3
Tal vez todo es culpa de mercurio retrógrado...
ADA.
(5 minutos antes del grito...).
Ya había escuchado su estúpida voz a través de los altavoces del parque.
Ella diciendo: «su respuesta es incorrecta» con ese tono neutro, sospechoso, molesto.
Yo había estado caminando por la feria para intentar calmarme, pero al final me había acercado con cuidado a donde la multitud de alumnos estaban reunidos, y había presenciado la humillación a Ascian.
Sinceramente, no me importaba él, pero ver la forma en la que todos se reían o lo atacaban, fue molesto para mí.
No era un secreto que nuestra familia era detestada por lo que había hecho el abuelo Adrien y porque luego nuestros padres no pudieron borrar las manchas de sus acciones por más que lo intentaron, pero, ¿la gente qué? ¿con qué moral se plantaban ahí a acusarlo? ¿Ellos no cometían errores? ¿No era también algo malo el comportarse como unos chismosos de mierda que disfrutan de la humillación ajena?
Nuestra familia había intentado evitar que viéramos el odio que les tenían, pero al crecer fue inevitable. Rechazos en las escuelas, artículos en revistas, comentarios de los otros niños y, sobre todo, opiniones absurdas en redes.
Porque sí, había visto a la gente miles de veces en Twitter o en Tiktok hablando sobre nosotros. Hablando sobre nuestro pasado, nuestros errores, nuestras "red flags", nuestra toxicidad, pero, ¿y sus propias red flags, amigos? Nadie les hacía esa buena pregunta.
Ah, es que al parecer esas no valían. No valía que esa actitud criticona era una gran bandera roja que demostraba que tenían tantos defectos que necesitaban resaltar los de otros para aliviarse. No valía que eso de hacer un video de odio para ganar likes era una gran bandera roja que gritaba: «soy una persona sin empatía, interesada en mi propio beneficio».
Claro, ellos de verdad creían que ir a una red social a acabar con la imagen de alguien de forma masiva era un acto sagrado de bondad. Creían que definir cuál Cash merecía más o menos, estaba en un mandamiento de la biblia. Creían que las puertas al cielo estarían abiertas para aquellos que perdían dos horas de su vida haciendo un hilo sobre cuán malvada había sido Jude Derry.
Creían que discutir y generar odio contra nosotros automáticamente los limpiaba de su podredumbre. Pero olían peor que un Cash, porque se mentían a sí mismos asegurando que lo que hacían arreglaba algo, cuando solo lograba alimentar la intolerancia social y el odio colectivo que tanto lastimaba.
Pero, supongo que es así. Una vez leí que el narcisista no cambia porque no cree que debe cambiar. En su mundo, su crueldad, su selectividad y su egoísmo son correctos.
Ese era el mundo que nos atacaba. Un mundo narcisista que se creía con el poder de determinar que otra persona (tal vez peor) merecía más que nosotros solo porque no les agradábamos. Nadie nos conocía de verdad.
Pude haberme quedado pensando mucho más de eso, pero entonces vi de reojo uno de los stands, y confirmé lo que Ascian había dicho: que él también había venido a Tagus.
Todo mi conflicto mental se apagó por un momento. Si alguien me vio, de seguro notó cómo mi cara pasó de estar tensa por el enfado a demostrar una vulnerabilidad de adolescente. Y entonces mis pasos se dieron solos pero cuidadosos, ridículos, embelesados como los de alguien que necesitaba acercarse en secreto a ver algo que no podía tocar.
Me agaché detrás de un carrito de hot dogs para espiar. El vendedor me miró como si estuviera loca, pero le dediqué mi mirada de «ni se te ocurra hablarme y no intentes quitarme, imbécil» que había heredado de mi amado padre, así que me dejó en paz y pude verlo mejor.
Ah, Reiv...
Reiv, Reiv, Reiv.
¿Había un nombre más atractivo? No me interesa, para mí la forma en la que se pronunciaba y se escribía «Reiv» era la cosa más sexy y fascinante que existía.
