6
Notita: al final tienen ilustración de algunos personajes.
¿Y si en realidad es culpa de Venus en escorpio?
ADA.
Ahí estábamos los cuatro.
3:00 pm, unas horas después de que Addriel había leído las cartas aparecidas en la jarra del aula de ballet.
Sala de nuestro nuevo apartamento compartido.
—Tenemos que decidir qué vamos a hacer a partir de ahora —dije seriamente—. Ya está claro que ella piensa hacer algo en contra de nosotros y no podemos dejar que lo cumpla.
—Vigilarla sería el primer paso, aunque no estoy seguro de cómo, porque si nos topamos mucho en los mismos lugares, aunque estamos en el mismo campus, ella va a saber que intento algo extraño —expresó Ascian, pensativo—. Sabemos que no es nada tonta.
Él tenía los antebrazos apoyados en la isla que conectaba la cocina con la sala. Estaba escribiendo con mucha concentración en su libreta personal.
Sí, Ascian tenía una libreta, como si ya no estuviéramos en tiempos digitales. Era vieja, de cuero rojo, y tenía una A tallada en la tapa.
Durante años lo había visto escribir ahí. Obviamente quería chismear, pero nunca podía, porque la protegía y guardaba en lugares secretos.
—Pero si quiere matarnos, créeme que ella es la que va a aparecer en los mismos lugares que nosotros —resoplé—. No tendremos ni que esforzarnos. La veremos en todas partes.
—Ni siquiera intentes poner a alguien más a vigilarla —le dijo Averly a Ascian, sentada en el sofá, también muy pensativa pero de una forma preocupada—. No se puede hablar de esto con nadie y mucho menos decir que sospechamos de ella.
—Miren, no sé cómo, pero tenemos que pillarla haciendo algo que pruebe que es culpable —insistí—. Tal vez descubrirla antes de que mate a alguien más...
—No somos superhéroes, Ada —resopló Ascian en un tono absurdo—. No vamos a mirarla desde lo alto de un edificio con nuestros binoculares para obtener las pruebas del crimen.
—Pero está comprobado que a los asesinos se les puede escapar un detalle —sostuve mi punto—. Algo muy pequeño nos puede servir. Sabemos que hubo más personas aquella noche, ¿no? Hay otros que saben lo que sucedió. Entonces estoy segura de que aparecerán más muertos.
Averly de pronto frunció el ceño y se quedó viendo a Addriel.
—¿Qué demonios haces? —le preguntó.
El que no se unía al club de los pensativos era él. Se había recogido el cabello, quitado los zapatos y estaba caminando por toda la sala con un largo palito de incienso en una mano. Palito que, por supuesto, olía raro.
—Limpio el lugar —dijo Addriel con una obviedad responsable—. No dejaré que durmamos en un apartamento sucio de otras energías, quién sabe qué pasó aquí.
—No hay otras energías porque este apartamento no se ha usado en años —reveló Ascian—. Estaba cerrado. Los últimos fueron... nuestros padres. Ellos vivieron aquí cuando venían a Tagus.
—¿En serio? —Addriel puso una mueca de horror—. ¡Con más razón debo limpiar! ¡Imagina todo lo que pudo haber pasado en las habitaciones o en la cocina o en ese sofá en el que está sentada Averly!
Averly negó con la cabeza como si no tuviera remedio.
Pero yo también me hice esas preguntas, solo que no con miedo por las energías, sino con curiosidad.
Mis padres se habían negado rotundamente a la idea de que asistiera a Tagus desde que yo se los había mencionado, y nunca tuve ni idea de por qué. Era la decisión en la que ambos habían estado de acuerdo con la misma rapidez, y eso era sorprendente, pero al mismo tiempo... extraño, porque solo me hacía pensar que ambos tenían las mismas razones para evitar que yo pisara ese lugar.
Sabía que se habían conocido allí, que habían vivido una especie de rivalidad, que la verdad sobre nuestra familia había explotado en Tagus, pero nada más. Y me molestaba un poco no tener una explicación.
—Deberíamos poner cámaras aquí, pero sin que nadie se entere —propuso Averly, seria y estratégica—. Si estamos en algún tipo de peligro físico, es mejor tener la posibilidad de probarlo. Puedo encargarme de eso.
