Capítulo veintiocho
TYLER
Una hora y media de viaje. Podía soportar noventa minutos junto a Emma si de todas maneras debía pasar una semana con ella. Bueno, no debía, pero ya había aceptado y no había vuelta atrás.
Me había sorprendido su invitación, pero, sobre todo, me sorprendió escucharme aceptar. Cuando había dicho que no iría a casa para Acción de Gracias, no había esperado que ella fuera la encargada de brindarme una solución a una semana solitaria en la residencia Lincoln. Sin embargo, allí estaba en un autobús junto a Emma Williams hacia la casa de su adinerado hermano en Los Hamptons. Ni siquiera sabía dónde quedaba, solo había aprendido gracias a Gossip Girl que era una zona bastante exclusiva. Y eso era culpa de Genesis.
—¿Quieres un sándwich? —preguntó Emma.
—Claro.
Sacó del interior de su bolso una bolsa de papel madera con el logo de la hamburguesería en la que trabajaba y en pocos segundos extendió un bagel con jamón hacia mí. No dudé en tomarlo y, tras desenvolverlo, le di un buen mordisco.
—¿Estás bien? —solté luego de unos minutos.
Habíamos comido en silencio con la mirada fija en nuestras propias manos y sintiendo al bus avanzar por la interestatal sin mucha dificultad. Era temprano, condenadamente temprano y el sueño me pesaba, aun así no sentía que fuera una buena idea dormirme en el asiento. ¿Y si terminaba recostado sobre Emma? No, definitivamente no.
—Sí, me siento un poco mareada.
Sabía que mentía, podía darme cuenta fácilmente porque a veces se olvidaba que debía fingir y dejaba ver un brillo en sus ojos que era similar al de un animal adolorido y temeroso. Ella tenía miedo, pero no sabía por qué o a qué.
—Intenta no vomitar encima de mí —bromeé— o será una semana muy tensa.
—Podrás escapar de mí en tanto lleguemos, no es necesario que permanezcas a mi lado.
—¿Y si me pierdo?
—Seguro encontrarás un taxi para volver.
—¿Y si me secuestran? —continué, utilizando el tono de broma que sabía que la exasperaba.
—Puedes despedirte del mundo exterior porque no pagaré por tu rescate.
Contuve una carcajada y en su lugar llevé una de mis manos hacia el pecho, justo donde se encontraba mi corazón para fingir dolor.
—Auch y yo que creía que estabas enamorada de mí.
Frunció su ceño y reí por lo bajo.
—¿Utilizas drogas, Murphy? ¿Sabes que son dañinas para el sistema nervioso?
Blanqueé los ojos con diversión, estaba atacándome, pero al menos no lucía como un perrito maltratado.
—Púdrete, Williams.
—Púdrete, Murphy.
Tras romper el hielo, el viaje se sintió más tranquilo y, sin siquiera notarlo, habíamos atravesado la ciudad y llegado al pueblo ubicado en East Hampton. No nos tomó mucho tiempo poder descender en la parada de autobús ya que Emma no cargaba más que una mochila y mi bolso era pequeño. El pueblito era colorido y elegante, con locales comerciales que bordeaban la avenida principal y decoraciones naranjas, rojas y amarillas que se correspondían con el clima festivo.
—Allí está mi hermano —anunció Emma y con rapidez comenzó a caminar hacia un lujoso BMW negro.
No dudé en seguirla, sintiéndome un poco como un intruso. El hermano de Emma, Ethan, esperaba por nosotros con la espalda apoyada contra la puerta cerrada de su vehículo, luciendo como un auténtico hombre de negocios en vacaciones. Nos sonrió al vernos llegar y no dudó ni un segundo en abrazar a su hermana con fuerza.
—Hola —saludé cuando desvió su atención hacia mí.
El muchacho extendió su mano en mi dirección y la estreché con gusto.
—Hola, Tyler. ¿Qué tal el viaje? ¿Mi hermanita ha acabado con tu paciencia?
Sonreí con diversión y negué con la cabeza. Sorprendentemente Emma se había comportado bastante decente.
