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En nuestro mundo



Y cuando no se despiden, a lo lejos puede ver como la luz se le había extinguido en los ojos, y a los propios le pareció que se habían vuelto fríos y grises como un anochecer de invierno que llega sin una estrella.









Seijuuro no había querido molestarlo, pero ¿Cómo había podido saberlo? Su etapa de adolescente absoluto; o completamente absoluto había terminado luego de la Winter Cup, estaba claro que los amigos de Kouki estaban al tanto de su problema, pero de nuevo ¿Quién era el para saberlo?

Por ese día decidió no presionar más al castaño con sus sentimientos, porque ciertamente como le había dicho Kuroko, aún no estaba completamente consiente de ellos. Se quedó en Tokio, puesto que deseaba luchar por sus sentimientos, eran suyos, tenía permitido tenerlos.

Eran una cosa inexplorada, una semilla germinada a la que no estaba dispuesto a renunciar. Comparando con muchas otras sensaciones, había solo una a la que se le acercaba.

El amor que sintió por su madre.


Por sus dulces sonrisas, por su suave tacto, por todo aquello que recordaba y lo que no recordaba.

—¿Cómo me lo abrías explicado tú?— se dijo en voz alta.

Estaba seguro que la dulce mujer le tomaría de las manos, le sonreiría con la mirada y con voz conciliadora le diría todo aquello que necesitase saber.

Pero ella no estaba, así que de alguna manera lo debía de resolver.

El amor es un sentimiento capaz de sacar lo mejor y lo peor de las personas, así que Seijuuro decide que mostrara todo lo bueno, a pesar de saber que incluso su corazón alberga un lado oscuro.

Kouki se equivocaba en el hecho de verse a sí mismo como algo menos que un simple loco. Era obvio que no había notado su propia belleza, una que el mismo Seijuuro vio pero a la que no tomo conciencia.

Como aquella primera vez en la que se detuviera a admirar el cielo, el como el movimiento de sus ojos por la intensa luz del sol le dieran un gesto realmente adorable, el cómo sus manos jugueteaban con alguna zona de su ropa cuando se llenaba de nerviosismo.

Aquel gesto cuando se concentra con todas sus fuerzas en quien le esta hablando, en lo que está leyendo o viendo. Ese arco en sus labios que lo hace ver tan sencillo y adorable.

Y no es que fuera un acosador, solo que Seijuuro es observador. Y fue de esa manera en la que se descubrió que; cada vez, en cada reunión, en cada pequeño momento en el que pudieron haber cruzado miradas, su mirada viajaba a ese chic castaño. Al trinar de su risa, a su voz molesta cuando algo no le gustaba.

No fue difícil saber la razón de ello, lo difícil fue aceptarlo, asimilarlo. Hacerse a la idea de que estaban bien sus sentimientos y lidiar con ello.

Akashi Seijuuro ya tenía demasiado en la espalda; y no era que no pudiera con ello, pero eso significaba altas expectativas sobre impuestas no solo por su padre, si no que por la sociedad y como siempre, sabía que saldría ganador de ello.


Si Seijuuro amaba a Kouki, Seijuuro se encargaría de hacerle entender y demostrarle que no mentía, que iba al cien por ello. Que jamás le faltaría de todas aquellas crueles maneras imaginables y no imaginables.








Mucho antes de Seirin, para Kouki fue difícil hacerle entender a sus cercanos que o que le sucedía no era algo que imagina, Kouki realmente evoca una sensación al percibir otra.


Incluso a veces se detiene a pensar si no causa solo problemas a su familia. Si no les molesta alejarse de unas cuantas personas, porque sabe, Kouki sabe que la razón por la que no ven a la abuela es que alguna vez dijo que; un sanatorio sería lo mejor para el niño o en mis tiempos una vara de ciruelo habría arreglado eso.

Ella tenía un color ácido, como a yodo y a limones...

No le molesto no volver a verla, a pesar de las discusiones de sus padres, de las veces en las que cubrió sus oídos mientras apretaba contra su pecho aquel peluche suave que le consiguiera su hermano una vez para brindarle tranquilidad.

Tocarlo por alguna razón que ya no busca encontrar compensa los sentimientos desagradables y el mismo truco le hace sentirse bien después de un mal día. Pero nada de lo que ha hecho hasta el momento ha ayudado y teme el saber el porqué de ello.

Es Seijuuro y aquella mirada vacía que pudo notar cuando no se le permitió despedirse. El brillo ambarino de su mirada, como un atardecer quemándose a fuego lento.

En su mano izquierda empuña su conejo, mientras que en la otra el papelito arrugado de su número telefónico, Kouki por mucho tiempo se había considerado alguien que no era valiente, pero ¿Está bien para el dar el primer paso?