—Bueno, suponiendo que la predicción de Addriel sea cierta... —quiso decir Ascian, pero Addriel lo interrumpió en una advertencia:
—De mi no vas a estar dudando.
—Confío en ti, mi primo favorito —Ascian suavizó la voz con una sonrisa— pero también en la ciencia y la lógica.
—Tu único primo. —Addriel lo corrigió.
Ascian suspiró.
—El punto es que sí, lo de las cámaras es buena idea.
—También deberíamos evitar andar solos —siguió Averly—. Nada de entrar solos a las aulas, nada de ir solos por una acera, nada de subir solos las escaleras. Es decir, intentar en todo lo posible no quedarnos en ningún lugar en el que un asesino pueda atraparnos. Tampoco beban cosas que no hemos visto ser preparadas.
La cara de Addriel se contrajo de horror, como si acabara de escuchar algo espantoso.
—¿Y si se infiltra en una cafetería y compramos un café ahí? —preguntó, aterrorizado.
—No compres cafés entonces —dijo Averly con obviedad.
—Pero necesito café para funcionar porque el té me da dolor de cabeza... —se lamentó—. Agh, estar en peligro es una mierda.
—Todo esto es una mierda. —Ascian estuvo de acuerdo, y sonó medio enfadado—. Pasé meses organizando una buena estrategia para limpiar nuestra imagen, para que la gente deje de estar tan desconfiada de nosotros, y ahora...
—Tu chica deseada vino a frustrar tus planes —completé como burla.
Averly miró a Ascian con asombro.
—¿Todavía te gusta? —le preguntó, y luego se frotó la frente con estrés—. ¿Pero qué tiene esta familia con no superar el pasado?
Ascian no nos miró. Detecté cierta tensión en su cuello.
—Si ella nos ataca, vamos a defender. Es todo.
No, no era todo. Ahí donde estaba, no necesitaba leerle la mente para saber que Ascian se estaba muriendo de rabia y de frustración, porque esa chica era su debilidad y eso mismo lo molestaba. A él no le gustaba ser débil, y ella había logrado hacerle sentir eso.
Lo que yo sabía era esto:
Después de que nuestros padres nos separaron para evitar que fuéramos unos egoístas insensibles que no perdonaban a cualquiera que se metiera con nosotros, pasaron años. Hasta que un día el tío Aegan (padre de Ascian), el tío Aleixandre (padre de Averly y Addriel) y Adrik (mi padre) decidieron que todos pasaríamos unas vacaciones juntos.
Pero con una condición:
No iríamos solos, y tendríamos que inscribirnos en un programa benéfico.
Era un programa muy estricto y privilegiado en donde debíamos convertirnos en una especie de hermanos mayores/benefactores/protectores para alguien de bajos recursos. El objetivo era trabajar juntos en un proyecto que ayudara a la persona necesitada y a nosotros a desarrollar responsabilidad/afectividad/empatía y crear un registro de buen comportamiento para nuestros futuros estudios universitarios.
Seré honesta, sonó aburridísimo para mí, pero, ¿qué podía salir mal?
Yo estaba tan emocionada por verlos a todos. Tan feliz. Tan ansiosa.
En ese tiempo Ascian me parecía mi mejor aliado, aún la mejor persona con la que podía hacer cualquier cosa, el único que se parecía a mí, con el que podía identificarme. Una estupidez como: mi gran mejor amigo, ese con el que tenía una hermandad fuerte, divertida y caótica. Ambos éramos el negro entre el blanco. Ascian podía ayudarme a lograr lo imposible y yo a él. Compartíamos nuestros más oscuros secretos, y el que yo tenía en ese momento era el de: necesito que Reiv sea mío. (Sí, suena caprichoso, pero en ese entonces no había empezado a madurar, admito que era una tonta).
Así que acepté.
Mi entusiasmo por hacer un plan con Ascian para que Reiv finalmente me deseara, era mi motivación, ya que Ascian era muy amigo de Reiv para ese entonces y podía invitarlo.
De modo que recibimos las indicaciones de nuestra participación en el programa antes de irnos al viaje con las personas que serían nuestros «protegidos».
