos prestan la más mínima atención.

El clima es algo fresco a pesar del sol que reluce sobre nosotros. Lacy y Julieth no parecen querer ni necesitar nuestra ayuda para sembrar, así que nos colocamos a un costado, observándolas.

Sembrar árboles formaba parte de una actividad que realizaba la comunidad de Portland para mantener los parques vivos, Lacy y yo venimos cada año sin falta, normalmente solo somos nosotras dos, disfrutando de un tiempo de hermanas, pero ahora, compartir esos momentos con Jayden y su hermana menor resulta mucho más agradable.

—Excelente trabajo, niñas —Jayden sonríe cuando terminan de colocar el árbol apenas crecido —lo hicieron increíble.

—Necesitan una fotografía —señalo —colóquense junto a su árbol.

Las niñas hacen lo que pido, se abrazan la una a la otra y sonríen a la cámara así que las enfoco con el celular, y capturo la foto.

A pesar del tiempo que ha trascurrido desde que llegamos, aún hay espacios con sombras disponibles así que Jayden y yo llevamos las cosas hasta la sombra de uno de los árboles. Extendemos la manta de cuadros rojos mientras nuestras hermanas sacan la comida de las cestas.

La cesta de Jayden está llena de panes, frutas, y muffins de chocolate. También hay hielo que portan en una pequeña nevera, y traen vasos de colores. En la nuestra, traemos cuernitos, algunas fresas y pan tostado con crema de avellana.

Lacy y Julieth parecen amigas de toda la vida, se centran en sus propias conversaciones sin prestarnos atención, así que Jayden se coloca junto a mí, al otro lado de donde su hermana se encuentra.

—Así que, estamos en una cita.

Me mira, se ha quitado las gafas así que ahora perfectamente puedo ver el color de sus ojos que, por la claridad, parecen de un color avellana mucho más claro. Resisto la tentación de mirar sus labios, el recuerdo de su inclinación hacia mí cuando lo hice en su hogar vuelve a mi memoria consiguiendo ponerme nerviosa otra vez.

—Eso me parece —muevo la cabeza en un asentimiento.

—Es la cita más peculiar que he tenido, nunca había involucrado a Julieth.

—Me alegra que sea una cita peculiar, eso quiere decir que no la olvidarás —sentencio.

—Créeme, reinita —se inclina hacia mí y no me muevo a pesar de que quiero hacerlo —no olvido mis citas.

Vuelve a echar el cuerpo hacia atrás, se cruza de piernas en una posición de flor de loto y extiende la mano para tomar una de las fresas.

—¿Qué hay de ti? ¿Has tenido citas peculiares? —sonrío.

—No creo que un tema de conversación para una primera cita, sea justamente hablar de citas anteriores —debato.

—Estamos en una cita peculiar —dice encogiéndose de hombros.

Deja de mirarme para centrar su atención en nuestras hermanas que ahora se han incorporado, jugando con el bote de burbujas que hasta ahora me percato que Julieth trae consigo.

Echa la espalda hacia atrás, apoya los codos sobre la manta roja y se sostiene mientras mira a las niñas jugar.

—Tampoco he involucrado a Lacy en ninguna cita —voltea cuando me escucha hablar —aunque claro, no es como si esto fuese una cita romántica.

Las cejas de Jayden se arquean, me lanza una mirada retadora, como si no fuese capaz de creer lo que acabo de decir.

—Ah, ¿no? —gira, ahora se mantiene apoyado en uno de sus codos, sus músculos se tensan y tengo que obligarme a mantener la mirada en esos ojos avellana que me miran con aire retador.

—No —elevo el mentón —es una cita de amigos.

Se ríe, sus hombros se sacuden mientras lo hace. El sonido llega hasta mí, me envuelve de manera imprevista y pronto me encuentro sonriéndole.

—¿Qué te parece gracioso?

—Nunca nadie me había invitado a una cita de "amigos" —soy consciente de la manera en la que pronuncia la última palabra. —Es nuevo para mí.

