
Capítulo 10. Una Oportunidad
No editado.
Después de que Maddox se fuera del hospital no pude descansar. Casi todos mis compañeros vinieron a visitarme y a ninguno se le olvidó preguntar por mi bebé. Me habría gustado esconderlo hasta que fuera notoria, pero la noticia había corrido y ya estaban enterados.
Entre visita y visita mientras me daban el alta, en vez de dormir, busqué la antigua entrevista de Maddox y leí varios artículos acerca de su niñez. Entre más leía, más pena sentía por él y mis ganas de llamarlo para decirle que no me interpondría entre él y su hijo también fueron aumentando más y más.
Antes de terminar en el orfanato, su familia tenía mucho dinero. Su papá era un abogado afluente y su mamá trabajaba como subgerente de una multinacional. Los primeros diez años de su vida fueron felices y plenos, pero un nueve de noviembre en un intento de robo, tres enmascarados entraron a su casa y terminaron asesinando a su madre frente a sus ojos.
Al enterarse de la muerte de su esposa, el papá de Maddox se sumió en una depresión que lo llevó a la ruina. Según lo que contó Maddox, sus recuerdos de aquel entonces no eran muy claros y no estaba seguro de si lo primero que perdieron fue la casa o la firma de abogados de su papá. Tampoco sabía si vino primero el alcoholismo o el abuso de drogas por parte de su progenitor, quien poco a poco se fue desentendiendo de su rol parental.
Dos años más tarde, Maddox había tenido que aprender a valerse por sí mismo, y una mañana, al llegar a casa de clases encontró a la policía tocando la puerta. Ese mismo día se llevaron a su padre preso y en vista de que no tenía más familiares que estuvieran dispuestos a hacerse cargo de él, lo llevaron al orfanato que lo vio crecer hasta los dieciocho.
Quise seguir leyendo más acerca de cómo consiguió pasar de no tener nada a tenerlo todo, pero sentía que estaba fisgoneando. El que su vida, sus sufrimientos y penas más grandes estuvieran regados por el internet y al alcance de todo el que quisiera leerlo debía ser horrible.
Tenía la esperanza de que con el tiempo, por el bien de nuestro hijo, Maddox y yo pudiéramos llegar a entablar algún tipo de amistad. De ser así, me gustaría darle la oportunidad de contarme sus miedos y logros más grandes por sí mismo. Sabía que era lo correcto.
· · · · · · · · ❲✰❳· · · · · · · ·
La mañana siguiente, después de desayunar y aguantar las náuseas, lo primero que hice fue mandarle un mensaje a Madddox.
No quería sonar muy insistente, pero necesitaba verlo para hablar y cuando no me contestó el primer mensaje, le envié otro, y luego otro.
Me obligué a darle tiempo para que respondiera y me distraje anotando algunas cosas que quería hablar con él cuando nos viéramos.
Ya tenía varias páginas escritas cuando mi celular vibró. Lo busqué tan rápido como pude, pero me desilusioné cuando vi el nombre de mi mejor amiga en la pantalla.
Le envié un mensaje rápido a mi amiga y volví a abrir el chat con Maddox. Comencé a redactar un mensaje, pero no estaba haciendo más que reclamarle por no haberme contestado en todo el día. Sabía que era una persona ocupada y no merecía ser el receptor de mi ira.
Solté un suspiro pesado, borré el mensaje y abrí su contacto tanteando la idea de llamarlo. Mantuve mi dedo sobre el icono del teléfono, pero no tuve tiempo de decidir porque entró una llamada.
Era Maddox.
Me sentí como una niña pequeña que llevaba mucho tiempo pidiendo algo y una sonrisa se plasmó en mi rostro. Dejé que algunos segundos pasaran y contesté.
—¿Aló? —Fingí desinterés.
Percibí varios ruidos al otro lado de la línea y enderecé mi postura al reconocer la voz de Maddox pidiéndole a alguien un minuto mientras terminaba la llamada.
—Aella. ¿Cómo estás? Pasé todo el día en un evento de un patrocinador y no tuve tiempo para ver el móvil, siento no haber contestado antes —sonaba apurado y su tono era apologético.
Mordisqueé la uña de mi dedo índice y pensé muy bien en qué decir.
Al comienzo saber quién era no me intimidó, pero ahora que sabía que estaba sacando tiempo de su agenda para hablarme y después de hurgar en su pasado sin su permiso, me sentía diferente. Nerviosa.