Las reglas eran claras, pero sobre todo esta:
No podía haber ningún tipo de interés amoroso entre los miembros del programa. Es decir, nadie podía enamorarse de su benefactor o de su protegido. Ni siquiera atraerse o tener actitudes extrañas de interés. Ningún tipo de insinuación, respeto o contacto. Todo el comportamiento sería vigilado por un monitor que también nos acompañaría.
No cumplir esas reglas tenía... graves consecuencias.
A mí me daba igual. Solo tenía ojos para Reiv. E igual me tocó ser la hermana mayor de una muchacha muy dulce que apenas hablaba nuestro idioma.
Por el contrario, ella le fue asignada a Ascian.
Era una chica que bailaba ballet. Tenía el cabello largo y ondulado, y los ojos del color de la miel. Su mirada era un poco alargada, lo que le daba un aire desafiante, pero también algo seductor. Al final, tenía cierto encanto. Era como misteriosa, como esas chicas que llaman tu atención porque piensas: «no sé qué personalidad tiene» y se te hace difícil descifrarla.
Primero, yo fui muy amigable. Me caía bien.
Solo que en realidad había algo un poco oscuro en ella...
Tenía secretos...
Ocultaba cosas...
Yo las vi. Vi todo. Empezó a pasar todo. Y ahí inició el gran problema...
Alguien estaba tocando a la puerta del apartamento cuando salí de mis pensamientos. Como yo estaba más cerca, fui a abrir.
Si hubiera sido posible que se me saliera el alma del cuerpo, habría pasado en ese momento.
—¿Reiv? —pregunté a pesar de que sí, lo tenía justo en frente, tal y como lo había visto esa mañana.
Atractivo, alto, con su cabello despeinado y sus pequeñas pecas que le daban un aire de chico bueno y que hacían un contraste muy interesante, porque todo lo demás de su aspecto lucía maduro.
—Hola —me dijo, muy normal—. Pedí tu número de apartamento en asistencia al estudiante y me dijeron que te acababas de trasladar aquí. —Se fijó de repente en que en el interior había más personas, y su tono pasó a ser neutro pero cordial para saludar—: Hola, Ascian.
Supuse que aquello sería algo raro, y no me equivoqué. Como Ascian ya estaba escribiendo de nuevo en su libreta, no alzó la mirada para ser cordial como tal vez habría sido con algún desconocido que lo saludara. Solo respondió de forma gélida para dejar en claro que sabía de su presencia:
—Reiv.
—Ascian —asintió Reiv, también algo frío.
—Reiv —volvió a pronunciar Ascian, indiferente.
—Ascian.
—Reiv.
—Ascian.
—Ya queda claro que se saben sus nombres —interrumpí esa estupidez.
Cada vez que se veían era lo mismo. Al romperse su amistad había quedado una extraña... seriedad con conflicto e indiferencia.
—¡Reiv! —pasó a saludarlo Averly, tal vez para matar la incomodidad que ahora flotaba en el apartamento. Ella sí sonó amigable, ya que nunca había tenido problemas con él—. No te había visto en mucho tiempo.
Nadie podía ser malo o frío con Averly, inspiraba respeto y la gente solía sentirse muy a gusto con ella, así que él le sonrió. Maldita sonrisa de medio lado que me encantaba, así como despreocupado pero dulce.
—Averly, yo tampoco, pero qué alegría —asintió él, amable.
—Qué alegría ver a todos menos a Ada, sí —murmuré, todavía medio picada por su indiferencia en la clase de la mañana.
Reiv pasó la mirada a la figura que se movía por la sala con el incienso.
—Hola, Addriel —lo saludó también.
—Hola —contestó Addriel sin detenerse, y luego le preguntó con seriedad—: ¿Te da dolor de cabeza este olor?
Casi todos lo miramos con rareza. Reiv se ahorró la respuesta y me miró a mí. Tuve que esforzarme por mantenerme inexpresiva, como si no me afectara cada vez que me daba al menos el uno por ciento de su atención.
—Ada, dejaste tu Tablet cuando te fuiste de forma extraña del aula —me dijo, y descolgó su mochila para sacarla.
