28 de agosto de 2014
- Camille no entiendo para que me trajiste aquí. – dije mirando con una ceja enarcada a mi amiga que más parecía haber salido de una sesión de sexo salvaje con su cabello alborotado y sus labios rojos que de un spa. Bien podría haber hecho las dos cosas. De ella podría esperarse cualquier cosa.
En un intento de relajación aun recuerdo como mi mejor amiga se había decidido a despertarme a las 5 de la mañana y salir a correr para luego pasar el día en un spa y al parecer el final del tour de la relajación me había traído a un bar karaoke.
El ambiente era bastante agradable. Al fondo se podía escuchar Rehab de Rihanna y las personas se agrupaban en la barra y las mesas conversando y riendo mientras bebían jarras de cerveza.
- Te encantará aquí. – dijo Camille dando un saltito y dando incluso un par de aplausos como una niña emocionada. La comisura de mis labios se alzó y miré a nuestro alrededor por si alguien nos había visto. A Dios gracias que no había sido así. – Ven tengo que presentarte a alguien.
- ¿Tú nuevo novio? – dije dejándome ser arrastrada por mi amiga hacia la barra.
- Más quisiera... – me sonrió de manera ladeada y terminó. – Él.
Solté una carcajada sin poder contenerme. Camille Blake no era una chica fácil. Desde que la conocía que venía siendo desde que tengo uso de razón Cam siempre había sido una chica aparentemente reservada y tranquila con quienes no conocía pero cuando te dejaba entrar a su vida no podías negar que era una persona increíble por la que tus días amargos podían volverse en una marea de risa.
Con el sonido de la música mi amiga me jaló para bailar. Camille movía las caderas de una forma que yo nunca había podido ni podría imitar.
Su madre se había divorciado de su padre cuando era muy pequeña y se había casado con su actual marido, un latino que prácticamente la había criado así que cuando Camille se lo proponía podía ser una bailarina con bastante ritmo y talento.
Al llegar a nuestro destino el bartender se acercó a nosotras y no pude evitar lanzar un silbido. Era malditamente sexy con su cabello largo negro y rizado que le daba un aspecto infantil y sus ojos color miel. El chico nos miró con una sonrisa que mi amiga correspondió gustosamente. Rodé los ojos. A veces debía soportar el magnetismo animal que poseía Camille.
- Hola guapo. – Camille dió un pequeño saltito y besó la mejilla del chico. Mis ojos se abrieron sin poder evitarlo. ¿Tanta confianza tenían? El chico me miró intensamente. – Carly este es Axel. Axel esta es mi mejor amiga Scarlett.
- Un placer conocerte. – dijo tendiendome su mano que apreté suavemente. El chico me agradó inmediatamente.
- El placer es todo mío. – le contesté.
- ¿Hoy te soltaron la correa? – dijo mi amiga sentándose en taburete y dándole un largo trago a una jarra de cerveza que Axel le había entregado.
El chico rodó los ojos con una sonrisa encantadora y me entregó otra jarra a mi. Se lo agradecí con otra sonrisa.
- Priscilla no es tan mala como crees. – arrugué el ceño sin entender de que hablaban. Axel se compadeció de mi. – Priscilla es mi chica.
- Es un dolor de trasero. – refunfuñó Camille.
- Cam todos los humanos decimos culo. – le dije para molestarla pues tenía la odiosa costumbre de no decir palabras “incorrectas” como las llamaba al menos en voz alta.
- Yo no soy una simple humana. Soy una diosa. – replicó ella arrugando la nariz con desagrado y aparentemente ofendida, los tres soltamos una carcajada. Cam podía parecer bastante presumida pero yo sabía que en su interior era una persona con muchas inseguridades.
- Así que el chico guapo está cogido. – dije bromeando hacia Axel. El sonrió encantado.
- El sí pero yo no hermosa. – musitó otra voz en mi oído.
Al voltearme me encontré con un ángel. Ojos azul cielo, cabello rubio ondulado, labios carnosos y cuerpo perfecto. Lo miré atrevida.
- ¿Y tu quien eres? – ronronee siguiéndole el juego.
- Te pareceré un ángel y aunque no lo soy te podría llevar al paraíso. – su sonrisa se volvió pícara y me guiñó un ojo.
- Idiota. – murmuró alguien y tuve que parpadear dos veces para razonar que no estaba viendo doble.
