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9.

Los días pasaron y pronto tendrían que dar los exámenes del bimestre.

Durante ese tiempo, los demás se acostumbraron al trato de Kirigiri. Si bien Makoto no podría decir que se llevaba excelentemente bien con todos, no era como si eso fuera posible.

—¡Agh, ¿por qué álgebra es tan complicada?! —exclamó Asahina mientras bajaban por las escaleras.

—No es complicada, solo tienes que memorizar las fórmulas y saber cuándo aplicarlas —comentó Kirigiri.

Y mientras Asahina replicaba que no era complicado para Kirigiri porque se trataba de Kirigiri, Maizono se dirigió a él.

—Me avergüenza decirlo, pero no es que yo entienda más que Aoi-chan.

—Ni que lo digas —él exhaló.

Tampoco es que le fuera tan mal, aunque Makoto debía admitir que necesitaba dejar los videojuegos a un lado al menos desde una semana antes si quería estar completamente preparado.

Se ganaron la atención de Kirigiri cuando Asahina dejó de quejarse. La chica de cabello lavanda miró con curiosidad a Maizono.

—¿Cómo harás con tu trabajo? —le preguntó.

Maizono suspiró.

En ese momento, Asahina mencionó algo que tenía que ver con el equipo de natación y salió corriendo antes de que pudieran despedirse.

—Daré los exámenes en un horario distinto los días que no pueda asistir en la mañana —explicó su amiga peliazul —. Eso no lo hace más sencillo. ¡Me dan preguntas distintas!

Los tres se quedaron unos segundos en silencio. Por el lado de Makoto, estaba tratando de pensar en qué debería hacer hasta que la voz de Kirigiri llamó su atención.

—Entonces... ¿Les gustaría que les ayudara? —sugirió.

Makoto parpadeó y Maizono también. Luego compartieron una mirada y rieron.

Por supuesto, Kirigiri los observó confundida, como si no se hubiera dado cuenta que era raro de ella tomar la iniciativa para asuntos sociales.

Por supuesto, ella no se dio cuenta; en cambio, pensó en lo bien que se llevaban los dos.

—¡Por supuesto! —contestó Maizono dando un salto para abrazar a Kirigiri tomándola por sorpresa.

—N-No es para tanto —dijo tratando de devolver el abrazo lo mejor posible si golpear a Maizono con su mochila. Makoto pensó que era una linda escena —. Y no es que yo sea la mejor en el curso, ¿entienden? No esperen demasiado...

—No —Kirigiri lo miró y entonces Maizono la soltó. Makoto sonrió —. Conque nos ayudes... Conque estés ahí es más que suficiente, Kirigiri-san. Gracias.

Kyoko parpadeó y sintió que no podía mirarlo a los ojos. A veces, que Naegi hablara con tanta serenidad y sinceridad, la tomaba desprevenida.

—No... —y, como era de esperarse, todavía no se podía acostumbrar al incremento repentino de los latidos de su corazón.

Sin embargo, el momento fue interrumpido cuando, al parecer, un montón de papeles empezaron a esparcirse por el suelo.

Habían llegado hasta los casilleros, en donde guardaban los zapatos y, si bien no estaban tan próximos uno del otro, se habían detenido en el que les quedaba más cerca: Maizono.

Parecía que eran cartas.

—La cantidad ha aumentado, huh... —comentó Makoto refiriéndose a los fans de su compañera de clases mientras ayudaba a recoger los sobres blancos, rosas y de otros colores.

Kirigiri hizo una parte también, agachándose y tomando los que estaban más cerca de ella.

Pero la tardanza en la respuesta de Maizono, la cual siempre era pronta, hizo que levantara su mirada.

—¿Maizono-san? —la llamó. Por un momento pareció perder el color.

Sin embargo, un parpadeo después, ella rió un poco y asintió.

—Me dijeron que pasaría —contestó —. Aunque me sigue sorprendiendo.