—Ah, sí —me limité a responder cuando me la ofreció de vuelta—. Gracias por traerla.
—¿Hablamos un momento en tu habitación? —preguntó de forma inesperada.
Sin ningún tipo de doble intención, como se pediría una conversación normal pero más privada. Por supuesto que me tensó cada músculo y me desajustó los cables del cerebro, metafóricamente. Incluso casi tartamudeé un «sí», pero otra voz habló por encima:
—No. —Ascian sonó seco y dictatorial, aún sin dejar de escribir en su cuaderno—. Las chicas de este apartamento no tienen permitido meter personas a su habitación. Es por precaución. Están pasando muchas cosas raras en Tagus y no hay que confiar en nadie.
Reiv hundió un poco las cejas, confundido.
—Me conoces, Ascian.
—Y tú a mí, Reiv —le devolvió con simpleza.
—Ada es mayor que tú —puntualizó Reiv.
Ascian detuvo su escritura y lo miró con una sonrisa cordial pero falsa.
—Puede ser sesenta años mayor e igual seguiremos siendo lo más cercano a unos hermanos para ella y para Averly —rebatió—. ¿Sí o no, Addriel?
—Totalmente —confirmó Addriel aún en su recorrido de limpieza con el incienso.
—Así que es sencillo —finalizó Ascian—: o hablan aquí o te vas, tú escoges.
Para mí estaba claro que Ascian estaba haciendo eso solo porque quería molestar a Reiv. Por parte de Reiv no se mostraban rencores tras la ruptura de la amistad, pero cuando Ascian detestaba a alguien podía ser muy cruel, duro y chocante.
Reiv cedió ante el conflicto. Volvió su atención hacia mí y fue al tema.
—¿Te fuiste porque te ofendió algo de lo que dije cuando entraste a la clase? —preguntó directo y tranquilo.
—No —respondí. Bueno, en parte sí me había molestado un poco, pero me había ido por el mensaje de Ascian.
—Pero dijiste que te ibas lejos de mí como yo quería, y fue de una forma enfadada.
Mantuve mi postura.
—Eso dije.
—Entonces... ¿está todo bien o...? —dudó.
—Sí, Reiv, está todo bien —acepté, simple pero seria—. Fuiste muy claro: soy intensa y eso te molesta. Trataré de cambiarme de clase para que no te veas en la necesidad de hablarme.
Él suspiró como si ahí estuviera el punto por el que había venido.
—Entonces no está todo bien.
—¿Te preocupa que sea así? —Me crucé de brazos, enarcando una ceja.
—Sé que puedo ser muy cortante y herir sentimientos —explicó con un encogimiento de hombros— y solo me preguntaba si me pasé de la raya, porque no era mi intención.
—¿Te preguntaste si heriste los sentimientos de la niña Ada? —quise retarlo.
—De mi amiga Ada —corrigió.
MALDITA SEAAA.
De acuerdo, eso me dolió tanto que mi única reacción fue activar el modo defensa.
—Ah, ahora sí soy tu amiga —resoplé, y luego endurecí la expresión—. No, no te preocupes por mí. De hecho, tal vez tienes toda la razón en ser frío y distante, supongo que debe ser muy molesto tener a tu lado a alguien que no te gusta. Parece un horrible infierno.
—No eres un horrible infierno —aclaró con tranquilidad.
Desde la cocina, escribiendo en su libreta, Ascian emitió una risa de ironía.
Imbécil. Todos imbéciles. Reiv, él, la vida, yo y mi lado irascible/impulsivo.
—Mira, lo que sea que creas que soy, ya sé que significa: nada —le corté a Reiv, afilada—. Si vienes a recordármelo por milésima vez, te advierto que eso sí hará que terminemos discutiendo. Ahora soy yo la que te lo voy a evitar: vete.
—¡Ah, se apagó mi incienso! —soltó Addriel, horrorizado en algún punto de la sala.
Mantuve la mirada dura y enojada sobre Reiv para que toda mi cara expresara un «lárgate», hasta que no le quedó de otra.
—De acuerdo —aceptó en un suspiro de que no iba a discutir conmigo— pero trata de no dejar tu Tablet en cualquier lugar.