Comienzo a reprenderme por haberme puesto en esta situación a mí misma. Jayden sigue observándome de esa manera que comienza a ponerme los nervios de punta, como si estuviese completamente seguro de su siguiente movimiento, uno que temo no ser capaz de prever.

—Siempre hay una primera vez, ¿o no?

Vuelve a reír, esta vez de una manera más suave. Acompaña su risa con un asentimiento, y no vuelve a decir nada.

Continuamos comiendo, prestándole más atención a nuestras hermanas de la que necesitan y apenas volvemos a hablar entre nosotros. Sin embargo, no es incómodo. Al contrario. La presencia de Jayden resulta agradable, tan natural que los silencios se sienten tan pacíficos, tan reconfortantes.

Parece tener un encanto natural con Lacy, juegan y ríen y en determinado punto me uno a ellos. no es de sorprender que consigamos acabarnos toda la comida de las cestas, un par de horas más tarde, hemos recogido todo y decidimos dar una corta caminata por el parque.

Llevamos las cestas a los autos y nos mantenemos a una distancia de nuestras hermanas, quienes siguen demasiado entretenidas con las burbujas y un juego que no entendemos.

—¿Estás mejor? —no tengo que explicar a que me refiero, Jayden lo entiende de inmediato.

—Un poco, sí.

—¿Has tomado una decisión?

Esconde las manos en sus bolsillos, mantiene la mirada al frente como si esa fuese la única manera de hallar la respuesta.

—Ha sido un reto por televisión, no han hablado a mi agente. Supongo que, si ellos quieren la pelea, lo contactarán. Entonces tomaré una decisión.

—Sea cual sea, estoy segura de que estarás bien.

Voltea hacia mí, regalándome una de esas sonrisas que se le han vuelto costumbre. Ese gesto lejos de la arrogancia y autosuficiencia que lo caracteriza.

—Y si no, siempre puedo recurrir a tus charlas ¿o no?

—Sabes que sí, campeón.

Compartimos una mirada, una que no sé exactamente que significa. Dejamos de mirarnos un par de segundos después, el silencio vuelve a acompañarnos mientras avanzamos, y luego, Jayden dice aquello que no esperé.

—Déjame llevarte a una cita no peculiar —volteo, mirándolo con incredulidad.

—¿Qué?

—Déjame llevarte a cenar esta noche —me detengo.

Él hace exactamente lo mismo, aún mantiene su porte relajado, sin inmutarse en lo más mínimo por lo que ha dicho segundos atrás. Mi mente intenta encontrar una forma de reaccionar, pero no lo consigo en lo absoluto.

—Nuestras hermanas se alejan —señala con una sonrisa divertida —¿qué pasa contigo, reinita?

Parpadeo como si de esa manera pudiera eliminar la sorpresa en mi sistema.

—¿Estás invitándome a una segunda cita?

—Cita de "amigos" —dice, pero es evidente que no lo cree en lo absoluto —¿qué dices? Conozco un lugar espectacular para cenar, si no tienes con quien dejar a Lacy, mis padres pueden cuidarla. No tendrán problema y Juls estará encantada.

Parpadeo otra vez. ¿Esto está pasando?

—¿Tess? —Jayden arruga las cejas, claramente confundido por mi silencio —¿Qué ocurre contigo, Tessandra? ¿Estás bien? Comienzas a inquietarme.

—¿Quieres llevarme a cenar? —parece entender mi reacción.

Sacudo la cabeza y continúo caminando, él lo hace a mi costado, permanece apenas unos segundos en silencio antes de dejarme escucha su voz otra vez.

—De acuerdo, porque no nos olvidamos del concepto de citas en primer lugar, y solo dejas que te lleve a cenar —habla con tranquilidad, con tanta que lo envidio —pasemos un buen rato, sin hermanas menores a las que cuidar.

Miro al frente, Lacy y Julieth dan algunos brincos, y corren de a ratos. Una cita con hermanas menores es peculiar, pero evidentemente no se compara a un momento a solas.