Después de todo el pelirrojo no hizo nada malo. Kouki no puede negarse a sí mismo que el emperador no le atraía, se mentiría y estaba harto de mentirse a sí mismo.

Toma el teléfono, va al teclado numérico y uno a uno presiona el táctil para llamar, deteniéndose en el icono de la llamada. ¿Está bien que lo haga? ¿Está bien que lo intente?


—Kouki cariño, tienes visitas—


El susto le hace soltar el teléfono, tras la puerta cerrada de su recámara le ha llamado su madre, en el equipo le han dado un par de días para que se sienta más a gusto consigo mismo, a pesar de que se negó que tuviese algún tipo de preferencias.

La puerta se abre y un sonido tranquilizador de violines llena la su espacio.


Desde su lugar en la alfombra, con la cabeza agachada entre sus piernas Kouki alcanza a ver su teléfono llamando al número marcado y con asombro se levanta con rapidez para ver al pelirrojo sostener su teléfono con una sonrisa juguetona en el rostro.

Kouki no sabe qué hacer o decir, su madre ya se ha marchado y no puede evitar sonreír cuando Akashi Seijuuro lleva el aparato a su oído sin dejar de verle estando aun en pijama.


—Hola—









Ambos chicos están sin decir nada por lo menos unos buenos minutos. Kouki está nervioso con sus manos alrededor de su te ya frío, Seijuuro lo ha bebido y dejado en la bandeja a un lado de la mesita de noche.

Él es Akashi Seijuuro, como se atreve a si mismo defraudarse de esa manera.

—Te conozco desde hace mucho menos tiempo del que me gustaría pero; aun así, ya has conseguido demostrarme tanto. Te debo hacer saber, que también tengo días buenos y malos, porque después de todo soy humano—

Kouki levanta la mirada impresionado, con una sensación el pecho que no puede identificar.


—Estoy aquí hablando contigo, con la esperanza de que me veas tal como soy—


Kouki quiere decirle que para el ya desprende esa energía que le hace sentir ser capaz de todo, y por eso le da miedo. Ahora ya lo sabe; sí, le quiere. Le gusta cómo es, le apasiona su mirada, le enamora su sonrisa que casi no deja ver, y porque no; su cuerpo le hace temblar. Ojalá podamos estar juntos, o al menos mantener esa amistad tan bonita; piensa, pues no sabe cómo hacerlo funcionar.



—Veo las cosas intangibles como algo precioso muy a menudo e incluso aquellas que me provocan dolor o miedo, ya que puedo verlas, el alma en el cuerpo, es algo muy especial—


—A veces — prosigue Seijuuro — Incluso, se me hace un pequeño nudo en la garganta. Como un tonto, lo ignoro un poco para que no pienses que he estado demasiado pendiente de ti. No me preguntes por qué lo hago, porque ni yo lo comprendo—


Kouki llora, derrama lagrimas porque le ha pasado exactamente lo mismo, sabe que es algo loco. Más loco que incluso su raro trastorno.


—Además llámame loco, ya que no soy el prospecto perfecto de pareja que un padre de familia para su hijo puede desear— dice mientras se lleva una de sus manos a uno de sus ojos, cubriéndolo de la vista color castaño.


Kouki esta vez ríe, porque sabe muy bien a lo que se refiere y como nunca creyó que haría se levanta de su lugar y se abalanza hacia el pelirrojo, el abrazo en correspondido de inmediato, sintiéndose tranquilo y sin necesidad de más llanto.


—Huele dulce — le dice Kouki — Creo... creo que el amor huele dulce ¿Eso está bien para ti? Que yo... que yo sea así—

—Lo único que tengo muy claro es que estoy deseando que llegue nuestra primera cita. Tengo muchas ganas de ver cómo evoluciona esto que nos une. Aún no tengo muy claro en qué dirección lo va a hacer, pero me gustaría imaginar dónde estaremos dentro de unos meses. Puedes llamarme iluso, incluso puedes acusarme de intentar ir demasiado rápido, pero nos veo de la mano por un largo, largo tiempo—


La habitación se torna de colores tibios a su alrededor, haciendo que Kouki vibre por primera vez con el amor.


—Entonces ¿Podríamos intentarlo juntos?—



Kouki puede sentir claramente el color de esperanza en su voz, se separa de los fuertes brazos que le habían rodeado, con dificultad limpia el resto de las lágrimas de su rostro ya que Seijuuro se niega a soltarle, pero con firmeza en su voz, una que busca desde el centro de su corazón, se atreve a llamarle.



—Sí, podemos intentarlo... juntos—

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