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Capítulo cuarenta y dos

TYLER

Me estaba orinando, sentía que mi vejiga estaba a punto de explotar en cualquier momento, pero no quería apartarme.

Genesis se encontraba sentada sobre mi regazo, yo abrazaba sus hombros atrayendo su cabeza a mi pecho mientras ella pintaba tranquilamente las uñas de sus manos. Taylor y Theo estaban en el jardín de la casa de G pasándose una pelota mientras conversaban sobre la relación fallida del rubio con Sophie. Yo intentaba ver una película, aunque en verdad solo podía pensar en que me orinaría los pantalones.

—¿Estás bien? —preguntó G buscando mi mirada, elevando su cabeza—. ¿Por qué te remueves inquieto? ¿Te estoy aplastando?

—No, G, todo está en orden.

Sin embargo, hizo una mueca cuando se dio cuenta que no estaba siendo sincero. Se sentó en el sofá y me miró con seriedad.

—¿Qué sucede?

—Nada, ven aquí.

Hice un ademán para que volviera a acercarse, pero negó con la cabeza.

—Ty...

—Bien, me estoy orinando. ¿Feliz?

Sus labios se curvaron en una amplia sonrisa y comenzó a reír con fuerzas mientras cerraba los ojos. Me puse de pie de un salto y la empujé sin violencia provocando que cayera de espaldas contra el sofá sin dejar de reír.

—Yo intentaba ser bueno contigo y tú te ríes de mí —la acusé.

—No tardes o te orinarás.

Le enseñé el dedo medio y ella me sonrió con inocencia. La despeiné antes de alejarme y cerré la puerta del porche a mis espaldas dejando ahogada su queja. No tardé en ir al baño y al volver Taylor me había robado el lugar junto a G, abrazándola y besando su mejilla, mientras Theo cambiaba los canales. Me tenían muy poco respeto.

—Yo estaba sentado allí y estaba mirando televisión —señalé con obviedad.

—Sí, estabas.

Le dediqué una mirada de fingida molestia a Taylor y me senté al otro lado del sofá, por suerte era largo y entrábamos los tres sin problemas. De hecho, podíamos sentarnos los cuatro si nos acomodábamos bien.

—¿Iremos a la fogata este año? —soltó G mientras cerraba con cuidado la tapa de su esmalte de uñas color negro.

—No lo sé, pequeñita, la última vez que fuimos terminaste tatuándote con Ty.

—Estaba enojada con Taylor —se excusó.

—Y por eso besaste a mi mejor amigo —señaló su novio con burla y se ganó un empujón de su parte—. Oye, solo era un comentario.

—A mí me apetece ir. Si quieres podemos volver a besarnos, G. Esta vez frente a Taylor así deja de molestar.

—Gracias, Ty. —Sonrió con diversión—. Diría que sí, pero tú tienes novia.

—¿Solo porque él tiene novia? ¿Qué hay de mí? —chilló Tay—. Me siento muy ofendido.

—Supéralo. Y Emma y yo no estamos juntos.

—Claro, y a mí me sale algodón de azúcar del trasero cuando voy al baño —añadió el pelinegro.

Chasqueé la lengua con diversión. Emma no era mi novia y ellos lo sabían; sin embargo, para mis amigos el solo hecho de que no me estuviera enrollando con cualquier chica era sinónimo de compromiso jurado frente a un juez.

—Hablando de eso, ¿qué le regalaste para su cumpleaños? —preguntó Theo quien había encontrado un capítulo de Dr. House en la televisión.

Fruncí el ceño al escucharlo.

—¿Su cumpleaños? ¿De qué demonios hablas?

Los tres compartieron una mirada que no supe descifrar y un poco de terror me recorrió las venas.

—Su cumpleaños fue en Navidad —me informó Taylor—. Su hermano subió una fotografía a Instagram y ella la compartió en su historia.

—Eso no es cierto.

—Sí, yo se la mostré —dijo Genesis—. De hecho, le envíe un mensaje y me respondió con un audio. ¿Quieres escucharlo?

—Ustedes están jugando conmigo, ¿verdad?

Negaron a la misma vez con la cabeza y supe que estaban diciendo la verdad. Me paré de un salto del sofá por segunda vez en pocos minutos y busqué mi teléfono móvil. No había entrado a ninguna red social durante las vacaciones, principalmente porque G me había regalado un celular nuevo y me había olvidado de descargar las aplicaciones.

Busqué en la lista de contactos el nombre de mi compañera y no dudé en llamarla. Me alejé del porche hacia la cocina antes de que los tres comenzaran a hacer bromas sobre mi amor hacia Emma.

¿Hola?

Era una voz masculina que reconocí como la de su hermano.

—Hola, Ethan —saludé—. ¿Está Emma contigo? Habla Tyler.