Semejantes ojos azul cielo, iguales labios rellenos y un rostro angelical que podría ser la copia del de el “ángel“. El cabello si era un poco más corto y un par de tonos más oscuros y el cuerpo no tan fornido pero si más estilizado. Parecían gemelos.
- Disculpa a mi hermanito menor. – dijo con una voz suave y casi indiferente.
- ¿Menor? – dije viéndolos fijamente.
- No somos gemelos. – aclaró el primero.
- Yo soy Nigel Rochester y este intento de casanova es mi hermano Gael. – dijo Nigel dedicándome una sonrisa amistosa mientras que Gael tomaba mi mano y la llevaba a sus labios besándola de forma coqueta.
- Encantado. ¿Y tu eres?
- Ella es Scarlett y es mi mejor amiga chicos. – dijo Camille pasando el brazo sobre mi hombro en una actitud protectora que hizo que a ellos les llegara la clara advertencia pues asintieron con la cabeza de forma solemne.
No me extrañaba que ya Camille los conociera; tenía un fantástico don de gentes.
- ¿Así que vinieron a disfrutar un poco? – les dijo Axel ofreciéndoles dos vasos de cerveza.
- Aquí la música es muy buena. – dijo mi amiga asintiendo con la cabeza dándole la razón a Axel.
- Es Nigel. Cada vez que se frustra, sexualmente hablando quiere venir a chillar aquí para desahogar su fracaso y yo como buen hermano siempre lo acompaño. – dijo Gael mirándome como un cachorrito inocente.
- Yo no chillo mocoso. – dijo Nigel golpeando a su hermano en la nuca. Sonreí divertida por la mueca infantil en la boca de Gael.
- Auch. Para de agredirme. Se lo diré a mamá y te regañará porque yo soy su bebé favorito.
- Exacto. Eres un bebé por lo que no has desarrollado aun tus neuronas. – replicó su hermano mayor indiferente. Gael hizo un dulce puchero y cruzó los brazos sobre su pecho como si estuviese enfadado.
- Para que sepas aquí tenemos a la mejor cantante de todos los Ángeles. – me apuntó Camille y sentí como el calor inundaba mis mejillas. Me estaba ruborizando.
Podría decirse que si el talento nato de Camille era el baile lo mío era la música. Amaba cantar y mamá para avergonzarme delante de todos mis amigos les contaba la historia de mi infancia donde yo no paraba de andar por casa cantando La Sirenita Ariel estilo ópera. Además al inicio de mi adolescencia logré fastidiar tanto que mis padres aceptaron colocarme en una academia de música donde aprendí a tocar la guitarra.
No me avergonzaba porque sabía lo que me hacía y según muchos mi voz era hermosa y podía cambiar los tonos con facilidad. Lo hacía porque era bastante tímida y modesta con mis logros y me provocaba nervios que las personas llegaran a criticar todo lo que me había costado esfuerzo conseguir y lograr.
- Ah ¿si? – me preguntó Axel estirándose perezosamente tras la barra causando que un par de chicas que lo miraban suspiraran. No podía mentir, Axel era un regalo para la vista.
- Pues si. Es de lo mejor de lo mejor. ¿Apuestan? – preguntó Cam y yo tuve que sonreír viéndola hacerlo casi como el gato de Cheshire.
- ¿Apuestan? – me le uní viendo la duda en sus miradas.
Axel arqueó una ceja en mi dirección y sonrió complacido como si recibiera un regalo.
- ¿Camille no te contó que nosotros somos los mejores cantantes de todos los Ángeles? ¿No te habló sobre nuestro grupo y la música que hacemos? – dijo él con orgullo.
- Los chicos tienen un pequeño grupo. – aclaró Camille quitandole importancia.
- Y somos muy buenos. Aunque eso lo puedes ver por ti misma. – Ese obviamente fue Gael hablando.
- Siendo honestos, lo somos. – el reto implícito en la voz del mayor Rochester me animó. Me gustaban los retos y estaba bastante segura de mi talento.
- Pues bien, veremos quien es mejor ahora. – les lancé un beso mientras Camille hacía las apuestas y reía como una auténtica bruja.
Tarde o temprano debía agradecerle a mi amiga por la confianza. Me acerqué al DJ con los últimos acordes de A.M de One Direction.
- ¿Qué puedo hacer por ti belleza? – su sonrisa era seductora, le correspondí. Que sencillo era tratar con algunos hombres.
- Podrías poner Sweet Dreams de Eurythmics. Quisiera demostrarle a algunos lo que es la música de verdad. – respondí lanzandole una mirada de reojo al pequeño grupo que se mantenía en la barra. El chico rió divertido.
