25. 𝖯𝗂𝖾𝗅 𝗀𝗂𝗍𝖺𝗇𝖺, 𝖺𝗂𝗋𝖾𝗌 𝖽𝖾 𝗍𝗈𝗋𝗆𝖾𝗇𝗍𝖺
2004, Inglaterra
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❝𝗕𝗲 𝗰𝗮𝗿𝗲𝗳𝘂𝗹 𝘄𝗶𝘁𝗵 𝘁𝗵𝗲 𝘁𝗮𝗹𝗲 𝘆𝗼𝘂 𝘁𝗲𝗹𝗹, 𝘁𝗵𝗮𝘁 𝗶𝘀 𝘁𝗵𝗲 𝘀𝗽𝗲𝗹𝗹❞.
❝𝘊𝘶𝘪𝘥𝘢𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘦𝘭 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘢𝘴, 𝘦𝘴𝘦 𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘩𝘦𝘤𝘩𝘪𝘻𝘰❞.
Llevaba meses detrás de él estudiando sus movimientos; con quién se veía, descubriendo los escondites que merodeaba...
Aunque era cierto que muchos de los carroñeros que le sirvieron en la época de Lord Voldemort habían muerto o estaban cumpliendo pena en Azkaban, solo se había reunido con un par: Accalia y Hati.
Enllunada tenía a ambos licántropos fichados. De hecho, si fuera por ella seguirían encerrados en Azkaban, pero parecía que la lucha contra el status quo había significado también un cambio penitenciario en el que los dementores brillaban por su ausencia y las condenas eran ejemplares solamente en casos concretos.
Hati, un mago de mediana edad, melena oscura y larga al igual que la barba encrespada y grisácea que le ofrecía un aire rudo junto a su altura y corpulencia, había sido durante años el eje neurálgico de todos los licántropos de Irlanda. Y aunque jamás se había proclamado alfa, los encabezó en su día para Greyback. Sin embargo, fue suficientemente avispado para nunca presentarse en la Batalla de Hogwarts, y gracias a eso se escapó de ir a la cárcel mágica.
Por su parte, Accalia, era la licántropa más acérrima y feroz que Enllunada había conocido jamás. Aunque podía jactarse de tener más años que Matusalén, no lo aparentaba ni en espíritu ni en tenacidad. A pesar de su figura delgada y ajada por el tiempo, ninguno de los lycans que tenían trato con ella se atrevían a contrariarla.
Posteriormente a la Batalla de Hogwarts fue Accalia quien tomó el lugar de alfa con los vástagos que quedaron con la presunta muerte de Fenrir Greyback y el final de la guerra. Cinco años cumplió en Azkaban, y aunque para el Ministerio de Magia resultó una victoria ya que Accalia se había pasado la vida eludiendo la prisión, para Enllunada aquella condena reducida con tecnicismos resultaba una patraña del sistema.
Fue solo a ellos dos que Greyback, vivo y de vuelta en el país, había estado visitando con frecuencia. A Enllunada lo primero que le sorprendió fue que Greyback no había tratado de contactar con ningún familiar de mortífagos encarcelados. En realidad, durante aquellos meses que estuvo pisándole los talones, no se acercó a ningún mago o bruja de sangre pura.
Estaba claro que tramaba algo y por ello Enllunada había decidido no detenerle, al menos no todavía. Si gracias a él podía encerrar para siempre a aquellos que se habían escapado de la justicia del Wizengamot, no iba a desaprovechar la ocasión.
Llevaba semanas sin apenas pasar por el Ministerio de Magia o por casa de Lyall. Se había convertido en una sombra de Greyback, durmiendo lo mínimo o apareciendo en la casa okupada que hacía poco había adquirido en Watford, donde se daba una ducha para seguir con su cometido. Solo Harry o Roderick la habían sustituido en aquella vigía para que pudiese descansar; el único par de aurores a los que confiaría la vida con los ojos vendados.
Y mientras Enllunada iba informando en máxima discreción al jefe de aurores Gawain Robards, Greyback seguía tratando de usar sus antiguos contactos para reclutar lycans otra vez. Lo que no sabía era que desde que Enllunada había empezado el proyecto de la «Werewolves Rights», muchas licántropas y licántropos se habían unido poco a poco bajo su protección.