—No empieces, Ethan —le advirtió su hermana sin poder borrar la sonrisa de su rostro.
Era la primera vez que la veía sonreír por más de unos segundos, la curvatura se había quedado tatuada en sus labios e iluminaba su rostro. Había abandonado también la mirada asustada, remplazándola por una de felicidad absoluta. Estaba abrazando a su hermano por la cintura, con el cabello cayéndole hacia un costado y elevando su rostro para poder observarlo. Y demonios, lucía tierna.
—¿Pueden esperarme aquí? Tengo que ir por unos dulces para Mila o me matará.
Ambos asentimos e Ethan no tardó en alejarse de nosotros. Cruzó la avenida casi sin mirar a los costados, al ser temprano por la mañana no había mucha gente en el pueblo que pudiera atropellarlo, y finalmente desapareció en el interior de una patisserie que lucía costosa.
—Mi hermano es un tanto molesto —comentó Emma mientras subía al asiento delantero del vehículo—. Probablemente haga bromas toda la semana, me disculpo desde ahora.
—No hay problema.
¿Qué más podía decir? El hombre había pagado por nuestros pasajes, me brindaría asilo durante una semana y estaba bastante seguro que no me permitiría darle ni un centavo. Aguantar bromas no me molestaba, mis propios amigos me habían torturado cuando mencioné que pasaría Acción de Gracias con ella.
Seguí su ejemplo y tomé asiento en la parte trasera del automóvil. El olor a cuero y a vehículo nuevo me invadió. Sabía que la familia Williams era adinerada, pero eso no quitó el asombro de saber que era el quinto vehículo en que veía a Ethan desde finales de agosto.
El hermano mayor de mi compañera no tardó en volver y tras entregarle un paquete a Emma que olía a frutas, puso el vehículo en marcha.
—Estamos cerca del pueblo —explicó mientras conducía—, a unos veinte minutos a pie, pero imaginé que no querrían caminar tan temprano. Siéntanse libres de utilizar las bicicletas o los autos cuando quieran.
—No sé manejar, Ethan —se quejó Emma—. Sabes que mamá no quería que aprendiera.
—¿Tú sabes conducir, Tyler?
Sus ojos me encontraron por el espejo retrovisor y me limité a asentir.
—Bueno, ahí lo tienes, Em. Él puede llevarte.
—Puedo enseñarte a conducir si quieres, Emma.
Volteó sobre el asiento para observarme con sorpresa.
—¿En serio? —Poco le había faltado para chillar de emoción.
Y no pude evitar sonreír.
—Claro, siempre y cuando no seas un absoluto peligro al volante.
Su hermano rió y se ganó un leve golpe en el brazo a causa de eso lo que lo hizo reír más. Me agradaba, había esperado un tipo estirado; sin embargo, lucía bastante normal. Me recordó un poco a Genesis, el dinero no la había convertido en alguien insoportable.
En pocos minutos dejamos atrás el pueblo e ingresamos a una zona residencial que parecía sacada de un catálogo. Las casas lucían inmensas con grandes porciones de tierra verde –incluso en otoño-, lindos porches y ventanales inmensos. La vivienda de Ethan no era distinta al resto, lucía más pequeña que las demás, aunque igual de costosa. Tenía forma de "L", paredes gris claro y detalles en blanco.
En tanto el vehículo se detuvo frente al garaje, una muchacha de cabello castaño y prominente vientre salió por la puerta principal chillando. Emma escapó del BMW y corrió a abrazarla como si no la hubiese visto en una eternidad.
—Tendrás que acostumbrarte a los gritos, Tyler —susurró Ethan en mi dirección con una sonrisa—. Se vuelven muy entusiastas cuando están juntas.
—Descuida, tengo una mejor amiga que hace lo mismo.
Él me dedicó una mirada en broma que decía «mujeres» y reí al notarlo.
En tanto salí del vehículo, la misma muchacha, cuyo nombre sabía era Mila, me abrazó con fuerza, dejándome de piedra. No esperaba tanta calidez de parte de una desconocida, sobre todo si ella estaba al tanto de mi conflictiva relación con su cuñada.