Porque si alguien tenía la capacidad de hacerme fantasear como una tonta, era él.
Si alguien me debilitaba las piernas, era él.
Si alguien me hacía sentir a punto de morir de calentura, era él.
Si alguien me hacía entrar en una desesperación de necesidad, era él.
Era el hijo de la mejor amiga de mi madre. Nos conocíamos desde pequeños, y desde que tuve capacidad para sentir atracción, iba intensamente dirigida hacia él. Hasta ahora era el protagonista de todos mis sueños húmedos, de los escenarios antes de dormir, de la frase: «demonios, desearía tanto poder tocarte y que me tocaras».
Estaba en uno de los stands del club de cuidado del medio ambiente, ese con el letrero de «el calentamiento global ya está aquí». Claro, era tan típico de su personalidad. Se preocupaba por todo y por todos. De hecho, estaba entregando un folleto porque había muchas interesadas, pero su mirada estaba dirigida hacia la tarima, mirando con cierta aflicción cómo humillaban a Ascian.
Y aunque tal vez ellos ya no se hablaban casi, lo creí capaz de intervenir para defenderlo, porque Reiv era malditamente bueno y no toleraba las injusticias.
Tal vez por eso me encantaba, porque yo siempre había sido todo un infierno, y él siempre había sido un paraíso inocente, puro, tentador de corromper. Había crecido en esa burbuja de «siempre me porto bien», y yo había deseado tanto saber si podía portarse mal...
Me desarmaba su cabello rojo natural pero mezclado con marrón, entre corto y desenfadado, porque su aspecto no le interesaba. Igual era demasiado atractivo, alto, con una sonrisa que cuando se ampliaba más lucía un poquito torcida pero perfecta. Esos ojos color miel, grandes, carismáticos. La manera en la que su piel podía enrojecerse por sus emociones. Las pequeñas pecas que tenía incluso en los hombros. Esa energía, y la voz...
Reiv representaba cada uno de mis deseos. El deseo más intenso, pasional, enloquecedor, ardiente.
El deseo imposible.
Era el chico que nunca había podido tener.
Y si había una canción para definirnos era Angels Like You de Miley Cyrus.
Casi la cantaba en mi mente cuando escuché el condenado grito. Ni siquiera entendí que algo horrible estaba pasando hasta que salí de mi escondite detrás del carrito y volví a enfocar el escenario.
El tanque de agua. El cadáver. Específicamente: la cara del cadáver.
Lo reconocí al instante, porque cada detalle de aquella noche seguía claro para mí. Ese chico... ¡había estado allí!
En secuencia, pasé a ver las grandes letras escritas en el cristal.
¿Uno de ustedes va a morir, así como uno de ellos ha muerto? ¿Uno de... ellos? De... ¿las personas que habían estado esa noche?
Todo el pánico que había sentido al verla a ella llegar a Tagus, volvió, porque hice conexiones que me asustaron.
No, mi intuición no estaba equivocada, y mi reacción abrupta en la recepción no había sido una exageración. No era una coincidencia.
Si ella aparecía, nunca lo sería.
Saqué mi celular muy rápido. Mis manos ya temblaban. Le marqué a Ascian, que seguía como un imbécil parado en la tarima detrás del podio, mirando el tanque. ¿Se le había ido el alma o se había cagado del impacto?
El sonido de la llamada lo sobresaltó. Apenas atendió, le di la orden:
—Baja de ahí. Ven a mi dormitorio.
Me fui corriendo porque no me interesaba el muerto. Cuando atravesé la puerta de mi dormitorio, que había escogido en lugar de un apartamento porque no me agradaba compartir espacio con nadie, el mundo iba demasiado rápido. Mi corazón latía en mis oídos, y podía escucharme respirar por la boca. Estaba sudando frío, sentía calambres. Toda esa mierda de nuevo. Todo ese terror casi asfixiante.
Caminé de un lado a otro hasta que Ascian apareció. No venía solo. Lo seguía Addriel, porque de seguro él lo había llamado.
