4. Hurt
Jean osciló la mirada de Sean a Otabek y viceversa, había algo que no les estaba diciendo y estaba nervioso porque les tenía que contar tarde o temprano. Suspiró de forma audible y se acercó a la camilla, sentándose en la orilla.
—Jean, si viniste —el niño sonrió, se le veían los ojos hundidos ya por las enormes ojeras, su pijama de gatos le hacía ver aún más adorable.
—Es Navidad, prometí pasarla con ustedes.
—Pero, ¿y tú madre?
—Vendrá más tarde —le sonrió levemente a Otabek—. Traje regalos —sacó de su mochila dos cajas Bien envueltas y se las pasó a cada uno.
—Oh, yo no tengo un regalo para ti —murmuró apenado el pequeño, bajando la mirada.
—Si te gusta ese regalo será suficiente para mi.
Sonrió de nuevo, cada vez que esbozaba esa preciosa sonrisa sólo lograba que se viera más cansado de lo que estaba antes, era increíble como es que había empeorado tanto en casi dos meses.
Sean comenzó a quitar la envoltura con cuidado casi irreal, Jean pensó que en su niñez lanzaba la envoltura lejos y sin real cuidado. Cuando la caja se abrió, los ojos brillantes del pequeño vieron al mayor, bajando la cabeza de nuevo para sacar el peluche.
—Se parece a Potya.
— ¿Te gusta?
—Me encanta —abrazo al gatito, cerrando los ojos, Potya ya no estaba con él pero ese peluche era casi idéntico y le hacía sentir como si aún estuviera ahí.
—Menos mal.
—Abre el tuyo, papá —apremió Sean, emocionado.
—Ya que estás más emocionado que yo, ¿quieres abrirlo tu? —preguntó divertido.
El niño asintió y sin soltar a su gatito, abrió el regalo de la misma manera que el otro. Otabek sacó un marco de plata con varios espacios para fotografías, había algunas de Sean que tenía en su celular y se sorprendió al encontrar una fotografía de Yuri, no pudo evitar soltar un suspiro, esa era de cuando se retiró por embarazo.
— ¡Es mamá! —dijo emocionado el pequeño.
—Encontré la foto en las cosas de mi madre, me dijo que estaba bien que se las trajera.
—Es muy bonito, gracias Jean —le regaló una sonrisa, viéndole a los ojos.
—No es nada —sonrió apenado, desviando la mirada, la sonrisa de Otabek siempre le tomaba desprevenido.
—Papá, ponla ahí —pidió Sean, señalando el mueble junto a la cama—. Así puedo ver a mamá antes de dormir —murmuró acomodándose mejor en la cama, le dolía un poco la espalda pero no quería decir nada.
—Pero ten cuidado, si la tiras puedes lastimarte.
—Tendré mucho cuidado, lo prometo.
Otabek beso la frente de su hijo y dejo el marco en el mueble, Sean se removió despacio para poder ver la fotografía. Le encantaba ver a su mamá, siempre había sido tan hermosa...y deseaba de todo corazón que pronto pudiera verla de frente, había escuchado a una enferma hablar sobre el cielo y él estaba seguro que su madre debía estar ahí...él esperaba poder llegar allá también, quería estar con ella para que no se sintiera sola.
Tocaron a la puerta y Nathalie abrió la puerta, llevaba un disfraz de Santa Claus que hizo a su hijo querer esconderse bajo la cama. Aunque agradecía que llevará su buen humor a esa habitación.
—Feliz Navidad —dijo alto, entrando con prisas para abrazar a Sean, Otabek y su hijo podían esperar un poco—. ¿Cómo te sientes hoy, cariño?
—Me duele un poco pero está bien.
—Bueno, te traje un par de regalos que espero te animen y un poco de pudín de chocolate, pero debes prometerme que trataras de comerlo.
—Lo prometo.
—Gracias, cariño —besó su frente y le acaricio sus cabellos.
Sean abrió los regalos con la misma delicadeza de antes, la verdad es que estaba tan cansado que aunque la emoción era mucha -o la más que podía tener- no podía mover las manos muy rápido, y si le había pedido el marco a su padre pero seguramente no podría ni levantarlo.
Los regalos eran una pijama nueva y otro peluche, un oso que usaba un traje muy formal. Sean se sentía muy contento, le encantaba todo eso y pensó que a su padre le haría compañía cuando él ya no estuviera.
—Es hora de cenar, Sean —dijo Otabek acercándole la bandeja que una enfermera le había llevado.
— ¿Puedo comer solo el pudín?
—Un poco de fruta también, por favor.
Hizo una mueca y asintió, obediente, tenía que comer bien esa noche. Era muy importante.
Se enderezó un poco y comenzó a comer, muy despacio para poder tragarlo porque sentía que todo le daba nauseas.
El doctor toco la puerta y tanto Otabek como Jean salieron para hablar con él. La cara que traía no le auguraba nada bueno.
—Me temo que tengo malas noticias —murmuró, pegando el portapapeles a su pecho—. Los resultados de los últimos exámenes que le hicimos a Sean demuestran que la enfermedad ha avanzado bastante en este tiempo y la quimioterapia no le hizo nada.
Beka bajo la mirada, haciendo una mueca, completamente pensativo.
— ¿Qué hay de un transplante? —sugirió Jean, algo ansioso—. Yo puedo hacer el examen de compatibilidad, mi sangre y la suya son del mismo tipo.
—Me temo que eso no funcionará, Sean está muy débil para soportar la operación.
— ¿Cuánto tiempo le queda? —preguntó Beka de repente.
—Un día o dos, tal vez horas.
Tomó aire muy despacio y lo soltó de la misma manera en un gran suspiro.
—Gracias, doctor.
El mayor asintió y con real pena en la cara posó una mano en el hombro de Otabek.
—Lo lamento —murmuró antes de irse.
Tomó aire de nueva cuenta, le dedicó una mirada a Jean y le dedico una sonrisa forzada, volviendo a entrar. Leroy estaba confundido, molesto también, no podía creer lo fácil que Beka lo había aceptado.
Entro tras él y trató de decirle algo pero su madre le indicó con la cabeza que no lo hiciera.
—Sean —tomó su mano y acaricio su carita—. ¿Recuerdas todas las historias sobre tu madre?
—Ella nunca se rendía, siempre ganaba.
—Así es —murmuró dedicándole una sonrisa paternal—, pero también sabía cuando era tiempo de rendirse, sabía cuando algo le dañaba y lo dejaba ir.
El pequeño rubio estiró una mano y acaricio la mejilla de su padre.
—Rendirse está bien a veces, dejar las cosas ir para sentirte mejor —pasó una mano por sus cabellos—. Sé que estás haciendo un gran esfuerzo, para quedarte esta noche conmigo —su voz sonaba cada vez más baja—, pero si quieres dejarlo ir, hazlo, bebé.
Sean sonrió, sus ojos estaban llenos de lágrimas que no quería soltar, pero sabía que su papá no le diría nada por llorar.
—Te amo y estoy muy orgulloso de ti —le abrazo y cerró los ojos.
El cuerpo de Sean era delgado y pequeño, su respiración era cada vez más pausada, Otabek no dijo nada mientras sentía la vida irse del cuerpo de su única familia.
Hey y'all!
No me peguen! Ustedes sabían que esto pasaría! *huye*
Gracias por leer, votar y comentar!
Lof, smooches y galletitas
Rave (◡‿◡✿)
Deje sus lágrimas aquí ⬇️(?)
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