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12.- El deber de un campeón.

JAYDEN 

Mi abuelo me observa como si pensara que hablar es una mala opción. La abuela Less se mantiene entreteniendo a Julieth mientras nosotros hablamos.

—¿Y bien? —él suspira. Echa el cuerpo para atrás, apoyándose en el respaldo de la silla.

—Es una historia complicada, Jayden. Una que no te involucra.

—Pero ahora si lo hace —sentencio —porque hay un idiota diciendo que quiere arrebatarme el título que nunca debió ser nuestro. Hay un idiota retándome en televisión, y todos hablan sobre una rivalidad sobre la que no tengo idea.

Un nuevo silencio se crea y me siento desesperado. Necesito respuestas, necesito saber que ocurre y parece que nadie tiene la intención de decírmelo.

—Si no me lo dices tú, lo averiguaré por mi mismo —advierto —si todos parecen conocer la historia, preguntaré hasta obtener las respuestas. Pero en serio me gustaría tenerlas de ti.

Sacude la cabeza, se incorpora y la expresión en su rostro es de completa indecisión. Es evidente que está luchando contra si mismo.

—No creí que pudiese aparecer en mi vida otra vez —el tono de su voz es tenso, demasiado —mucho menos que encontrara la manera de una nueva pelea.

Se aparta unos pasos, su mirada recae directamente en los cinturones que se muestran en el escaparate, ese en donde todos los trofeos, imágenes, y toda clase de reconocimientos se dejan ver.

—Es una larga y complicada historia, Jayden —voltea y su mirada se apaga.

Camina en silencio hasta su asiento, deja caer el cuerpo con desgano, como si se hubiese resignado a hablar porque no le queda otra opción.

—Como sabes, Zack Brooks fue mi primer contrincante. Fue mi primera pelea por un título mundial.

—Pelea que ganaste. He visto los videos, abuelo, fue nocaut. No hay punto de discusión.

Suspira, sus hombros se elevan y desvía la mirada hacia un punto, hacia las imágenes que cuelgan de la pared.

—Pasaron muchas cosas antes de esa pelea, Jay —el tono de su voz se tensa más —cuando gané, fue una segunda pelea, porque en la primera, casi fui asesinado.

Echo la espalda hacia atrás, recibiendo incrédulo la información que el abuelo deja ante mí.

—Zack no estaba dispuesto a perder su título. Así que recurrió a una medida desesperada. Una semana antes de que la pelea se diera, fui a un bar con mi mejor amigo, Carter. ¿Lo recuerdas?

Asiento. Siempre habla de él, tiene fotografías de ellos colgadas en los espacios importantes. No es un nombre desconocido.

—No tenía idea de lo que sucedería esa noche, de la manera en la que nuestras vidas cambiarían para siempre. No pude tener idea de que esa noche Zack haría su último movimiento para sacarme del camino.

—¿Qué hizo?

—Tuve que salir a hacer una llamada. Una mala decisión salir a la parte trasera del bar, donde no había absolutamente nadie. Zack me siguió hasta ahí, pero no estuvo solo. Fue con dos hombres más. Claramente no fue para tener una conversación.

Su mirada se ensombrece cuando parece recordar lo que ocurrió, permanece en silencio y no presiono, porque de todas las respuestas, esta fue la menos esperada.

—Esos tres hijos de perra me destrozaron, Jay. Me golpearon hasta casi matarme, y si no lo consiguieron, fue porque alguien más dio su vida para salvarme. Fue porque Carter lo impidió, ¿y que obtuvo? La muerte. Zack Brooks causó que perdiera a mi mejor amigo, Jayden. Y aunque lo enfrenté, aunque gané, aunque le arrebaté el cinturón...realmente hubiese deseado que nada sucediera de la manera en la que lo hizo.

Me mira, sus ojos se estrechan bajo la mirada profunda que lanza hacia mí.

—No sé que pretenden, pero no quiero que te involucres —afirma —ese cinturón me lo gané, luché por ese título. Lo merezco, de la misma manera en la que tú mereces los tuyos.

—Pero quieren una pelea, quieren...

—No van a tenerla —sentencia —no vas a dársela.

—Abuelo...

—Zack Brooks jugó sucio en la misma pelea por el título. Esa familia no tiene consideración, Jayden. Si quieren destruirte, lo harán. No voy a permitir que te enfrentes a él, no te colocaré en bandeja de plata para que intenten hacer lo mismo que hicieron conmigo.

Hay una determinación feroz en sus palabras. Como si estuviese verdaderamente convencido de no dejarme tener esa pelea.

—Déjalos que hablen. Su abuelo hizo lo mismo cuando quiso una revancha. Lo ignoré, Jayden. Y se cansó, haremos lo mismo, lo dejarás pasar. No quiero que hagas nada, si alguien te pregunta, dirás que no sabes absolutamente nada.

Un dejo de molestia se instala en mi pecho.

—¿Por qué tengo que ignorarlo? —inquiero incorporándome —¿dejar que hablen así? ¿Qué hablen así de ti? ¿Qué digan que no mereces el título, que yo no lo merezco?

