
──── 050.
Un resplandor rojo y dorado irrumpió por el techo encantado del Gran Comedor, al mismo tiempo que una porción del deslumbrante disco solar aparecía sobre la ventana más cercana. La luz les dio en la cara a los dos combatientes, y de pronto la de Voldemort se convirtió en una mancha llameante.
El Señor Tenebroso chilló con aquella voz tan aguda, y Harry también gritó, encomendándose a los cielos y apuntándolo con la varita de Draco:
—¡Avada Kedavra!
—¡Expelliarmus!
El estallido retumbó como un cañonazo, y las llamas doradas que surgieron entre ambos contendientes, en el mismo centro del círculo que estaban describiendo, marcaron el punto de colisión de los hechizos. La Varita de Saúco saltaba por los aires, girando sobre sí misma hacia el techo encantado como antes la cabeza de Nagini, y dando vueltas en el aire retornaba hacia su dueño, al que no mataría porque por fin había tomado plena posesión de ella. Harry, con la infalible destreza del buscador de quidditch, la atrapó con la mano libre, al mismo tiempo que Voldemort caía hacia atrás, con los brazos extendidos y aquellos ojos rojos de delgadas pupilas vueltos hacia dentro. Tom Ryddle cayó en el suelo con prosaica irrevocabilidad, el cuerpo flojo y encogido, las blancas manos vacías, la cara de serpiente inexpresiva y sin conciencia. Voldemort estaba muerto, lo había matado su propia maldición al rebotar, y Harry se quedó allí inmóvil con las dos varitas en la mano, contemplando el cadáver de su enemigo.
Hubo un estremecedor instante de silencio en el cual la conmoción de lo ocurrido quedó en suspenso. Y entonces el disturbio se desató alrededor de Harry: los gritos, los vítores y los bramidos de los espectadores hendieron el aire. El implacable sol del nuevo día brillaba ya en las ventanas cuando todos se abalanzaron sobre el muchacho. Los primeros en llegar a su lado fuimos Ron, Hermione y yo, y fueron nuestros brazos los que lo apretujaron, nuestros gritos incomprensibles los que lo ensordecieron. Enseguida llegaron Ginny Neville y Luna, y a continuación los Weasley y Hagrid, y Kingsley, y McGonagall, y Flitwick, y Sprout...
El sol fue ascendiendo por el cielo de Hogwarts y el Gran Comedor se llenó de luz y de vida. Finalmente, nuestra mayor amenaza había desaparecido.
—Draco —dije su nombre cuando me alejé de la multitud y me acerqué a él. Malfoy se encontraba alejado, mirando fijamente como los demás felicitaban y abrazaban a Harry.
—Todo se acabó —suspiró con alivio al momento en que fijaba su mirada en mí y me extendía su mano para que la sostuviera—. Sobrevivimos.
—Lo hicimos —dije. Formé una diminuta sonrisa, sostuve su mano y me posicioné a su lado—. ¿Qué sucede? —pregunté al notar que me miraba fijamente con inquietud.
—Solo intento guardar en mi memoria tu rostro —respondió—. Es posible que mi familia y yo terminemos en Azkaban. Así que, tal vez, no podremos volver a vernos por un largo tiempo...
—No vas a ser enviado a Azkaban —dije firmemente y entrelacé nuestros dedos—. Las cosas que Voldemort te hizo hacer han sido bajo su amenaza. Además, hoy demostraste que estás de nuestro lado.
Malfoy juntó nuestras frentes y cerró sus ojos para decir:
—Tú eres alguien muy especial.
Pensaba mencionarle algo, pero en ese momento, alguien lo llamó y captó por completo nuestra atención. Narcisa y Lucius se encontraban al otro extremo, ambos completamente inquietados y perturbados.
—Todavía hay cosas que se deben solucionar —dije, captando nuevamente la atención de Draco—. Anda con ellos. Deben de tener muchas cosas de las que hablar.
—No quiero dejarte.
—Todo estará bien —dije mirándolo fijamente—. Volveremos a vernos. Ya no habrá razón para que nos mantengamos separados.
Malfoy se quedó en silencio. Él pensó lo que debería hacer y cuando obtuvo la respuesta, suspiró y me miró con una diminuta sonrisa.
—Te escribiré. Así que, no me extrañes demasiado.
—Tú tampoco me extrañes demasiado.
Draco soltó mi mano, me abrazó suavemente y me susurró que volvería. Entonces, antes de que él comenzara a alejarse, me besó y me dejó ver sus encantadores ojos que ahora obtenían un pequeño brillo. El joven se acercó hasta donde sus padres lo estaban esperando, mientras que yo me mantuve en mi sitio hasta que ellos desaparecieron; luego me alejé y me dirigí hacia donde mi pequeño amigo se encontraba descansando para así llevarlo de regreso a casa.
El frío comenzó a hacerse presente cuando la brisa del viento movió mi cabello y tocó suavemente mi rostro, pero aun así, no me moví de mi lugar. Junté mis manos, cerré mis ojos y comencé a pronunciar unas pequeñas palabras hacia la tumba de mi adorado y encantador amigo; Sky.
—Te agradezco que te convirtieras en mi amigo y que me hicieras sonreír cuando no me sentía bien, pero por, sobre todo, te agradezco por salvarme la vida —dije suavemente—. Gracias por todo, Sky. Espero que en otra vida vuelvas a ser mi mejor amigo y me acompañes en nuevas aventuras.
Formé una pequeña sonrisa, dejé una pequeña flor en su tumba y comencé a volver a casa, donde mis abuelos y Rolf se encontraban esperando. Caminé solo unos minutos, pues la tumba de Sky se encontraba en el mismo recinto donde nació, creció y se divirtió.
Llegué a la puerta de mi casa, me quité el abrigo y los zapatos con mucho cuidado. Entonces, logré oír un estruendo y el grito de Rolf provenir del comedor, inmediatamente, corrí hacia allí y alcé mi varita para proteger a mi hermano de quien sea que haya llegado.
—¿Draco? —dije desconcertada.
Malfoy se encontraba tumbado cerca de la chimenea, mientras que Rolf lo apuntaba con su varita.
—Demonios. Eso me ha dolido —se quejó.
—Lo lamento. Entré en pánico —dijo Rolf, y guardó su varita para luego ayudar a Draco—. Tal vez se te forme un chichón en la cabeza, pero se irá en unos días.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté cuando me acerqué a él—. No me malinterpretes. Me alegra que estés aquí, pero me sorprende.
—Sucedieron unas cosas en casa —suspiró—. Lo único que quería era salir de allí e irme hasta donde tú estuvieras.
Formé una diminuta sonrisa y lo abracé fuertemente para entregarle todo mi cariño. Malfoy me correspondió a la brevedad, pero se separó cuando escuchó la voz de mis abuelos.
—¿Qué fue todo ese alboroto? —preguntó mi abuela, quien miró la habitación y luego fijó su vista en nosotros—. Oh, ¿tenemos un invitado?
—Sí —asentí—. Él es Malfoy, Draco Malfoy.
—Es un gusto —dijo Draco con un toque de nervios—. Lamento irrumpir en vuestro hogar sin avisar. Es solo que quería ver a Ainara...
—No te preocupes —dijo mi abuelo y lo miró fijamente con una pequeña sonrisa—. ¿Deseas acompañarnos a cenar?
—Me encantaría.
He podido notar el brillo en los ojos de Draco y eso sin duda alguna me hizo sentir feliz, pues cuando llegó se veía decaído y angustiado.
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