Aclaré la garganta e inspiré profundo, me armé de valor y me recordé que debía mantenerme calmada. No me podía dejar influenciar por su fama ni mucho menos debía dejar que lo que ocurrió en su pasado tuviera tanto peso para afectarme.
—No pasa nada. Creí que no te habían llegado los mensajes. De hecho, estaba a punto de llamarte cuando recibí tu llamada.
Más voces se filtraron por el celular pegado a mi oído y Maddox dejó salir una maldición cuando alguien más lo llamó.
–Sí, los recibí pero hasta ahora los veo. Escucha, Aella ahora no tengo tiempo, pero me gustaría verte. —Otro llamado más resonó y decidí que no debía tomármelo personal.
Maddox me estaba diciendo que no había tenido tiempo y era más que evidente que estaba siendo honesto. Mi ira por su ausencia menguó y en su lugar los nervios aumentaron.
—Lo entiendo —había imaginado una conversación más larga en la que discutieramos donde y cuando vernos, pero en vista de que cada cinco segundos alguien decía su nombre, me tomé la libertad de escoger—. ¿Te parece si nos vemos en el Starbucks que queda a dos manzanas de tu edifico? Dime a qué hora te queda bien.
Silencio.
Un segundo más tarde, su voz volvió a sonar por el parlante de mi móvil—. Perdona, alguien me estaba hablando. ¿Puedes repetir lo que dijiste?
Volví a decirlo.
Él solo se rió.
—Se te olvida que apenas y puedo ir al baño sin que me fotografíen. No quiero que nadie escuche, no cuando aún no he hecho el anuncio oficial. Mejor ven a mi casa —volvió a ser interrumpido y un tic en mi ojo izquierdo anunció que estaba perdiendo la paciencia.
Si así era en temporada de descanso, no me quería imaginar la locura que debía ser su vida cuando tenía que viajar de un polo al otro para los partidos. Una sensación desagradable se asentó en mi pecho al imaginar el escaso tiempo que podría pasar con el bebé en cuanto naciera.
—¿Te queda bien a las 7 de la noche mañana?
No, no me quedaba bien. A esa hora estaría de turno y no me podía dar el lujo de pedir cambio. No cuando ya había pedido tres días libres en menos de un mes debido a los malestares.
—La verdad es que no. ¿No puedes hoy? —Aún sin saber su respuesta, me levanté del sofá y caminé hasta mi habitación para buscar algo que ponerme.
—Estoy en Madrid, pero mi vuelo llega pasadas las siete de la noche, ¿prefieres que pase por tu casa? No quiero que salgas sola tan tarde —su tono de voz indicaba que tenía prisa, pero sus palabras trajeron consigo un diminuto revoloteo dentro de mi pecho.
—Eso suena mejor. Te espero.
—Nos vemos.
Colgó.
Si no fuera por el hecho de que se tomó el tiempo de enunciar su preocupación por mí, habría estado convencida de que nuestra llamada había sido una inconveniencia a la que tuvo que poner atención simplemente porque ya estaba dentro de su agenda.
· · · · · · · · ❲✰❳· · · · · · · ·
El sueño estaba por ganarme. La taza de té que sostenía entre mis manos se había enfriado y el líquido ámbar atrapado en sus confines ya no llamaba mi atención. Lo único que quería hacer era meterme a mi cama, pero Maddox me había enviado un mensaje.
Su vuelo se había retrasado casi una hora y hacía tan solo cinco minutos habían aterrizado. Si no se encontraba con más percances con suerte llegaría antes de las diez.
Mis ojos ardían y la cabeza me dolía con intensidad. Opté por pararme de la barra de la cocina e ir hacía el lavaplatos para regar lo que quedaba de mi bebida.
Si el té hubiese estado caliente me habría quemado porque cuando el timbre sonó me llevé un buen susto y la taza cayó al lavaplatos haciendo que el té se derramara sobre mis manos y gran parte de mi blusa.
Arranqué una tira de papel de cocina y sequé mis manos mientras me encaminaba a la puerta. Intenté absorber la mayor cantidad de líquido de la camisa, pero era blanca y para remediar el daño necesitaría una visita a la lavandería.
—¿Aella? —La voz de Maddox irrumpió el silencio.
Aceleré el paso al notar la preocupación en su tono y abrí la puerta, dejándolo pasar.
Me aferré al pomo y al rollo de papel que tenía en la mano para abstenerme de darle un abrazo. Sonaba extraño, lo sabía. Ya habíamos compartido fluidos corporales, pero algo tan sencillo como un abrazo con ese hombre me paralizaba.
