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Capítulo cinco

EMMA

Si tuviera que definir mi adolescencia en una palabra, sin dudar esa sería privilegios. Nunca había tenido que trabajar, me esforcé solo en complacer a mi familia y sacar buenas notas en el instituto. Nunca había tenido que pensar qué me depararía el futuro, si mi tarjeta de crédito se quedaría sin fondos o si podía o no darme el capricho de comer en un restaurante caro. Mis padres se habían encargado de dármelo todo, incluso amor en su medida, pero de la misma manera en que se habían asegurado de que nada me faltara, también habían decidido que me quitarían los privilegios.

Y ahí residía mi problema, nunca había trabajado por lo que conseguir un empleo de medio tiempo que me permitiera estudiar y pagar mis cuentas había sido una tarea titánica, aunque finalmente lo había logrado con ayuda de mi hermano. Bien, aquí un secreto: había obtenido un puesto porque mi hermano era el administrador del local. Mis padres tenían una gran cadena de restaurantes de comida rápida, desde pizzerías hasta locales dedicados a comida mexicana. Ethan había sido designado encargado de Kingdom a lo largo del país y en uno de esos locales era donde yo trabajaba.

Por supuesto, trabajar en una hamburguesería no era nada lindo. Salía con olor a carne y frituras en el cuerpo y el pelo, siempre sentía calor y me dolían muchísimo los pies al terminar. No podía quejarme; sin embargo, al salir ese día de trabajar lo único en lo que podía pensar era en que mi cabello olía mal y que no tenía un lugar donde ducharme excepto en la residencia.

De todas las personas que había imaginado encontrarme en el trabajo, incluso en los peores escenarios en los que mis padres abandonaban su exclusivo vecindario porque se habían enterado que su hijo perfecto había roto las reglas, no había pensado en Taylor Murphy. Poco me faltó para esconderme cuando lo vi frente a mí solicitando un desayuno y no supe dónde meterme cuando, con esa sonrisa de triunfador en el rostro y con una mirada de burla, me dijo que me bañara antes de llegar al dormitorio.

Esa era la razón por la que estaba de mal humor. Le brindaría algo de lo que quejarse, algo con lo que podría burlarse de mí y no me apetecía para nada. Suficiente tenía con las burlas que yo misma me hacía, sobre todo cuando veía mi reflejo y me daba cuenta que lo había perdido todo.

Ingresé al edificio con la mochila colgada al hombro, donde guardaba mi uniforme que debía ser lavado con urgencia pues me había manchado con mayonesa al preparar unas órdenes. La tarde había comenzado a caer y la residencia lucía más festiva que nunca. Algunos muchachos, que cargaban bolsas que lucían pesadas y una pequeña parrilla, se dirigían hacia el diminuto jardín mientras que algunas chicas decoraban la sala común sin dejar de reír. La música sonaba, pero a un volumen reducido, lo cual agradecí.

—¡Emma! —saludó Paris desde su habitual lugar, ondeando la mano hacia mí.

Mi idea inicial había sido subir al ascensor sin mediar palabra con nadie, pero ella se veía bastante amable y no quería ser maleducada.

—Hola, Paris. —Sonreí sin ánimos y apoyé mis manos sobre el escritorio—. ¿Qué está sucediendo aquí?

—Tendremos una fiesta. La fiesta de bienvenida, es una tradición muy entretenida. Una de muchas. —Rió y quitó un mechón de su cabello color fantasía del rostro—. Tú vendrás, ¿verdad?

Desvié la mirada un segundo mientras planeaba una excusa, no tenía muchas intenciones de desperdiciar mis horas de descanso en una fiesta.

—Conozco esa expresión. ¡Dirás que no! —chilló—. ¡Emma! No puedes faltar, te lo prohíbo.

Mordí mi labio inferior para reír.

—¿Me lo prohíbes?

Asintió energéticamente con la cabeza.

—Así es. No puedes quedarte en tu habitación, tienes dieciocho años, eres linda y te conseguiré alguien con quien tener sexo apasionado sobre una lavadora.

Abrí los ojos con espanto y eso provocó que una carcajada escapara de sus labios. Se estaba divirtiendo a mi costa, podía notar eso y no me molestaba, lo que me inquietaba era pensar que alguien podría tener sexo en el cuarto de lavado que era de uso para todas las habitaciones. ¿Y si un día encontraba un condón usado entre mi ropa? Dios, me estremecía de asco de solo pensarlo.