Con la guerra habían aumentado los mordidos, sin embargo el temor y racismo en contra de ellos no había cambiado. Ni siquiera cuando Kingsley, en función de Ministro de Magia, había otorgado la Orden de Merlín de Primera Clase a título póstumo a Remus. La poción seguía siendo casi imposible de conseguir y la comunidad mágica era reticente a contratar infectados, aunque la noticia de la primera licántropa cigány asalariada como auror había provocado mucho revuelo.
Enllunada vio que muchos lycans como el mismo Gallo malvivían y traficaban para sobrevivir. Ser lycan no era sinónimo de delincuente, pero ¿cómo querían que no cayeran en ello si nadie les daba una oportunidad? Por ese motivo, en contra de todo el mundo, Enllunada empezó a instaurar las bases de la organización sin ánimo de lucro que era la WR. Con ella quería ofrecer poción gratuita y de calidad, acceso a San Mungo sin necesidad de dar parte al Ministerio y, sobre todo, escolarización en Hogwarts (algo a lo que Minerva McGonagall había accedido de buena gana desde el inicio). Además necesitaba medimagos y medibrujas que estuvieran predispuestos a estudiar sobre la licantropía en todas las áreas conocidas, no como a animales raros a los que se tiene que evitar. Y subvenciones, muchas subvenciones, algo que hasta el momento casi era como pedir terminar con la Liga Nacional de Quidditch.
Pero lo que sí había fructificado con éxito era La Madriguera de la Loba, la especie de posada al aire libre donde podían reunirse todo tipo de hombre y mujer lobo, sin importar ideología o procedencia. Y era allí donde muchos de ellos informaban a Enllunada sobre los pasos de Greyback , Hati o Accalia.
Como faltaba una semana para luna llena, dejó a Roderick (una de las aurores más bregadas de la brigada) al mando de la vigilancia para poder ir al bosque de Sherwood a repartir la primera dosis de Wolfsbane entre los que fueran a buscarla.
Aún con los ojos enrojecidos y la piel un poco irritada igual que si hubiese pasado un episodio de alergia, terminó de llenar de poción una multitud de frascos con ayuda de la varita. Luego los guardó en su bolso hobo de tonalidades rojizas, cuya profundidad albergaba un encantamiento de extensión indetectable. Cada frasco contenía las siete dosis que necesitaba cualquier lycan que no quisiera perder la razón la noche de luna llena.
Una vez terminada la tarea, regresó el macro caldero en la despensa de su hogar para coger la dosis diaria que le tocaba a ella al día siguiente. Gracias a Merlín ya no quedaban restos de acónito en aquella casa y podía respirar de alivio.
Dejó puertas y ventanas abiertas para que siguiera aireándose y no morir a la vuelta, sin miedo a que alguien pudiese entrar debido a la multitud de encantamientos protectores que tenía. En realidad, pocos eran los que conocían dicha ubicación.
Volvió a soltarse la ondulada melena dorada que brillaba bajo los rayos de sol del mediodía. Como hacía calor, pasó de coger ninguna capa y siguió solo con el vestido rojo de bruja partido en dos prendas que mostraban los abdominales definidos de la auror. La falda ancha dejaba entrever la pierna derecha moldeada de Enllunada en un corte desde el borde hasta antes que fuera indecoroso.
Se colocó el bolso cruzando su torso y se dirigió hasta la salida sin evitar mirar de soslayo la chimenea apagada de mala gana. Al ser una casa okupada, no le dejaban todavía conectarla a la red flu.
Una vez fuera, pasadas todas las protecciones y con la varita colgada del cinto, saludó a una de sus vecinas muggles (una anciana adorable que siempre le ofrecía hortalizas de su huerto), para dirigirse detrás de un matorral donde empezó a girar sobre su eje con la nítida imagen del bosque de Sherwood en la mente.
Después de aquella sensación tan horrible de ser aplastada por una apisonadora y quedar sin oxígeno en los pulmones que solo duró un instante, apareció justo en medio del bosque deseado con un ligero chasquido. Cerró los ojos para deshacerse de ese malestar corporal y puso rumbo al lugar al que solo aquellos que saben que existe pueden encontrar.