- Axel ¿cierto? Es una gran canción espero y sepas aprovecharla, así seguro ganarás.
- Así es. – me limité a asentir agradeciéndole por ayudarme y subí al pequeño “escenario”.
Inmediatamente todas las luces y las miradas se concentraron en mi y no pude evitar sonrojarme levemente. Agarré el micrófono y miré como los hermanos Rochester y Axel me miraban desafiantes. Hablé.
- Buenas noches a todos. – un coro de voces me respondió. – Hoy estoy aquí para ganar una apuesta. – las risas me respondieron. – Así que para hacerlo escogí el clásico fascinante de los años 80 de Eurythmics, Sweet Dreams. Espero lo disfruten.
Guiñé un ojo a mi amiga que aplaudió con entusiasmo. Y los acordes de la canción empezaron a sonar. Mi voz se unió a la música sin dudar de la letra y sin siquiera lanzarle una mirada a la gran pantalla donde esta aparecía.
Amaba esta canción desde que era apenas una adolescente hormonada y eso que según el punto de vista de mi madre aun lo seguía siendo. Su letra y melodía implicaban sensualidad y movimiento, seguridad y una voz dulce y ligeramente ronca que tenía la suerte de saber modular. Me moví al ritmo de la música y rápidamente me acompañaron los aplausos y las voces que en un coro cantaban conmigo.
Me sentía plena y realizada haciendo lo que me gustaba. Recordé los movimientos que Camille solía usar al bailar y los repetí sintiéndome orgullosa de mis sensuales caderas y nato atractivo.
Los chicos me sonrieron no sabía si sorprendidos o complacidos pero si animosos.
Al terminar sentí como mi corazón latía fuertemente en mi pecho y el sonido de los aplausos y voces aclamandome llenaron mis oídos. Mas orgullosa no me podía sentir.
Al bajar muchas personas se acercaron a mi felicitandome por el talento que poseía, la sonrisa no me cabía en el rostro y estaba segura de que mis ojos grises serían como luminarias de lo mucho que resplandecían.
- Hola. – Mi mirada fue atraída hacia un hombre de aproximadamente 23 años. Suspiré. Era más que atractivo. Cabello rubio rojizo, pestañas no tan largas pero si espesas formando un perfecto abanico que cubría unos ojos verdes pálidos, nariz recta con una pequeña desviación en el tabique como si se la hubiesen roto alguna vez, labios rosa claro con el inferior ligeramente más regordete que el superior y voz exitante con un ligero acento de Carolina del Sur. Hombros anchos y brazos fuertes, la complexión de un nadador. Dios si esa no era la imagen perfecta de un ángel entonces nada ni nadie lo sería.
- Hola. – le respondí sonriendo nerviosa.
- Mi nombre es August Moorfield. – tendió su mano izquierda y sentí a mi corazón acelerarse al no ver un anillo en esta. Le di un suave apretón.
Si, ya sé que es cliché pero sentí como si un corrientazo cruzara mi cuerpo a la velocidad de Flash.
- Scarlett Jeffreys.
- Estuviste grandiosa allí arriba. – su sonrisa provocó que mi corazón acelerara más si eso era posible. – Tienes mucho talento.
- Gracias. Adoro cantar. – expresé con toda la sinceridad del mundo.
- Eso es magnífico. Mira seré honesto. Soy representante musical. Lo que hiciste allá arriba fue increíble. Nunca había visto a alguien con tanto talento antes y que lo sepa explotar como tu lo hiciste. Creo que si quisieras con mi ayuda podrías llegar a grandes cosas. ¿Qué te parece? – su respuesta me dejó en shock.
Un representante. August Moorfield estaba proponiendome ser mi representante. Me quedé sin aliento con un montón de pensamientos incontrolables en mi mente.
- Pues yo... No sé que decir.
- Lo entiendo. Es una decisión difícil y debes pensartelo. – miró su reloj y arrugó el rostro de forma adorable. Sacó algo de su bolsillo y me lo entregó. – Ahora tengo prisa pero aquí tienes mi tarjeta. Cualquier cosa llámame. Creo que tienes un futuro prometedor.
- Muchas gracias.
- Ha sido un placer conocerte Scarlett. – su sonrisa deslumbró.
- El placer es todo mío. Me lo pensaré. – le sonreí mientras se alejaba.
Mi corazón dió un vuelco cuando se giró y dijo.
- Esperaré ansioso tu llamada.
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