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Capítulo diecisiete

EMMA

Tenía varias cosas claras y que no podía negar aunque lo deseara. Uno, había aceptado ir a una fiesta con Tyler Murphy porque verlo con Rufus había enternecido mi corazón de piedra. Dos, había aceptado porque creí que Paris y Rob también irían. Tres, Tyler me parecía algo atractivo y agradable lo que me incomodaba al saber que iríamos solos a una fiesta. Cuatro, mi vestido era muy corto.

Eso último explicaba mi necesidad de tirar hacia abajo la falda del vestido mientras subía las escaleras, arrepintiéndome por haber escogido esa prenda entre todas las que tenía. Sentía que alguien podría verme las bragas con tan solo agachar la mirada y si bien debía admitir que me encantaba como me quedaba, no había considerado que quizás no era tan adecuado para subir tres pisos por escaleras.

—Deja tu ropa en paz, Williams —gruñó Tyler a mi lado.

—Eso es porque a ti no se te ven las bragas.

Elevó las cejas con sorpresa y desvió la mirada hacia mis piernas por lo que no dudé en darle un golpe leve en el brazo. Pervertido.

—Veo piernas kilométricas, pero no bragas. Estarás bien, Em.

Rodé los ojos; sin embargo, no comenté nada al respecto. No mencioné nada sobre el hecho de que había dicho que tenía piernas largas porque no sabía si era algo bueno o no. ¿Quería que fuera algo bueno?

—¿No vendrá nadie de la residencia? —pregunté cuando llegamos al piso donde la fiesta tenía lugar.

—Se lo mencioné a algunas personas al salir, quizás alguien aparezca por aquí.

Tiró con fuerza el portón del departamento y la música llegó a nuestros oídos con facilidad. Esa era una fiesta de festejo y no tanto una formal como la anterior a la que me había invitado. Tyler me aseguró que no debía vestir ropa sosa ni peinarme en exceso porque la finalidad de ir a ese lugar en Brooklyn era beber alcohol y celebrar que su libro se había agotado en pocas semanas.

—¿Paris vendrá? —Elevé la voz para que me escuchara sobre el ruido.

—No lo sé, es tu amiga. Envíale un mensaje o algo.

Cerró la pesada puerta tras de mí y esperé a ver sus siguientes movimientos para saber qué hacer. El lugar era amplio y tenía aspecto industrial, la iluminación era buena, aunque la mayoría de las luces estaban apagadas para darle ese aire de discoteca. Había una barra donde algunos camareros servían tragos y otras donde se encontraba comida. Vi también en una de las esquinas de la habitación a un DJ en una tarima que se estaba encargado de llenar de energía el lugar. Personas jóvenes de no más de treinta y cinco bailaban al son de la canción con bebidas en sus manos. Dudaba mucho que mi compañero conociera a todos ellos ya que poco salía de nuestra habitación, pero no pareció darle mayor importancia.

—Iré con mi publicista, diviértete —soltó contra mi oído, su aliento cálido y mentolado chocando contra mi piel—. Y deja de preocuparte por tu vestido. Lo digo en serio, luces bien.

Sin más que decir, se alejó de mí, adentrándose en el mar de gente y dejándome de pie en la entrada del departamento. Observé su espalda enfundada en una camisa blanca moverse entre el gentío hasta que desapareció.

Suspiré y recorrí nuevamente con la mirada cada rincón debatiéndome qué hacer a continuación. Lo más sensato era llamar a Paris y rogarle para que llegara a mi rescate, necesitaba su compañía más que nunca. También podría llamar a una de mis amigas del instituto que había intentado contactarme toda la semana y que se encontraba en Nueva York de visita luego de escaparse de Seattle por el fin de semana.

De lo que sí estaba segura era que necesitaba orinar porque luego de llegar del trabajo, Tyler me había apurado para que estuviera lista o llegaríamos tarde. El resultado había sido bañarme a las prisas, elegir ese vestido diminuto, secar mi cabello de manera descuidada y maquillarme con tanta velocidad que merecía un premio. Y todo para que el idiota me abandonara nada más llegar.

No debería haber aceptado su invitación, debería haber confirmado con Paris que ella iría antes de decir que sí.

Encontrar el cuarto de baño fue difícil, pero finalmente logré mi cometido. Aprovechando la tranquilidad del lugar en donde la música no retumbaba con tanta fuerza, llamé a mi única amiga en la residencia.

Emma, ¿cómo estás?

—Hey, Paris. Estoy la fiesta de Tyler, ¿vienes?

Tengo que terminar unos informes y voy, ¿puedes esperarme?

Suspiré ya que no podía quejarme, mejor esperarla a saber que nunca llegaría.

—Claro. ¿Robert ya viene?

Sí, está yendo con April y algunos chicos más. Seguro ya están allí. No son tantos, sabes que Murphy solo invita a un puñado.

—Okey, te esperaré cerca de la barra.

Entendido, Emma. Nos vemos en algo así como una hora.

—¿Crees que puedas traerme un vestido? —pregunté con rapidez antes de que colgara.

Haber pasado tiempo con Paris me había preparado para imaginar su expresión al escuchar esa pregunta. Era probable que tuviera los ojos abiertos de par en par y había dejado de jugar con uno de esos mechones violetas que siempre se le escapaban de su coleta.

¿Por qué quieres un vestido?

—Digamos que elegí uno que le quedaría bien a mi yo de catorce años que no había pegado el último estirón.

Se rió con ganas y no pude evitar blanquear los ojos.

Emma, aprovecha tu culo parado que en una década se caerá y búscate a alguien lo suficientemente sobrio a quien meterle la lengua hasta la garganta.

—¡Paris! —exclamé con asco por la especificidad de sus palabras.

Lo digo en serio.

Y cortó la llamada, dejándome con un regaño en la punta de la lengua. Tuve todas las intenciones de volver a llamarla de nuevo; sin embargo, unos golpes en la puerta me avisaron que llevaba mucho tiempo acaparando el baño.

Salí guardando el teléfono móvil en mi chaqueta y caminé hacia la barra. No tardé en encontrar a Robert allí ya que con su altura sobresalía entre la gente. Me sonrió cuando me puse de pie a su lado y me recorrió de pies a cabezas sin disimulo.

—Vaya, Williams. No eres tan estirada después de todo.

—Hola, Rob. Como siempre un placer —ironicé.

Comprobando mi teoría de que ya estaba ebrio, se inclinó hacia estar a mi altura y depositó un beso sonoro sobre mi mejilla.

—Aceptar un cumplido no te matará.

—Eso no ha sido un cumplido.

Se encogió de hombros, restándole importancia, y recibió la copa que uno de los camareros le acercaba.

—Prueba uno de estos, son geniales.

Asentí y para él eso fue suficiente para marcharse. Lo vi caminar mientras bailaba hacia un grupo de cinco personas entre las que se encontraban Tyler y April quienes estaban compartiendo un beso que no era apto para todo público. Augh, no les vendría mal un poco de vergüenza.

Volteé la mirada hacia el camarero que estaba preparando un trago para una mujer y esperé por mi turno. No estaba segura de qué era lo que Rob había pedido pero para mí se veía bastante como un gin tonic. No era fanática del alcohol; de hecho, no bebía alcohol porque apreciaba lo suficiente a mi cerebro como para no atontarlo con ese tipo de bebidas; no obstante, era bastante obvio que no había nada más que alcohol en esa fiesta.

—Un gin tonic —indiqué.

El hombre asintió y rápidamente tuvo lista mi copa. Mis dedos alcanzaron a rozar el vaso sintiendo la condensación en el cristal cuando una mano la arrebató de la encimera con velocidad, alejándola de mí. Fruncí el ceño y con mi mejor cara de pocos amigos me giré para soltarle algunas palabrotas al ladrón.

—No luces como alguien con edad para beber —comentó un muchacho.

Lo observé mientras cruzaba los brazos contra mi pecho, intentando que el escote pronunciado del vestido no resaltara de más mis escasos senos. Era un rubio que parecía haber salido recientemente de la universidad, tan solo unos años mayor que yo y con un lindo rostro que no resaltaría entre la multitud. Tenías ojos claros, pero debido a la escasez de luz no podía determinar el color, barba perfectamente recortada y una sonrisa en sus labios finos. Rápidamente elevé la mirada hacia su cabello y no necesité más para saber qué clase de persona era: niño rico que había logrado el éxito por sí mismo. El traje gris de diseñador con camisa celeste y sin corbata que vestía era la comprobación de ello.

—La mayoría de las personas aquí no tienen edad para beber.

Se encogió de hombros y le entregó la bebida al camarero que contuvo una sonrisa.

—No me importa lo que haga el resto. Perdona, diría tu nombre, pero no lo conozco.

Bufé porque comprendía de qué iba eso. Tenía que admitir que ni en un millón de años habría esperado que un chico como él se fijara en alguien como yo entre la cantidad de personas que había allí. Sabía que tenía cierto atractivo, pero no me consideraba la última Coca-Cola del desierto, era realista.

—Y no lo conocerás.

—El mío es Ezra. —Sonrió, enseñando los dientes esa vez—. Un placer.

—Diría lo mismo si me devolvieras mi bebida.

Chasqueó la lengua y dio un paso hacia delante, un paso hacia mí. Su colonia me invadió y no fue una sensación horrible, era un buen perfume que olía como algo que encontraría en el catálogo de Armani. A pesar de que tendría que haber retrocedido porque no estaba muy convencida de que seguirle el juego fuera una buena idea, no lo hice. Me quedé allí plantada de brazos cruzados y con el ceño fruncido.

—Te ves más como la clase de chica que prefiere una buena limonada. ¿Seguro que quieres alcohol?

O el tal Ezra era muy bueno leyendo a la gente o estaba fastidiándome como nunca antes se había fastidiado a alguien.

—¿Quieres que muera de sed? No veo que haya limonadas por aquí o agua.

—Eso es porque estás buscando en el lugar equivocado.

