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7.


Ambos llegaron temprano ese día. Muy temprano. Ninguno pudo negar que el silencio fue extremadamente incómodo.

Sin mirarla, o evitando hacerlo, Naegi se dirigió a su sitio. Kyoko lo siguió con los ojos y tomó una profunda respiración.

Entonces, se levantó silenciosamente para no asustarlo y él dejó sus cosas sobre su escritorio antes de voltear.

—Esto...

—Yo...

—¡Lo siento! —ambos dijeron al mismo tiempo.

—¿Eh?

Makoto inclinó la cabeza. Después de haberlo pensado durante todo el fin de semana había llegado a la conclusión de que él había estado fuera de lugar tratando de acercarse a ella por medio de las tareas y sin decirle acerca del pedido del profesor. Sin contar que la llamó arrogante.

Por otro lado, Kyoko sonrió muy ligeramente. Ella, que lo había acusado de aprovechar la situación, que lo había insultado, no tenía ningún derecho a perdonarlo cuando no era necesario.

Sayaka Maizono tenía razón, se dio cuenta. Él era genuino.

—No tienes que disculparte —dijo entonces —. Yo... Uh... Supongo que en algún momento empecé a etiquetar a todos sin darme cuenta. Te herí, ¿no es así? Aunque solo tenías buenas intenciones. Es solo que, desde...

Se interrumpió a sí misma y bajó la mirada, confundiendo a Makoto y haciéndolo olvidar lo que iba a decir.

Entonces Kyoko negó con la cabeza antes de volver a mirarlo.

—Sé sincero conmigo esta vez —le pidió —. ¿De qué hablaste exactamente con Kizakura?

Makoto sabía que se refería al día en el que discutieron. No a antes, cuando le pidió que se hiciera su amigo.

Él no pudo mirarla a los ojos para responder, no porque se sintiera culpable, pero sí avergonzado.

—Yo... Quería saber más sobre ti —admitió.

Kyoko se quedó callada. Quizá sintió un poco de calor en el rostro, pero no estaba segura.

—Y... ¿Todavía quieres saber? —preguntó, nerviosa.

Si era sincera consigo misma, se debía a que había olvidado cómo hacer amigos hacía buen tiempo. No a que se trataba de alguien que se estaba metiendo en su corazón y ganándose su confianza. Absolutamente no.

Naegi entonces le sonrió. Sus hombros se relajaron y pareció aliviado de por fin verla dispuesta a hablar.

—¿Quieres contarme?

Ella asintió y miró el reloj. Tenían tiempo, aunque no de sobra.

—Sabes que Kibougamine no es una escuela fácil de ingresar, ¿no? Piden algunos requisitos complicados y cosas por el estilo.

Makoto lo sabía, por supuesto. Él sólo había ingresado por suerte, pero en realidad Kibougamine Gakuen buscaba personas como Maizono o Leon. Personas que destacaran de entre todos los demás.

Cuando asintió, Kirigiri continuó.

Ella se quitó uno de los guantes y la expresión de Naegi cambió de tranquila a preocupada.

—No es algo reciente —explicó sintiéndose extrañamente complacida con su consternación por ella —. Tampoco es que me cueste mucho hacer cosas como antes.

Por supuesto, no tenía la misma capacidad para hacer cosas que requerían precisión. Le dolía si forzaba la piel cicatrizada y en general se tenía que tomar su tiempo para escribir, pero eso no era algo que tuviera que contarle.

Ella se volvió a colocar el guante y dejó de mirarlo. Makoto supuso que estaba volviendo a ver los sucesos que llevaron a eso en su cabeza.

No la interrumpió. Si ella quería contarle, tenía que escucharla.

—Hubo un incendio en mi escuela media —comenzó —. En ese tiempo, era cercana a otra chica...

Era tan cercana que podía llamarla amiga, recordó.

Kyoko lo evocó claramente. El fuego a su alrededor, las cosas cayendo, el humo negro, lo mucho que le costaba respirar...

Para ese momento, sus manos ya estaban quemadas. Aunque no estaba muy enterada de cómo.

En algún momento los bomberos habían llegado, pero ella no los escuchó. No sabía que estaban ahí. Por eso su amiga tuvo que entrar a buscarla, ya que ella no estaba saliendo por sí misma.

Kyoko estaba en el cuarto piso. Fue obligada a saltar por una ventana hacia una especie de cama creada por los bomberos, pero ella no tenía idea de cómo había llegado hasta ahí.

Lo siguiente que supo, al despertar en el hospital, fue que su amiga la había salvado.

Pero cuando fue a agradecerle...

¡¿Cómo que no?! —la oyó gritar. No tuvo que ni siquiera estar cerca al cuarto en el que estaba para oírla —. ¡Salvé a su estúpida hija, ¿y no me dará nada a cambio?! ¡¿Ni siquiera un cupo o algo?!

—Kirigiri-san... —Kyoko lo miró cuando lo oyó pronunciar su apellido.

Le sonrió. Ya había pasado.

—Ella terminó con quemaduras de tercer grado —contó —. Y sin ninguna beca. Más tarde me enteré que siempre había sabido sobre mi familia y que se apresuró en entrar al edificio solo por eso, aunque los bomberos ya estaban ahí...

Todo había sido un acto, intentó agregar, pero simplemente no pudo.

—Un profesor le pidió que se hiciera mi amiga —dijo unos segundos después, mirando por la ventana —. Ya que, como sabrás, no soy la más amigable. Es chistoso, ¿no? Yo no sé lo pedí. No lo necesitaba y-...

—No fue tu culpa —ella parpadeó al ser interrumpida y Naegi volvió a hablar cuando lo miró —. No fue tu culpa, Kirigiri-san.

Claro, objetivamente no lo había sido. Hasta ahí Kyoko también lo tenía claro.

—¿Y si comenzamos de nuevo? —entonces Naegi sugirió —. No sólo conmigo.

—¿Crees que quieran?

¿Tú quieres?

Pero ella no preguntó eso.

Naegi le volvió a sonreír.

—Por supuesto.

Entonces sus compañeros de clases comenzaron a ingresar al salón. Entre ellos, Sayaka, que sonrió al ver a Naegi tranquilo otra vez.

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