TRES
Cuando colgó el teléfono estaba roja de exaltación. La había ofendido la reacción de Nöel a su noticia. Por lo demás, estaba ofendida desde hacía mucho tiempo.
Se habían conocido dos meses antes, cuando el famoso trompetista actuó con su orquesta en el balneario. Después del concierto hubo una juerga a la que la invitaron. El trompetista le dio prioridad ante todas las demás y pasó la noche con ella.
Desde entonces no había dado señales de vida. Ella le había enviado dos postales y él no había respondido a ninguna de las dos. Una vez estuvo en la capital y le llamó por teléfono al teatro en el que, según las informaciones de que disponía, ensayaba con su orquesta. El hombre que respondió el teléfono le preguntó su nombre y le dijo que iría a ver si Nöel estaba por allí. Al rato volvió con la noticia de que el ensayo había terminado y el trompetista se había marchado. Ella pensó que no quería ponerse y sintió un rencor aún mayor, porque por entonces había empezado ya a tener miedo de estar embarazada.
«¡Así que es fisiológicamente imposible! ¡Qué fácil es decirlo, fisiológicamente imposible! ¡Me gustaría saber lo que dirá cuando nazca!».
Sus dos compañeras, enardecidas, le dieron la razón. Desde el día en que ella les anunció, en la sala saturada de vapor, que la noche anterior había vivido una experiencia indescriptible con aquel hombre famoso, el trompetista se había convertido en propiedad de todas sus compañeras. Su imagen habitaba en la sala donde se turnaban para atender a las pacientes y, cada vez que en algún sitio se oía su nombre, se reían para sus adentros, como si hablaran de alguien a quien conocieran íntimamente. Y cuando se enteraron de que Lara estaba embarazada, les inundó una extraña alegría, porque desde ese momento él estaba físicamente presente en la profundidad del cuerpo de Lara.
—Está bien, está bien, chica, tranquilízate —le dijo la cuarentona, dándole una palmada en la espalda—. He encontrado algo para ti —y abrió ante sus ojos una revista bastante grasienta y manoseada—: ¡Mira!
Las tres se pusieron a mirar la fotografía de una guapa y joven morena que estaba en un escenario con un micrófono al frente.
Lara intentaba leer su destino en aquel par de centímetros cuadrados.
—No sabía que fuera tan joven —dijo con temor.
—¡Pero qué va! —se rió la cuarentona—: Es una foto de hace diez años. Si los dos tienen la misma edad. ¡No tiene nada que hacer contigo!
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