—No conozco a nadie —comenté, encogiéndome de hombros—. No me apetece estar sola.

—Invita a tu novio.

Fruncí el ceño, confundida. ¿Novio? Lo más cercano que tenía a un novio era mi amor platónico hacia Tom Holland.

—No tengo novio.

—¿Y el muchacho apuesto que vino contigo?

Sonreí al entender a dónde iba. No me sorprendió que hubiese creído que Ethan era mi novio, no era la primera ni la última que lo haría. Mi hermano y yo éramos parecidos para aquellos que nos conocían hacía mucho y podían encontrar las similitudes, mientras que para el resto de la población no teníamos nada en común más que la palidez de nuestra piel.

—Es mi hermano.

Separó los labios para formar una "o" perfecta.

—Oh, vaya... Qué lástima. Digo, para ti.

—No estoy interesada en una relación amorosa por ahora, gracias de todas formas.

Le di una leve palmadita a la madera con toda la intención de cortar la conversación. Quería ir a mi habitación, ducharme para luego perderme entre las sábanas en un sueño profundo.

—Espera. Dijiste que era tu hermano.

Asentí sin entender.

—Y tu apellido es Williams...

Oh, mierda.

—Cierra la boca —solté con fuerza.

Mis palabras atrajeron la atención de algunos curiosos, pero a Paris no le molestó mi brusquedad. Abrió los ojos de par en par, el entendimiento cruzando sus lindos rasgos y luego sonrió con algo similar a la emoción.

—¡Eres una heredera! —chilló en un susurro.

Tomé mi cabeza con las manos y solté un suspiro. El secretismo me había durado poco.

—No lo soy —aseguré—. Soy una persona normal.

—Sabía que conocía a tu hermano de algún lado —continuó, aunque había bajado el tono de voz lo suficiente para que nuestra conversación se volviera privada—. Tus padres son los dueños de una cadena de restaurantes, ¿verdad?

—Sí —admití con vergüenza—. ¿Cómo lo supiste?

—Bueno, tienes un apellido bastante normal, pero tu hermano tiene pinta de chico rico. Y aunque tú luzcas muy normal, también vistes como una persona adinerada. —Sonrió como un detective que revelaba la conclusión de su caso—. No lo había pensado hasta ahora, he visto a tu familia en la tapa de muchas revistas de chismes. ¡Esto es genial!

—Claro que no.

No, no era genial para nada. Que supiera de mi familia no me agradaba. Mis padres habían mantenido bien guardado el secreto de que su única hija no había decidido seguir sus pasos y que había sido expulsada del Upper East Side. Nadie más que mi familia lo sabía porque sería un gran chisme. Además, me había esforzado toda mi vida para permanecer lejos de las cámaras por lo que mi rostro era casi desconocido para los ajenos a nuestro círculo. Como había dicho Paris, mi nombre era bastante común.

—¿Y por qué estás aquí?

—Mira, Paris. Sé que no lo haces con malas intenciones, pero no deseo hablar de mi vida con nadie en este momento —admití, formando una mueca con mis labios—. Te agradecería que no lo comentaras con nadie.

—Claro.

Sonreí, aliviada. Ella no era una mala chica, solo un poco curiosa, aunque todas las personas teníamos algo de curiosidad en nuestro interior.

—Con una condición.

—¿Qué? —chillé, atrayendo atención indeseada de nuevo.

—Ven a la fiesta.

¿Me estaba chantajeando? ¿La encargada de la residencia me estaba chantajeando para no contar sobre mis intimidades? No podía creerlo, de pronto había quedado atrapada en un universo lleno de momentos incómodos donde yo me ganaría el premio a la persona más patética.

—Paris...

—Prometo no decir nada y estarás toda la noche conmigo, verás que soy buena. ¿Trato?

Extendió su mano en mi dirección y me quedé en silencio unos segundos mientras la observaba.

—Trato. —Estreché su mano, deseando no arrepentirme—. Pero solo por una hora.

—Me parece bien.

Blanqueé los ojos y dejé ir su mano. No podía creer el rumbo que había tomado la conversación. Me prometí que, desde ese momento en más, cuando deseara escabullirme a mi dormitorio sin ser vista e ignorar a todos, lo haría y punto. Si pensaban que era maleducada no me importaba, sería el menor de mis problemas.

Caminé hacia el ascensor, aferrándome a mi bolso y toqué el botón para llamarlo. No esperé mucho tiempo hasta que las puertas se abrieron y varias personas de mi edad salieron de su interior.

