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11. 𝖤𝗌𝖼𝗈𝗆𝖻𝗋𝗈𝗌 𝖽𝖾 𝗊𝗎𝗂𝖽𝖽𝗂𝗍𝖼𝗁

Tercero, Hogwarts (Curso 93-94)

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❝𝗕𝘂𝘁 𝘄𝗵𝗮𝘁 𝗶𝘀 𝗴𝗿𝗶𝗲𝗳, 𝗶𝗳 𝗻𝗼𝘁 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝗽𝗲𝗿𝘀𝗲𝘃𝗲𝗿𝗶𝗻𝗴?❞.

❝¿𝘘𝘶𝘦́ 𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘱𝘦𝘯𝘢 (/𝘥𝘶𝘦𝘭𝘰/), 𝘴𝘪𝘯𝘰 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘦𝘷𝘦𝘳𝘢𝘯𝘵𝘦?❞.

Después de un octubre y un inicio de noviembre con lluvias torrenciales, al fin el cielo dio una tregua a los alumnos de Hogwarts, y Enllunada no dejó escapar la oportunidad. La gryffindor de trece años aprovechó ese domingo posterior a la derrota de su casa contra Hufflepuff, para leer un poco tumbada en el suelo de uno de los pasillos abiertos que daban al exterior, bajo las arcadas de piedra.

En la sala común hacía días que el chisme se había adueñado del ambiente, concretamente desde que Sirius Black había aprovechado la fiesta de Halloween para atacar la Señora Gorda. Y como si aquello fuera loco, los dementores habían aparecido en el partido de quidditch, y Harry Potter casi se mataba cuando se desmayó desde unos veinte metros de altura sin conseguir atrapar la snitch. Los gemelos no habían parado de hablar sobre aquello y de cómo debía seguir el torneo para mantener las opciones de ganar la liga ese año. Enllunada, al final cansada ya del tema, quiso disfrutar de un rato a solas antes de cenar.

Iba leyendo el libro de "Mo Chuisle" de la poeta Alabama Barbrow, cuando un olor conocido la distrajo:

—Ay, hola —la saludó la voz tímida de Harry.

—Oh, ¿ya te dieron el alta? —preguntó, levantando los ojos de su lectura y fijándose en que el chico acarreaba un saco con algo.

—Sí, Madame Pomfrey insistió en tenerme encerrado todo el finde, aunque no fui yo el que salí mal parado... —A la voz lúgubre de Harry le siguió un vistazo delator a lo que llevaba, que sonó con un golpe seco al chocar contra el suelo.

—Uff. Me lo han contado los gemelos. Qué mierda. ¿Era una Nimbus, verdad?

—2000, sí —dijo abatido, sentándose junto a ella.

—Te acompaño en el sentimiento —le susurró la rubia, dejando por fin el libro a un lado y apoyando una mano en el hombro de Harry—. ¿Puedo?

Cuando él asintió, Enllunada abrió el saco: una decena de ramas y astillas partidas lo llenaban, ya sin rastro de lo que había sido una de las mejores escobas del mercado.

—Parece que la suerte no está de tu lado, Harry Potter.

El joven mago de ojos verdes rió, captando la referencia.

—Entre esto, que no puedo ir a Hogsmeade y que Madame Hooch va a tener que supervisar mis entrenamientos por lo de Sirius Bla... —soltó Harry, callando de repente.

Enllunada sabía quién era Sirius Black y no solo porque desde que escapó ese verano de Azkaban había llenado todas las portadas, sino porque Lyall le había contado que había sido un íntimo amigo de su apa antes de que matase a una decena de muggles a plena luz del día.

A Remus no le gustaba hablar de todo aquello, pero después de la intrusión del prófugo en Hogwarts, la había alertado de la posible hipótesis de que Sirius Black fuera detrás de Harry, ya que Black era seguidor del desaparecido Lord Voldemort.

—¿Lo de que Black quiere matarte y no sé qué? —preguntó como si nada mientras seguía inspeccionando los restos de escoba.

—Sí. ¿Cómo lo sabes?

—Bueno, para qué si no entraría en Hogwarts teniendo a todos los dementores y medio país detrás. ¿Y qué escoba usarás ahora? —dijo apremiando a lo importante—. No creo que esto pueda arreglarse...

—Pues alguna de las de la escuela, supongo —dijo abatido—. Mientras me busco algo mejor, al menos.

—¿Y una Nimbus 2001? Cuestan muchos galeones, pero...

—No pienso comprarme la misma que tiene Malfoy —la cortó.