Ni si siquiera era un secreto de dos. Era un secreto de cuatro.
—¡¿Ahora sí entiendes?! —Avancé hacia Ascian apenas cerró la puerta, alterada—. ¡¿Ya ves para qué vino?!
—Pero, ¿y ella qué tiene que ver? —se quejó, alzándose las gafas oscuras.
—¡Ese que está ahogado en el tanque estuvo presente aquella noche! —le solté, enfadada por lo ilógico de su pregunta—. ¡¿O es que de verdad eres tan idiota como para bloquear el recuerdo solo porque te niegas a creer que ella es capaz de hacer algo malo?!
—Yo sí me acuerdo —dijo Addriel. Estaba algo nervioso, incluso cuando él era la mayor representación de la calma y de la frase «las buenas energías atraen cosas buenas, hay que relajarnos».
¿Es cierto que todas las familias tienen un miembro que cree en espíritus y planetas alineados y auras y vibras y horóscopos? Pues Addriel llenaba ese puesto. Desde pequeño era el chico de cabello castaño claro, piel trigueña y ojos grises, espiritual, pacífico, amante de lo místico, de los brazaletes con piedras protectoras y de las cartas. Y no de las geniales Cartas Clow de Sakura Card Captor, sino de las que, según él, predecían el futuro.
—¿Y lo conectaste? —le pregunté, esperando que aclarara la estúpida mente de Ascian.
—Es que no sabía que ella estaba aquí. Cuando la vi frente a la tarima y leí el mensaje tuve un mal presentimiento...
—«Uno de ustedes va a morir, así como uno de ellos ha muerto» —repetí, y miré a Ascian para que lo entendiera de una vez—. Es una confirmación de que lo mataron porque estuvo presente, porque sabía lo que pasó. Ese mensaje, esa amenaza, es para nosotros. —E hice la pregunta más importante, la que debía asustarlo tanto como me asustaba a mí—: ¿Vino a matarnos?
Ascian giró los ojos.
—Eso no tiene sentido —dijo, todavía negado a admitir la amenaza—. Es decir, sí, ese chico era uno de los que estuvo ahí, pero las probabilidades de que cualquiera muera son altas. No puedes determinar que algo pasará solo por un pequeño suceso.
—Joder, sí, que ahoguen a alguien en un tanque es un pequeño suceso —solté, viendo absurdo su comentario.
—Pero Ascian —volvió a intervenir Addriel, que en ocasiones era la voz que calmaba su terquedad—, ¿y las probabilidades de que alguien que estuvo en aquel momento, alguien a quien conocíamos, aparezca asesinado justo frente a nosotros con un mensaje de amenaza? Esas sí son muy bajas.
—Pero, ¿por qué ella correría el riesgo de asesinar? —Ascian parecía no encontrarle el punto.
Le di la respuesta con énfasis en cada palabra:
—Para vengarse de nosotros. De mí.
—Si hubiera querido vengarse lo habría hecho hace tiempo —me contradijo, y su molestia se disparó—. ¿Por qué todo siempre se trata de ti?
Listo, perdí la paciencia con la que no había nacido.
—¡La pregunta es por qué tú nunca me crees! —casi le grité, más alterada—. ¡¿Por qué nunca me has creído, eh?! ¡¿Por qué es tan difícil aceptar que una persona es malditamente malvada?! ¡Siempre he tratado de decírtelo, siempre traté de decírselos, y ninguno se puso de mi lado!
—¡Nos pusimos de tu lado, te ayudamos! —me recordó con obviedad.
—Porque eso te dio un beneficio —le recordé también, y di los pasos necesarios hasta quedar cerca de él para encararlo—. Me reclamas el trato, pero el trato también te ayudó a ti. Lo que pasó después fue tu incapacidad para atraparla.
Tensó la mandíbula, porque eso había dado justo en el punto sensible. Tal vez Ascian quería pretender que no, pero ella no solo me afectaba a mí. La verdad era que, si yo había tenido una parte en el suceso, él también. Una grande, y tal vez igual de egoísta.