—De acuerdo, no pasa nada —vuelvo a mirarlo, Jayden me sonríe —perdona, creo que fui demasiado atrevido.

Sacudo la cabeza en una negativa.

—No, lo siento —cierro los ojos por un par de segundos —es solo que cuando preguntaste que, si esto era una cita, no creí que...que fuese... tan en serio.

Jayden ladea la cabeza, mirándome con curiosidad. Me siento nerviosa bajo su mirada, demasiado observada. Permanece en silencio, una parte de mí me grita que deje de ser tan tímida, Dios, ¿qué pasa conmigo?

Tomo una inhalación, considerando las opciones que tengo delante, y tomando la única que parece ser la menos sensata.

—Estaré libre después de las ocho —mantengo la vista al frente, rehuyendo de la mirada intensa del chico a mi lado —y soy alérgica a los mariscos.

No hay una respuesta, así que me atrevo a mirarlo. Cuando lo hago, me encuentro con ese par de ojos avellana que me miran de una forma que no sé exactamente como describir.

—Después de las ocho, bien —asiente regresando la vista al frente —y nada de mariscos, lo tengo.

Avanzamos hasta alcanzar a nuestras hermanas, el tema no vuelve a mencionarse. Jayden continua con su porte relajado durante el resto de nuestro paseo, y en cierto punto, olvido mi casi crisis nerviosa.

No es hasta que nos encontramos a punto de subir al auto, cuando él me detiene.

—Pasó por ti a las ocho treinta —se apoya contra la puerta del auto e inclina el cuerpo para conseguir mirarme por la ventanilla.

—Ni siquiera tienes mi dirección. Te la enviaré.

Asiente, se aparta del auto y deslizo la mirada hacia Julieth. La pequeña me lanza una sonrisa encantadora, tan parecida a la de su hermano.

Nos despedimos con un ademán, los miro una última vez y piso el acelerador. Conforme nos alejamos, no puedo evitar que una sonrisa se apodere de mis labios.

Tal vez me engañé a mi misma todo este tiempo, porque en realidad Jayden Lewis, nunca dejó de tener mi atención.

Kim me lanza una mirada divertida desde el otro lado de la habitación, sus ojos me recorren y tengo que hacer uso de toda mi voluntad para no encogerme con nerviosismo.

Me he visto en la necesidad de decirle el motivo de mi salida, porque ella es quien cuidaría de Lacy en mi ausencia. Consideré la propuesta de Jayden de dejarla en su casa, junto con su hermana, pero no quería que sus padres pensaran que dejaba a mi hermana bajo su cuidado mientras salgo con su hijo.

—Te ves increíble —Kim se incorpora de la cama y se acerca —si el campeón no cae a tus pies al verte en este vestido, es porque hay algo mal con él.

Me rio para tratar de disminuir la sensación nerviosa en mi organismo. Aun no sé muy bien como manejar el hecho de que Jayden y yo saldremos a cenar, solos. Sin hermanas de compañía, ni familias alrededor, sino solos.

—Gracias —me miro en el espejo una última vez.

Llevo un vestido de terciopelo rojo, uno de mis favoritos. El material se ajusta a mi cuerpo, enmarcando cada curva y cada zona específica. Las mangas caídas le dan un aspecto fresco, pero no deja de ser sensual. Acomodo mi cabello, le he dado algunas ondas para darle mas visibilidad y una parte de mí repite que me he esforzado demasiado.

El par de pendientes relucen con la luz de la habitación, un par de pequeñas perlas que mamá me obsequió en mi cumpleaños número quince, cuando aún parecía preocuparse por mí.

Han pasado algunos meses desde su partida, pero en ocasiones, como hoy, su recuerdo se incrusta en mi pecho y dejan una sensación dolorosa.

—Esos pendientes son preciosos —sé que Kim los ha reconocido —van contigo.

—Es lo que mamá siempre dijo —tomo una inhalación, recorriendo mi reflejo entero antes de girar hacia mi amiga —¿crees que esto sea buena idea?

