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1.


Los ojos de Makoto se expandieron apenas un segundo antes de cubrirse con los brazos y agacharse como el resto de las personas. Tras un estruendoso sonido, los grandes ventanales se rompieron y cayeron como escarcha debido a la onda expansiva de la explosión.

Él trago saliva. No se dio cuenta de los pequeños trozos que se le incrustaron en las palmas de las manos cuando se levantó.

No...

Gente corría. Algunos lloraban y otros estaban en shock. Oyó las órdenes de los guardias de seguridad, alguien pidió que llamaran al número de emergencias. Pero todo era confuso y, en lo que a él respecta, borroso.

Sus ojos enfocaron lo que había explotado... Lo que quedaba de lo que había explotado.

Inconscientemente se llevó las manos a la cara, manchándola de sangre en el proceso y, quién sabe, quizá hasta arañándose a sí mismo.

No...

Tomó aire. Se le acababa el aire. No había aire. No podía respirar. Sí podía, pero no era suficiente.

Entonces, gritó.

() () () ()

Meses atrás...

—Entonces, ¿puedes hacerlo? —el profesor Kizakura preguntó una vez más. Sus ojos lo escanearon, su boca en una mueca, escéptico de si Makoto Naegi era la persona indicada para lo que le pedía.

Por supuesto, no le sorprendería si se negaba.

—Um... ¿Por qué yo? —fue lo primero que dijo tras la pregunta.

El profesor Kizakura exhaló llevándose una mano a la frente, como para hacerse masajes, mientras movía un poco su sombrero. Makoto no estaba seguro de si el sombrero formaba parte del código de vestimenta, pero ningún otro profesor parecía tomarle importancia.

—Pregunté a tus compañeros y la mayoría concordó en que tú eras la persona más accesible —ante el dubitativo Makoto, Kizakura cerró la carpeta que tenía abierta sobre sus piernas y la dejó en su escritorio antes de encogerse se hombros —. De alguna forma logras que personas como Byakuya Togami y Toko Fukawa participen en actividades escolares. No sé si es porque conoces sus secretos más oscuros o porque se enamoraron de ti. Como sea, sirve para que ayudes a este nuevo alumno, ¿o no?

Makoto sonrió incómodo. La única razón por la que Togami participó aquella vez fue que alguien había dicho —se lo dijo específicamente a Makoto —que quizá no era tan bueno como aparentaba, mientras que en el caso de Fukawa —aparte de que era amiga íntima de su hermana menor —solo le preguntó sobre por qué no intentaba hacerse más cercana al resto de la clase participando.

De algún modo ella entendió "hacerse más cercana a Togami", pero como sea.

Makoto suspiró.

—Bien, lo haré —terminó aceptando. De todas formas no es como si hubiera planeado ignorar al próximo nuevo alumno. Simplemente no estaba en sus genes ser alguien antipático.

El profesor Kizakura sonrió.

—Genial. Solo asegúrate de que no sepa que te pedí este favor, ¿correcto?

Esta vez Makoto frunció el ceño.

—¿Hm? ¿Por qué? —quiso saber.

Encogiéndose de hombros, el profesor contestó:

—Bueno, cualquiera se sentiría ofendido si un profesor intentara conseguirle un amigo cuando ya tienen esta edad, ¿no? —sonrió como si recordara alguna anécdota y agregó: —. Seguramente sentiría que fue un ataque a su dignidad.

Makoto asintió, sin dejar de estar confundido, y tras un leve movimiento de la mano del profesor, como si espantara una mosca, pensó que ya era hora de volver a clases.

Por supuesto, aunque Makoto no era el más inteligente o astuto de la clase, no pudo evitar sentir que había algo raro.

¿Quizá eran familia? No era de su incumbencia, pero estaba curioso. Por otro lado, se preguntó cómo sería este nuevo alumno.

Aparte de decirle que tenía un pasado un tanto complicado y que había estado viviendo en USA, Makoto no sabía ni siquiera su nombre.

Sin embargo, no pudo pensarlo mucho cuando su estómago sonó.

Ah... Él suspiró.

Por supuesto, todavía quedaban unos minutos antes de que iniciara la siguiente clase. Los pasillos estaban cada vez más y más vacíos, pero no creía que le fuera a alcanzar el tiempo para ir y regresar de la cafetería aunque corriera.

Bueno, su estómago lo mataría por un buen rato.

Entró al aula y buscó su escritorio para sentarse resignado. Cerró los ojos y apoyó su cabeza en una de sus manos mientras esperaba cuando sintió que alguien le tocaba el hombro derecho.

