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El mundo en uno


Akashi Seijuuro era normal. Dentro de toda aquella excéntricidad, su forma de ser, el peso de su apellido o su obvia doble personalidad.

Más hubo alguien que; siendo de aspecto simple llamo su atención.

La primera vez que le vio no le tomo importancia.
Un chiquillo más entre muchos de aspecto raro.

Seijuuro sabía que no era nadie para juzgarlo, pero verle ahí en medio de la nada, con la mano en el pecho mientras empuñaba su ropa con el rostro en dirección al cielo, le causo intriga.

¿Que era tan atrayente en el azul del cielo? Esa intriga naciente de la acción del chiquillo le hizo levantar la vista al cielo.

Pero solo vio el basto azul así que; sacudiendo la cabeza y con una sensación de ser un idiota, se retiró.

El era Akashi Seijuuro no debía hacer semejantes desfiguros.

La segunda vez que le vio, además de que se sorprendió al reconocerlo, fue en la escaleras.

Esas escaleras que fueron el inicio de todo. Y desgraciadamente de nada.

De todo ya que fue la reunión que marcaría un antes y después en su vida, en sus triunfos y derrotas.

Y nada, debido a que no pudo averiguar nada relevante de ese chico que causará sensaciones diferentes en su mente.

Lego esos pensamientos a lo más profundo de su mente, no los necesitaba para ganar.

Más no pudo evitar percatarse de algunas cosas.

Kouki, así se llamaba. Como esa primera vez en la que se aferra a Kagami Taiga, cuando acudió a su reunión después del tan afamado tijerazo.

Del llanto del que supo después, que llenó al castaño.

O después; en el partido que tuviesen contra Kaijo, con aquel gesto amable entre Taiga, Kuroko y el castaño.
Algo normal a quien lo viera, más se le hicieron raras las lágrimas, la expresión de tristeza en su rostro.

O aquella vez en la que en una reunión en el departamento del número 10, le viera disfrutar; porque lo hacía, el olor de un libro.

Cuando se le pregunto, agradeciendo sin decirlo lo entrometido de Kazunari; escucho la respuesta.

—Me hace recordar la sensación de la arena mojada entre mis dedos—

No era algo extraño, pero si a Seijuuro se le preguntaste, con seguridad solo diría que huele a libro.

Pero la convicción con la que dijo esas palabras le hicieron pensar en que era verdad, era como si con ese aroma Seijuuro pudiera vislumbrar al castaño tocando con la punta de los dedos de sus pies la arena del mar, y verle con los ojos cerrados mientras sonreía al oler el libro, le hacía verle tan vividamente.

Era un Kouki en medio de la playa, sonriendo con el rostro al cielo mientras la brisa del mar sacudía tiernamente su cabello, con los pies descalzos moviendo la arena húmeda.

Kouki es interesante, pensó, para segundos más tarde rectificarse a si mismo, tonterías.





Para Kouki manejar correctamente las emociones y los sentimientos que venían provocados por estos; en su día a día, era agotador.

Entonces no supo lidiar con las palabras del emperador, de ese que le causaba tantas sensaciones. Kouki entro en pánico, puesto que sus palabras le había sabido dulces. Su voz le hizo sentir una paz reconfortante.

Su mirada le transmito pasión, ese calor tibio de una fogata en invierno.

Porque el calor acechaba su piel en su tenue sonrisa.

Y temió, haciéndole huir presa de sus miedos.

Porque por primera vez, sintió el amor como una verde primavera
Kouki corrió y corrió, salió del gimnasio con lágrimas en los ojos, con un ataque de emociones que le marcaban, que le acechaban y le quitaban el aire.

Akashi Seijuuro a sus ojos ahora era el amor en terciopelo rojo, ya no más el miedo. Seijuuro aún era un ser poderoso a sus ojos, pero ahora sentía más y nunca había sentido tanto más en una sola persona.

Porque Kouki siempre le había visto con ojos distintos. Primero de admiración, luego esa sensación en su piel de escalofríos cuando siquiera cruzaban miradas, cuando le soño en ese prado lleno de flores violetas mientras se sonreían mutuamente tomados de las manos supo que era algo más.

Y se obligó a huir de ese pensamientos ¿Quien querría a alguien loco como el?

¿Quien entendería los pensamientos que llenaban su cabeza con cada sentimiento y sensación?

Kouki se detuvo, escucho el grito de su nombre. Pero esa no había sido la razón por la cual lo había hecho.

Era el aroma.

A su alrededor danzaba el aroma de las rosas, podía verlas claramente desde su posición, el rojo de los pétalos que caían con el viento, danzando en las ondas del aire hasta tocar el suelo.

Llevo sus manos desesperado a su cabello, hundiendo los dedos entre las historias para poder jalarlas y causarse dolor.

—No puedo, no entiendo... Porque... ¿Porque a mí? Si estoy lo- —

Sintió los brazos fuertes de Kagami rodear su cuerpo, sintió sus piernas desfallecer por el dolor y el miedo.

Sintió las manos de Kuroko tomar las suyas mientras de sus mejillas lágrimas eran derramadas hasta perderse entre su cuello.

—No digas esas palabras Furi, porque nos hacen daño—

Kouki no quiso entenderlo, no quiso preguntarlo, se abandonó a un estado semi inconsciente, huyendo como el cobarde que sabía era.

Fue llevado entre brazos a la enfermería, supo y sintió cuando fue depositado en la suave cama.

Escuchaba los murmullos, algunos regaños, aún en ese estado pudo saberlo todo.

Entonces el calor que recorrió su palma hasta su corazón le hizo sentirse reconfortado.

Las palabras de Kuroko se grabaron en su mente.

Si era verdad que Seijuuro lo quería aunque fuera un poco...

Era solo que no quería defraudarlo, ni a él ni a si mismo.

Seijuuro merece más que a un loco.



—Akashi-kun, Furihata-kun es especial. Es mi amigo, así que por favor, si le quieres; si de verdad le quieres, no le hagas daño—

Y ahí, mientras tomaba con fuerza la mano de Kouki, y un mar de palabras después, Seijuuro lo supo; lo especial que de verdad era.

Kouki no era alguien para el.

No; lo correcto sería, que Seijuuro no estaba a la altura de el.

De Kouki.

Kouki era la sensación misma.

Entonces metafóricamente Seijuuro se sintió caer sobre sus rodillas.

Porque Kouki no le sonreía a el, porque Kouki lloraba y no podía hacer algo por el, porque Kouki sentía y no era por el.

Porque Seijuuro quería ser el mundo para Kouki.

Y no lo era.

Porque para Seijuuro Kouki era... Su mundo.

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