Capítulo cuarenta y uno
EMMA
Elle, Ethan y Mila habían salido del hospital luego de dos días y yo fui con ellos. No creía poder alejarme del trío en el corto plazo y ellos no parecían querer que me fuera. Mi sobrina y ahijada me aceptaba, no podía decir que me quería porque era una niña recién nacida y era probable que no pensara en nada, pero sí se sentía a gusto conmigo, lo cual resultaba un alivio para los padres primerizos.
—¿Quieren ir a dormir? —pregunté mientras preparaba mi tercera taza de café del día—. Elle está durmiendo y yo puedo vigilarla.
—¿Harías eso?
La voz de mi hermano estaba cargada de esperanzas, como si hubiese esperado escuchar esas palabras desde que su hija nació. Se los veía muy cansado a los dos, no dormían más que unas horas por miedo a que Elle los necesitara. Era una locura porque la bebé era sumamente tranquila, casi no lloraba y estaba muy ocupada descansando todo el tiempo.
—Claro, ustedes necesitan dormir y yo necesito dejar de ver sus caras de preocupación cada vez que Elle se mueve.
Ambos compartieron una mirada de complicidad y se sonrieron. Asintieron con la cabeza y se pusieron de pie. Ethan se acercó a mí y besó mi frente antes de retirarse de la cocina.
—Gracias, Em —dijo mi cuñada.
—Es mi trabajo como tía —le recordé.
Mila también me dio un beso de agradecimiento antes de partir rumbo a su habitación, dejándome la mejilla marcada con labial rosa. Sabía que esos dos no irían a tener sexo a su habitación porque en cuanto tocaran la cama se dormirían por lo que me tranquilicé al verlos marchar. No se oirían sonidos extraños esa tarde.
Tenía el intercomunicador a mi lado por lo que escucharía si Elle lloraba o hacía algún sonido extraño. El silencio me sentó bien y aproveché la quietud para beber mi café sin pensar en nada más.
Mi teléfono móvil sonó y la pantalla se iluminó con el nombre de Tyler. Era un mensaje de texto y antes de leerlo ya estaba sonriendo como tonta.
Adivina quién tuvo que pagar la cena por llegar un día tarde.
Mordí mi labio inferior con diversión mientras respondía.
Espero que no te hayan hecho gastar mucho dinero.
Estamos hablando de Taylor, Theo y Genesis.
Me hicieron comprar hasta el postre.
Me siento bastante usado.
Dime que confiscaste sus regalos.
No los merecen.
Todavía no es Navidad, si mejoran su actitud se los daré.
¿Cómo están los padres primerizos y Elle?
Durmiendo.
Creo que extrañaré el silencio.
¿Y tú cómo estás?
La sonrisa bobalicona se acentuó en mi rostro a pesar de que intenté contenerla. No había preguntado nada extraño, pero se sentía bien saber que le interesaba mi bienestar al igual que el de mi familia.
Comencé a teclear una respuesta divertida; sin embargo, me detuve en tanto escuché las puertas del ascensor abrirse. Fruncí el ceño con confusión y me levanté de un salto del taburete, dejando mi teléfono y café olvidados sobre la isla de la cocina. Cargué el intercomunicador en caso de que Elle me necesitara y caminé con prisa hacia la entrada. Mirko no dejaba ingresar a gente extraña a los ascensores de las plantas altas y eso solo podía significar una cosa.
Me detuve de golpe al llegar al comedor y sentí como mi boca caía abierta al observar a las personas que habían llegado. No tenía dónde esconderme, el espacio era amplio y abierto, la única manera de pasar desapercibida era con una capa de invisibilidad que yo no poseía.
Los ojos azules de mi madre recayeron en mí y me obligué a tragar con fuerza mientras mis piernas se volvían gelatina. Su cabello negro le caía de manera despreocupada sobre los hombros y vestía uno de esos caros trajes de diseñador que tanto le gustaban, acompañado de un saco peludo de piel artificial. Su rostro era similar al mío y aun así no encontré nada en él. Era inexpresiva como una roca, siempre lo había sido.
Mi padre se hallaba a su lado, con sus ojos del mismo color que los míos, mirándome con el ceño fruncido. Él e Ethan eran muy similares, aunque el cabello y los ojos los diferenciaban. Su traje hecho a medida de color negro y sus zapatos italianos nunca me habían parecido tan tenebrosos como en ese momento.
Necesitaba salir de allí, necesitaba correr en la dirección contraria.
—Emma —habló papá con su voz grave y cargada de seriedad—. ¿Tu hermano está en casa?
Me costó encontrar las palabras adecuadas para hablar, no podía hallar mi voz y me temblaba el cuerpo. Estaba de pie, a unos metros de ellos, y parecía una estatua humana.
