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Capítulo treinta y ocho

TYLER

El sonido de la alarma me despertó de un extraño sueño y estiré el brazo con pereza para detener el sonido molesto. Tenía tres horas para llegar al aeropuerto y abordar el avión, lo justo para desayunar, viajar hasta el aeropuerto y realizar el check-in.

Emma se removió a mi lado y abrió los ojos con lentitud. Su mirada sobrenatural se encontró con la mía y le sonreí. Tenía la cabeza apoyada en mi pecho desnudo y el pelo un poco alborotado, lucía condenadamente atractiva.

—Buenos días —saludé con voz ronca.

—Buenos días. ¿Qué hora es?

—Las ocho, vuelve a dormir.

—No —susurró—, te irás en unas horas.

Frotó sus ojos con pereza y se sentó sobre la cama, liberando mi otro brazo. Habíamos dormido juntos, abrazados y conversando hasta el cansancio. Era extraño, solo lo había hecho con Genesis y no había tenido el mismo significado; sin embargo, era una sensación que me agradaba.

—Iré a ducharme, ¿puedes ir por el desayuno? No creo alcanzar a hacer todo.

—Claro, ¿quieres café?

Asentí con la cabeza.

—Por favor.

Me puse de pie y estiré mis brazos mientras caminaba hacia el baño. Pude sentir su mirada sobre mí y le dediqué una sonrisa de lado.

—Eres una pervertida, Williams.

—Tú eres el que se pasea en boxers ajustados, yo soy una víctima de la situación.

—Buena respuesta —admití—. Creo que mi trabajo aquí ha concluido.

Me arrojó su almohada en forma de estrella y la agarré en el aire, riendo.

Ella vestía mi camiseta, la misma que utilizaba para dormir y le quedaba fantástica. Habría deseado quedarme allí observándola, estar presente cuando se levantara de la cama y quisiera tapar sus piernas desnudas porque solo se había quedado en bragas y con la parte de arriba de mi pijama, pero el tiempo corría y no podía llegar tarde.

Cuando salí de ducharme, ya vestido, Emma estaba tendiendo su cama. Me saludó con una sonrisa mientras sacudía sus almohadas para darles forma.

—Te he dejado el café en tu escritorio y también un sándwich.

—Gracias.

Me acerqué hacia la mesa y le di un buen sorbo a la bebida caliente. Mi maleta con rueditas descansaba junto a la cama acompañando a la mochila que había preparado la noche anterior donde llevaba algunos regalos y snacks. Era un viaje de seis horas y aunque había pagado por un asiento en clase ejecutiva, no sabía cuánta comida me darían y yo era una persona hambrienta.

—¿Quieres acompañarme?

—¿A Rose Valley?

Su voz se cargó de confusión y sus cejas se elevaron. Reí por lo bajo y negué con la cabeza, debería haberme expresado mejor.

—Al aeropuerto.

—Oh, vaya. —Rascó su cuello con nerviosismo—. Claro, no tengo nada para hacer.

—Gracias por dedicarme tu tiempo muerto, Em.

Blanqueó los ojos y se dirigió hacia su armario. Entendí que eso significaba que iba a tomar su chaqueta por lo que le di un último sorbo a mi café y me abrigué. Guardé el sándwich en el bolsillo del saco y tomé mis bolsos, listo para salir.

—¿Necesitas ayuda?

—Nop.

Abrió la puerta para mí y no tardé en salir. A pesar de que nuestra relación, cualquiera fuese su nombre, estaba avanzando bien y me hubiese gustado pasar más tiempo con ella, la realidad era que me moría por ver a mis amigos. No podía esperar a llegar al pueblo, incluso si tenía que esquivar a mis padres y a mi hermano por las dos semanas que estuviera allí. Todo eso valdría la pena si la ganancia era verlos todos los días.

Encontrar un taxi no fue tan difícil, muy probablemente porque nadie en su sano juicio salía a las ocho y media en invierno de su cama. El conductor tampoco lucía tan feliz, pero cuando le dije que iría al aeropuerto JFK su humor mejoró, costaba una fortuna ese viaje y, sin embargo, por nada en el mundo tomaría un autobús con las temperaturas bajo cero.