Hola, Tyler. Sí, espérame un momento. Ella está con Elle.

Me pareció escuchar que subía las escaleras y yo comencé a impacientarme. No podía creer que me hubiese salteado su cumpleaños, ni siquiera sabía cuándo cumplía años porque nunca se lo había preguntado. Me sentí bastante mal, habíamos hablado varias veces por mensajes de texto durante esos días, incluso le había deseado una feliz Navidad. Seguro me creía un idiota y tendría un poco de razón.

Hola, Ty.

Escuchar su voz me resultó extraño, no la había oído hablar desde el día que me marché de Nueva York. Me parecía una locura admitirlo, pero había echado de menos su tono cantarín.

—Hola, Emma. ¿Cómo estás?

Su risa llegó a mí desde el otro lado y no supe si se burlaba de mí o estaba sucediendo algo en donde estaba. No me gustaba sentirme así de nervioso.

Estoy bien, gracias. Un poco agotada. ¿Qué tal tus vacaciones?

—Bien, normales. Oye, esta pregunta sonará extraña, pero debo hacerla de todas formas, ¿cuántos años tienes?

Se quedó en silencio por unos segundos y me llevé la mano libre al cabello mientras apoyaba la cadera contra la encimera de la cocina.

¿Me has llamado para preguntarme la edad?

Pude imaginar su ceño fruncido sin dificultad al igual que la línea dura que seguro dibujaba con sus labios.

—Sí, entre otras cosas.

Tengo diecinueve, ¿me estás entrevistando o algo así?

—¿Estás segura que tienes diecinueve y no dieciocho?

Muy segura. ¿Temes ser un pervertido que se ha metido con una menor de edad?

Cerré los ojos con fuerza al recibir la confirmación que temía. Mierda, había dejado pasar su cumpleaños. Menuda forma de comenzar una relación.

—¿Y no se te ocurrió decirme tal vez que tu cumpleaños era este mes?

Oh.

—Sí, «oh».

De todas maneras sonreí, el tono de disculpa en su voz me causó gracia. El que había metido la pata había sido yo, ella solo nació en una época rara del año.

No creí que fuera necesario, es otro día más. No es como si cambiara en algo que tuviera un año más de vida.

—Legalmente lo hace.

Legalmente solo importan los dieciséis porque puedes conducir, los dieciocho porque puedes hacerte cargo de ti mismo así como votar y los veintiuno porque puedes beber alcohol. El resto no importa.

—A mí me importa, Em.

Oh.

Aguanté la risa. Habría pagado una millonada de dinero para verla en ese momento.

—Feliz cumpleaños atrasado, Williams. Espero que no te hayan salido arrugas nuevas.

Yo no tengo arrugas —se quejó.

—Claro que sí, cuando frunces el ceño, como debes estar haciéndolo ahora mismo, se te marcan unas arruguitas en la frente.

Volvió a reír y supuse que era porque efectivamente había estado frunciendo el ceño. Era fácil poder saber lo que hacía, podía ser imprevisible algunas veces, pero siempre seguía sus rutinas. Me agradaba que fuera de esa manera. Me gustaba que fuera así.

Gracias por saludarme, incluso si lo hiciste seis días después.

—Te haré un regalo al volver —le prometí.

No es necesario. Robé varios libros de tu biblioteca estos días porque estaba aburrida, puedes fingir que no te molesta como regalo.

Esa vez no pude aguantar la risa. No me gustaba prestar mis libros porque nadie los cuidaba de la misma manera que yo lo hacía; sin embargo, no me molestó que ella los hubiese tomado. Debía estar volviéndome loco.

—Te lo compensaré de todas formas. ¿Has recibido algún regalo de personas menos estúpidas que yo?

Bueno, es sencillo no ser tan estúpido como tú —bromeó—. Y sí, Mila me ha regalado unas zapatillas para correr y mi hermano me ha despedido del trabajo. Un hermoso detalle de su parte.

—¿Ethan te despidió? —repetí con sorpresa—. ¿Cómo eso puede ser un regalo?

No quiere que trabaje en Kingdom porque afirma que siempre estoy cansada y es un poco cierto. Se comprometió a pagar por la residencia y darme dinero si yo lo ayudaba a cuidar a Elle por las tardes. Es un buen trato, no podía negarme.

—Eso significa que seguiré sin verte por las tardes.

Admitir eso en voz alta se sintió raro. Solía decir frases como esas cuando estaba coqueteando para conseguir acostarme con alguna chica; no obstante, en ese momento tenían otro significado porque estaba siendo sincero. Emma me gustaba y en verdad deseaba verla tanto como fuera posible.

Puedes ayudarme a cuidar a Elle.