—Sí —conseguí articular.
—¿Puedes llamarlo?
—No. Él y Mila acaban de acostarse.
Su ceño se frunció más todavía demostrando que no estaba feliz con mis palabras. Había adquirido el mal hábito de él, mi padre fruncía el entrecejo por todo y yo también.
—Creo que querrá ver a sus padres.
—No —repetí, armándome de valor para sonar más segura—. Está durmiendo. Pueden esperarlo en la sala o volver a su casa y regresar cuando esté despierto.
—¡Emma Williams! —chilló mi madre cambiando su cara de piedra por una que mostraba su enojo.
—No, solo Emma —la corté antes de que pudiera continuar regañándome—. ¿O es que han olvidado que me echaron de la familia?
Su piel pálida se tiñó de un rojo intenso, estaba lista para brindarme el sermón de mi vida por haberme animado a ir contra sus deseos. No obstante, mi padre la detuvo colocando una mano sobre su hombro.
—Volveremos luego.
—Le haré saber a Ethan que pasaron por aquí.
—¿No tienes que volver a Queens? —preguntó mi padre, el tono de rechazo no se me pasó por alto—. Creí que habíamos llegado a un acuerdo sobre tu presencia aquí.
—Perdieron el derecho de decirme dónde puedo y no puedo estar. ¿Necesitan que los acompañe a la puerta o saben llegar?
Sostuve sus miradas por unos segundos que se me hicieron eternos mientras intentaba recordar cómo respirar. Nunca les había hablado así, ni siquiera cuando me echaron de casa y de sus vidas les había hablado con dureza, pero estaba cansada de correr de ellos. No tenía nada de qué avergonzarme. Había sido una buena hija, era una buena hermana y era una buena estudiante de la carrera de periodismo. Estaba orgullosa de quién era en ese momento y no les permitiría arruinar esa felicidad momentánea.
Mi padre fue el primero en apartar la mirada y tomó a mi madre por la mano para conducirla hacia el ascensor. Ella me dedicó un último vistazo sobre su hombro, no lucía feliz y sus ojos azules parecían dos hielos que se clavaron con fuerza en mi corazón.
Me permití respirar con normalidad cuando el elevador cerró sus puertas y apoyé una mano contra la mesa del comedor para no tambalearme. Las piernas me tiritaban y sentía un frío tremendo en todo el cuerpo.
El llanto lejano de Elle se escuchó por medio del aparatito que cargaba en mi bolsillo y me apresuré escaleras arriba para llegar a su habitación. No quería que mi hermano y Mila se despertaran y, sobre todo, necesitaba sentirme útil para acallar mis pensamientos y no caer en la desesperación.
Estaba consciente de lo que había hecho, les había faltado el respeto a mis padres y los había echado de una casa que no me pertenecía, negándoles ver a su hijo y nieta. Si tenía esperanzas de reconciliarme con ellos, podía declararlas como extintas.
Llegué al cuarto de la niña en pocos segundos y cerré la puerta a mis espaldas para ahogar el sonido. Me acerqué a su cuna y la retiré del interior con cuidado, sosteniendo su cabeza mientras la acercaba a mi pecho. La mecí de lado a lado con cuidado, tarareando una melodía tranquila.
—Shh, Elle —susurré, acariciando su escaso cabello con la punta de mis dedos—. Todo está bien, estoy aquí.
Me senté en la hamaca junto a la cuna con mi sobrina contra mi pecho y me moví lentamente hacia delante y hacia atrás sin cesar, el movimiento suave la calmó y pronto dejó de llorar. Mantuvo sus ojos abiertos y su respiración se volvió tranquila.
—Conocerás a tus abuelos más tarde —le comenté, como si pudiera entenderme—. Mis padres y los padres de tu papá; tus abuelos maternos llegarán mañana de Londres. Ellos te caerán mejor, son más amables y aunque hablan con ese acento raro, son amorosos. Te amarán sin condiciones.
Deposité un beso corto sobre su frente y las lágrimas picaron en mis ojos.
—Mis padres son más duros y más estirados, pero sé que te querrán también. Prometo que no permitiré que te dañen, pequeña Elle. Te protegeré como Ethan me protege a mí y patearé los traseros necesarios para que puedas crecer feliz. Cuando cumplas dieciocho años me encargaré de que estudies lo que quieras, si es que quieras estudiar, y te acompañaré siempre para que puedas alcanzar tus sueños. —Elevé la mirada hacia el techo al sentir el agua salada caer por mis mejillas—. Te han tocado padres maravillosos que te apoyarán en todo, aunque habrá ocasiones en los que no te permitirán hacer ciertas cosas para cuidarte. Puedes ir a buscarme en esos momentos, yo te ayudaré.