Aunque se cruzó a algún muggle mochilero que visitaba el antiguo hogar de un tal Robin Hood, apenas merodeaban ya por allí debido a las leyendas sobre hechos sobrenaturales que se había dedicado a esparcir.
Fue entonces cuando un rayo de luz plateada la alcanzó de repente. Al estar a su lado, éste se convirtió en una libélula y la voz de Roderick salió de ella tal y como si la mujer ruda de piel negra estuviese al lado de Enllunada:
—El sujeto desapareció, pero no fue al sitio esperado. Nuestro contacto en el Departamento de Transporte Mágico no detectó ninguna aparición para salir del país, pero sí que alguien llegó de Irlanda de manera ilegal. Cerca de Nottingham.
Dicho aquello, el patronus desapareció.
Enllunada frunció el ceño. Aquello le dio mala espina. Que Roderick le mandase un patronus para alertarla tampoco era puro trámite.
Desenvainó la varita y se concentró en un recuerdo vívidamente feliz en el que su hermano Teddy de seis años volaba en escoba con ella. Mientras la risa de Teddy resonaba en su mente, de la punta de la varita de ébano se conjuraba una esfera de luz plateada:
—Expecto patronum —susurró.
Antes que dicha luz se materializarse en un dragón, Enllunada habló:
—Termino con esto y voy. Dame una hora máximo.
Cada palabra que pronunció salió dibujada de su boca para introducirse en el patronus incorpóreo, antes de partir lejos en el cielo camino a Roderick.
Bajo el sol de primavera, Enllunada aguzó todos los sentidos y mantuvo la varita en ristre. Aunque dentro de la Madriguera de la Loba no podía aparecerse ni desaparecerse, cualquiera podía rondar el bosque.
Siguió el camino a paso ligero hasta que llegó por fin. Allí entre dos árboles en los que no se veía nada más que terreno idéntico al dejado atrás, Enllunada traspasó la barrera protectora que escondía uno de sus sitios favoritos.
Solo notó un cosquilleo al pasar antes de que se le apareciese justo delante una porción de bosque decorado con butacas y sofás eclécticos por doquier, hogueras en puntos estratégicos y una cochera de madera al lado de un manantial.
Empezó a caminar hacia los sofás donde parecía haber más personas con tal de repartir la poción lo
más rápido posible, cuando se dio cuenta del silencio que había caído con la llegada de su presencia.
Levantó una ceja de disconformidad y lo primero que le pasó por la cabeza fue que uno de sus hechizos había fallado y el alcohol gratuito que guardaba en la barra de la cochera se había terminado. No obstante, se dio cuenta que aquellos que estaban en medio del trayecto no se dignaban a mirarla y se apartaban, como armando un pasillo hasta un punto concreto.
Sin que ni uno de ellos la saludase siquiera, siguió adelante en silencio y con la varita agarrada cada vez más fuerte hasta que el último hombre lobo se apartó.
—Enllunada Lupin... —la saludó una voz extraña, como de ladrido áspero—. ¿Lo he pronunciado bien?
Tirado en un sofá con indulgencia, con ambos pies encima de la mesilla delantera y los brazos apoyados a lo largo del respaldo, estaba ni más ni menos que Fenrir Greyback. Llevaba la melena grisácea recogida en una coleta y toda su corpulencia destacaba con diferencia al resto.
A su lado en las butacas consiguientes, Hati y Accalia rieron.
Enllunada no esperaba encontrarle allí comportándose con desparpajo en su propio recinto y más sabiendo que los aurores le debían tener al acecho. Aunque estaba segura que su rostro le habría delatado la sorpresa e indignación inicial, volvió a recuperar la cara de póker.
—No ha estado mal, aunque si te esfuerzas seguro que puedes hacerlo mejor.
El alfa no perdió la sonrisa, al contrario, mostró todavía más aquellos dientes amarillentos y puntiagudos.
—Has cambiado desde la ultima vez. Ya... eres toda una mujer —pronunció aquello lascivamente, resiguiendo el cuerpo de Enllunada de arriba a bajo.
—Y tú parece que has recuperado el hábito de lavarte.
Ante aquello, algunos lycans que se habían resguardado tras de Enllunada se atrevieron a reír, hasta Hati lo hizo.
—Algo de lo que te habrás dado cuenta estas últimas semanas en las que has cogido por costumbre perseguirme. Dime, nena, ¿te ha gustado verme en pelotas?