—No creo que sea buena idea, pero puedo ayudarte a prepararle la cena a tu hermano y a Mila.

Suena bien. Ty, dedo irme, tengo una cena horrorosa a la que asistir por Año Nuevo. Si no contesto en los próximos días puedes llorar mi muerte.

—Hasta luego, Em. Intenta no morir.

Lo intentaré. Feliz Año Nuevo.

Antes de que pudiera contestar, colgó la llamada. Sentí que mis labios continuaban curvados en una sonrisa y no me esforcé por ocultarla. ¿Qué más daba si mis amigos me veían así? Yo había soportado sus momentos cursis por más de un año.

Escuché entonces a nana subir el volumen de la televisión y reí por lo bajo. Ella había escuchado mi conversación, no tenía dudas de eso. Me serví un vaso con agua y caminé hacia la sala de estar. Me dejé caer a su lado en el sillón y le dediqué una sonrisa encantadora que ella correspondió.

—¿Cuánto escuchó?

—¿De mi novela? —preguntó con falsa inocencia—. No mucho, estoy un poco sorda.

—Claro, porque estaba escuchando mi conversación.

—Ay, niño. Yo no sé de qué hablas. ¿Por qué me interesaría a mí saber que olvidaste el cumpleaños de Emma y que su hermano la despidió del trabajo?

Me eché a reír con ganas y ella también se carcajeó. Amaba a esa mujer, era la persona más entretenida que conocía.

—¿Qué quiere cenar esta noche, nana? ¿Macarrones con queso como el año pasado?

—Creo que pasaré, Ty. Me siento un poco descompuesta.

Borré la sonrisa de manera automática y la miré con seriedad.

—¿Descompuesta?

—No te preocupes, no es nada.

—Nana, usted y yo sabemos que puede ser algo.

Sus ojos buscaron los míos y lo que descubrí en ellos me dejó sin respiración. No, no podía ser cierto. Esperaba que no fuera cierto o quien se sentiría descompuesto sería yo.

—No digas nada, muchacho.

—Nana, ¿está enferma?

Asintió con la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas. Sentí los míos picar también y de manera instantánea la abracé. Meredith era como una abuela para mí, mi mejor amiga después de Genesis. Ella me había acompañado en mis peores momentos y me había abierto la puerta de su hogar para que se volviera el mío también. De solo pensar que podría estar sintiendo dolor, quise morir.

—¿Genesis lo sabe?

—No.

—Nana, usted...

—No —me interrumpió—. Se lo diré luego, no quiero arruinar la celebración.

—¿Hace cuánto lo sabe?

Limpié con fuerza una lágrima que escapó de mis ojos y sentí que el mundo se me venía abajo. No quería escuchar lo que pudiera decirme porque no estaba listo para saberlo, pero era consciente del hecho de que ella necesitaba hablarlo con alguien y tenía que convencerla de que Genesis merecía la verdad.

—Unas semanas. Tuve un desmayo estando con los padres de Taylor, me llevaron inmediatamente al hospital y la tomografía confirmó lo que ya sabíamos. Nadie además de ti lo sabe.

—Se lo tiene que decir —insistí.

—Lo haré.

—Ella se enojará conmigo si no se lo digo ya mismo —supliqué—. Nana, por favor.

Su mano viajó hacia mi mejilla y limpió las lágrimas que escapaban de mis ojos. Me sentí horrible por llorar, no quería que me consolara porque yo debería haberla consolado a ella.

—Tyler, es Nochevieja.

—Es su única familia —le recordé.

Soltó un suspiro y retiró la mano de mi rostro. La había convencido y sabía que lo peor estaba por venir; sin embargo, me sentí un poco mejor al saber que a partir del momento en que le dijera a su nieta la verdad, ella no debería cargar con el peso de ese secreto. Meredith merecía el mejor cuidado posible, los mejores doctores y toda la compañía que le pudiéramos dar en ese momento horrible.

—Macarrones con queso suenan bien —dijo—. Se lo diremos juntos, ¿sí?

Asentí.

—Convence a Taylor y a Theo para que se queden a cenar.

—Sí, nana.

Me obsequió una sonrisa trémula y volví a abrazarla. Me pareció que sollozaba entre mis brazos y tuve que morder mis labios para no hacerlo también.

Entendía que ese era el principio de una larga temporada y no sabía si podría dejarla luego de la noticia.

Buenos días, habitantes de Rose Valley. ¿Cómo están hoy?

Estaba muy nerviosa por este capítulo desde el momento en que lo escribí (que fue hace varios meses dicho sea de paso) y creo que ahora saben la razón.

Espero que el cap les haya gustado y no me odien mucho. Muchísimas gracias por leer, votar y comentar.

Les deseo un buen día. Las amo.

MUAK!

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