Sin embargo, él parecía pensar algo completamente distinto. Mis ojos apenas se pudieron enfocar en su rostro cuando una de sus manos se asentó en mi hombro y de repente me estaba dando un beso en la mejilla.
Lo intenté, pero no pude evitar retroceder ante el contacto consiguiendo que su postura también se tensara.
—Lo siento. Llevaba tiempo queriendo verte, no sabía que te incomodaría. —Se alejó, pero aún estábamos lo suficientemente cerca como para que pudiera asegurar que el ligero tono rosáceo que tomaron sus mejillas no era producto de mi imaginación.
—No pasa nada. Solo me tomaste por sorpresa —el sonido que indicaba que el elevador estaba a punto de abrirse en mi piso me hizo tomarlo del antebrazo para guiarlo a que entrara antes de cerrar la puerta con premura—. No quiero que nadie te vea. Estoy segura de que mis vecinos son unos cotillas y no pasarían ni diez minutos antes de que tuviéramos a la prensa tocando el timbre.
El único indicio de que me había escuchado fue un asentimiento de cabeza, pues su atención estaba por todo el lugar. Su mirada se enfocó en los dispendiosos cuadros que decoraban las paredes del departamento y luego se centró en la cocina.
—¿Aella? —Desde el otro lado del departamento se alcanzó a escuchar la voz de Iker segundos antes de que emergiera del pasillo que daba a las habitaciones.
Rápidamente me paré frente a Maddox, pero mi intento de esconderlo fue en vano. Era imposible esconder a un hombre que me superaba en estatura por más de un puñado de centímetros.
—Pedazo de mierd...—La mirada que le dediqué debió hacer efecto, pues mi primo dejó de hablar casi que de inmediato.
—¿Tienes un novio? —La pregunta de Maddox dio por terminada la batalla de miradas que se libraba entre Iker y yo.
—Joder. Tienes novio y vives con él. Embaracé a alguien con pareja. —Se pasó una mano por el cabello y dio varios pasos hacía atrás mientras yo lo observaba incapaz de decir algo.
Mi boca se abrió y se cerró un par de veces. No contaba con que mi primo saliera de su cuarto y tampoco me había acordado de decirle que Maddox iba a venir así que tampoco lo culpaba por actuar de ese modo, pero el que Maddox asumiera que era mi novio si que me dejó con la mente en blanco.
—Es mi prima, gilipollas. ¿No se nota que somos prácticamente iguales? —La intervención de Iker fue lo único que logró sacarme de mi estupor.
—Él es mi primo Iker. —Miré a Maddox, pero él aún nos observaba un tanto atónito. Sus ojos se centraron en los míos por un breve instante y luego se enfocaron en Iker, detallando su rostro.
Lo que dijo mi primo fue completamente cierto, sus ojos eran del mismo color que los míos, su cabello era un tanto más claro, y nuestra tez blanquecina estaba recubierta por un centenar de pecas. En más de una ocasión nos habían preguntado si éramos hermanos.
—Vaya forma de conocer a tu jugador favorito. ¡Apenas me vio y se quedó mudo! —La queja proveniente de mi primo apenas fue un susurro, pero evocó la más pequeña de las risas que no pude acallar.
Maddox se cruzó de brazos y frunció el entrecejo al ver que nos estábamos burlando, no tan sutilmente, de él.
—No sabía que vivías con él. —Su mirada acusatoria se clavó en mí.
Me estremecí bajo su escrutinio. Desde que lo conocí noté que tenía un aire de superioridad, pero jamás imaginé que me pudiera hacer doblegar con tanta facilidad.
—Se me pasó decirte. Lo siento. —Me encogí de hombros.
—Vale —dijo.
—Vale —repetí.
—Bueno, mejor me voy —anunció Iker a nuestras espaldas.
Le dediqué una sonrisa y él me guiñó un ojo antes de centrarse en Maddox.
Su expresión se tornó seria—. Si ella me dice que le hizo daño, está acabado —aseveró antes de devolverse por donde llegó.
La tensión que dejó la partida de Iker era casi palpable. Maddox lucía incómodo y yo sentía que estaba a segundos de echarme a llorar por el dolor de cabeza.
—No sabía que iba a salir de su habitación. Iker casi siempre está fuera a esta hora...
—Ya te dije que no hay problema. Sí, me habría gustado saber de su existencia antes, pero qué más da. Lo conocí y es lo que importa.
