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Capítulo cincuenta y tres

EMMA

Mi vida se había vuelto muy tranquila, tan tranquila que empezaba a sospechar que estaba en un coma y todo lo que veía era producto de mi imaginación.

Tyler y yo estábamos teniendo una relación maravillosa, pasábamos algunas tardes juntos en casa de mi hermano y cenábamos en la habitación o en Hunger para variar el menú. Teníamos citas espontáneas, sesiones de besos increíbles y momentos de pasión que quedaban grabados a fuego en mi mente.

Elle, Ethan y Mila volvían mis tardes más entretenidas. La licencia de paternidad de mi hermano había terminado por lo que solo lo veía unas pocas horas antes de marcharme hacia la residencia. Mi cuñada y sobrina estaban casi todo el día en su departamento y yo pasaba gran parte del día junto a ellas intentando comprender los misterios de la mente de los bebés.

Mis clases iban súper bien, tenía notas excelentes y el profesor que había prometido un trabajo comenzaba a notarme. Eso último me daba esperanzas.

Pero lo más sorprendente era que no había vuelto a pelear con mis padres y los veía casi a diario cuando visitaban a su nieta. El ambiente era tenso, por no decir glacial; sin embargo, no había discusiones ni malentendidos.

Todo parecía ir de maravilla hasta esa tarde.

Mis clases habían terminado unos minutos antes e iba en camino hacia la parada de autobuses cuando mi teléfono celular sonó. Contesté sin mirar mientras intentaba no perder el móvil en la marea de personas que avanzaban en dirección contraria.

—¿Si?

¡Emma Williams!

El corazón se me detuvo un instante eterno al reconocer la voz y poco me faltó para caer de bruces en el medio de la avenida. Mi madre acababa de llamarme, peor aún, acababa de gritarme y no sonaba muy contenta.

—¿Mamá?

¿Puedes explicarme esta fotografía?

Mi ceño se frunció, incluso cuando quise evitarlo, y mil teorías se formaron con rapidez en mi cabeza. ¿Qué fotografía? ¿Había encontrado quizás las instantáneas que Primrose y yo nos habíamos tomado en unas vacaciones con unos muchachos universitarios? ¿O se trataba de aquella que robé de su estudio donde salía mi abuelo?

—No entiendo —balbuceé.

¡La fotografía en el periódico! —chilló—. En la que sale mi hija besándose con un muchacho en una fiesta.

Me apoyé contra la garita de la parada e inhalé una cantidad increíble de aire que sentí escasa. Los pulmones me ardían y el corazón me latía cada vez con más fuerza.

Supe con exactitud a qué fotografía se refería, esa que nos habían tomado a Tyler y a mí en la fiesta en su honor y que él me había asegurado que no saldría de la editorial. No entendía cómo había llegado a un periódico, mejor dicho: no entendía cómo había llegado a un periódico que mi madre leyera porque ella solo leía los grandes diarios nacionales.

¿Emma, me explicarás quién es este muchacho? ¿Es tu novio?

—Sí.

Mi hija tiene novio, un novio que parece famoso, y me entero por la prensa. ¡Fantástico!

El sarcasmo no se me pasó por alto y tragué con fuerza. Sentí un poco de miedo, mi madre se había vuelto muy impredecible el último año y no sabía qué esperar de ella. Podría explotar en ese mismo momento y decir una infinidad de cosas hirientes, como cuando le confesé mis deseos de ser periodista. Había adquirido herramientas en terapia para enfrentarme a una situación como esa si llegaba a surgir, pero eso no suponía que no fuera a dañarme.

—No hemos tenido la mejor relación últimamente —le recordé—. Bueno, no hemos tenido ninguna clase de relación.

La escuché suspirar con derrota al otro lado de la línea y alcé las cejas con sorpresa. Mi madre no suspiraba de esa manera, mi madre no suspiraba y punto. Ella era perfecta: postura perfecta, imagen perfecta, actitud perfecta y nada parecía molestarle. No obstante, había suspirado con derrota.

Queremos conocerlo —soltó.

—¿Qué?

Decir que estaba sorprendida era poco. No entendía nada de lo que estaba sucediendo en ese preciso momento.

Tu padre y yo queremos conocer a ese muchacho. A tu novio —se corrigió al instante—. Nos gustaría cenar con ustedes.

—No. No los dejaré meterse en mi relación porque se han dado cuenta de que quizás no soy tan tonta como ustedes creían. No les permitiré meterse en mi cabeza y mucho menos en la suya —sentencié.

Emma...

—No, mamá. Perdieron el derecho a opinar sobre mi vida. Lo que yo decida hacer y con quién no es asunto de ustedes.