Kim ladea la cabeza, lanza una mirada comprensiva mientras eleva las manos para colocarla a los costados de mi cuerpo.

—Claro que lo es, Tessy. Te mereces disfrutar un poco de tu vida, Northwest y Lacy no tienen que ser tu mundo entero. Además, siempre has estado un poco loca por Jayden, así que esta es tu oportunidad de conquistar al campeón.

Ambas reímos ante lo último que dice.

—No es tan desagradable después de todo, ¿no es cierto?

Me encojo de hombros, considerando mis siguientes palabras. Parecía que la "relación" con Jayden había progresado demasiado rápido, nunca entendí en realidad porque ambos nos empeñamos en retarnos constantemente el uno al otro.

Tal vez fue la forma que encontramos de convivir.

—Creo que es agradable —respondo —o al menos eso me parece ahora.

No tenemos tiempo de seguir hablando, porque el timbre suena. Kim suelta un grito emocionado y prácticamente corre fuera de la habitación. Vuelvo a mirarme en el espejo, tomo una inhalación que me permite llenar mis pulmones con el oxigeno suficiente, y cierro los ojos por un par de segundos.

—Vamos, Tessandra, todo va a salir bien.

Tomo mi bolso, cuando salgo de la habitación reconozco las voces en la sala. El sonido de mis tacones contra las losas consigue acallarlas y para cuando llego, la respiración se me corta al mirar a Jayden.

Está tan elegante, lleva unos pantalones de vestir negros, una camisa en color azul real que combina perfectamente con su piel y un saco que se amolda a su silueta.

Algo en su mirada se enciende cuando me ve aparecer, parpadea al tiempo que una sonrisa se extiende por su rostro. Permanece en silencio mientras me acerco, mis nervios explotan conforme acabo con la distancia e intento sonreír, aparentar que no sufriré un maldito colapso nervioso.

—Hola —mi voz brota en un tono suave, más bajo de lo que esperé.

—Reinita, luces...preciosa —su mirada me recorre entera, soy consciente de la chispa en sus ojos mientras aprecia cada detalle de mí, hasta llegar a mis ojos.

—Tú también te ves increíble —admito.

—¿Nos vamos?

No sé en qué momento Kim se ha escabullido dejándonos solos. Jayden me ofrece su brazo, acompañando el ademán con una sonrisa que me invita a dar un paso al frente, y cruzar mi brazo por la curva de su codo.

Una nueva sensación nerviosa me recorre cuando llegamos al auto. Jayden me abre la puerta, espera a que suba y luego la cierra. Me coloco el cinturón de seguridad siguiéndolo con la mirada, viéndolo rodear la parte delantera del auto para conseguir subir al asiento del conductor.

—¿A dónde iremos?

—He reservado en un restaurante del centro, te encantará —dice con una sonrisa —no venden mariscos, no te preocupes.

Sonrío de lado, la música que suena por la bocina no es lo suficientemente fuerte, pero me permite reconocer la melodía.

—Puedes cambiarla, si quieres —señala el estéreo.

—No, está bien.

Avanzamos por la ciudad, la ciudad de Portland en la noche es tan viva, con sus luces llamativas, pero sin perder ese aire a confort que caracteriza la ciudad.

—¿Kim cuidará de Lacy?

—Sí, ella suele cuidarla cuando tengo trabajo que hacer, o tengo que salir. No quería que tus padres pensaran que los dejo al cuidado de mi hermanita mientras salgo con su hijo.

—Mis padres son incapaces de pensar algo malo sobre alguien —admite —ellos hubiesen estado encantados.

Lo miro, mantiene la vista al frente, pero sonríe, como si la sola mención de sus padres lo hiciera sentir bien.

Nos toma quince minutos más llegar al restaurante, a una bonita construcción que grita elegancia desde que estamos en el estacionamiento. Jayden me abre la puerta, y me ofrece su mano para bajar.