—Tú debes ser Tyler —dijo tras soltarme y esbozó una amplia sonrisa de dientes blancos—. Eres mucho más apuesto de lo que Emma me había dicho.
—¿Gracias?
Así que Emma le había hablado de mi atractivo. Interesante.
—¿Tienen hambre? Les prepararé el desayuno.
—Muchísimo —contestamos Emma y yo al unísono.
El interior era igual de impresionante, aunque lucía hogareño a la misma vez. Las paredes eran de un suave color arena, los muebles blancos y grises, y los pisos oscuros. Una chimenea a gas decorada con piedras grises estaba encendida, brindándole calidad al espacio en contraste con el aire frío del exterior. Me gustaba, era la clase de vivienda que esperaría de alguien como ellos.
Mila tenía preparada la mesa junto a la cocina con suficiente comida para un festín, como si esperara que le dijéramos que estábamos muertos de hambre. No me quejé, el estómago me gruñía y todo lucía delicioso, incluidas las masas finas que Ethan había comprado en el pueblo.
La comida fue abundante y sabrosa, la conversación animada y divertida, y me sentí bastante cómodo compartiendo con la familia de mi compañera. Ethan fue el primero en retirarse para atender a un cliente que estaba llamándolo desde temprano y luego Mila dijo que tenía una clase de yoga para madres en el pueblo por lo que Emma y yo quedamos a solas en la gran vivienda.
—Entonces... —murmuró, jugueteando con sus dedos—. ¿En verdad me enseñarás a conducir?
—Claro. —Me encogí de hombros, restándole importancia, no me molestaba darle una mano en algo tan simple—. ¿Tu hermano tiene algún vehículo con caja manual? Es mejor que aprendas así.
—No creo. —Rascó su frente con nerviosismo y desvió su mirada hacia el gran ventanal con vista a la piscina por el cual su hermano había salido minutos antes—. Pero mis padres sí.
—¿Puedes utilizarlo?
Sus ojos recayeron sobre mí y el brillo de terror volvió. Había dicho algo erróneo, pero no sabía qué.
—Mmm.
Eso sonaba mucho como un «no» para mí.
—¿Y si empezamos por uno automático? —solté—. Siempre puedes aprender luego, además no te ves como la clase de chica que utiliza vehículos baratos.
Blanqueó los ojos, aunque no discutió.
No tenía que ser un científico de la NASA para saber que allí estaba el problema: sus padres. El asunto parecía ser mucho más serio de lo que ella había dicho en un principio y comenzaba a sospechar que Emma tampoco hablaba con sus progenitores. No le había creído cuando mencionó que ellos estarían de viaje y su nerviosismo era un claro indicativo de que no quería meterse en problemas. No iba a insistir con el tema, yo mejor que nadie entendía lo incómodo que era conversar sobre problemas familiares con personas ajenas al círculo.
—Claro. Gracias.
Hizo una pequeña mueca que luego transformó en una sonrisa tensa.
—Espero que tengas paciencia, soy un poco terca.
—¿Tú? —pregunté con tanto sarcasmo como pude reunir—. Imposible.
—Púdrete.
Creí que terminaría nuestra conversación cuando se puso de pie, pero, en lugar de eso, giró hacia mí y con una sonrisa que lucía verdadera dijo:
—¿Vienes?
Y no hubo manera de que dijera que no.
¡Hola, gente linda! ¿Cómo están hoy? ¿Qué tal ha ido su semana?
Como habrán notado este capítulo es más corto que los demás, creo que es el más corto de toda la historia y se debe a que es el inicio de lo que sucederá durante esta celebración. ¿Qué deben esperar? Yo les diría que un poco de todo. Aquí unos adelantos:
-llamadas telefónicas con información importante;
-una fiesta;
-un instrumento que no solo nos brindará una linda melodía;
-una cena muy interesante; y,
-un viaje en auto un poquito incómodo.
¡Estoy ansiosa para leer sus reacciones!
Muchísimas gracias por su apoyo y espero que tengan un hermoso fin de semana. Nos leemos el lunes. Las amo.
MUAK!
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