—Ese es un pésimo consejo, ¿sabes?
Poco me faltó para pegar un salto, por suerte pude detener mi cuerpo antes de que Elle pagara las consecuencias. Ethan nos observaba desde la puerta, apoyando su peso contra el marco de la misma y con una sonrisa en los labios. Froté mis ojos para secar las lágrimas y le dediqué una mirada de fingida molestia.
—Ella tiene que saber que puede confiar en mí.
—¿Desobedeciendo a sus padres?
—De ser necesario.
Rió por lo bajo y caminó hacia nosotras. Estiró sus brazos y no dudé en pasarle a su hija con cuidado. Elle buscó su rostro con rapidez y podría decirse que sonrió, aunque no estaba segura de qué tanto una niña de dos días podía hacer de manera consciente.
—¿Mamá y papá vinieron?
Abrí los ojos con sorpresa.
—¿Cómo lo sabes?
—Escuché un poco de alboroto porque, aunque Mila se durmió, yo no pude hacerlo.
—Lo lamento, no debí echarlos.
Sus ojos buscaron los míos y no observé molestia en ellos.
—Esta es tu casa, Em, y si no los quieres aquí estás en tu derecho de impedirles la entrada.
—No, es tu casa —corregí con culpabilidad.
—Emma, sabes a lo que me refiero. Mamá y papá perdieron el derecho a merecer tu respeto cuando te echaron de su familia por una decisión tan tonta como estudiar algo distinto a lo que ellos querían. Son mis padres y los amo, pero si tengo que elegir entre ellos y mi hermanita, la decisión es sencilla. —Sonrió—. Siempre te elegiré a ti.
Las lágrimas amenazaron con volver; no obstante, las aparté tirándome aire en los ojos. Ethan chasqueó la lengua divertido por mi casi llanto y abrió uno de sus brazos indicándome que fuera por un abrazo. No lo dudé, caminé hacia él y rodeé su cintura con mis brazos por un costado.
Nos quedamos unos minutos así, él abrazándome a mí y a Elle mientras yo lo rodeaba con fuerza. Sus palabras me habían reconfortado, más no tranquilizado, no quería que tuviera que elegir.
Estaba segura de algo, no permitiría que mis padres arruinaran la vida de mi sobrina como habían hecho con la mía.
—¿Has hablado con Tyler?
Demonios, no había respondido su mensaje. Iba a tener que disculparme cuando tuviera tiempo, no me gustaba dejar a las personas sin respuesta y sin despedirme antes.
—Sí, un poco.
—¿Lo extrañarás para tu cumpleaños?
Blanqueé los ojos con diversión. No pensaba admitir que sí, suficiente me había costado decírselo a Ty.
—Puedo vivir dos semanas sin él.
—Eso no responde mi pregunta.
—No le mencioné que cumplo años en Navidad.
—¿Por qué no?
No existía una buena razón.
—No encontré la oportunidad para hacerlo.
—Bueno, yo ya tengo tu regalo. ¿Quieres verlo?
—¿No va contra las reglas de los cumpleaños dar los regalos por adelantado? —bromeé.
—¿Quieres o no?
Sonreí y asentí con la cabeza. Sus regalos me gustaban porque eran bien planeados y siempre me compraba algo que deseaba. Él me conocía a la perfección, a veces mejor que yo misma.
Con cuidado de no molestar a Elle, sacó un papel del bolsillo trasero de sus pantalones y lo extendió hacia mí. Lo miré extrañada, era un papel blanco doblado en cuatro partes de igual tamaño y no parecía nada interesante.
—Anda, tómalo.
Hice lo que me indicó y abrí el papel bajo su atenta mirada. Mis cejas se elevaron con sorpresa al leer su contenido y observé a mi hermano con una expresión de total perplejidad.
No podía creer que me hubiese despedido.
¡Hola, gente muy bella! ¿Cómo están hoy? ¿Qué tal su fin de semana?
Bueno, en este capítulo solo hemos tenido a Ty en mensajes pero espero que les haya gustado de todas maneras. Emma se rebeló y dijo lo que pensaba y sentía, también tuvimos el primer vistazo de sus padres. ¿Alguna opinión?
Aquí es cuando les recuerdo que la historia tiene 56 capítulos + epílogo, en otras palabras, faltan tres semanas para el final. ¡NO SE ALTEREN! ¡NO ME ODIEN! YO LAS AMO.
Espero que tengan un bello día y les agradezco por todo su apoyo.
MUAK!
P.D.: Espero pronto volver con los edits y los gifs.
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