—Haré lo que se me venga en gana —salió de mi boca.
—Siempre, ¿no? —Reiv esbozó una pequeña sonrisa misteriosa.
Esa fue una pulla para mi personalidad tan inestable, pero me defendí:
—Para chicas buenas como te gustan, ahí tienes al resto de Tagus.
Claro que a veces sospechaba que él sabía perfectamente cómo vulnerar mis defensas. Se dio vuelta para abrir la puerta.
—Igual creo que podríamos intentar trabajar juntos, así que... —dijo mientras se iba. Le dio suspenso al resto durante unos segundos como si estuviera escogiendo entre decirlo de una forma u otra, y luego añadió—: No te cambies de clase.
Cerró la puerta y se fue, y mis cejas se arquearon porque POR LOS INCIENSOS DE ADDRIEL que entendí que la frase fue dicha de manera intencional en un sutil contexto de orden, tipo: «no lo hagas», porque sabía que me alteraría, y claro que me alteró.
Me arrepentí de inmediato de haber sido grosera y sentí la impulsiva y ciega necesidad de seguirlo para disculparme y hablar más. Incluso avancé unos pasos, pero Averly fue rápida y me agarró del brazo para impedirlo.
—¡NO, NO, NO! —Me jaló lejos de la puerta—. Eso estuvo bien, estuvo bien.
—Pero si le hizo un drama todo raro —se burló Ascian.
Me solté de Averly con mucha frustración, la misma con la que había luchado por años. Era cierto, le había hecho un drama.
—¡Agh, me odio cuando él está cerca! —bufé, ya toda tensa y estresada, moviéndome por la sala—. ¡No sé qué demonios me pasa que me habla y dejo de pensar, que mi mente se pone en blanco, que no soy nada inteligente sino impulsiva y tonta!
—Búscate a otro y ya. —Ascian sacó su celular de su bolsillo y lo deslizó sobre la isla de la cocina—. Tengo como mil contactos aquí, escoge uno.
Averly le dedicó una mirada de reproche.
—No, Ada tiene que escoger a un buen hombre.
—No hay buenos hombres, solo hombres enamorados de verdad que se esfuerzan en no cagarla —le dijo Ascian como si fuera algo que todos sabían o debían saber—. Y ese no es uno.
Averly siempre perdía la paciencia cuando Ascian decía algo cruel. Su lucha de la vida era hacer que él considerara los sentimientos de los demás.
—Cuando vengas a que te acaricie el cabello para que te desestreses, te voy a mandar lejos de una patada en el culo por cruel —lo regañó.
—¡Solo estoy diciéndole la realidad para que deje de sufrir! —se defendió Ascian como un inocente.
—Como sea, no quiero a otro, quiero a Reiv —solté con rabia por ese mismo hecho.
Averly se me acercó. Me tomó por los hombros para que la mirara seriamente. De seguro tenía cara de niña asesina malcriada.
—Ada, ¿qué es lo que acordamos que tú debes repetirte día a día? —me preguntó como maestra a alumna.
—Que debo dejarlo ir —repetí entre dientes. Averly fue asintiendo a medida que se lo pronunciaba—: que él debe ser feliz con quien él quiera ser feliz, y que yo debo apartarme y avanzar.
—Porque eso es... —me invitó a completar.
—Lo que hace una persona que ama de verdad.
—Y lo amas a él lo suficiente como para querer verlo feliz, ¿no?
Tuve que esforzarme para que la respuesta no me saliera quebrada por el dolor:
—Sí.
—Ahora, ¿qué pasó con ese chico que te presenté hace tres meses? —me preguntó también.
Apreté los labios.
—No le respondí más los mensajes.
—¿Lo ghosteaste? —Se horrorizó.
—Sí...
—Oh, Ada, eres un horrible infierno —se burló Ascian con un drama intencional, haciendo referencia a lo que le había dicho a Reiv.
—¡No me interesaba! —le aclaré a Averly, porque no había sido por crueldad—. Me aburrió, y se lo dije para que no pensara que tenía oportunidad, pero siguió escribiéndome y dejé de responder. Me aburre todo lo que no sea Reiv.