Fui incapaz de responderle. Sus palabras no eran groseras, pero tampoco destilaban amabilidad y no supe como responder ante el cambio de su actitud en comparación a la que tenía cuando llegó.
—Ven. Vamos a la sala. —No esperé a que me siguiera. Simplemente me di media vuelta y caminé hasta el sofá en el cual había dejado mi móvil.
El sonido de sus pasos fueron la única señal de que estábamos caminando a la par.
—Bueno, hay mucho de lo que quiero hablar. —Tomé asiento y lo observé hacer lo mismo en el sillón perpendicular a mí—. Antes de empezar, ¿quieres algo de tomar?
Maddox cruzó una pierna sobre la otra, sacó el teléfono de su bolsillo y lo apagó antes de contestarme—, no es necesario. Acabamos de comer en el avión.
Su expresión se mantuvo serena y me desconcertó la indiferencia con la que había comenzado a tratarme de repente. ¿Primero me abrazaba, decía que llevaba tiempo esperando verme y luego era incapaz de sostenerme la mirada? No entendía nada, pero sabía que podía actuar al respecto; si él quería hacerse el desinteresado, yo me haría escuchar.
—Las cosas van a hacerse a mi modo. No quiero tener que repetir, así que dejé todo por escrito en un documento que te enviaré por texto. Hay cosas no negociables, pero podemos llegar a algún acuerdo si lo crees necesario.— Lo último que necesitaba era tener una mala relación con Maddox, si íbamos a hacer las cosas juntos las haríamos bien y por más que me costara, estaba dispuesta a ceder a sus peticiones.
En vista de que Maddox aún no decía nada, decidí elaborar algunos de los puntos que más me importaban.— Ambos tenemos agendas apretadas, pero estoy segura de que podemos sacar tiempo al menos una vez a la semana para hablarnos o vernos. Me gustaría, si así lo quieres, que me acompañes a todos los controles y claro que al parto. También pensaba que después de que nazca podemos turnarnos, o si prefieres, puedes tomar la licencia de paternidad y no tendría problema con que te quedes en mi habitación de huéspedes.
Puse ambas manos sobre mis muslos y lo observé. Su rostro no delataba nada, pero su postura seguía erguida y tensa, se mantuvo prácticamente inmóvil. Sabía que estaba pidiendo muchas cosas y por eso le estaba dando opciones.
Al cabo de un rato, habló,— estás hablando de nuestro bebé como si estuviéramos en medio de una negociación. —Se inclinó hacía mí y su mirada no se me despegó—. Aella, vine a hablar de nuestro futuro, a discutirlo como las dos personas sensatas y comunicativas que sé que somos, no a escuchar lo que tú quieres hacer.
Tuve que morderme la lengua. Quise gritarle, estuve a punto de decirle que hasta el momento había estado asumiendo todo sola y eso me hacía creer que tenía derecho a pedirle cosas, pero la verdad era que no. Por más que me quisiera convencer a mí misma, debía reconocer que lo mejor era hablar, no demandar.
Inspiré con profundidad y cerré los ojos momentáneamente antes de responder,— lo siento —mi voz apenas fue audible—. Estoy acostumbrada a hacer las cosas sola. A veces me cuesta entender que no siempre tengo la última palabra.
La primera sonrisa genuina del día hizo presencia en el rostro de Maddox y toda la tensión abandonó mi cuerpo en un solo suspiro.
—Te entiendo y por eso mismo te voy a dar esto. —Su mano volvió a perderse en el bolsillo de sus jeans y después de rebuscar, sacó algo tan pequeño que fue capaz de dármelo con el puño cerrado.
Recibí lo que me pasó, abrí la mano y... Me atraganté con mi propia saliva.
—¿Llaves? —Cuestioné buscando su mirada.
—Sí. De mi Pent-House. De ser posible me gustaría que te mudes la próxima semana, pero estoy abierto a ajustarme a tu agenda.
La risa brotó de mí antes de que pudiera detenerla.
—¿Me estás pidiendo que me mude contigo? ¿¡En una semana!? —Mi voz se elevó y temí que Iker saliera corriendo de su cuarto al escucharme gritar, así que me obligué a bajar mi tono.
Quería creer que Maddox tenía un humor retorcido y me estaba haciendo una broma, pero la seriedad en su rostro indicaba lo contrario. Maddox Armstrong me estaba pidiendo que me mudara con él.
—Sí.