¿Crees que no lo sé?

Un sollozo escapó de sus labios y tuve que mirar la pantalla del teléfono para asegurarme que la llamada continuaba y el sonido no había sido emitido por alguien a mi alrededor. Otra cosa que mi madre no hacía: llorar.

¿Crees que no sé que he perdido el privilegio de tu confianza? Lo sé, Emma. ¡Lo sé! Sé cuáles han sido mis errores, sé cuánto te hemos lastimado y sé que nos odias en este momento. —Otro sollozo llegó a mí y me quedé helada—. Lo lamento muchísimo, he sido una pésima madre y quiero arreglarlo.

—Mamá...

No, escúchame, por favor. No merecemos tu perdón, hemos sido horribles contigo y estoy tan avergonzada de nuestro comportamiento. Tú no lo merecías, Em, y has soportado toda esta situación sin flaquear. Quiero hacer las cosas bien contigo desde este momento si me lo permites.

—Ma...

Y me gustaría empezar por conocer al muchacho que ha robado el corazón de mi hija. Tu padre y yo queremos conocerlo, queremos una nueva oportunidad si estás dispuesta.

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Mi asombro era tal que me había paralizado y vi pasar el autobús frente a mis narices. No pude moverme, no pude reaccionar y me quedé en blanco mirando a la nada.

¿Emma? ¿Sigues ahí?

—¿Por qué ahora?

¿Qué?

—¿Por qué ahora quieren hacer las cosas bien? —pregunté con dureza—. ¿Es porque Tyler es famoso en su rubro?

No, hija. No es por tu novio, es por ti. Verte en el diario nos ha demostrado cuánto tiempo hemos perdido, cuánto te hemos abandonado. Y verte con Elle, con la pequeña Ellie, ha sido como una bofeteada para mí —susurró, su voz se escuchó agrietada por el llanto—. Nunca he sido una buena madre, siempre he estado más concentrada en mi trabajo y te he dejado a tu suerte. Quiero cambiar eso.

No pude dar crédito a lo que escuchaba. Eran las palabras que tanto había deseado oír por años, había implorado a Dios por el momento en que mis padres notaran su ausencia en mi vida y volvieran a mí. No sabía si era demasiado tarde, una parte de mí no quería escuchar sus promesas vacías mientras que la otra parte solo quería correr a los brazos de mi madre y refugiarme allí.

—Lo pensaré —dije con aspereza.

Te esperaremos el viernes en nuestro restaurante favorito. No tienes que darme una respuesta; si apareces, sabré que tengo otra oportunidad.

—Adiós, mamá.

Colgué la llamada con el cuerpo temblándome de manera descontrolada y, sin saber muy bien por qué, comencé a llorar.

***

Me paré de un salto cuando la puerta de la habitación se abrió y Tyler dio un respingo fruto de la sorpresa y quizás del miedo. Su reacción fue proteger su rostro con las manos lo cual me habría hecho reír de no estar tan conmocionada por los sucesos de esa tarde.

—Ah, eres tú —dijo después de unos segundos—. Casi me matas del susto.

—Sí y tu primer impulso fue proteger tu rostro —comenté con burla.

—Un chico sabe lo que es importante.

Cerró la puerta a sus espaldas y caminó hacia mí. Acababa de salir del gimnasio, se había anotado unos días después de volver de San Francisco y estaba entusiasmado con la idea. Su cabello húmedo cayendo con despreocupación sobre su frente evidenciaba que se había duchado antes de ir a la habitación, razón por la cual permití que me besara cuando llegó a donde me encontraba.

—¿Estás bien, Em?

Dejó caer su bolso y sus manos viajaron hacia mis mejillas, acunando mi rostro. Sus ojos buscaron los míos y mi barbilla comenzó a temblar.

—Sí.

—¿Y por qué estás a punto de llorar?

No contesté, tan solo lo abracé y enterré mi cabeza contra su pecho. Sus brazos me rodearon con fuerza y su mejilla se posó sobre el tope de mi cabeza. Acarició mi espalda de manera reconfortante mientras lloraba en silencio y susurró palabras de consuelo que no buscaban detener mi llanto sino permitirme soltar todo lo que me consumía.

—Ya estoy bien —susurré después de lo que pareció una eternidad.

Me dejó dar un paso atrás y limpió mis mejillas con sus dedos pulgares. No había vuelto a llorar frente a él en varias semanas; de hecho, ese día era el primero en el que lloraba en un largo lapso. Bueno, no tan largo, pero sí un mes y medio lo cual era un avance enorme para mí.

—¿Qué ha sucedido?