El lugar está iluminado con faroles que cuelgan del techo, hay una música suave que hace sentir tranquilidad y apenas llegamos a la entrada, la chica encargada se acerca.

—Tenemos reservación, a nombre de Jayden Lewis.

La chica revisa el listado que tiene a un lado y asiente con una sonrisa.

—Por aquí.

Nos conduce a una mesa del segundo piso, a la intemperie. La brisa fresca nos golpea, pero tiene la temperatura adecuada como para permitirnos estar sin necesidad de abrigos.

Jayden corre la silla para permitirme tomar asiento, luego se coloca frente a mí. No hablamos mucho, cuando los menús llegan cada uno se concentra en examinar lo que deseamos pedir, y solo cuando la mesera ha tomado nuestra orden, Jayden se centra completamente en mí.

—Esto es extraño —hablo al fin —tú y yo, compartiendo una cena.

Sus labios se curvan en una sonrisa.

—¿Por qué es extraño?

—Porque nos odiábamos.

—Nunca nos odiamos realmente —se encoje de hombros — pero creí que me detestabas.

Es mi turno de sonreír. Me acomodo en el asiento, sosteniéndole la mirada.

—Tal vez solo un poco —confieso —eras tan arrogante y presuntuoso, no puedes culparme.

Arquea la ceja, claramente sorprendido.

—¿Por qué? Nunca te hice nada —dice con curiosidad —¿qué fue lo que motivó tu desagrado hacia mí?

Ladeo la cabeza, parece en serio no saberlo, y eso solo consigue dejar una punzada de molestia en mi pecho.

—Primer curso, yo siendo amable, tú diciendo "vuelve a tus viejas bodegas".

Sus cejas se fruncen, parece demasiado concentrado en recordar. Luego el entendimiento lo golpea, sonríe apenado y sacude la cabeza.

—¿Fue por eso?

—Jayden, lo dijiste frente a media universidad —dramatizo —me sentí humillada.

—Lo siento —se ríe un poco, aunque parece más una risa nerviosa —me pillaste en un mal momento, durante el primer curso tenía la presión porque pelearía por primera vez por un título mundial, tenía la presión de mi familia, de la prensa, de todo el público y estaba apenas adaptándome a los entrenamientos profesionales. Sé que no es excusa, pero... no eran buenos días.

Se detiene por un segundo.

—Y luego tú eras demasiado insistente —continúa —¿o me equivoco?

—Tal vez solo un poco —confieso.

—Aunque eso no significa que tuvieras que lanzarme una botella de agua —señala la pequeña cicatriz en su frente.

—Supéralo.

—Nunca, reinita.

Nuestra comida llega pocos minutos después, el olor exquisito de las pastas nos envuelve. La mesera sirve un poco de vino en el par de copas y durante el tiempo siguiente, hablamos poco, pero de cosas relativas.

Me habla sobre su familia, sobre su carrera, sobre lo mucho que le gusta el arte. Me gusta escucharlo hablar, reconocer la mirada emocionada en sus ojos y el tono vibrante de su voz, sin embargo, él también parece interesado en escucharme.

Nunca pude haber considerado que Jayden podía ser tan agradable, tan bueno escuchando. Me pregunta sobre mi arte, parece en verdad interesado en cada pequeña cosa de mi vida, no en un sentido molesto...sino un interés genuino.

Y me descubro a mí misma hablándole de todo aquello que me apasiona, como si fuese capaz de entender absolutamente todo. El tiempo pasa con rapidez, mientras le permitimos al otro conocer detalles que antes de este momento, contar sería impensable.

Para el final de la velada, creo que he comido más de lo que debí. Jayden no me permite pagar la mitad de la cuenta, es él quien extiende su tarjeta hacia la mesera y luego de dejar la propina, vuelve a ofrecerme su mano.

El contacto de su palma contra la mía se siente irreal. Como si fuésemos una pareja terminando una velada romántica. Me estremezco cuando su mano se coloca en mi espalda baja, la tela del vestido no es suficiente para impedir una revolución en mi cuerpo ante su toque.