—Ah, esto se siente peligroso... —dijo Addriel, pasando la mirada preocupada de uno a otro—. Y justo sucede cuando está empezando mercurio retrógrado. Sabía que debía aplazar mi inscripción...
Le mantuve la mirada a Ascian, retadora. Se creó un ambiente de suspenso, de rivalidad, de enojos reprimidos y cosas que no podíamos decir. Mi cuerpo estaba al borde de un colapso. Solo podía apretar mis manos en puños y todo en mi mente estaba tan nublado, caótico, iracundo.
—¿Estabas equivocado? —le pregunté. Mi rabia sonó contenida.
—¿En qué? —Hundió las cejas.
—Tu respuesta, ¿era errónea como ella dijo durante el juego? ¿Tú, tan metódico y cuidadoso con lo que aprendes y lo que hablas, en verdad cometiste un error?
Se quedó callado un momento. Ascian era muy bueno con las expresiones, en disimular, en ser ilegible, pero tenía una manera muy curiosa de delatar cuando estaba fuera de su espacio de defensa, cuando algo le ganaba a su ingenio: frotaba su dedo índice enguantado contra su ropa. Algo sutil, pero notable si has convivido con él.
Y aunque era capaz de aceptar un error, no iba a poder evitar defenderse en privado.
—Nunca vi eso en la página —admitió.
—Tal vez ni siquiera estaba ahí —le demostré el punto, abriendo los brazos—. Tal vez lo cambió a propósito para humillarte en frente de todos porque mientras más te apunten, menos serás aceptado. Porque eso fue justo lo que hizo: te humilló.
Tras esa última palabra, me alejé de él porque mis piernas estaban inquietas y mi enfado estaba tan concentrado que no quería verle la cara.
—Wow, tú paranoia en verdad ha empeorado. —Negó con la cabeza.
Pero me devolví de golpe para apuntarlo:
—¡Ascian, ella me ha perseguido!
—Tú creías que te perseguía —me apuntó también— y en terapia confirmaron que era un delirio persecutorio por el shock de lo sucedido. Además, la odiabas, ¿eso no hace tus acusaciones un poco dudosas?
—¡La acuso porque estoy segura de lo que digo! —exploté de furia—. ¡Deja de defenderla!
—¡No la defiendo, es que yo también estuve paranoico y sé que la mayor parte está en nuestra cabeza! —explotó igual—. ¡Solo no quiero que vuelvas a arrastrarme contigo a ese maldito infiero de miedos!
—¿Entonces te asusta pero quieres pretender que no? —Casi me reí por lo ridículo que sonaba.
Addriel se interpuso entre nosotros, y con su mano llena de brazaletes que parecían pequeños ojos, bajó el dedo de Ascian que me apuntaba.
—Un momento, Ada ya superó la paranoia, no puedes invalidarla por eso —le dijo—. Papá y yo estuvimos pendientes y lo confirmaron. Fue a terapia muchas veces hasta que lo logró. —Pero, por supuesto, no había momento de normalidad con Addriel así que agregó—: Aunque, bueno, en su carta natal hay cosas... raras.
—¡¿Qué demonios tiene eso que ver?! —soltó Ascian, ceñudo.
—¡Mucho, Ascian, he tratado de explicártelo! —defendió Addriel con gravedad—. Incluso si pudiera ver la carta natal de esa chica, sabríamos muchísimo sobre sus intenciones, si en verdad es una psicópata o qué...
Me pasé la mano por el cabello. Otra vez me moví por el dormitorio. Mi equipaje estaba sin sacar. Podía solo agarrarlo e irme. Pero, ¿a dónde? ¿Otra vez a casa bajo la protección de mamá y papá? ¿A un país lejano donde ni siquiera quería estar, con gente que no me interesaría nunca porque era incapaz de conectar con alguien nuevo?
Era lo que ella quería. Estaba segura. No, ahora quería algo peor: causarme un miedo mucho más peligroso. El miedo de muerte. El miedo de que lastimaran a mi familia.