Volvió a reír y agradeció por la ayuda. Entonces, justo después de que la bocina de un auto sonara —probablemente el de su manager —mencionó:

—¿Qué les parece esto? —preguntó siguiendo a Kirigiri a su casillero. Ambos la miraron —. Si aprobamos los tres, les daré una sorpresa, ¿bien?

Kirigiri y Makoto asintieron.

Unos segundos después la bocina volvió a sonar y Maizono alzó una mano para despedirse.

Kirigiri se quedó haciéndole compañía a Makoto mientras este se ponía los zapatos.

—No tienes que esperarme, Kirigiri-san —dijo él, un poco incómodo.

Ella negó con la cabeza.

—No tengo más que hacer.

Él alzó una ceja ante el obvio "peor es nada" y ella sonrió por su propia broma.

Bueno, al menos él esperaba que fuera una broma.

—Pero es impresionante —comentó él mientras dejaban el edificio de la institución y atravesaban los jardines. Los ojos lavanda de Kirigiri se posaron en él para que continuara —. Maizono-san, quiero decir, y por supuesto, tú también.

Ella inclinó la cabeza.

—¿A qué te refieres?

—Bueno... —Makoto se rascó la mejilla nervioso y, sin mirarla, respondió —. Siento que yo no estoy aportando nada...

Por supuesto, llevaría algo de comer a donde sea que quedaran. Su madre siempre le había dicho que llegar con las manos vacías era una falta de educación. Pero más allá de eso, no podía ofrecer conocimientos como Kirigiri, o algún premio sorpresa como Maizono.

No sólo ellas, pensó...

Todos los de Kibougamine Gakuen eran asombrosos en algún campo. Incluso los que no parecían, como Yamada, que tenía una increíble memoria.

A veces se sentía avergonzado...

¿Quizá era un complejo de inferioridad?

Pero entonces, mientras sus pensamientos lo llevaban por ese oscuro camino una vez más, aquel que le impedía apreciarse a sí mismo, Kirigiri volvió a hablar.

—Conque estés ahí es suficiente —él parpadeó al oír sus propias palabras usadas en su contra, ¿o sería a su favor?. Las había dicho hace menos de una hora y por alguna razón, dichas por Kirigiri, sonaban totalmente diferente.

Kyoko sonrió ante el aturdido Naegi. Era como una pequeña venganza, pero no por eso era falso.

No sólo por ella, sino por Maizono y el resto de sus compañeros también. Estaba segura que el que Naegi estuviera ahí les era más que suficiente.

Su cálida mirada, junto al brillo del atardecer, pusieron a Kirigiri bajo otra luz a los ojos de Makoto.

Él desvió la cabeza, avergonzado de pronto, un poco sonrojado, pero sonriendo.

—Es la primera vez que oigo algo así.

Kirigiri parpadeó sorprendida y sonrió orgullosa de haber dicho lo que pensaba.

Se sintió feliz.

() () () ()

Su manager tomó una de las cartas y la observó con la expresión fruncida.

Sayaka, mientras tanto, observaba por la ventana. Los autos se movían, los árboles y edificios pasaban a velocidad... Se preguntaba si Naegi y Kirigiri estarían planeando la sesión de estudios sin ella.

—Esto no es bueno.

—¿Mm?

Su manager le devolvió las cartas y exhaló mientras se masajeaba el puente de la nariz.

—No creo que sea peligroso, pero trata de no estar sola, ¿entendido?

Sayaka asintió y las puso a un lado. Nada que no pudiera manejar.

—La próxima semana estaré ocupada —comentó —. No tienes que venir a buscarme, Niina-san.

Su manager, Niina, una mujer de fuerte mirada verdosa y cabello oscuro, le sonrió por el espejo retrovisor.

—¿Tiene que ver con el chico del que siempre hablas?

Sayaka sintió que se sonrojaba. No esperaba que Niina hubiera prestado atención a eso, pero asintió.

—Y una amiga más...

—Entonces tendremos que trabajar el doble.

—¡Por supuesto que lo haré!

No sólo como idol, Sayaka se estableció.

No planeaba perder.

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¡Sabía que no debía ponerme horario dammit!

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