Capítulo cuarenta
TYLER
El avión aterrizó cerca de las cuatro de la tarde en la ciudad de San Francisco, siendo las siete en Nueva York. Me sentía un poco cansado, había dormido junto a Emma en la sala de espera del hospital y aunque el viaje de seis horas me había servido como una larga siesta, no era lo mismo que descansar en una cama. Sin embargo, en tanto pisé suelo californiano, ignoré todo malestar para concentrarme en lo importante.
Llevar mi maleta y mochila conmigo me había ahorrado tiempo en el aeropuerto y cuando salí de la zona de arribos, no tardé en encontrar a Genesis y a Taylor entre la multitud. Mi amigo sostenía un cartel con mi nombre que parecía haber sido hecho por G y cargaba una expresión de fingido enfado mientras su novia lo utilizaba para pararse de puntillas e intentar encontrarme entre la marea de personas. Mi mejor amiga chilló al verme, provocando que algunas miradas recayeran sobre ella, pero poco le importó. Corrió a mi encuentro y me abrazó con fuerza como si lleváramos toda una vida sin vernos.
—¡Llegaste! —exclamó antes de depositar un sonoro beso sobre mi mejilla—. Te he extrañado muchísimo.
—¿Tu novio no sabe complacerte en la cama que me extrañas a mí? —bromeé, enarcando una ceja.
Ella me dio un empujón justo cuando llegábamos junto a Taylor. Él no dudó en darme un abrazo que correspondí al instante, no éramos la clase de muchachos que se sentían menos varoniles por demostrarse cariño.
—No creas que no te escuché, idiota.
Reí por lo bajo y despeiné su cabello oscuro ganándome otro empujón. Ah, nada como estar en casa.
—¿Es impresión mía o estás más musculoso? —pregunté para aligerar el ambiente.
—¿No te cansas de coquetearle a Genesis que ahora también lo haces conmigo?
Me encogí de hombros y rodeé los hombros de G con uno de mis brazos, atrayéndola hacia mí. Deposité un beso sobre el tope de su cabeza y ella me abrazó por la cintura para luego mirarme con ese brillo en los ojos que la caracterizaba. Esa era mi chica favorita en el mundo.
—¿Qué te puedo decir, Tay? Mi sueño es hacer un trío con ustedes.
Mi amigo rió e imaginé que soltaría algún comentario con doble sentido, para mi sorpresa, no lo hizo.
—¿Recuerdas a mi compañero de habitación? —dijo, retomando el hilo de la conversación.
—¿Cuál de los tres?
—Calvin, los otros dos ya no viven más con nosotros —explicó—. Bueno, él quería hacer ejercicio, artes marciales mixtas para ser más específico y no quería ir solo porque es tímido y todo eso. Me pidió que lo acompañara y desde entonces entrenamos juntos.
Lo observé asombrado mientras caminábamos hacia el vehículo de su padre tras salir del aeropuerto atestado de gente. Era extraño verlo conducir porque por dos años nos había mentido a Theo y a mí diciendo que no sabía hacerlo tan solo para que no lo tomáramos de chofer. Seguía un poco molesto por eso, nos habríamos ahorrado muchas caminatas innecesarias.
—¿Eso quiere decir que todos han estado haciendo ejercicio menos yo?
—No, yo no —me tranquilizó G, dedicándome una sonrisa—. Creo que se me nota, he aumentado un talle en pantalones y remeras.
—Estás buenísima, cielo.
Blanqueé los ojos con diversión. Escuchar a mi amigo Taylor, quien no sabía decir algo tierno sin maldecir en el medio, decirle «cielo» a Genesis era graciosísimo.
—Te ves bien, G. Tu trasero se ve más redondo y tus tetas también.
Taylor me dio un golpe en el brazo, sin fuerza, pero aproveché para soltar un grito falso de dolor que los hizo reír.
—Gracias por mirarme las tetas, Ty. Eres un caballero.
—Cuando quieras, G.
Esquivé el segundo golpe y sonreí con suficiencia.
—Entonces, ¿por qué has aumentado de peso? Creí que era imposible para ti hacerlo.
—Yo también lo creía —admitió—, pero resulta que no hacer ejercicio y sufrir estrés estudiantil tienen consecuencias. Mi madre estaría feliz de todas maneras, nunca consiguió hacerme aumentar de peso.
—Dudo que estuviese feliz, MIT. No has dejado de comer comida chatarra.