Averly suspiró y negó lento con la cabeza.
—No puedes estar toda la vida esperando a que él se fije en ti —me dijo con una suavidad más paciente—. Te ha dejado en claro muchas veces que solo te ve como su amiga, incluso como una hermana menor. ¿No has pensado que te estás perdiendo de tantas cosas buenas por rechazar a los demás?
Sabía que ella se preocupaba mucho por mí, por todos. Era menor que nosotros, pero actuaba como la más madura, equilibrada y responsable. Sus ideas eran incluso mejores que las de Ascian. En mente, Averly era superior a nosotros.
—Es que no conecto con nadie —fui sincera, y soné algo triste.
—Eso pasa cuando no se tiene alma... —murmuró Ascian, otra vez concentrado en su libreta.
—En realidad... —intervino Addriel de repente, ya detenido porque su incienso se había apagado.
—Aquí viene... —susurró Ascian.
—De todos nosotros, Ada es la que experimenta las emociones con mayor fuerza —explicó Addriel— y esa actitud tan pasional y fijada solo en Reiv tiene mucho sentido, porque ella tiene venus en escorpio. Cuando le gusta alguien, su deseo por esa persona es extremadamente intenso, tanto en lo sexual como en lo sentimental, por lo que lo ve como un: «todo o nada» «o siento todo o no siento nada» «o te deseo mucho o me aburres». En este caso, para ella es: «Reiv o nadie», y cualquier otra persona que no le despierte lo mismo que él, no le atraerá nunca.
Todos lo miramos con el ceño fruncido.
—¿Y describes todo eso por un tal venus en escorpio? —le preguntó Ascian, confundido.
—Exacto —asintió Addriel, orgulloso de su conocimiento—. De hecho, Reiv se está perdiendo lo que podría ser la mejor experiencia sexual de su vida con Ada. Las mujeres con venus en escorpio son muy sensuales, lujuriosas, atractivas, eróticas, buenas amantes, por decirlo resumido y no tan explícito.
Pestañeé, medio asombrada y algo divertida.
—Wow, soy maravillosa.
—Aunque... esto tiene su lado negativo. —Addriel puso una cara de pena—. Tu venus en escorpio puede hacerte llegar a la obsesión, a la manipulación, a los celos, al orgullo, a la ambición, a querer dominar a tu pareja por completo para que sea solo tuyo por la intensidad con la que lo deseas...
—Esa sí se parece a Ada —opinó Ascian, aguantando la burla.
Mi diversión se fue. Ni siquiera sabía si era verdad, pero me sentí muy abrumada, agobiada y medio enojada.
—¿Entonces soy un monstruo? ¿Por eso no me quiere? ¿Soy la peor persona del mundo?
Addriel se acercó a mí.
—No, no, mira, sé que no me crees, pero yo puedo ayudarte un poco —me dijo en un intento de tranquilizarme—. Es simple. Toda la intensa energía que estás usando al desear tanto a Reiv, podrías dirigirla hacia ti. Cuando la tengas tú, él va a notar eso y tu tortilla de calentura se va a voltear.
—¿A voltear? —No comprendí.
—Él te buscará a ti en lugar de tú a él —resumió. Sus ojos grises hasta brillaron de seguridad, tal vez por eso dudé.
—¿De verdad?
—No puede ser así de fácil. —Averly se cruzó de brazos y entornó la mirada.
—Si tú me hicieras caso, hermanita, para ti también sería diferente. —Addriel se encogió de hombros—. Pero claro, ¿quién le quiere hacer caso al «loquito del tarot»?
—Nadie te llama así —suspiró Averly.
Addriel me miró solo a mí.
—Si quieres probar con eso, búscame. —Me guiñó el ojo.
La pasión con la que hablaba de todas esas cosas espirituales, era impresionante. De hecho, recordaba que Addriel había mencionado que estudiaría astronomía en Tagus para poder juntar la ciencia comprobada del universo y de los planetas con sus conocimientos astrológicos, y así tener las dos perspectivas.
—Solo por curiosidad... —mencionó Ascian de pronto, que se había quedado pensativo e intrigado mirando a Addriel mientras movía su bolígrafo entre sus dedos enguantados—. ¿Yo en dónde tengo ese tal Venus?