—¿Tyler?

—¿Si?

—¿Qué significa tu tatuaje? —preguntó en un susurro.

Reí por lo bajo e inmediatamente llevé mi mirada hacia mi muñeca izquierda. Elevé las capas de ropa para dejar la piel expuesta donde un tatuaje negro y pequeño de una rosa perdiendo sus pétalos había sido marcado para siempre unos meses atrás.

—Bueno, no tiene un significado real, pero a la vez sí.

Su ceño se frunció y no pude contener la necesidad de alisárselo con los dedos. Sus mejillas se sonrojaron cuando sintió mi caricia, aunque no se apartó.

—¿Entonces?

—Es un tatuaje que comparto con Genesis —le expliqué.

Me miró con asombro y supe que podía malinterpretarse. No sería la primera persona que le buscaría un sentido romántico cuando en verdad era producto de nuestra estupidez.

—Lo hicimos en una noche de borrachera, más precisamente el primero de enero de este año. Fue una idea tonta en la que nos prometimos no olvidarnos del otro cuando nos separáramos al ir a la universidad.

—¿Y cómo va esa promesa?

Una sonrisa apareció en sus labios y entendí que no había pensado mal de mí. Por alguna razón, no quería que ella pensara que estaba enamorado de Genesis, ya se lo había dicho, pero quería confirmárselo. Lo había estado, solo que ya se había acabado.

—Bueno, tú dime. —Reí—. Hablo con ella a diario, Taylor suele cortar nuestras llamadas porque dice que nuestras voces lo molestan.

—Me siento un poco como Taylor a veces.

Tomé su mano mientras reía y la llevé hacia mis labios. Besé sus nudillos y luego dejé descansar nuestras manos entrelazadas sobre mi regazo. Me estaba comportando bastante cursi, lo sabía mejor que nadie y aun así no me molestaba. Se sentía bien hacerlo con Emma.

—Intentaré encerrarme en el baño en el futuro para no molestar.

—¿Solo ustedes tienen ese tatuaje?

Asentí.

—Sí. Tay y G estaban peleados en esa época, no se hablaban, y Theo estaba muy ocupado con su novia esa noche por lo que fuimos los únicos lo suficientemente ebrios y con dinero para hacerlo.

—¿Es tu única anécdota ebrio? —Enarcó una de sus cejas como si ya supiera la respuesta a esa pregunta.

—No, tango muchas más. Una vez los cuatro terminamos en la fuente de la plaza central —admití—. Nos llevaron a la estación de policía, pero como el sheriff es el abuelo de Theo, tan solo nos castigaron.

—¿Tyler Murphy castigado? —preguntó con burla.

—No se lo digas a nadie, tengo una reputación que cuidar.

Las carreteras estaban más despejadas de lo normal, aunque el tráfico seguía siendo pesado, por lo que menos de media hora después el taxi arribó en el aeropuerto. Pagué la tarifa y Emma y yo descendimos del automóvil. Me cargué la mochila al hombro y rodé la maleta a mis espaldas mientras ingresábamos.

—Hace mucho tiempo no venía —comentó mientras observaba con ojos brillantes la construcción.

Para mí lucía como cualquier otro aeropuerto lleno de gente. Era una zona neutral, un lugar donde la gente iba o venía, pero no se quedaba. No me producía ningún sentimiento más que ansiedad para ver a quienes me esperaban del otro lado. Ese día, las personas me esperarían en San Francisco.

—¿Venías mucho?

—Sí, casi cada mes. Nos gustaba viajar.

—¿Ya no te gusta?

Su mirada se despegó de los detalles y volvió a mi rostro. Se había apagado un poco y entendí la razón antes de que hablara.

—Claro que sí, solo que para viajar se debe tener dinero.

—Siempre se puede ahorrar.

Balanceó sus brazos hacia delante y hacia atrás mientras caminábamos, Emma lucía como una niña pequeña que había ido a su lugar favorito. La fila para realizar el check-in no era larga por lo que en pocos minutos mi nombre figuraba en la lista de pasajeros del avión.

