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CINCO



—Ya está bien. ¿Qué es lo que está pasando? —dijo el batería, y Nöel por fin se recuperó.

Vio a su alrededor las caras preocupadas de sus músicos y les dijo lo que había sucedido. Los muchachos dejaron los instrumentos y trataron de aconsejarle.

El primer consejo fue radical. El guitarrista, que tenía dieciocho años, afirmó que a una chica como la que acababa de hablar con su director y trompetista había que rechazarla duramente.

—Dile que haga lo que quiera. No es hijo tuyo, así que no te interesa para nada. Y, si quiere, ahí está el análisis de sangre para demostrar con quién lo tuvo.

Nöel le replicó que los análisis de sangre no suelen demostrar nada y que, entonces, lo que vale es la acusación de la mujer.

El guitarrista le respondió que no habría análisis de sangre. Cuando a una chica se la rechaza, ya se ocupa ella de no meterse en problemas inútiles y, al darse cuenta de que el acusado no es un muerto de miedo, ella misma se encarga de deshacerse del crío y corre con los gastos.

—Y si llegara a parirlo, toda la orquesta testificaría en el juicio que en esas fechas todos nos acostamos con ella. ¡Que averigüen quién de nosotros es el padre!

Pero Nöel dijo:

—Sé que lo harían. Lo malo es que para entonces yo ya me habría vuelto loco de incertidumbre y de miedo. Para esto soy el mayor cobarde que existe y necesito sentirme seguro lo antes posible.

Todos le dieron la razón. El método del guitarrista es básicamente correcto, pero no vale para cualquiera. Sobre todo no es adecuado para una persona que no tenga los nervios bien templados. En segundo lugar, no es bueno para un hombre famoso y rico, por el que las mujeres aceptarían incluso riesgos demenciales. De modo que, en lugar del rechazo frontal, se inclinaron por hacer que la chica abortara mediante el método del convencimiento. Pero ¿qué argumentación elegir? Había tres posibilidades básicas.

El primer sistema apelaba al corazón compasivo de la chica. Nöel hablará con la enfermera como si fuera su mejor amiga; se lo confesará todo sinceramente; le dirá que su mujer está gravemente enferma y que se derrumbaría si llega a enterarse de que su marido tenía un hijo con otra mujer; que Nöel sería incapaz de soportar, ni moral ni psíquicamente, semejante situación; que por eso le pide a la enfermera que se compadezca de él.

La objeción con respecto a este sistema fue de principio. Es imposible construir toda la estrategia sobre algo tan inseguro y falto de garantías como la bondad de sentimientos de la enfermera. Si la chica no tiene un corazón excepcionalmente bondadoso y compasivo, esta actitud se volverá en contra de Nöel. La chica se sentirá ofendida por los excesivos miramientos que el padre que ha elegido para su hijo tiene hacia otra mujer y actuará por tanto con mayor dureza.

El segundo método apelaba a la sensatez de la chica: Nöel procurará explicarle que no tiene, ni tendrá nunca, la seguridad de que el hijo es verdaderamente suyo. No conoce a la enfermera más que de un único encuentro y no sabe nada de ella. No tiene ni idea de las demás personas con las que se relaciona. No, no sospecha que ella quiere engañarle intencionadamente, pero ¡no pretenderá decirle que no se relaciona también con otros hombres! Y aunque se lo dijese, ¿cómo va a estar seguro Nöel de que le dice la verdad? Y ¿sería sensato tener un hijo cuyo padre nunca estaría seguro de su paternidad? ¿Podría Nöel abandonar a su mujer por un hijo sin estar seguro de que sea suyo? ¿Y quiere quizá Lara que ese hijo nunca pueda llegar a conocer a su padre?

También este sistema topaba con objeciones de principio: el contrabajista (el mayor de los miembros de la orquesta) argumentaba que confiar en la capacidad de discernimiento de la chica era aún más ingenuo que confiar en su compasión. La argumentación lógica no dará en el blanco y, mientras tanto, el corazón de la chica se estremecerá al comprobar que el hombre al que ama no cree en su sinceridad. Eso la impulsará a aferrarse aún más, con llorosa terquedad, a sus afirmaciones y propósitos.

Quedaba, finalmente, una tercera posibilidad: Nöel le dice a la chica embarazada que la amaba y la ama. No debe hacer la menor referencia al hecho de que pudo tener el hijo con otro. Por el contrario, Nöel la sumerge en un baño de confianza, amor y ternura. Se lo promete todo, incluido el divorcio. Le dibuja el maravilloso futuro que les espera. Y, en nombre de éste, le solicita una amable interrupción del embarazo. Le explica que el nacimiento del hijo sería prematuro y que les privaría de los primeros y más hermosos años de amor.

Esta argumentación carecía de lo que le sobraba a la anterior: lógica. ¿Cómo es posible que Nöel esté tan enamorado de la enfermera si ha pasado dos meses esquivándola? Pero el contrabajista afirmaba que los enamorados siempre se comportan de un modo ilógico y que no habría nada más fácil que explicárselo de alguna manera. Al final, todos coincidieron en que este tercer sistema era probablemente el más adecuado, porque se basaba en el enamoramiento de la chica que parecía ser, en esta situación, lo único relativamente seguro.

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