Capítulo once
EMMA
Me había prometido no volver a esa avenida, lo había hecho con todas las intenciones de cumplir mis palabras. Realmente hubiese preferido que me arrancaran el cabello antes que poner un pie en esa torre, pero no podía confiar ni en mi propia palabra. Las promesas se las llevaba el tiempo, incluidas las propias.
Tragué con fuerza y observé el imponente edificio donde vivía mi hermano con su esposa y donde, además, vivían mis padres. Donde había crecido y me habían criado. Esos tiempos parecían tan lejanos, en cambio, en ese momento yo estaba escondida dentro de una sudadera con capucha para evitar ser vista por algún curioso.
Mis padres habían utilizado el cuento de que me iría a estudiar al extranjero para justificar mi desalojo y no me parecía buena idea ser vista por allí. No quería hablar con nadie y mucho menos que los comentarios comenzaran a rodear a mi familia hasta asfixiarla. Estaba enfadada con mis padres, pero seguíamos compartiendo la misma sangre.
Armándome de valentía y aferrando mi bolso, di el primer paso hacia el interior de la construcción. Mirko me observó con una mezcla de preocupación y asombro; no obstante, comprendió rápidamente que no deseaba hablar con nadie. Las lágrimas que manchaban mi rostro y enrojecían mis ojos eran la prueba de ello.
Luego de haber discutido con Tyler y escuchado todas las palabras hirientes que había me había dirigido, no había podido hacer más que llorar. Comprendí rápidamente lo mal que me había portado con él y tenía razón en todo lo que había dicho, o al menos la mayoría; sin embargo, como idiota que era, lo negaba. Para mí, Murphy no era más que un muchacho con aires de grandeza y rostro atractivo porque aceptar que la que estaba mal era yo suponía realizar un proceso de introspección que no estaba lista para efectuar. Así era como había acabado en ese lugar al que me había prometido no volver, me sentía avergonzada y enojada, pero sobre todo dolida. Y la única forma que conocía para calmar ese dolor era ir corriendo como una niña a los brazos de mi hermano.
Ethan no me juzgaba, incluso cuando tenía derecho a hacerlo. Él escuchaba, me reconfortaba y me brindaba todo el cariño que en algún momento se me había negado. De no ser por él no sabría qué sería de mí. Había sido mi roca durante toda la vida cuando ese papel no le correspondía.
Toqué el botón que me llevaría a su piso y esperé en silencio mientras el elevador subía. Me abracé a mí misma luego de secar mis lágrimas e intenté mantener el calor porque sentía el cuerpo helado. Las puertas no tardaron en abrirse e ingresé al departamento que estaba silencioso. No me sorprendió la quietud, era de noche y probablemente Ethan y Mila habían salido a cenar con amigos.
Crucé la habitación y, sin dudarlo, subí las escaleras rumbo a los dormitorios. Ellos tenían una habitación de huésped que me habían ofrecido y que, a pesar de haber rechazado, mantenían preparada por si necesitaba un lugar donde dormir. Eso era justamente lo que necesitaba.
Mi mejor idea fue darme una ducha de agua caliente que borrara las manchas de mi piel y, tras secarme el cabello, me recosté en posición fetal entre las sábanas suaves. No tardé en dormirme y ese momento quizás fue el mejor de mi día.
***
—Emma, despierta.
Me quejé entre sueños y me revolví en la cama, intentando alejarme de la mano que me movía de lado a lado. No quería despertar, quería ignorar mis responsabilidades y continuar en el mundo de las fantasías. Entendía mejor que nunca a Peter Pan, no crecer parecía hermoso.
—Anda, Emma. Tienes que ir a clases.
Conocía la voz de mi hermano, reconocía ese tono de preocupación y podía imaginar su expresión, solo por eso decidí ignorar mis deseos. Abrí los ojos, encontrándome con su mirada azul y una sonrisa de consuelo curvando sus labios.
—¿Qué hora es? —pregunté con voz ronca.
—Las seis.
No gruñí, aunque lo hubiese deseado; odiaba tener que despertarme tan temprano para poder llegar a tiempo a la universidad. No me gustaba el transporte público, siempre me confundía de parada y la gente tenía cara de pocos amigos. Realmente extrañaba al chofer de mis padres.
—Está listo el desayuno, tenemos que hablar.
—No quiero hablar.
—No fue una pregunta, hermanita.