—No. —Me opuse dejando la llave sobre la mesa que nos separaba.
—¿Por? —preguntó inclinándose para tomar la llave de nuevo.
Me recordé que debía mantener la calma si quería evitar que Iker escuchara la discusión, pero su pregunta me puso iracunda.
—¡Pues porque a duras penas te conozco! Tengo mi propio departamento y no quiero dejarlo —esas eran unas de las mil razones, pero fue lo primero que se me vino a la cabeza en el momento.
—Y yo no quiero tener una repetición de lo que sucedió anteayer —repuso poniéndose de pie.
Me hundí en mi asiento al notar que comenzó a caminar hacía mí.
—No va a volver a pasar. Además, aquí está Iker, él no va a dejar que nada me pase.
Los nervios afloraron junto a la confusión cuando Maddox llegó hasta mí y se sentó a mi lado.
—¿Ah sí? ¿Y dónde estaba Iker cuando te encontré en el baño sangrando? —Su tono no fue brusco, pero la pregunta me hizo estremecer.
—Iker estaba trabajando —defendí.— No entiendo porque le estás dando tanta importancia a esto, si quieres podemos intentar hacer las visitas dos veces a la semana, pero me niego a mudarme contigo cuando no tengo razones para hacerlo.
La suavidad de su tacto me tomó por sorpresa cuando una de sus manos tomó las mías. Mis ojos se enfocaron en el movimiento y el destello de la llave fue lo único que pude percibir antes de que la volviera a dejar entre mis manos.
—¿Quieres razones? —preguntó mirándome.
De repente me di cuenta de que la calidez de sus manos seguía envolviendo las mías y su rostro estaba cerca. Más cerca que antes, tan cerca que podía sentir el roce de su respiración en mi mejilla.
—No puedo soportar pensar que estés sola acá. Cuando te desmayaste me sentí fuera de control y eso no puede volver a pasar. Me niego a volver a sentir lo que sentí ese día —su mirada se desvió de la mía y me dio la sensación de que no estaba hablando de mí. Como si se tratara de una estrella fugaz el recuerdo de lo que le pasó a su mamá cruzó mi mente y mi corazón se encogió dentro de mi pecho.
Le di tiempo para que siguiera hablando y lo hizo después de aclarar la garganta y dar un apretón a mis manos—. En mi edificio siempre hay alguien de mi círculo de seguridad personal. Así puedo saber que estás bien siempre. Además, no me quiero perder un minuto del embarazo y eso será difícil considerando nuestras carreras.
Más que sus palabras, la expresión en su rostro fue lo que sembró la posibilidad de ceder.
—No sé...
Sus ojos me suplicaron.
En ellos vi a un niño que presenció la más cruel de las escenas al ver cómo le quitaron la vida a su mamá y encontré al hombre que temía perder a alguien más. Supe que mi bebé, yo, o quizás los dos nos habíamos convertido en ese alguien más para Maddox y me fue imposible negarme.
—Sí.
Su rostro se iluminó y ese revoloteo en mi vientre se convirtió en una corriente eléctrica que me recorrió el cuerpo.
—Pero con una condición.
Maddox rodó los ojos y yo solté a reír.
—Tendré mi propio cuarto, ¿no?
—Me ofende que preguntes. Mi Pent-House tiene cuatro habitaciones además de la mía.
Mi pecho volvió a estrujarse. No por la sonrisa petulante que me ofreció, fue por el hecho de saber que Maddox Armstrong tenía cuatro habitaciones vacías.
—Para nada —repliqué devolviéndole la sonrisa.
Lo escuché cuando comenzó a hablar acerca de los planes de mudanza, pero no le puse atención. No pude concentrarme lo suficiente para intervenir en la conversación, porque mi cabeza estaba enfocada en el hombre que tenía al frente. Maddox era alguien que había crecido por sí mismo y a pesar de ser amado por tantos, seguía solo.
Hasta que lo encontré.
______
¡Un par de capítulos más (cuatro) y llegamos a la mitad del libro!
Les voy a confesar una cosa.
De los tres libros que he escrito, este es el que comencé a escribir con menos ganas. Pero por alguna razón, estos días este libro casi que se ha estado escribiendo por sí mismo jajaja. No sé cómo explicarlo mejor lol.
Espero que la creatividad me siga fluyendo porque tengo muchos proyectos más, y tengo mucha emoción de mostrarles toooodo.
Les agradezco por leer, y les mando muchos saluditos.
Con amor,
-Vale 💜
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro