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Capítulo dieciséis

TYLER

Observé con los ojos entrecerrados a la bola de pelo que estaba sentada frente a mí y sentí que el felino hacía lo mismo. Mantuve su mirada hasta que el ardor en mis ojos me obligó a parpadear y le di por ganada esa batalla.

—Entonces, Rufus, ¿es ese tu verdadero nombre?

El gato me observó sin parpadear para luego ponerse de pie y caminar en círculos sobre la cama de Emma hasta finalmente recostarse formando un ovillo con su cuerpo.

—Mira, muchacho. Tú y yo nos llevaremos bien solo si te comportas. ¿Entendido?

No esperaba que el gato contestara porque era un gato, sorprendentemente emitió un maullido. Esa no era una respuesta como tal, pero ya que estaba un poco aburrido lo tomé como si lo fuera.

—No tienes permitido dejar pelos en mis pertenencias, orinar cerca de mi zona y maullar cuando quiera dormir. Tampoco puedes dormir conmigo ni arañarme, ¿trato?

Volvió a maullar y sonreí de lado.

—¿Tienes hambre, Rufus? ¿La malvada Emma no te ha dado de comer?

Un nuevo maullido a modo de respuesta. Era un gato inteligente, esa era una señal de que la convivencia no sería tan mala.

—Sé que los animales de tu clase beben leche, pero no compraré un litro de leche para que se me pudra y tire mal olor porque no tengo una heladera. ¿Te parece bien si vamos por alimento y tú eliges el que te guste?

Esa vez no recibí un maullido y tomé el silencio como una afirmación. Me puse de pie y caminé hacia mi armario para hacerme de una sudadera porque el otoño había llegado con fuerza a la ciudad y el clima era similar al que teníamos en Rose Valley en invierno. Tras abrigarme, guardé mi cartera en el bolsillo de mis vaqueros y mi teléfono móvil en el bolsillo canguro. Observé al gato y decidí que sería cruel volver a meterlo en la cajita plástica por lo que me pareció una buena idea cargarlo en brazos.

—Procura no escaparte o tu loca amiga me asesinará.

Acomodé a Rufus entre mis brazos, sosteniéndolo contra mi pecho, y salí de la habitación.

Me gustaban los gatos, en realidad me gustaban todo tipo de mascotas, pero comprendía que eran una gran responsabilidad y no un juguete o un adorno lindo. Emma tenía muchas obligaciones y rara vez estaba en la habitación por lo que no me parecía una buena idea que se hiciera cargo del animal, discutiría ese tema con ella luego. La bola de pelo necesitaba comida y un lugar donde vaciar el estómago.

—Oye, Paris —solté al llegar al piso de abajo—. ¿Puedes pasarme el número de Emma?

Elevó sus cejas con sorpresa y no supo si mirarme a mí o a Rufus. Probablemente estaba igual de confundida por mi pedido como por el hecho de que lo cargara con cariño contra el pecho cuando me había negado a su permanencia en el dormitorio una hora atrás.

—No irás a abandonar a ese animal, ¿verdad?

—¿Me crees un monstruo, Paris? —Arrugué la nariz al hablar.

—¿Invitarás a Emma a una cita?

Bueno, en definitiva la muchacha estaba igual de loca que su amiga. ¿Cómo podía creer que yo, Tyler Murphy, invitaría a Emma Williams a una cita? Nunca había tenido una cita en mi vida y mi compañera de habitación no me gustaba lo suficiente como para empezar a salir con alguien de manera formal. Ella no me gustaba y punto.

—¿Me darás el número o seguiremos hablando aquí hasta que el infierno se congele?

—Vaya, que malhumorado ꟷse quejóꟷ. Te lo enviaré por WhatsApp, ¿bien?

—Gracias.

Ella volvió la mirada hacia su teléfono y yo interpreté eso como el fin de nuestra conversación.

No sabía hacia dónde ir, no conocía bien la zona y tampoco sabía si Rufus necesitaba alimento especial. Se veía un poco viejo, como si hubiese superado los diez años hacía rato y no quería causarle una obstrucción intestinal.

Mientras caminaba por la acera sin rumbo definido, sentí el móvil vibrar y lo saqué del bolsillo para observar a qué se debía la notificación. Paris había cumplido con su palabra y me había enviado adjunto el número de Emma. No dudé en agendarla y enviarle un mensaje.

Oye.

Rufus tiene hambre.

¿Qué come?

Creí que no contestaría rápido porque estaba trabajando, pero sí lo hizo.

Hola para ti también.

Me gustaría saber cómo conseguiste mi número.

Ve a la veterinaria P&K, está a unas cuantas calles de la residencia, allí Rufus tiene su cuenta.

Eso si no quieres esperar, iré al terminar mi turno.

Parecía que era un gato adinerado porque ni yo tenía una cuenta.

El gato tiene hambre ahora.

Estaba a punto de bloquear la pantalla cuando un nuevo mensaje llegó.

Gracias.

Te debo una.

No contesté porque ella estaba en horario laboral y probablemente la regañarían, lo que llevaría a que ella me gritara y la paz que habíamos logrado se desintegrara. Necesitaba mantener la tranquilidad o terminaría esposado y acusado de asesinato. Además no me pareció buena idea recordarle que me debía más de una. Me debía una por el beso, me debía otra por tener al gato y nuevamente por ir a comprarle comida al animal. Debía admitir que en cierta manera me agradaba que ella me debiera favores porque tarde o temprano me los cobraría o los utilizaría a mi favor.

***

—¿Qué está sucediendo aquí?

Dirigí mi mirada hacia la puerta desde donde Emma me observaba con una ceja enarcada para luego desviar su atención hacia Rufus.

—Nada.

—Yo no diría eso.

Blanqueé los ojos y también me dediqué a observar al gato. Había dicho que no le permitiría dormir conmigo y tampoco que me llenara la ropa de pelos, pero mi convicción había durado menos que un astronauta sin protección en el espacio. En ese momento, el felino descansaba sobre mi pecho, con su cabeza escondida en mi cuello y las respiraciones lentas a causa de su sueño.

Luego de volver de la veterinaria en un taxi, ya que cargaba una impresionante cantidad de elementos, le había dado de comer y sin poder evitarlo me había conquistado. Era un gato inteligente y adorable.

—¿Te molestaría no hablar alto? Rufus está durmiendo.

Cerró la puerta tras de sí con cuidado y caminó hacia su escritorio donde depositó su bolso así como una bolsa de papel madera con el logo de Kingdom. El olor a comida inundó mis fosas nasales y despertó mi apetito como nunca antes.

—Creí que no te gustaban los gatos.

—No me gustan los animales que no conozco, nunca sé que esperar.

—Parece que Rufus te gusta bastante —replicó con buen humor.

Emma lucía distinta ese día, como si hubiese abandonado parte del peso que cargaba sobre sus hombros o como si hubiese aprendido a fingir. Llevaba el cabello recogido en un moño desarreglado que dejaba mechones cayendo alrededor de su rostro de manera despreocupada como un marco que resguardaba a una valiosa pintura, su uniforme había sido reemplazado por unos jeans claros y un sweater verde oscuro que resaltaba el color de sus ojos. Sonreía e incluso parecía haber pintado sus labios con brillo labial. ¿Tendría una cita? Pero de ser así, ¿por qué había llevado comida?

—Es un buen gato. Oye, ¿ahí tienes comida? —Señalé la bolsa sin moverme demasiado.

—Así es, te he traído la cena.

Empezaba a sospechar que los alienígenas la habían raptado y habían dejado en su lugar a un clon que desconocía la manera en que ella actuaba.

—¿Tiene veneno?

—Muchas personas considerarían las frituras como veneno. Espera, ¿qué es todo esto?

No necesité mirar para saber a qué se refería. Me había pasado un poco en la veterinaria y había adquirido un rascador, una cama con forma de media luna y algunos juguetes. También me había asegurado de comprar un collar con chapita donde figurara el nombre y el número de Emma en caso de que el pequeño animal se extraviara.

—Cosas.

—Vaya, qué específico. ¿Cargaste todo esto a la cuenta?

—No.

—¿Lo has pagado tú?

El tono de sorpresa no se me pasó desapercibido.

—Así es.

—¿Sabes que tendré a Rufus por unas semanas y luego se irá?

Asentí con la cabeza. Ella había mencionado que lo cuidaría por lo que imaginé que su estadía era temporaria, pero era un felino bueno que se merecía estar cómodo, sobre todo si iba a pasar gran parte de su tiempo en soledad en esa habitación.

—Lo sé, solo me pareció que él necesitaba estas cosas.

Tomó una capa diminuta de Batman y me la enseñó esbozando una sonrisa burlesca.

—¿Realmente necesitaba esto?

—Claro, ¿cómo esperas que combata el crimen en Ciudad Gótica sin su capa?

Blanqueó los ojos con algo similar a la diversión y devolvió la capa a su lugar. Luego elevó la bolsa con comida y se dirigió hacia el balcón.

—Si piensas saltar al vacío deja mi hamburguesa aquí, por favor.

—No te librarás de mí con tanta facilidad, Murphy.

Abrió la puerta que daba hacia el exterior y salió sin dudarlo. Paseé mi mirada entre Rufus y ella sin saber si ir por comida o continuar acariciando al animal. Finalmente, tomé mi decisión y con cuidado deposité al gato en el colchón. No tardé en ir al baño para lavar mis manos y luego caminar hacia el balcón. Me encogí al sentir el aire frío chocar contra mi rostro y elevé la capucha de mi sudadera sobre mi cabeza para protegerme.

Emma estaba sentada en posición de indio en el suelo y había colocado música. No giró al verme ni tampoco dijo nada cuando me senté a su lado y me hice con la bolsa.