Esbocé un puchero con los labios y él rió por lo bajo, de todas maneras no pareció surtir efecto. Él era fuerte y yo era patética.
—Tienes diez minutos o enviaré a Mila y créeme que hoy está teniendo un mal día. Han vuelto las náuseas matutinas y está muy enfadada.
Sonreí ante la mención de Mila. Ella siempre había sido dulce, pero el embarazo había sacado lo peor de sí; no obstante, ni siquiera de esa manera dejaba de ser agradable. Mi cuñada enfadada seguía siendo más agradable que yo de buen humor.
—Bien —acepté—. Prepárame un café.
—La cafeína hace mal.
—Todo hace mal, Ethan. Deja de ser molesto y prepárame un café.
Me sacudió una vez más porque sabía que eso me molestaba y luego se alejó de mí, dejándome en esa habitación solitaria. Intenté no pensar en nada más que en seguir una rutina: salir de la cama, orinar, lavarme las manos, cara y dientes -porque sí, era de las que se cepillaban los dientes antes de desayunar-, vestirme y peinarme. No había traído maquillaje de la residencia dado que había tomado lo que estaba a mi alcance y no quería molestar a Mila para que me prestara el suyo. Para mí el maquillaje era algo muy personal, no me gustaba compartirlo.
No tardé más de diez minutos en bajar y caminar hacia el comedor. Mi hermano estaba terminando de servir café en una taza y Mila acariciaba su barriga mientras comía fruta de un tazón. Ambos me sonrieron al verme llegar y les dediqué mi mejor intento de sonrisa que debió parecer una mueca porque la mirada de ambos se ensombreció.
—Buen día, M —saludé y deposité un beso sobre su mejilla—. Buen día, pequeñito.
Acaricié su prominente barriga y esperé por si mi sobrino o sobrina quería patear, pero no lo hizo, nunca pateaba conmigo.
—O pequeñita —me corrigió mi hermano.
—No, es un muchacho. Ya verás —le dije mientras tomaba asiento.
—Yo también creo que es un niño, pero tu hermano está convencido de que es una niña.
—¿Por qué quieres una hija? Tiene que soportar el período y que la gente se sienta con derecho a decirle qué hacer.
Le di un largo sorbo a mi taza y cerré los ojos al sentir el asombroso sabor. El café importado desde Colombia era mucho mejor que el que podía permitirme beber, no por nada su precio era mucho más elevado. Era asombroso.
—Porque si es una niña no serás la única Williams, te sentirás acompañada.
Chasqueé la lengua.
—¿Realmente estás preparado psicológicamente para tener que soportar muchachos hormonales que intenten ligar con tu pequeñita?
Ethan frunció la nariz con desagrado y Mila rió con ganas. Lo había atrapado, no era tan sencillo tener una hija. Sin embargo, él me atrapó de una forma más cruel porque rápidamente sacó el tema de conversación que tanto intentaba evitar.
—¿Por qué estás aquí, Emma? Sabes que no nos molesta tu presencia, pero me sorprendió cuando Mirko me llamó para decirme que habías llegado llorando.
No me molestaba saber que el encargado lo había llamado porque él y yo teníamos una buena relación. Se preocupaba por mí y yo por él y su familia. Era como un abuelo postizo.
—Nada —mentí—. No ha sucedido nada.
—Emma...
—No uses ese tono conmigo, Ethan. —Lo señalé con el tenedor de manera acusatoria—. No ha sucedido nada nuevo.
—¿A qué te refieres con «nuevo»?
Mierda, debería haberme quedado en «nada». Él estaba al tanto de mi relación conflictiva con Tyler y no era algo que aprobara, pero como yo le había dicho que lo tenía bajo control, no había insistido sobre el tema. Sabía que no tendría escapatoria por haber metido la pata.
—Nada —repetí.
—¿Quieres hablar con Mila sobre el tema? Puedo irme si eso te hace sentir mejor.
Observé a mi cuñada y ella me dedicó una sonrisa de entendimiento. Ella sabía un poco más que Ethan porque no tenía que omitir las partes en las que el muchacho no solo me enojaba sino que también alborotaba un tantito mis hormonas. No quería que mi hermano tuviera conocimiento sobre ese detalle porque no era algo que quería admitir. Me sentía tonta, no me gustaba que mi cuerpo reaccionara a él cuando mi mente y mi corazón lo detestaban.
—Discutimos porque me comporté como una demente —le hice saber.