Addriel reprimió una risa por haber despertado el interés de Ascian, el más escéptico.
—Te lo diré luego.
Averly le puso un stop a la situación.
—El punto aquí no es Reiv ni el Venus en cangrejo, es que podríamos estar en un riesgo y necesitamos un plan sólido y solo estamos perdiendo tiempo —nos regañó.
Era suficiente para que todos nos pusiéramos serios y volviéramos a la planeación, pero me percaté de que había algo extraño en el suelo frente a la puerta de entrada.
Una pequeña tarjeta.
Fui apresurada a abrir por si pillaba a alguien, pero vi el pasillo vacío ante mí. Supuse entonces que en algún momento que no habíamos notado por estar hablando, alguien la había deslizado por debajo.
Me agaché para recoger la tarjeta. Quedé extrañada. La volteé para mostrársela a los demás.
—¿Este no es...?
—El logo del club de los fundadores —respondió Ascian muy rápido con una expresión de confusión.
Eran dos letras "T" en una tipografía clásica y especial que se unían de forma elegante.
Y claro, lo raro no había terminado.
De repente sonó el teléfono de Ascian en una notificación. Él lo agarró de la isla, porque antes me lo había deslizado para que escogiera a alguien como si la gente fuera ganado (Ascian tiene sus momentos de idiota aunque no se crea). Lo miró, y aunque su piel era clara se pudo notar que palideció, y que luego se tensó todo, como si no supiera cómo reaccionar.
Se quedó tan pasmado que Averly se le acercó rápido y le quitó el celular. Vio lo que había recibido.
—Es una confirmación para unirse al club de los fundadores —nos dijo.
—¿Quién aceptó unirse? —pregunté como una estúpida, aunque lo sabía, claro que lo sabía.
—Ella.
Entonces, ¿alguien deslizaba una tarjeta con el logo del club por debajo de nuestra puerta, y minutos después ella aceptaba unirse?
Recuerdo una frase que mi padre siempre me decía de pequeña: «no hay casualidades, solo cosas que tarde o temprano debemos enfrentar».
Me estaba muriendo de miedo, porque eso era lo que había sentido después de todo lo que había pasado con esa chica. Aunque no lo pareciera, después de lo que habíamos hecho, yo me había arrepentido mucho, y cada noche había dormido con el temor de no poder superar eso jamás. Me había sentido culpable, malvada, cruel. Había llegado a creer que si algo malo me sucedía, era porque me lo merecía.
Tantas noches sin dormir. Tantas noches con pánico. Tantas noches llorando, preguntándome si yo era una mala persona y si la gente siempre iba a odiarme por eso, si Reiv me rechazaba porque yo no era «buena y correcta».
Pero no era justo. Ya no era justo.
Porque ella tampoco era una víctima inocente.
Ella también ocultaba cosas.
Ella también tenía algo por lo que pagar.
—¿Cuándo es la presentación de los nuevos miembros de ese club? —lancé la pregunta.
—Mañana... —respondió Addriel.
—Úneme —le exigí a Ascian—. Quiero ser parte del club.
—¿Qué? —Ascian despertó de su shock y se horrorizó—. ¿Pero qué vas a hacer? ¿Qué van a hacer las dos ahí?
Tensé la mandíbula. Toda la vida me habían dicho que me parecía mucho a mi padre porque tenía su aspecto intimidante. Pero en realidad me parecía más a mi madre, porque yo también era capaz de incendiarlo todo para defenderme.
—Ella vino a Tagus por mí —dije con seguridad—. Ella vino a verme. Entonces me verá.
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¡Hola! Estaré mirando con mucha emoción sus comentarios :D espero estén disfrutando, creo que las cosas empiezan a armarse poquito a poquito, saben que me gusta sembrar el misterio y luego BAM.
Aquí les dejo esta hermosa ilustración que hizo @lulybot en instagram sobre esta generación de los Cash. También la subí a Twitter y pronto a mi insta. No aparecen otros personajes porque esta es solo de los Cash, espero podamos ver al resto pronto!
Besos de venus en escorpio,
Alex
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