—No importa lo que ellos piensen, Jayden. Tú sabes quién eres, yo sé quién soy. Nos ganamos esos títulos, los peleamos con ferocidad, los defendimos ante contrincantes que valen la pena. Yo no le di a Zack lo que quería, tú no le darás a Cody lo que exige, no le debes nada.

Se incorpora, su mirada se suaviza cuando llega frente a mí. Eleva las manos y las coloca a los costados de mi cuerpo.

—Eres el campeón, Jayden, pero el deber de un campeón también es reconocer las batallas que vale la pena luchar —sonríe con suavidad —no estás obligado a darles nada, no les debes nada. Todo lo que has obtenido, lo conseguiste por ti, por tu esfuerzo, tu lucha, tu dedicación. Somos campeones, pero no invencibles.

Los recuerdos de la conversación que tuvimos sobre el mismo tema vuelven a mi memoria.

—Si te crees invencible, creerás que ganaras todas las peleas que enfrentes. Creerás que no tienes ninguna debilidad, que tienes la ventaja. Y eso...eso es la principal debilidad. Debemos aprender a elegir, que batallas luchar y cuales dejar pasar.

Palmea mi hombro en un gesto que intenta ser reconfortante.

—Esta es una que hay que dejar pasar, Jayden.

Deja un apretón en mis hombros antes de esquivarme, y salir del estudio. Dejándome en medio de una ola de confusión que no sé cómo eliminar.

Dejé a Juls en casa de mis padres, y a pesar de que mi padre intentó hablar conmigo, no lo permití.

Mis redes se habían llenado de menciones en el video de la rueda de prensa de Cody Brooks. Publicaciones, y comentarios que decían que debía darle la cara y que no debía ignorar su reto.

Saber la información que el abuelo había dado y la presión de las redes, amenazaban con volarme la cabeza así que me compré alcohol y me refugié en casa. Tratando de encontrar una respuesta a las innumerables preguntas que ahora tenía.

¿Por qué nadie me dijo que habían intentado asesinar a mi abuelo? ¿Por qué me mantuvieron ajeno a esa información?

Le doy un largo trago a la botella de cerveza y cierro los ojos ante el sabor amargo que me llena la boca.

El sonido del timbre me hace maldecir, no espero a nadie, y si se trata de mi abuelo o padre, realmente no tenía ánimos de lidiar con eso. Cuando el timbre vuelve a sonar, dejo la botella a un lado y me incorporo soltando un suspiro resignado.

Abro la puerta sin ver por la mirilla, así que al ver a Tessandra frente a mí, me toma por sorpresa.

—Hola —me lanza una sonrisa nerviosa, gesto nada común en ella. Parpadeo, como si ese gesto me dejara saber si ella es real o no, si realmente se encuentra de pie en mi entrada.

—Hola, ¿qué haces aquí?

—Bueno, te quitaste demasiado a prisa del restaurante —juega con un mechón de su cabello —así que...me dejaste algo inquieta.

Tess se aferra a su abrigo cuando la brisa sopla, demasiado fría como para permanecer en el exterior. Así que me aparto, y le hago un gesto para que ingrese a la casa. Lo hace sin dudar, se limpia los zapatos eliminando la nieve de ellos e ingresa después. La sigo por el pasillo hasta que llegamos a la sala, su mirada recae en las botellas de alcohol y me siento un poco avergonzado.

—¿Tenías una fiesta en soledad?

—Tengo demasiadas cosas en la cabeza, quería relajarme un poco —admito.

Ella se sienta en el borde del colchón, da una rápida mirada a su alrededor y luego vuelve hacia mí. Camino hasta colocarme a su lado, no tan cerca, apenas con la distancia suficiente entre nosotros.

—¿Estás bien ahora?

Me tomo un momento para responder, considero mis opciones de respuesta. Bien, decir eso sería una mentira. Mal, demasiado exagerado.

—No lo sé en realidad. Creo que solo estoy un poco confundido con todo lo que ha pasado en unas horas. Hablé con mi abuelo...todo es tan...loco.

Sacudo la cabeza, extiendo la mano para recuperar la botella y le doy un trago.

—¿Quieres una? —señalo la botella.

—No gracias, tengo que conducir de regreso y luego cuidar de Lacy —expresa —el alcohol e información que no sabes cómo procesar, no es buena combinación.

Sonrío de lado. Dejo de nuevo la botella sobre la superficie de madera y tomo una inhalación.

—Lamento haberme quitado así del restaurante.

—No tienes que disculparte. Solo me dejaste algo inquieta, y es por eso que estoy aquí.

La miro a detalle, tiene una mirada curiosa en los ojos, una curiosidad combinada con un dejo de preocupación.

—Me tomaré el atrevimiento de decir que soy buena escuchando, mis consejos no son los mejores, pero puedo intentarlo.

Una risa me asalta, sacudo la cabeza mientras dejo de mirarla. No sé ni siquiera como explicar lo que siento, una especie de confusión combinada con molestia por sentirme apartado de cosas que debería de haber sabido.