Finalmente, llegamos al vehículo y Taylor presionó la alarma así como también el botón para que se abriera la cajuela. Metí la maleta, acomodándola entre las bolsas de compras que parecían ser producto de mi mejor amiga y su adicción a las tiendas de artículos para el hogar.
—¿Puedes culparme? —soltó mirando a su novio—. El comedor queda lejos de mi residencia y está ese food truck park cerca. Además, lo dices porque tú comes pollo a la plancha con espárragos y te sientes infeliz. Para que nuestra relación perdure alguien tiene que comer mal, esa soy yo. Me estoy sacrificando por el equipo.
Tay chasqueó la lengua con diversión.
—¿Han abierto un food truck park? Eso no estaba cuando yo fui —me quejé subiendo al asiento trasero.
—Lo abrieron al inicio de clases, es gente muy inteligente. Hay de todo, mis compañeras de la residencia los aman y odian por igual. Todas hemos subido de peso estos meses, algunas son más listas y hacen ejercicio. —Sonrió, volteándose sobre el asiento delantero para mirarme—. Tienen pizza, hamburguesas, tacos, ensaladas, hot dogs, comida china y pastas. Las pastas son mis favoritas.
No pude evitar reír al escuchar su emoción. Si fuéramos compañeros y viviéramos cerca probablemente ambos pasaríamos las noches comiendo basura porque Taylor podría estar pasando por una etapa de comer sano, pero yo nunca le dería que no a las frituras y carbohidratos.
—Claro que son tus favoritas —comentó Taylor con burla.
—¿Y eso? —pregunté con curiosidad.
—El muchacho que atiende el puesto es súper amable. Siempre me hace descuentos al momento de pagar.
—Siempre me hace descuentos al momento de pagar —imitó mi amigo, moviendo la cabeza con burla.
Bien, ese sería un viaje largo. Una hora y media que esperaba no fuera tensa.
—Oye, no seas grosero. Lo dices así porque estás celoso de Andrea.
—No estoy celoso de él, solo no me agrada que quiera llevarte a su cama.
—Eso no es cierto, si nos hace descuentos cuando estamos juntos también.
—Porque tiene instinto de supervivencia, cielo. ¿Tú que crees, Ty?
Me carcajeé, aunque asentí con la cabeza. Los chicos sabíamos cuando alguien tenía dobles intenciones con otra persona, sobre todo con las chicas.
—Estoy de acuerdo con Tay.
—Traidor —susurró ella en mi dirección, entrecerrando los ojos.
—Además, tiene nombre de chica.
—No es nombre de chica —lo defendió G—. Andrea es un nombre masculino en Italia y él es italiano. ¿Esperabas que se llamara John?
—Lo dice el que tiene nombre unisex.
Fue el turno de Taylor de mirarme mal; sin embargo, no me inmuté. Me reí con ganas porque esa actitud molesta era impropia en él. Genesis lo había cambiado para bien, él siempre había sido bueno y genial, pero me caía mucho mejor desde que había comenzado una relación con ella ya que sus virtudes se habían potenciado. Tay había sido el chico dorado toda nuestra vida: buenas calificaciones, talentoso con la música, hijo perfecto de una familia perfecta, atractivo, agradable y con dinero. Aunque en comparación a Genesis, todos éramos unos muertos de hambre. En mis peores momentos de adolescencia le había tenido mucha envidia, él tenía la vida que yo siempre deseé tener; no obstante, con el correr de los años dejé esos sentimientos negativos pasar porque él era un amigo ejemplar al igual que Theo.
—¿Dónde está Theo? Creí que vendrían a buscarme los tres.
—Se quedó en el pueblo —respondió Taylor—. Si sabes a lo que me refiero.
—Está con Sophie.
—Eso quiere decir que está discutiendo con Sophie —corregí.
Ambos asintieron y esbozaron una mueca.
—Sé que es tu amiga, G, pero me cae terriblemente mal. No puedo creer que le haya hecho eso a Theo. —Fruncí el ceño—. ¡A Theo de entre todas las personas del mundo!
—Lo sé. Intento separar la relación de ellos de nuestra amistad o terminaré odiándola y no quiero que eso suceda. Theo se sentiría peor.
—Al menos ya no están juntos —soltó Taylor—. Ya no se quejará de nosotros por teléfono diciéndole a Theo que nos quiere más que a ella.
—¿Puedes culparlo? Somos geniales.