Enllunada soltó una carcajada. Ella tampoco soportaba a aquel chico engreído. Le recordaba a los niños de casa buena que en Erdély la miraban por encima del hombro por ser cigány.

—Creo que era George quien tenía una revista con las escobas que están de moda —recordó—. Le diré que te la dé.

—De paso dile si puede ayudarme a escapar a Hogsmeade.

Aunque quizás por el tono Harry lo dijo en plan broma, Enllunada se quedó pensativa, sopesando las opciones.

—Ir a Hogsmeade sin permiso tampoco debería ser tan difícil —comentó arrastrando las palabras—. Solo tendríamos que burlar a los dementores, el centenar de hechizos del profesor Dumbledore...

—Y a Filch. No te olvides de Filch.

—¿Quieres que le pida ayuda a Remus?

—No creo que el profesor Lupin pueda hacer nada al respecto. McGonagall ya me dijo que sin la firma de mi tío no podía dejarme.

—¿Y si le mandas una carta a los Dursley esos?

—¡¿Después de lo que le hice a tía Marge?! No sé ni si me dejará volver en verano. —Cogió el saco e hizo un nudo para no seguir viendo el destrozo—. Ron me propuso utilizar la capa, pero según lo que dijo Dumbledore la primera noche, los dementores pueden ver a través de ellas.

—¿Una capa? No entiendo.

—Una capa de invisibilidad.

—¡¿En serio?! —chilló Enllunada. Abrió los ojos más de lo habitual, girándose para observar más de cerca a Harry.

—Casi no lo sabe nadie —susurró—, pero Dumbledore es uno de ellos y...

—Pero entonces —le cortó, bajando la voz y mirando alrededor por si les había escuchado alguien— eso nos facilita mucho las cosas. Podrás pasear por el pueblo sin que nadie te vea. Hasta salir de la escuela. El problema es por dónde...

Ambos magos quedaron en silencio, meditando en algún plan genial con el que burlar la seguridad, hasta que después de un rato Harry soltó un suspiro de resignación:

—En fin, ¿vamos a cenar?

Enllunada, quien siempre tenía hambre, tardó muy poco en avenirse a la propuesta y emprender el camino hacia el Gran Comedor.

—¿Vas a dejarme ver tu capa?

—Claro, si quieres la usamos mañana de camino a Adivinación.

—Genial. ¿Qué harás con la Nimbus?

—Pues no sé. No sé dónde tirarla.

—Podríamos quemarla. En el campo de quidditch.

Harry la miró sorprendido, pues parecía que no se le había ocurrido aquella opción, pero aceptó.

—¿Te parece exagerado? —le preguntó el chico después de meditarlo.

—No sé... Si tú quieres hacerlo, no —respondió Enllunada mientras caminaba a paso ligero con el pequeño libro bajo el brazo—. Es importante despedirse.

El recuerdo de su anya la arremetió mientras usaba aquellas palabras, pues la manera brusca en la que la separaron de ella aún le anegaba los ojos a menudo. Aunque la niña seguía intentando pensar en Joana sin sentirse desgraciada, le costaba. Durante mucho tiempo apenas había hablado de ella. Llegó a un punto que se comportaba como si nunca hubiera existido, como si todo lo ocurrido antes de que la encontrara Remus hubiera sido un sueño. Pero Lyall, el único que intentaba hablar sobre lo ocurrido con la niña, le hizo caer en cuenta que poco a poco estaba olvidando la voz de su anya, el olor... Y Enllunada no pensaba dejar que aquello ocurriera, así que volvió a hablar de Joana; con su nagyapa, con Remus, con quien fuera. De manera natural, aunque le doliese.

—Necesario —añadió.

—¿Me acompañarás?

Enllunada giró el rostro hacia Harry y asintió con una sonrisa.
Llegaron a las grandes puertas dobles de roble del Gran Comedor, donde la luz del centenar de velas que flotaban en el cielo gris del interior de la sala les iluminó. Un montón de aromas de comidas suculentas les dio la bienvenida y ambos gryffindors no tardaron en unirse a los suyos en la mesa alargada de su casa.

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ᵀʳᵃᵈᵘᶜᶜᶤᵒᶰᵉˢ ᵈᵉˡ ᵐᵃᵍʸᵃʳ:
Apa: padre.
Erdély: Transilvania.
Cigány: zíngara.
Anya: madre.
Nagyapa: abuelo.

***El OneShot de Alabama Barbrow se encuentra disponible en mi perfil (Zorra__Literaria).

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