—Mi abuelo dice que debería ignorar a Cody —me atrevo a mirarla —que debo dejar pasar esta pelea, que no vale la pena.

—¿Qué es lo que piensas tú?

—No sé qué pensar. Una parte de mí lo considera lo suficientemente fanfarrón como para prestarle atención, pero hay otra que repite que debo defenderme, no dejar que crean que no soy merecedor de ese título.

—La opinión de ellos no debería importarte, has luchado por tu título...

—Sí, es lo que todos dicen —suspiro —pero...pero se siente como si debiera dar la cara. No solo ignorar, hacer algo más que parecer un cobarde que ignora los retos de un idiota.

No espero lo que hace, extiende la mano para colocarla sobre la mía. Si piel contra mi dorso me genera una corriente de algo que no sé explicar.

—No eres un cobarde, estás muy lejos de ser un cobarde —sentencia —ellos probablemente están haciendo publicidad, todo el mundo lo hace. Te lo dice alguien que dirige apuestas, a veces usamos información que no es verídica solo para atraer dinero. Ellos quieren tu atención, están llamándola.

La miro mientras habla, sus ojos me observan con detenimiento.

—Tú tienes una ventaja, puedes decidir escuchar, o solo pasar. Eres el campeón, está en tus manos aceptar la pelea, o decir que no vale lo suficiente. Lo que las personas digan, lo que los demás crean...no significa que debas hacerlo. Al final del camino, tú sabes quién eres... eres Jayden, eres el campeón. Eso es todo lo que importa.

Mis ojos se posan en los de ella, en ese verde intenso que se ha caracterizado por una frialdad y ahora lucen tan cálidos, tan preocupados. Su mano sigue contra la mía, dotándome del confort que no sabía que necesitaba.

—¿Tú crees que debo enfrentarlo?

Tessandra permanece en silencio, como si estuviese considerando la respuesta que me va a dar.

—Nadie puede decirte que hacer, eso debes saberlo tú.

—No sé en realidad si la decisión que tome sea la correcta, o si sea la que todos esperan.

—Eso no importa, lo que es importante es que cuando la tomes, seas tú quien esté seguro de que es lo que en realidad deseas hacer. Esa que te hará sentir bien contigo mismo, no que satisfaga a los demás.

Ladea la cabeza, su cabello se desliza a un costado mientras una sonrisa crispa sus labios. Por alguna razón, no puedo dejar de mirarla, me fijo en cada pequeña peca que cubre su rostro, en sus pestañas onduladas y los ojos verde que comienzan a ser una obsesión mía.

—Parece que siempre estás para impedir que pierda la cabeza.

Su mirada se dirige a mis labios y juro que veo el deseo en ella, me inclino hacia adelante, apenas un par de milímetros pero que suponen los suficientes como para hacerla reaccionar. Un extraño nerviosismo se apodera de su rostro, echa la espalda para atrás y aparta la mano. Se aclara la garganta y pasa las palmas sobre la tela de sus jeans.

—Sé que es verdaderamente jodido el perder la cabeza y no tener a nadie cerca —confiesa —así que, si puedo evitarlo, estaré encantada.

Asiento, echo el cuerpo para atrás dándole el espacio que parece que necesita. Deja de mirarme para observar a nuestro alrededor, su mirada viaja por cada detalle de la sala.

—Tienes buen gusto —su mirada regresa a mí.

—Me gusta que mi hogar sea un sitio especial —me encojo de hombros —uno en donde me sienta a gusto.

—Los hogares deben sentirse como sitios seguros —susurra —este se siente así.

Su celular suena, ella suelta resopla cuando mira la pantalla. Se incorpora, pasando las palmas de sus manos de nuevo sobre sus jeans,

—¿Tus apuestas te requieren?

Mueve la cabeza en un asentimiento. Guarda su celular en su bolsillo y toma una inhalación, sus hombros se elevan cuando lo hace y retrocede algunos pasos.

—Tengo que irme, me hubiese gustado quedarme más tiempo.

—Siempre puedes volver cuando lo desees —me encojo de hombros —eres bienvenida.

Tessandra sonríe, sus labios se curvan hacia arriba regalándome una bonita sonrisa.

Cuando estamos en la entrada y ella está caminando a su auto, se detiene y gira hacia mí. Parece como si considerara decir algo, porque permanece en silencio por algunos segundos antes de hablar por fin.

—¿Estás libre mañana?

—Supongo que si —cruzo los brazos sobre el pecho cuando la brisa helada me golpea.

—¿Quieres venir al parque Washington con Lacy y conmigo? Sembraremos algunos árboles, y haremos picnic —sonríe —puedes traer a Julieth.

Sonrío ante la idea de que Tessandra Green me está invitando a algo.

—¿A caso es una cita, reinita? —inquiero para molestarla.

Ella guarda silencio, lucha contra la sonrisa que amenaza con formarse en sus labios, pero al final termina cediendo, dejándome ver el bonito gesto que se forma en sus labios.

—Es una cita, campeón.

No me da oportunidad de responder, se da la vuelta y solo se marcha, dejándome con una sonrisa que no tenía idea que Tessandra Green era capaz de provocar. 

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