Mi comentario nos hizo olvidar el rumbo de la conversación, adentrándonos en temas más relajados mientras escuchábamos música rock elegida por Taylor. El festival de Navidad era al día siguiente lo que suponía que Poison, la banda de mi amigo, volvería al escenario.
La hora y media de viaje me pareció un abrir y cerrar de ojos, pronto estábamos bajándonos de la camioneta en el camino de entrada de la casa de la abuela de G. La casa donde había vivido por seis meses antes de marcharme a Nueva York.
Una figura rubia y alta salió por la puerta de entrada y no tuve oportunidad de reaccionar antes de que Theo me abrazara con fuerza, gritando mi nombre. Palmeé su espalda riendo por su brusquedad y él me soltó para volverse hacia Genesis.
Nana apareció por la puerta en ese momento y me apresuré a saludarla. La mujer me rodeó con los brazos en un abrazo apretado y besó mis mejillas sonoramente mientras lloraba bajito. Ella era como una abuela para mí, la única razón, además de mis amigos, que me hacía volver a Rose Valley.
—Ty, que apuesto estás. —Sonrió—. Casi te vuelves mi favorito de nuevo.
Blanqueé los ojos con diversión y la dejé guiarme hacia la sala de estar. La televisión estaba encendida en una de esas novelas que le gustaban ver sobre amor, guerra y engaños, y sobre la mesita de café del centro había galletas con M&Ms y otras con chispas de chocolate.
—Bueno, parece que soy su favorito si me ha hecho galletas.
—Son mis galletas —me corrigió Taylor, trayendo consigo mi maleta—. No alcancé a comerlas porque tuve que ir a San Francisco por tu horrible trasero.
Theo y Genesis ingresaron también, cerrando la puerta a sus espaldas. El rubio cargaba las bolsas de compras de nuestra amiga en una mano mientras que con el otro brazo la abrazaba. Le gustaba hacer eso, abrazar a la gente, y había encontrado en ella a la persona perfecta para demostrarle cariño sin que se quejara.
—¿De quién son las galletas, nana? ¿Mías que siempre la he cuidado y he vivido con usted por seis meses o de Taylor que tiene sexo con su nieta?
Esquivé otro golpe que provenía de Theo, me estaba convirtiendo en una persona con una gran capacidad de reacción. Mis amigos eran violentos.
—Bueno, Taylor hace feliz a mi nieta cuando tienen sexo.
—¡Abuela!
Solté una carcajada y me dejé caer a su lado en el sillón. Tomé una galleta del plato y me llevé a la boca sintiendo la intensa mirada verde de Taylor sobre mí.
—Fingiré que no me daña no ser su favorito.
—Eres mi segundo favorito.
—¡Oiga! —se quejó Theo—. Señora Allen, vengo a visitarla cada tres fines de semana. Ellos no la han visto en seis meses.
Nana rió y le pasó una galleta que él no tardó en tomar.
—¿Pueden dejar mis galletas en paz?
—¿Puedes dejar mis galletas en paz? —me burlé, imitando su voz—. Madura, Taylor, las galletas son de todos.
—No te preocupes, Tay, te haré otras mañana.
Él sonrió con suficiencia y yo le enseñé el dedo medio.
Me encantaba Nueva York, pero Rose Valley con mis amigos y nana no tenía comparación. Ese era mi lugar en el mundo, rodeado de dos idiotas que conocía desde mi nacimiento y dos mujeres pertenecientes a la familia Allen.
Deseaba que Emma pudiera conocerlos y pasar tiempo con ellos. Nana la aprobaría y le haría galletas. Ellos eran mi familia y sabía que le harían espacio a Em si decidía ir más lejos con ella.
AY, AY, AY. ¡ESTÁN JUNTOS DE NUEVO! ¡Como en los viejos tiempos!
No sé ustedes pero yo extrañaba mucho Rose Valley y a los cuatro juntos (y a Nana, obviamente). ¿Les ha gustado el capítulo? ¿Tienen alguna parte favorita?
Es increíble pensar que ya estamos en el cap 40, parece tan poco tiempo y a la vez tanto tiempo. Antes de que me ponga nostálgica quiero aprovechar para agradecerles una vez más, por lo que... MUCHAS GRACIAS MIS HERMOSAS LECTORAS. Me hacen muy feliz y las amo inmensamente.
Ahora sí, me retiro. Les deseo un hermoso fin de semana y espero que no nos extrañen tanto.
MUAK!
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