Extendió su mano en mi dirección como si esperara que la tomara y cuando sus ojos conectaron con los míos, negué con la cabeza. No iba a darle la mano a un extraño, ¿y si tenía alguna de esas drogas que se transmitían por la piel? No quería terminar inconsciente, no estaba tan loca.

—Sígueme entonces.

Observé la habitación una vez más buscando algún rostro conocido para utilizar de excusa, pero mis vecinos de la residencia habían desaparecido como por arte de magia. El rubio se había separado de mí y estaba rodeando la barra de bebidas por lo que supuse que iría a la cocina o algo similar. Eso no pintaba tan mal, de haberlo visto caminar hacia la puerta me hubiese asustado, podía lidiar con una cocina, sobre todo si realmente tenía limonada allí.

Lo seguí, como una idiota lo seguí porque podría haber sido peligroso, por fortuna no lo fue. Ingresó, tal como había sospechado, a la cocina y sostuvo la puerta abierta para mí. El lugar estaba mejor iluminado y pude permitirme darle un mejor vistazo. Celestes, sus ojos eran celestes y no parecían tener restos de alcohol en ellos.

—Guardo aquí las bebidas sin alcohol —me hizo saber mientras se dirigía hacia el refrigerador y esquivando a los cocineros—. Nadie más que yo las consume y así las mantengo frescas.

—¿Esta es tu casa?

Abrió la nevera y sacó de su interior dos botellas de vidrio con un líquido claro que pude identificar como zumo de limón. Abrió una y la extendió en mi dirección, no dudé en aceptarla y llevarla a mis labios para darle un sorbo.

—No lo llamaría mi casa, será algo similar a un bar oculto.

—¿Un bar oculto legal?

Rió al escucharme y asintió mientras le daba un sorbo a su propia botella.

—Por supuesto, ¿tengo cara de delincuente?

Le di una mirada de arriba abajo y fruncí mis labios.

—Un poco.

Volvió a reír y, sin poder evitarlo, reí también. Sus carcajadas eran contagiosas y bastante melodiosas, no creía que eso fuera posible hasta que las oí. A mi parecer las risas no debían sonar lindas, debían sonar felices, pero ese muchacho tenía una risa linda y feliz.

—¿Quieres algo para comer?

—Claro.

A pesar de mi primera impresión, debía admitir que no parecía tan malo, incluso lucía como alguien agradable. Y era apuesto también como un ocho sobre diez. Siendo diez Chace Crawford y Tyler Murphy. Sí, lamentablemente mi compañero de habitación estaba en lo alto de la tabla.

Imaginé que Ezra caminaría de vuelta hacia el exterior, hacia la fiesta y yo lo seguiría porque no tenía nada mejor que hacer ni con quien hablar. En su lugar, caminó hacia uno de los cocineros que sin dudarlo le entregó una bandeja con aperitivos y le sonrió.

—Abre la boca —indicó, sosteniendo un canapé de algo que parecía salmón.

—Puedo alimentarme solita.

Tomé el canapé de sus manos y lo llevé a mi boca. ¿Cuál era la necesidad de alimentarme como un niño? Primero Tyler con la pizza y luego ese muchacho con el salmón que dicho sea de paso estaba delicioso.

—Eres una chica difícil.

Me encogí de hombros y tomé otro bocadillo de la bandeja para llevármelo a la boca. No obstante, esperé para comerlo ya que me pareció de buena educación brindarle una respuesta.

—No soy difícil, soy una chica con capacidad para alimentarse. No necesito a alguien que lo haga por mí.

Ladeó la cabeza y me sonrió. Admitir que la respiración se me dificultó un poquito no sería mentir, aunque para ser más precisa mis pulmones se olvidaron de cómo funcionar por unos segundos.

—¿Ya me dirás tu nombre?

—Emma.

—Emma —repitió—. ¿Eres una chica con capacidad suficiente como para aceptar bailar conmigo?

Incluso con el leve tono de burla en su voz, no me negué. Sus ojos me quemaron como brasas calientes mientras movía mi cabeza de arriba abajo, brindándole una respuesta afirmativa.

Me había arrepentido de muchas cosas en mi vida, pero no me arrepentí de haber aceptado bailar con él ni de haberle permitido besarme no una sino varias veces durante esa noche. No me arrepentí tampoco al saber que conocía a Tyler, incluso cuando al día siguiente el castaño se encargó de convertir mi desayuno en un momento desagradable.

Hello, people! ¿Cómo están hoy? ¿Qué tal su día? Espero que muy, muy bien.

Bueno... Emma ha dejado de ser una estirada (palabras de Rob) e hizo algo normal en los jóvenes, darle una oportunidad a alguien que recién conoce. But, ¿cómo reaccionará Ty al saber que ese alguien es su publicista? ¡Ay, YISUS! Mañana tendremos un capítulo entretenido.

Espero que les haya gustado el capítulo, lo sé, lo sé, Tyler bebé casi no aparece pero créanme que es importante lo que suceda aquí.

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. I REALLY LOVE YOU GUYS!

Sin más que decir, me despido hasta mañana. Envíenme muchas buenas energías para que escriba los capítulos finales de dos por uno.

MUAK!

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