—Está helado aquí afuera —señalé.

—Claro que no, es un clima agradable.

—Mi trasero congelado opina distinto.

Eso sí la hizo voltear y frunció el ceño como solo ella podía hacer.

—No necesitaba esa información.

—Claro que sí, necesitabas saber el estado de mi trasero. A las chicas les gusta mi trasero y tú pareces ser una chica.

—Soy una chica —me aseguró con molestia.

Le dediqué mi mejor sonrisa de lado.

—Entonces te gusta mi trasero.

—Estás demente.

—No lo negaste, te gusta mi trasero.

Tomé una de las cajas del interior del empaque sin esperar su respuesta y tras abrirla no dudé en llevarme el sándwich a la boca. Fruncí el ceño al sentir un sabor raro que no era feo, aunque tampoco sabía a carne.

—¿Es vegetariana? —pregunté con la boca llena.

—Así es.

—Está buena.

Me arrebató la bolsa para buscar su propia comida y nos quedamos comiendo sin emitir palabra, uno junto al otro con el sonido del tráfico a nuestros pies y la música acústica que provenía del móvil de Emma. A pesar de que para un californiano como yo hacía frío, debía admitir que no era tan desagradable estar allí. Incluso si mi loca compañera estaba presente.

—Gracias —soltó de pronto.

—¿Por qué?

—Por haberme perdonado.

La miré con sorpresa porque ni en un millón de años habría pensado que esas palabras saldrían de los labios brillosos de Emma Williams.

—No soy una persona rencorosa.

Al menos no con gente que no fuera mi hermano o mis padres.

—Y gracias por cuidar a Rufus.

—Es un buen gato.

Sus ojos sobrenaturales hicieron contacto con los míos y me pareció ver esa chispa de locura atravesar sus iris.

—¿Puedes aceptar mi agradecimiento y ya?

—Okey, okey. De nada, Emma. Ha sido un placer para mí demostrar que soy una persona decente.

—Yo no te llamaría así, Murphy.

Sonreí de manera burlona, entrecerrando mis ojos en su dirección.

—Bueno, yo puedo aceptar que tú no eres tan mala como pareces cuando guardas bien tu psicopatía.

Eso era verdad, ella no era mala cuando se lo proponía. Incluso los últimos días había pensado que quizás era algo agradable cuando no estaba gritando o amenazando mi integridad física.

—Vaya, gracias por ese cumplido. Lo anotaré en mi lista de cosas que me importan una mierda.

Allí estaba de nuevo su actitud prepotente; sin embargo, no le di importancia.

—Si quieres usar esa actitud para desviar la atención, hazlo, pero no finjas que no te importa lo que las personas piensen de ti.

Sus ojos sobrenaturales volvieron a encontrarse con los míos y esa vez no pude detectar nada en ellos. Me pareció que había dado en una fibra sensible y que volvería a cerrarse y hacer imposible la convivencia a menos que hiciera algo para alivianar el ambiente.

—Mañana tengo una fiesta, ¿quieres venir?

—¿Es en el Upper East Side?

—Pude haber visto todas las temporadas de Gossip Girl, pero no tengo idea dónde comienza y termina ese barrio —admití—. Creo que Brooklyn queda fuera, ¿verdad?

Ella asintió conteniendo una sonrisa, probablemente por el hecho de que había admitido ver esa serie. En mi defensa debía decir que Genesis nos había obligado a Taylor, Theo y a mí a verla con ella y luego de los primeros capítulos donde todos me habían parecido unos niños malcriados, había encontrado cierta diversión en la historia.

—¿Paris y Rob irán?

—No lo sé, no los he invitado aún.

Quizás no debería haber dicho eso, debería haberme quedado en "no lo sé" porque el resto de la oración suponía admitir que ella era la primera a la que invitaba. La realidad era que pensaba ir solo a la fiesta, conocer nuevas personas y quizás volver temprano a dormir, por el contrario, la había invitado debido a la incomodidad del momento y había soltado lo primero que atrevesó mi mente.

—Sí.

—¿Qué?

—Iré a la fiesta, incluso si es contigo.

¡Hola, mis amores! ¿Cómo están? Las extrañé (súper exagerada, lo sé)

¿Qué opinan del capítulo? ¿Les ha gustado? ¿Ty con Rufus no es algo muy tierno? ¿Qué creen que sucederá en la fiesta?

Para celebrar las 2 mil lecturas y los 6 mil votos en tres y un cuarto, mañana jueves también subiré capítulo de esta historia. ¡YAY!

Muchísimas gracias por su apoyo y cariño, han salvado y sanado mi cuarentena. Dejando las bromas de lado, creo que hubiese enloquecido de no ser por ustedes. GRACIAS. I REALLY LOVE YOU.

Hoy no tendremos gifs porque estoy subiendo esto desde el celu y aquí no tengo ese tipo de imágenes, pero sí hay edits.

Ahora sí, me retiro hasta mañana.

MUAK!

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