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──── 017.

Caminé por el pasillo del tren hasta el último vagón, donde pude encontrarme a Neville Longbottom; tenía la cara cubierta de sudor por el esfuerzo de tirar de su baúl por el pasillo mientras con la otra mano sujetaba a su sapo, Trevor.

—¿Necesitas ayuda? —pregunté, haciendo que se asustara por un momento—. Lo lamento. No era mi intención asustarte.

—Hola... —saludó, jadeando—. El tren va lleno... no encuentro asiento...

—¿Qué hay de este? —pregunté por el compartimiento que se encontraba detrás de él—. Solo hay una chica de Ravenclaw. Podríamos pedirle quedarnos con ella.

Neville dudó un segundo, pero luego asintió. Entonces, me entregó a su sapo Trevor; quien se mantuvo quieto en mis brazos y que sorprendió al chico de Gryffindor.

—Hola —saludé a la chica de Ravenclaw que se encontraba sentada junto a la ventana—. ¿Te importa que nos quedemos aquí?

La chica levantó la cabeza y pude darme cuenta de que se trataba de la chica que Rolf se había quedado mirando en nuestro final de cuarto curso. Ella llevaba un collar hecho con corchos de cerveza de mantequilla y leía la revista del quisquilloso al revés.

Primero miró a Neville y luego a mí, y a continuación asintió para darnos su aprobación de quedarnos en el compartimiento.

Neville ingresó primero su baúl y luego me ayudó con el mío para así finalmente recuperar a Trevor, quien no quería dejar de estar conmigo.

—Trevor nunca se había comportado tan tranquilo —dijo Neville, sosteniendo a su sapo—. Eres sorprendente con las criaturas mágicas y no mágicas.

Sonreí de manera tímida. No estaba acostumbrada a los cumplidos.

—Scamander —dijo la chica de Ravenclaw por lo que la he mirado—. Eres la hermana de Rolf, ¿no? He oído algunas cosas de ti por parte de él.

—Sí. Rolf es mi hermano pequeño —dije, sonriente—. ¿Tú eres?

—Luna Lovegood —dijo, con un tono de voz soñador. Luego dirigió sus ojos claros hacia Neville—. No sé quién eres.

—No soy nadie —se apresuró a decir Neville.

—Él es Neville Longbottom. Va en mi curso y es mi amigo.

Pude notar que la expresión de Neville se alegró cuando le he llamado amigo. Luna simplemente sonrió y levantó su revista, lo bastante alto para ocultar su rostro.

El tren avanzaba traqueteando a través del campo. Hacía un día extraño, un tanto inestable.

Mis ojos comenzaron a cerrarse poco a poco debido a que me encontraba cansada, ya que el día anterior me la había pasado toda la noche despierta compartiendo con Sky y sus hermanos.

Cuando desperté me he sorprendido de ver a Harry. Él se encontraba sentado a mi lado mientras yo mantenía mi cabeza apoyada a su hombro, y frente a él se encontraban Hermione y Ron.

—Ya estamos por llegar —dijo Hermione, sonriéndome.

Pude ver a Ron y Hermione engancharse unas insignias de prefectos en sus túnicas y a continuación, el tren comenzó a disminuir la marcha y oímos el habitual alboroto por el pasillo, pues todos se habían colocado en pie para recoger su equipaje y a sus mascotas.

Ron y Hermione tenían que supervisar que hubiera orden por lo que han salido del compartimiento, mientras nos encargaban el cuidado de Crookshanks y Pigwidgeon.

—Yo puedo llevar esa lechuza, si quieres —le dijo Luna a Harry, señalando la jaula de Pigwidgeon mientras Neville se guardaba a Trevor con cuidado en un bolsillo interior.

—¡Ah, gracias! —contestó Harry, quien le pasó la jaula de Pigwidgeon y así poder sujetar a su lechuza Hedwig.

—Yo llevaré a Crookshanks —dije, mirando al gato de Hermione.

Me acerqué al gato y este no tardó en realizar ligeros ronroneos para luego acomodarse en mis brazos. Salí del compartimiento y lentamente fui avanzando hacia las puertas.

Bajé del andén y miré a mi alrededor esperando encontrarme con Draco, pero no pude verlo en ninguna parte por lo que he suspirado.

Comencé a acercarme a los carruajes sin caballos que cada año llevaba a los alumnos que no eran de primer curso.

Había logrado escuchar la voz de Malfoy y al alzar mi mirada he podido verlo con Crabbe, Goyle y Pansy. Los tres apartaban a unos alumnos de segundo de aspecto tímido para que así ellos se pudieran montar en el carruaje.

—Malfoy se ha portado mal con un alumno de primero. Pienso informar de esto, solo hace tres minutos que se ha puesto la insignia y ya está utilizándola para intimidar a la gente —dijo Hermione, mientras se acercaba junto a Harry y Ron—. Gracias por traer a Crookshanks, Ainara.

—No hay de que —dije, volviendo mi mirada hacia donde se encontraba Draco y en eso he podido verlo mirándome fijamente.

Él me dedicó una sonrisa, mientras se alejaba en el carruaje con los otros de Slytherin.

Caminaba tranquilamente por un pasillo cuando he sentido como alguien sostenía fuertemente mi muñeca y me arrastraba a un salón cercano.

Quería mencionar algo, pero esa persona me calló de un beso y no pude evitar sentir felicidad al tener nuevamente los labios de Malfoy sobre los míos.

—¿Qué tal tus vacaciones? —preguntó, sonriendo cuando ha cortado el beso—. ¿Grandiosas como yo?

Solté una risa al oír su arrogancia.

—Bien. La mayoría del tiempo me la pasé cuidando a las criaturas de mi abuelo —dije—. ¿Qué tal las tuyas?

—Diría que lo único bueno de mis vacaciones fue mi encuentro contigo.

La sonrisa de Draco comenzó a esfumarse poco a poco por lo que comenzó a preocuparme. Me acerqué a él colocando mis manos en su rostro y él al sentir mi contacto me ha mirado fijamente a los ojos.

—¿Sucedió algo?

Draco pareció dudarlo un momento, pero luego dijo:

—Solo unos problemas en casa.

—Entiendo —dije, acariciando sus mejillas—. Si necesitas hablar puedes contar conmigo. No tengo problemas en escucharte.

Nuevamente en el rostro del chico se formó una sonrisa, lo cual me hizo sentir mucho mejor, ya que me gustaba verlo sonreír.

En ese instante hemos oído la voz de la profesora McGonagall regañando a unos estudiantes de que era momento de irse a la cama.

—Ya deberíamos de irnos —dije.

—Podríamos quedarnos un poco más de tiempo aquí —dijo, acercando su rostro al mío con las intenciones de besarme—. No creo que se den cuenta de que todavía no hemos ido a la cama.

—¿Y si nos atrapan? —pregunté con una sonrisa—. Ahora eres prefecto. Deberías de poner orden.

—Podría decir que estoy realizando un castigo.

Solté una risa al oírlo. Entonces, él atrapó mis labios en un feroz beso que me hizo estremecer.

—¿Qué clase de castigo es este? —pregunté entre besos.

—Un castigo que solamente te daría a ti —dijo, sonriendo con arrogancia—. Siéntete afortunada.

Aquella noche había regresado bien tarde a mi habitación, ya que Draco no me dejó ir hasta que él estuviera satisfecho con sus besos y unas cuantas caricias. 

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