Enarcó una ceja y llené mi boca con panqueques para ganar tiempo. Tendría que darle más información porque para que él me dejara quedar allí como tenía planeado, debía darle una buena razón. Y la razón era mi profunda vergüenza.
No quería ver a Tyler porque sabía que tenía que disculparme con él. Lo había golpeado no una sino dos veces. La primera fue sin querer porque creí que atajaría el jabón, aunque eso no me hacía menos culpable, pero la segunda vez había sido con intención. Yo sabía que él no iba a besarme, que lo estaba haciendo para fastidiarme y de todas formas reaccioné de manera violenta.
Cuando terminé de tragar la comida y sabiendo que no tenía otra opción, relaté los sucesos del día anterior sin omitir ningún detalle. Observé en los ojos de mi hermano la sorpresa seguida de la decepción y eso me hizo sentir aún peor, pero no me permití llorar. Suficientes lágrimas ya había soltado.
—¿Quieres escuchar palabras lindas o la verdad?
Mordí mi labio inferior con nerviosismo.
—¿No puedes ponerle palabras lindas a la verdad?
Mi hermano suspiró y estiró su mano sobre la mesa para tomar la mía con la finalidad de darle un apretoncito.
—Creo que Tyler ha tenido razón en algo: necesitas un psicólogo.
Abrí los ojos con asombro y quité mi mano de su agarre. Eso sí que no lo esperaba.
—Yo no necesito un psicólogo, no estoy...
—¿Loca? —me interrumpió—. No necesitas estar loca para ir a un terapeuta, solo necesitas ser lo suficientemente inteligente como para entender que es necesario asegurar la salud mental. Es necesario que sepas que no eres cobarde por comprender que tus problemas psicológicos pueden afectar tu salud física y tus relaciones. Lo lamento, Emma, pero él tiene razón.
—Ethan está en lo cierto, Emma. Has pasado por mucho los últimos meses y necesitas hablar con alguien, alguien que realmente pueda ayudarte. Tu hermano y yo te amamos, pero no tenemos las herramientas para hacerlo.
Mi barbilla tembló y mis ojos comenzaron a picar. Sentía que me estaban abandonando, que estaban desligándose de mí para no hacerse cargo de los problemas que podría ocasionar; sin embargo, estaban haciendo todo lo contrario. Ellos querían ayudarme.
—Tú nunca has sido una persona violenta, hermanita, pero últimamente te has transformado en alguien que no eres. Necesitas ponerle un alto antes de que sea demasiado tarde.
—Yo estoy bien.
La mirada que compartieron entre ellos me dio a entender que no me creían. Ellos no creían que yo estuviera bien y no podía culparlos porque eran los únicos que me conocían lo suficiente como para ver más allá de mis mentiras.
—Mila puede ayudarte a conseguir un buen terapeuta, en el hospital donde trabaja hay excelentes profesionales. Y yo pagaré por tus sesiones.
—No quiero ir a terapia.
—No te obligaremos, Em.
Los ojos azules de mi hermano me perforaron profundo y entendí que estaba seriamente preocupado por mí. Él siempre había estado preocupado por mí, desde el día de mi nacimiento había tomado un papel de hermano mayor protector. Había ido a una universidad no tan lejana para mantenerse en mi radar en caso de que lo necesitara.
De verdad no quería ir a terapia, pero sobre todo no quería que mi hermano y su esposa cargaran con una responsabilidad que no les correspondía. Yo era mayor de edad y eso suponía que debía hacerme cargo de mis propios asuntos.
—Les devolveré el dinero.
Ambos asintieron, aunque los tres sabíamos que no estaba en condiciones de devolver ningún dinero porque con suerte podía hacer frente a mis gastos.
—E iré solamente a un médico que Mila me recomiende.
Volvieron a asentir.
—Y le compraré un regalo a Tyler para disculparme.
¿Qué tal, gente linda de Rose Valley? ¿Les han gustado los capítulos?
Mucho drama, lo sé, pero créanme que era necesario.
¿Qué opinaron de Emma durante la pelea y durante la charla con su hermano y cuñado?
¿Qué pensaron de Ty durante la pelea?
Espero que les haya gustado los capítulos y ya que éste es medio sad, les dejo unos memes para subir el ánimo.
Gracias por comentar, votar y leer. ¡Las quiero!
Ahora sí, me despido hasta la semana que viene. ¡Buen finde!
MUAK!
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