Me condujo hasta su cama y esperó a que tomara asiento. Se colocó de rodillas frente a mí y recorrió mis piernas con las yemas de sus dedos en una caricia que resultó tranquilizadora.

—¿Recuerdas la fotografía que nos tomaron en tu fiesta?

—¿Cuál?

—La del beso.

Asintió con una clara expresión de confusión.

—La publicaron en el apartado de sociedad del New Yorker —le expliqué— y mis padres la vieron.

—¿Te han regañado por mi culpa?

Negué con la cabeza y su confusión fue en aumento.

—Mi madre me llamó al salir de clases. Me soltó una larga disculpa que habría deseado oír hace meses, pero que ahora se siente innecesaria —admití con un poco de culpa—. Dijo que quería hacer las cosas bien conmigo o algo así, que verme con Elle le había demostrado lo mucho que me había abandonado en la infancia y que esa fotografía era la prueba de que no tenía mi confianza.

—¿Y cómo te sentiste al escucharla?

—Un poco mal por hacerla sentir como una pésima madre y a la vez me importó muy poco lo que ella pudiese sentir. ¿Me hace eso mala persona?

—Claro que no, Em. Tienes derecho a ser tu única prioridad por primera vez en la vida, puedes hacer lo que tú quieras y sentir lo que desees sentir.

Acomodé un mechón de cabello tras mi oreja y sopesé sus palabras por unos segundos. Era similar a lo que la doctora Kingstone me había dicho en nuestra última sesión, en boca de Tyler sonaba mucho más razonable.

—También dijo que quieren conocerte.

—¿A mí?

Busqué sus ojos por primera vez desde que había comenzado a hablar y encontré sorpresa en el lindo color miel. No me inquietó su reacción, yo me había sentido así también.

—Sí, es parte del acto de ser buenos padres.

—¿Y tú quieres que me conozcan?

Me encogí de hombros. Quería presumir a Tyler porque era el primer novio que tenía que valía la pena. Era alguien que me quería y me hacía sentir valiosa, alguien que me cuidaba y me ayudaba a enfrentar mis temores. Él era bastante importante para mí, casi esencial para poder sobrellevar el conflicto con mis padres. Me encantaba la idea de presentarlo a todos, de poder decir que había encontrado por fin a alguien que no se acobardaba con mi personalidad insufrible. Sin embargo, también tenía miedo. Mis padres no eran personas sencillas, nunca lo habían sido y no tenía esperanzas de que hubiesen cambiado su forma de ser mágicamente. No quería que lo espantaran, que le dejaran una imagen errónea de mí.

—Si tú quieres.

—No, Em, estamos hablando de tus padres. Yo iré donde tú desees ir, te acompañaré a una audiencia con el Papa si eso te hace feliz, pero quiero que te sientas segura. —Tomó mis manos entre las suyas y les dio un leve apretón—. ¿Quieres ver a tus padres y cenar con ellos? ¿Quieres que vaya contigo?

—Sí —admití con torpeza—. Creo que sí.

—Entonces yo estaré contigo y seré el mejor novio que unos padres hayan podido conocer.

—Ya lo eres.

Una sonrisa curvó sus labios hacia arriba e iluminó su rostro.

—En ese caso eres una chica con suerte.

—Retiro lo dicho. Eres un creído insufrible.

—Claro que no.

—Y tu culo es un nueve.

—¡Mi culo no es un nueve! —chilló—. Mi culo es un perfecto diez.

Reí con ganas al escuchar la indignación en su voz y él hizo lo mismo poco después. Me incliné hacia delante y besé sus labios por unos segundos fugaces.

—Gracias.

—A sus órdenes, señorita. Siempre y cuando no insulte mi trasero.

—Bien, tienes un culo de diez.

Su sonrisa se amplió más y tiró de mis rodillas hacia él. Poco me faltó para caer al suelo; no obstante, me alcanzó antes de impactar. Sus manos se posaron en mis muslos y con facilidad me cargó mientras sus labios buscaban los míos.

Correspondí a su beso con seguridad, saboreando el sabor a pasta dentífrica en su boca y abrazándolo por el cuello para acercarme a él.

Entendí en ese momento que no importaba lo que sucediera con mis padres, era afortunada de tenerlo. Quizás debí aprovechar más el momento.

¡Hola, gente muy bella de Rose Valley! ¿Cómo están el día de hoy?

¿Les ha gustado el capítulo de hoy? ¿Qué creen que debemos esperar para los próximos? Ty conocerá a los padres de Em, ¿saldrá bien?

Muchas gracias por leer, votar y comentar. Son un solcito y las amo.

Nos leemos mañana, les deseo un buen día.

MUAK!

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