«Últimas semanas...» Quizás solo era una manera de hablar o quizás se había enterado hacía relativamente poco tiempo.
—No creo que te hayas atrevido a presentarte aquí a riesgo de que te detenga solo para hablarme de tu polla, ¿verdad?
—Triste pero cierto: he venido por negocios. ¿No piensas ofrecernos nada de beber?
Ante el ceño fruncido de Enllunada, fue Accalia quien tomó la palabra:
—Pensaba, niña, que este lugar era para todos los licántropos. O eso te has pasado repitiendo como un loro por todas partes. Será que al final te pesa más ser funcionaria del puto gobierno y tu posición de privilegio —protestó, para luego escupir al suelo.
—Claro, porque es mejor ser como vosotros; unos perros falderos de un tipo que trataba a los hombres lobo como escoria...
Hati se levantó súbitamente para encarar a Enllunada. Ante aquello, muchos fueron los que empuñaron las varitas y gruñeron hacia él, igual que Greyback agarró a su hombre por la túnica.
—Todos hemos cometido errores —tomó la palabra Greyback—. Hati, siéntate. No hemos venido a pelear, Lupin —prosiguió después de que el otro le hiciese caso, y volviendo a apoyar la espalda en el sofá. Los ojos amarillentos y terroríficos del alfa siguieron observando a la decena de varitas que le apuntaban.
Por su parte, Enllunada levantó el brazo para indicar que bajasen las armas.
Fue entonces cuando un hombre alto y corpulento, de barriga prominente y rastas canosas que arrastraba unas chanclas, se acercó a ellos con una botella de whisky de malta.
Enllunada le dedicó una mirada de inteligencia que desembocó en una de reproche al ver que había elegido Lagavulin de dieciséis años, la más cara y exclusiva de todas, que Enllunada tenía no tan bien escondida como creía.
—¡El Gallo en persona! Eso sí que es un lujo —exclamó Greyback al coger la botella.
—¿Por qué no dejáis que se larguen los chavales?
—¿Para que se chiven de que estamos aquí? —espetó Accalia.
—Lo que pasa en La Madriguera de la Loba se queda en la Madriguera de la Loba. Es una de nuestras normas —aclaró Enllunada, aguantando la mirada escrutadora de Greyback—. Ambos sabemos que en el momento que te has plantado aquí te la sudaba que se supiera, así que deja que cojan la poción y se larguen.
Como toda respuesta, después de un largo y tenso silencio, Greyback solo abrió la botella de Lagavulin y dio un buen trago, para luego alargarla hacia Enllunada.
Pareció que todo el mundo aguantó la respiración, esperando a ver lo que hacía Enllunada. Ella conocía las costumbres lycans y sabía que compartir una botella de whisky significaba una tregua. Sin embargo, le dio asco beber a morro del mismo sitio que él.
Después de mirar la botella y volver a clavar sus ojos azul marinos en el alfa, cogió la Lagavulin y dio un sorbo a ese líquido ámbar y amargo que le amenizó las papilas gustativas.
Un tanto más distendidos, empezaron a abandonar el lugar cuando Enllunada les dio el alto:
—Que cada una coja la Wolfsbane antes de partir —dijo volviendo la botella a Greyback y cogiendo los frascos de dentro del bolso.
Nunca antes había repartido la poción de manera tan eficaz y rápida. En breve todos habían desaparecido dejando solo a tres lycans más aparte de ellos dos.
—Puedes irte, Byron —alentó Enllunada con voz dulce.
El Gallo no se movió de su lado y fue entonces cuando Greyback soltó una carcajada.
—Marchaos vosotros dos también.
Accalia le dedicó una mirada contrariada, pero Hati obedeció sin pestañear, levantándose para dirigirse a la salida. Ante la cara que puso Greyback, Accalia no le tocó más remedio que seguir a su compañero y salir fuera del recinto. Una vez solos, el Gallo también caminó arrastrando las chanclas hasta fuera, pero por otro lugar distinto a los acólitos del alfa.
—Bien, dime, ¿qué tipo de negocios querría hacer yo con el hombre que casi asesinó a mi padre? —preguntó con desenvoltura mientras se dejaba caer en el sofá de delante del licántropo.