Subimos al auto, Jayden me lanza una mirada que dura un par de segundos antes de encender el auto.

—¿Quieres ir a otro sitio? —inquiere cuando salimos del estacionamiento.

Miro la hora en mi celular, son casi las once. Mañana tenía asuntos de la bodega que atender, apuestas que debían ser monitoreadas y empezaríamos temprano. Sin embargo, estar con Jayden se siente como un respiro.

—No tengo uno en mente en realidad.

—Conozco un mirador, está a las afueras de la ciudad. Nos tomaría unos treinta minutos llegar —informa —si no es demasiado tarde para ti.

Sacudo la cabeza en una negativa. Esa parece ser una respuesta suficiente para él. Conduce en silencio, con la música del estéreo ambientándonos mientras atravesamos la ciudad, poco a poco el ruido va quedándose atrás, las luces se vuelven escasas cuando toma un desvío.

—Llegamos —entramos a una especie de estacionamiento, esta completamente vacío y la brisa parece más fría en este lugar.

La iluminación es apenas suficiente para no hacerte tropezar con las rocas, Jayden me ofrece su mano para estabilizarme y juntos atravesamos el pequeño estacionamiento hasta el mirador.

La ciudad reluce a la distancia, con pequeños puntos de luces. El sonido es lejano, como un silbido apenas notorio.

—¿Habías venido antes? —niego.

Me acerco al borden, sosteniéndome del barandal mientras observo cada pequeño detalle de las luces diminutas.

—Es increíble —admito.

Jayden se coloca a mi lado, apoya los codos en el barandal y fija la mirada al frente. Dejo de prestarle atención a la ciudad y la centro en él, mis ojos lo recorren, pasando cada línea de su rostro, desde su cabello perfectamente acomodado hasta la línea marcada de su mandíbula.

—Es como un pequeño refugio, ¿no lo crees?

—Sí, un sitio para olvidarse de lo ruidosa que la ciudad puede ser.

Jayden asiente. Gira hacia mí, mantiene la cabeza ladeada, dándome esa mirada que consigue ponerme nerviosa.

—Lamento haber sido borde contigo aquella vez —su voz brota en un susurro suave —y haberte hecho pensar que te detestaba. No lo hice entonces, no lo hago ahora. Siempre creí que eras tú la que no quería tenerme cerca.

Oh, Jayden. Si supieras.

—Ha pasado tiempo, lo he superado.

—¿En serio? —arquea la ceja.

Asiento, doy un paso para acercarme, Jayden no se inmuta, pero algo estalla en mi pecho con su cercanía. Su fragancia cálida y almizclada me envuelve.

—Me alegra saber entonces que no me detestas.

Baja el tono de la voz, casi como un suave susurro. Me acerco más, sus ojos se conectan con los míos por una fracción de segundo, antes de deslizarse hasta mis labios.

¿Cómo se sentirá besarlo?

—¿Por qué no lo averiguas? —parpadeo, Jayden mantiene una sonrisa triunfante y mi rostro se enciende, pero a pesar de la vergüenza de haber pensado en voz alta, no me aparto.

—No tienes tanta suerte —respondo concentrándome en sus ojos.

Permanece en silencio, en uno casi abrumador. Nuestras respiraciones chocan, su mano envuelve mi cintura en un agarre firme y me atrae hacia él. Coloco las manos en su pecho, sintiendo la firmeza del mismo y mis palmas se deslizan como si quisieran corroborarlo.

—Yo creo que sí.

Si algo caracteriza a Tessandra Green, es la habilidad para prever consecuencias, no corro riesgos que sé que no puedo manejar.

Pero esta vez, no considero absolutamente nada mientras enrosco las manos alrededor del cuello de Jayden, y simplemente lo beso. 

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¡AHHHH! Realmente me emocioné al escribir este capítulo, espero que lo disfruten tanto como yo disfruté escribiéndolo. 

¡No se olviden de votar y comentar! Significa mucho para mí. 

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