Cuando volteó, el empaque de una galleta flotaba frente a sus ojos.

—¿Con hambre, Naegi-kun? —le preguntó una voz cantarina.

Un segundo después, el empaque de galletas dejó de flotar sólo para aterrizar en las manos de Makoto, que por reflejo lo atrapó.

—Um... ¿Está bien que lo coma? —preguntó.

—¡Por supuesto! 

Makoto levantó la mirada para agradecer a su salvadora y sus ojos azules le devolvieron la expresión.

—Eres un ángel, Maizono-san, ¡gracias!

Sayaka Maizono, la propietaria de la voz que procedió a reír delicadamente, era su compañera de clases y vecina de escritorio.

—No hay de qué —contestó sin perder la sonrisa —. Supuse que el profesor Kizakura no te dejaría ir a tiempo.

—Y no te equivocaste —dijo él tras terminar la primera galleta y proceder con la siguiente. Normalmente se sentiría avergonzado al comer mientras es observado, pero Makoto realmente estaba hambriento como para pensarlo.

Un rato después, cuando terminó de comer la cuarta galleta y Maizono había sacado un cuaderno y lápiz, el profesor hizo acto de presencia para iniciar la clase.

Makoto se hizo una nota mental de agradecerle a Maizono otra vez después y procedió a sacar sus útiles también.

() () () ()

—¿Y para qué te necesitaba el profesor? —preguntó Maizono tras terminar de anotar algunos apuntes.

Aunque la clase ya había terminado, ella se dedicó a terminar de escribir hasta la última fecha que el profesor de historia había puesto en el pizarrón.

Maizono podía no ser el top 1 de la clase, pero no era irresponsable. Makoto tenía entendido que debido a su trabajo como idol y a que sus padres no querían descuidara sus notas, a veces tenía que esforzarse hasta el triple si quería salir a divertirse con sus amigos cuando podía.

Era admirable, pero quizá un poco preocupante.

Makoto le comentó un poco —una vista general —acerca de lo que le había pedido. Podía ser un secreto para el nuevo alumno, pero no para otros precisamente. Honestamente, seguramente había alguien más que podría ayudar mejor. Él era torpe. Quizá hasta se le escaparía específicamente lo que el profesor le había pedido que no dijera.

Realmente no sabía si era la persona indicada.

Pero entonces, sintió las manos de Maizono sobre una de las suyas.

—No lo creo —le sonrió —. Estoy segura que si es Naegi-kun, estará bien.

La declaración fue tan directa y confiada, que Makoto olvidó por completo sus manos juntas y estuvo a punto de agradecer, cuando la estridente voz de Yasahiro Hagakure resonó entre las paredes.

—¿Eh, coqueteando tan temprano?

Fue entonces que Maizono soltó sus manos de improviso, logrando que él también se vuelva consciente.

Makoto se sonrojó y Maizono se sonrojó, pero ninguno se atrevió a alzar la mirada y ver la cara del otro por miedo a obtener una respuesta que quizá no era la que esperaban.

Solo quizá.

Entonces, mientras Makoto se acercó a decirle a Hagakure que no era lo que parecía —de paso para evitar la mirada curiosa de los demás alumnos —Leon Kuwata se acercó a Maizono, como los viejos amigos que eran, y dijo en voz baja:

—¿Todavía no le dices? —aunque ella tardó en responder, supo que le había oído cuando apretó los labios y evitó mirarlo.

—No es tan fácil.

Kuwata sonrió y negó con la cabeza, como si fuera ridículo, y le dio un par de palmaditas en la espalda para demostrar su apoyo al mismo tiempo que bromeaba.

—Si no te apresuras, alguien más lo hará —cantó previamente a decidir unirse a la conversación de Naegi y Hagakure —. Ten un poco más de confianza.

Leon agitó una mano como si se despidiera y Sayaka sacudió la cabeza. Se conocían desde hacía años y aunque muchas personas creyeran que habían sentimientos románticos entre ambos, la verdad era que los dos se veían puramente como hermanos.

Se apoyaban como lo hacían las familias y también se molestaban como lo hacían las familias.

Sayaka rodó los ojos y, al mismo tiempo que se acomodó el cabello detrás de su oreja y se planteaba empezar a utilizar un moño, observó los intercambios de los tres chicos, especialmente observó las reacciones de su vecino de escritorio, y suspiró.

¿Un poco más de confianza?, repitió en su cabeza.

No sabía que no sería tan fácil.

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