—¡Eso fue hace demasiado tiempo! Además, tener mi veneno por tus venas no te ha ido tan mal, que yo sepa.
Al sentarse, la pierna de Enllunada quedó al descubierto en el corte del vestido, cosa que no pasó para nada desapercibida a Greyback, que miró ávidamente mientras volvía a beber antes de ofrecer la botella a Enllunada.
Quizás ese tipo de actitud había violentado a otras mujeres, pero no a Enllunada, quien no iba a dejar que el licántropo jugase con ella. Así que lo que hizo fue coger la bebida, no sin antes dejar más a la vista la pierna.
—¿Qué es lo que quieres?
—Que te unas a mí.
Aquello la pilló tan de improvisto que la malta le fue para el otro agujero, provocándole tos. Una tos que enseguida se convirtió en una carcajada.
—Me estás tomando el pelo.
Greyback perdió cualquier rastro de amabilidad en el rostro. Se abalanzó hacia delante, bajando un pie al suelo y el otro a modo de apoyo en la mesita que crujió bajo su peso. Con aquella mirada endiablada fija en Enllunada, parecía que apenas pestañeaba mientras dejaba corporalmente claro que iba muy en serio.
Enllunada dejó de reír para mostrar su perplejidad.
—¿Qué te hace pensar que haría tal cosa?
—Que ambos queremos lo mismo.
—¿Comer humanos bajo la luz del sol y convertir a niños y niñas las noches de luna llena? —recriminó con sarcasmo.
—No vengas con lecciones morales, Lupin. Tú más que nadie conoces el placer de la carne. Ne hazudj (No mientas).
—Erdélyi tartózkodása alatt megtanult magyarul? (¿Aprendiste húngaro durante tu estancia en Transilvania?)
—Igen, többek között (Sí, entre otras cosas). —Que Enllunada supiera el paradero de Greyback durante aquellos largos seis años, no parecía que hubiese sorprendido al mago—. He escuchado historias.
Enllunada no se inmutó. Expresó fingido interés sobre aquello con el rostro, mientras entregaba la botella otra vez al hombre lobo.
—Sobre el final de los Dózsa.
Enllunada se tensó imperceptiblemente con unas ganas tremendas de tener la Lagavulina que acababa de ceder, para darle un buen trago.
—¿Ah, sí?
—Vér hold, egy dinasztia vége (Luna de sangre, el final de una dinastía) —susurró con un acento británico muy marcado, inclinado hacia ella, creando una atmósfera de confidencia.
—Cuentan muchas historias de terror en Erdély.
—Pero no todas son de la farkas lány.
Greyback volvió a enseñar la dentadura afilada en una sonrisa grotesca, antes de apoyar la espalda en el respaldo y beber whisky.
El cuerpo de Enllunada se tensó por completo. Cerró los puños con fuerza sin darse cuenta. Una mirada airada reinaba aquellos ojos asilvestrados mientras ecos lejanos regresaban a ella; gritos, llantos, ruegos...
—Ambos hemos estado en el infierno, nena, y ambos nos hemos vengado. Gracias a nosotros han temido a un licántropo y han mostrado el respeto que merecemos.
—¿Trabajando para Lord Voldemort también? —le interrumpió.
—Era mejor decisión que seguir en las sombras sin hacer nada.
—¡¿Acaso he estado yo escondida en las sombras sin hacer nada?!
—Sin mí, hoy este lugar no sería posible. —Ante la expresión indignada de Enllunada, viendo que iba a interrumpirle, añadió—: Si la licantropía no hubiese llegado a muchísima más gente y entre ellos, familias acomodadas, sabes perfectamente que nadie hubiese movido un puto dedo. Hasta que no es un mal de todos, la gente se empeña a hacer como si no existiera. ¿O por qué te crees que tu querido abuelo ha puesto galeones en este sitio?
—Sé lo que te dijo. No hay día en el que Lyall no se arrepienta de aquello.
—¿Y gracias a qué fue? Exacto, nena, a que convertí a su hijo en aquello que tanto odiaba. —Le alargó la botella por encima de la mesita que les separaba con brusquedad.
Enllunada aprovechó para dar otro sorbo y reparó en que ya estaba por menos de la mitad.