—Emma.

Elevé mi mirada del suelo, que era donde había estado desde que las puertas se habían abierto, y observé a quién me había llamado. Fruncí el ceño por unos segundos sin comprender quién demonios era el muchacho que estaba frente a mí, hasta que mis neuronas conectaron y lo entendí.

—Taylor.

Había cambiado el color de su cabello. En algún momento entre esa mañana y ese momento, había decidido que el blanco ya no iba más con él. Su melena se había vuelto castaña clara que, por el color de sus cejas, parecía ser su tono natural.

—Veo que no seguiste mi regla —soltó con una sonrisa de lado—. Deberás pagar por tu desobediencia.

—Púdrete —gruñí entre dientes.

Ingresé al elevador y presioné repetidas veces el botón de mi piso esperando que las puertas se cerraran con rapidez. Sus ojos quedaron posados sobre los míos en los tortuosos segundos que demoró la caja metálica en cerrarse y pude detectar en ellos diversión. Una diversión que parecía maligna en el color miel de su mirada y que me produjo escalofríos.

***

No demoré mucho tiempo en ducharme, el agua caliente se acababa con rapidez por lo que tuve que ser eficiente para no congelarme hasta los huesos. En lo que sí demoré fue en elegir mi atuendo, lo cual parecía absurdo. De no haber tenido esa conversación con Paris, habría tomado lo primero que más o menos combinara y listo, pero tras escuchar sus palabras, la indecisión me había tomado como rehén. Ella había tenido razón, mi ropa lucía costosa porque de cierta manera lo era. Mi madre había sido tan controladora que no permitía que comprara en lugares como H&M o Forever 21. No, ella le pedía a su asesor de modas que llenara mi armario cada temporada con prendas que sabía que podría usar. Lamentaba mucho haber dejado que tomara control de mi vida de esa manera.

Cuando mi teléfono móvil sonó en mi bolsillo con un mensaje de Paris en el que me exigía que me apresurara o me quedaría sin comida, no le di muchas más vueltas al asunto. Escogí un vestido verde suelto y unas zapatillas de lona, no era como si de pronto pudiera deshacerme de todas mis prendas.

Antes de salir de la habitación, estudié cada rincón buscando un calcetín suelto de mi compañero o algo similar con lo que pudiera regañarlo y quedar en igualdad de condiciones, pero todo parecía en orden. Sin poder evitarlo, mi mirada recayó sobre su escritorio y mi nariz se frunció al observar un gran cuadro con fotografías que antes no había estado allí. La curiosidad fue más fuerte que yo y me acerqué para darle una mirada de cerca.

—Vaya... Tiene novia.

Era un collage bastante grande y empalagoso de Taylor con una muchacha de cabello rubio y sonrisa tierna. La mayoría de las imágenes eran de ellos dos, riendo y pareciendo una parejita feliz, pero había otras en las que aparecían dos muchachos sumamente apuestos. De hecho, los cuatro eran bastante apuestos.

Di un respingo cuando mi móvil volvió a sonar con una notificación de mensaje y, sin tener que mirar, supe que era de Paris. La regañaría por haber leído mi expediente para robar mi número y, sobre todo, por ser tan insistente.

Tras darle una última mirada a las fotografías, sintiéndome un poco celosa por la felicidad que se observaba en el rostro de los cuatro, me retiré del dormitorio.

Si tenía que sobrevivir una fiesta prefería iniciar lo antes posible el sufrimiento porque eso también suponía irme antes a la cama. Le había prometido una hora a Paris y no tenía intenciones de alargar esos sesenta minutos.

El problema fue que la fiesta se alargó y, de alguna manera, llegó a mi habitación.

¡Hola, gente bella de Rose Valley! ¿Cómo están? Espero que muy bien.

Se me ha hecho eterna la espera hasta este capítulo, ¿a ustedes? Pero les tengo buenas noticias, la próxima semana muy probablemente comencemos con las actualizaciones diarias. ¡Yay! Falta poquito para poder disfrutar capítulos todos los días, bueno, de lunes a viernes.

¿Qué les ha parecido este capítulo? ¿Cómo creen que tomará Emma el hecho de que Ty le ha mentido con su nombre? Hagan sus apuestas ja, ja, ja.

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Espero que les esté gustando la historia. Tenemos tanto para descubrir.

Recuerden que pueden seguirme en redes y lo mismo con los personajes. También pueden unirse al grupo de Whatsapp.

Ahora sí, me despido.

MUAK!

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