4.
—Solo tienes que tomarlas, Kirigiri-san —Makoto insistió parándose al lado de su escritorio —. Prometo que después no te molestaré más.
Tres semanas y unos días después de que Kyoko Kirigiri llegara, Makoto era el único que todavía seguía intentando comunicarse con ella.
Incluso Aoi Asahina, con lo amistosa que era, había decidido darle a la nueva alumna su espacio.
Por supuesto, tenía sentido que fuera así. Kirigiri literalmente no se estaba esforzando por encajar. Aparte de las notas que no tomaba, no trataba de llevarse bien con los demás. Era ruda con lo que decía, incluso con los maestros y alumnos de grados superiores.
—No mientas —entonces ella contestó rodando los ojos —. La próxima semana igual me estarás persiguiendo para darme las asignaciones.
Makoto se encogió de hombros. No era fácil enojarlo, para nada, pero ahora no quería darle más vueltas al asunto y frustrarse por eso.
Después de todo, si todo salía bien, podría ir al cine con Maizono una vez terminara con eso.
—Bueno, no lo haría si tan solo te molestaras en anotarlas.
—¿Entonces no niegas que mentiste?
—Ah.
Makoto no había mentido a propósito. De hecho, esperaba que ella en verdad intentara comenzar a prestar atención a clases aunque sea para alejarlo de ella.
Como sea, cuando la oyó reír...
Frunció el entrecejo.
—¿Te estás burlando de mí, Kirigiri-san? —preguntó, aunque en realidad no estaba ofendido.
Ella negó con la cabeza. Ya no reía, pues se detuvo casi al instante, pero la pequeña sonrisa seguía presente.
—Para nada.
Unos segundos de silencio pasaron y ella pareció analizar los pros y contras de aceptar lo que Makoto le ofrecía.
Entonces, para su sorpresa, ella suspiró rendida y estiró la mano.
—Bien.
Makoto parpadeó.
—¿Eh?
Kirigiri, sin ánimos de alargar lo que sea que estuviera pasando, tomó los papeles de los brazos de Makoto, los cuales no eran pocos y empezó a ojearlos.
—Está todo, ¿no?
—¿Eh?... —él repitió y después de golpearse mentalmente, asintió —. Sí. Desde la semana anterior a la que llegaste. Los profesores accedieron a darte tiempo de ponerte al día hasta antes de los exámenes.
—Bien.
Sin decir nada más, como era de costumbre, Kirigiri decidió dejar el aula.
Makoto negó con la cabeza. No hace mucho, Kuwata le había dicho que quizá era mejor dejarlo.
En sus palabras, uno no tenía que ayudar a quien no quería ser ayudado y, si bien Makoto entendía a lo que quería llegar, no se veía todavía capaz de dejar a Kirigiri.
Cualquiera que fuera la razón para eso.
Sin embargo, igual decidió hacer algo al respecto.
Observó el reloj de la pared. Había quedado con Maizono a eso de las 7 pm, por lo que todavía tenía tiempo. Entonces, tomó sus cosas y se dirigió a la sala de profesores.
() () () ()
Makoto no tuvo que ir hasta la sala de profesores. Tomando un jugo de caja, el profesor Kizakura se encontraba en la mitad de uno de los pasillos que daban a las escaleras.
—Profesor —lo llamó.
El hombre movió la cabeza hacia él.
—Oh, Naegi —saludó —. Vi a Kirigiri con un montón de papeles, ¿tu trabajo?
Makoto asintió.
—Sí, sobre eso...
Kizakura dejó de mirarlo, entonces, sólo para terminar de tomar de la cajita y dirigirse a botarla al tacho de basura. Por alguna razón, aunque sólo era una cajita de jugo, se sentía como si fuera algo más imponente.
—No me digas, ¿ya te aburriste de intentar? —preguntó.
—No, no es eso.
—Bien, porque...
—¿Qué clase de relación tiene con ella? —quiso saber, entonces, Makoto.
Kizakura lo miró sorprendido. Aunque sí esperara esa pregunta, no esperaba que fuera la primera pregunta.
Se encogió de hombros y movió las manos para que Makoto relajara la expresión.
—No es una ilegal, si era lo que suponías —comentó.
—No lo hacía, pero es bueno saberlo... —Makoto frunció el entrecejo, pues su respuesta sonó más como pregunta —. ¿Entonces?
—Digamos que soy un viejo amigo de su familia.
—Por eso sabe acerca de su pasado, ¿no?
Kizakura alzó una ceja, probablemente sospechando hacia dónde quería llegar.
El profesor metió cruzó los brazos e hizo una mueca.
—Si quieres saber sobre eso, deberías preguntarle tú mismo. ¿No es lo que hacen los amigos?
Makoto suspiró y se volvió a acomodar la mochila sobre el hombro.
Para empezar, para hacerse su amigo, ella tendría que dejarlo acercarse, pero aún si lo hacía, no sabía qué tenía que decir y qué no. Era más o menos una paradoja.
Si averiguaba acerca de su pasado, podría hacerse su amigo al saber cómo acercarse, pero no podía averiguarlo ya que, según el profesor, era mejor hacerse su amigo antes.
—¿Qué me puede decir? —entonces preguntó.
El profesor Kizakura volvió a encogerse de hombros.
—¿Has visto sus manos?
Makoto inclinó la cabeza. No esperaba otra pregunta como respuesta, pero aún así lo pensó.
—¿Los guantes? —inquirió.
No era una norma. Los guantes no estaban prohibidos hasta donde él sabía, por eso no le había prestado atención.
Sin embargo, el profesor asintió una vez.
—Tiene que ver con eso y con su familia. No sé si sea correcto decirte más.
Makoto frunció el entrecejo.
Por supuesto, muchas personas tenían problemas con sus familias, ¿quizá debió haberlo adivinado? ¿Pero era algo que se reflejaría tanto así?
No podía decirlo, no era un psicólogo.
—Si es tan cercano a ella, ¿por qué no trata de ayudarla usted? —quiso saber, por curiosidad más que porque quisiera dejarla.
Sin embargo, la respuesta del profesor lo descolocó más.
—Es porque soy cercano a ella.
Makoto parpadeó confundido, pero no pudo decir mucho más cuando escuchó que alguien subía las escaleras.
Tragó saliva cuando la vio.
—Naegi-kun, esto...
Sus ojos habían estado fijados en los papeles que le había entregado, probablemente había tenido alguna duda, pero sea como fuese el caso, cuando volvió a levantar la mirada, su expresión se endureció.
—¿Kirigiri-san?
Ella lo miró y luego miró al profesor, y él, como si tratara de esconderse debajo de su sombrero, bajó la mirada.
Makoto casi pudo ver cómo los engranajes de su cabeza se movieron para comprender la situación con rapidez.
Y vaya que lo hizo.
Kirigiri apretó los labios y volvió a mirar a Makoto.
—Lo sabía —dijo —. Siempre es lo mismo.
Y antes de que él pudiera explicar o decir algo, Kirigiri soltó —¿o quizá arrojó? —todos los papeles, los cuales se esparcieron por las escaleras, dio media vuelta y regresó por donde vino.
Aparentó fortaleza, pero la rapidez de sus pasos hicieron que Makoto dudara.
Observó a Kizakura. Él asintió.
—Limpiaré el desastre.
Entonces Makoto decidió ir tras ella.
Aunque no supiera nada.
La había herido.
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