—Vale, de acuerdo... Somos esclavos del momento que nos tocó vivir y culpables de cómo decidimos encararlo.
—Toda historia necesita un villano.
—Pero eso no significa que vaya a unirme a ti para ayudarte a llegar al poder.
—No es lo que quiero.
—¿Y qué es lo que quieres, Fenrir? —Quizá era que llevaba horas sin comer, que empezaba a subirle el alcohol o el calor, pero estaba empezando a desesperarse.
—Un alzamiento. El alzamiento licántropo.
Un silencio distinto les abrazó. El de la sorpresa y la idea que germina. El de la desconfianza y la danza de dragones.
—¡Jefe! —La voz de Hati hizo levantar la mirada a Greyback-. Están llegando.
El alfa asintió con la cabeza antes de levantarse y taparle el sol a Enllunada. Ella siguió en la misma posición mientras era testigo de la corpulencia y bestialidad del cuerpo de aquel licántropo que tantas lunas llevaba tras de sí.
Greyback le cogió la botella de las manos por última vez antes de dar el trago más largo de todos, acercarse al lado de la rubia y agacharse para hablarle al oído:
—Estaré esperando tu respuesta, Enllunada.
Con la Lagavulina de vuelta en su regazo, Enllunada observó cómo Fenrir Greyback abandonaba la Madriguera de la Loba.
«El alzamiento lycan».
Sonaba bien. Demasiado bien. Cualquiera que conociera un poco a Enllunada percibía su espíritu antisistema, y él se había tomado la molestia de saber. No podía fiarse de su palabra, pero tampoco
era sensato desestimar que no había verdad en aquel encandilamiento.
Las alarmas de la WR sonaron para informar a Enllunada que los aurores habían aparecido en las cercanías de la Madriguera de la Loba.
Tarde, Greyback ya había más que desaparecido.
Dio un último trago para terminar ese líquido exquisito y dejar la botella abandonada sobre la mesa. Se levantó para salir ella también del recinto al encuentro de sus compañeros.
Y mientras caminaba bajo los rayos de sol impertérritos a lo que acababa de pasar, la mente de Enllunada hervía con una cantidad de pensamientos y emociones. Lo que había comenzado con la primera misión que dirigía, había continuado con una posibilidad de hacer justicia contra seguramente el mayor miedo de todos los niños y niñas del país, se acababa de convertir en un intento de reclutamiento esperpéntico.
«O una revolución», dijo una voz interior. Pero ¿quién iba a confiar en Fenrir Greyback para eso?
Lo más interesante de todo es que faltaban siete días para luna llena.
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ᵀʳᵃᵈᵘᶜᶜᶤᵒᶰᵉˢ ᵈᵉˡ ᵐᵃᵍʸᵃʳ:
Cigány: zíngara.
Erdély: Transilvania.
Farkas lány: niña lobo, apodo que recibía Enllunada de pequeña en Transilvania.
***Cada vez me quedan menos capítulos en el tintero y los que seguís la lectura imagino que seréis conscientes del trabajo y el tiempo que me conlleva completar los fragmentos de esta historia. Tengo todo el desarrollo en mi cabeza pero por desgracia soy muy lenta para plasmarlo 🥲🙃. Por ello, de momento y para no agobiarme, he decidido hacer un parón todo el mes de diciembre y durante las vacaciones de Navidad.
Gracias a l@s que me leeís y me apoyáis. Me hace muy feliz leer vuestros comentarios y recibir vuestros votos 🥰🖤
¡Nos vemos en enero!
𝘽𝙤𝙡𝙙𝙤𝙜 𝙆𝙖𝙧𝙖́𝙘𝙨𝙤𝙣𝙮𝙩 𝙚́𝙨 𝙗𝙤𝙡𝙙𝙤𝙜 𝙐́𝙟 𝙀́𝙫𝙚𝙩!
¡𝖥𝖾𝗅𝗂𝗓 𝖭𝖺𝗏𝗂𝖽𝖺𝖽 𝗒 𝖺𝗇̃𝗈 𝗇𝗎𝖾𝗏𝗈!
𝘉𝘰𝘯 𝘕𝘢𝘥𝘢𝘭 𝘪 𝘍𝘦𝘭𝘪𝘤̧ 𝘈𝘯𝘺 𝘕𝘰𝘶!
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