—Bueno... —susurró—. Creo que es hora de irme.

—Gracias por acompañarme, Em.

—No tenía nada mejor que hacer.

A pesar de sus palabras, sonrió. Me incliné hacia delante para besar sus labios, pero el sonido de un móvil sonando me interrumpió. Poco me faltó para suspirar y rebusqué en mis bolsillos intentando hallar el aparatito. Cuando lo encontré descubrí que el mío no había sido el causante de la interrupción y Emma buscó el suyo en ese momento.

—Mierda.

—¿Sucede algo?

—Ethan me ha llamado cinco veces, no lo escuché antes.

El teléfono volvió a sonar y atendió sin dudarlo, llevándose el aparato al oído.

—Hola, Ethan. Perdón, estoy en un lugar un poco ruidoso.

Se quedó en silencio un momento y abrió los ojos con asombro.

—¿Cómo? —exclamó—. ¿Ahora mismo? ¡Tendrá que esperarme porque estoy en el aeropuerto! No, Ethan. ¡No me iba a fugar! Acompañé a Tyler. Ahora salgo para allá, no lo dejen salir.

Cortó la llamada con velocidad y me observó. Estaba agitada pero feliz y yo no entendía nada de lo que estaba sucediendo.

—¿Emma?

—¡Debo irme! —chilló—. Mi sobrino está por nacer, Mila ha roto bolsa y tiene varios centímetros de dilatación.

—Bien, te acompaño para que tomes un taxi.

—¡No traje dinero! Iba a volver en autobús.

Tomé su mano para apurarla, se había quedado plantada como una estatua mientras soltaba las palabras con rapidez y nerviosismo. Se veía graciosa; sin embargo, no era el momento adecuado para reírme. No tardé en encontrar un vehículo y me subí con ella, no dejaba de parlotear cosas sin sentido sobre bolsos de bebé, pañales y dilatación vaginal. Lo último no me interesaba para nada.

—¡Emma! —exclamé, cortando su vómito verbal—. ¿A qué hospital?

—Al hospital Presbiteriano.

El taxista asintió y arrancó con rapidez, dándose cuenta que era una situación urgente. Le daría una buena propina si se saltaba algunos semáforos en rojo, aunque no iba a admitirlo en voz alta.

—¡¿Qué haces aquí?! Tu vuelo sale en quince minutos.

—Lo sé.

—¡Estás en un taxi conmigo!

—Lo sé —repetí con calma.

—¡¿Y tus amigos?!

—Hablaré con ellos cuando lleguemos al hospital, estás a punto de tener un colapso nervioso y no tienes dinero, no iba a dejarte sola.

Mis palabras parecieron tranquilizarla y me abrazó con fuerza de improvisto. Correspondí a su abrazo, asombrado por la muestra de afecto y sonreí para adentro mientras acariciaba su cabello.

—Gracias, Ty.

—No tengo nada mejor para hacer —bromeé.

Depositó un beso corto y casto sobre mis labios para luego dedicarme una amplia sonrisa dejando entrever su perfecta dentadura de chica rica.

Tendría que darles muchas explicaciones a mis amigos en cuanto llegáramos al hospital, sobre todo tendría que llamar a la aerolínea para decir que había perdido el vuelo y conseguir un asiento en el próximo, pero eso no me importó en ese preciso instante. Emma resplandecía de felicidad y me hizo bien saber que una pequeña parte, una diminuta parte de esa felicidad, se debía a mí.

¡Hola, gente bella! ¿Cómo están?

¡Ha llegado el momento! La pequeña criatura nacerá y finalmente conoceremos cuál de los padres tuvo razón respecto al sexo del bebé. Hagan sus apuestas.

¿Les ha gustado el capítulo? ¿Qué creen que sucederá en el cap de mañana?

Muchas gracias por leer, votar y comentar. Recuerden que siempre pueden unirse al grupo de WhatsApp y recientemente me he creado una cuenta de TikTok donde intentaré subir videos relacionados a mis historias (ya tienen dos relacionados a Rose Valley Boys).

Ahora sí, me retiro. Les deseo un bello día. I LOVE YOU.

MUAK!

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