—Hay que sacarla de aquí —solté, decidida. Me giré hacia Ascian con violencia—. Hay que hacer que se vaya. Tienes que pagar o algo, pero tiene que alejarse de nosotros o seremos los próximos en aparecer en un tanque.
—No creo que sea una asesina —sostuvo él—. Tal vez nos odia, sí. Tal vez disfrutó humillándome, tal vez hay que desconfiar y andar con cuidado, pero de llegar a matar...
Mi nivel de ira, impotencia y terror era tan alto que mi grito fue histérico:
—¡NO ME IMPORTA LO QUE CREES, ¿QUIERES QUE TE MATEN?!
La puerta se abrió. Hasta me asusté porque pensé que alguien había oído todo y acudía para buscar explicaciones, pero era la persona que más quería ver. Nuestros ojos se encontraron. Los míos, abiertos, alterados, húmedos; los de ella, preocupados. Se parecía mucho en el físico a su mellizo Addriel, como en el tono de cabello y los ojos, pero en estilo eran muy diferentes.
Averly Cash era... normal. O al menos la que más actuaba de esa forma. Así que se apresuró a acercarse y me envolvió en un abrazo.
—¿Qué fue lo que pasó? —me preguntó ella. Me aferré a su apoyo—. Acabo de enterarme y de ver el mensaje de Addriel...
—Parece que nos van a matar por... ya sabes, lo que pasó —le respondió el mismo Addriel, inquieto.
—Pero, ¿ella está aquí? ¿Cómo consiguió venir? —Averly estaba muy confundida, sobre todo por mi estado de agite, así que me dijo al oído con cariño—: ¿Estás bien?
—Está muy asustada, es todo —aseguró Ascian para restarle importancia.
Averly lo miró con reproche.
—Deja la insensibilidad o soy capaz de darte un puñetazo.
—Tengo sensibilidad, Averly —dijo, ya serio y más enfadado por no tenerla de su lado—, pero Ada ha hecho esto muchas veces, ¿o no? Intentó convencernos: «ella es malvada, ella es cruel, ella es un peligro», ¿y para qué era todo eso? Para lograr lo que quería porque la odiaba. Le creímos y la ayudamos, y fue el peor error de nuestras vidas. —Añadió en una decisión fría—: Lo siento, pero no me aguantaré su drama.
Avanzó hacia la puerta para largarse, y no dudé de que si salía no miraría atrás aunque me escuchara gritar desesperada por ayuda, porque él todavía no lo comprendía. Nunca lo había comprendido por sus malditos sentimientos. Y, de nuevo, estaba demasiado segura de mi intuición.
Entonces se me ocurrió. Entre las nubes rojas y todas las alarmas de alertas que estaban en mi cabeza, entendí lo que tenía que hacer. Me solté de Averly, y limpié la humedad de mis ojos.
—Voy a darte lo que te debo —le dije a Ascian antes de que saliera—. Lo quieres, ¿no? O mejor dicho: lo necesitas.
Él quedó con la mano en la perilla. Un momento de silencio, de duda, pero tras unos segundos la giró.
—Ya deja de mentir —resopló, listo para irse.
—No miento —sostuve, y me aseguré de que sonara como una promesa—: Te lo daré si pruebas que ella no está aquí para vengarse. Si consigues una razón válida, algo que demuestre que esto que siento es solo mi paranoia, voy a darte lo que te debo y me iré de Tagus a recibir ayuda.
Se giró a medias, interesado. Sus cejas negras se hundieron un poco, desconcertado, pero sus labios se alzaron también con ligereza, como divertido. Ladeó la cabeza y me miró de reojo.
—¿Acaso estás... proponiéndome un nuevo trato? —me preguntó.
—¡No! —soltaron de golpe los mellizos en un momento de sincronicidad. Hasta sus expresiones de horror fueron similares.
Pero se lo confirmé:
—Sí, lo estoy proponiendo.
Averly se situó en medio del dormitorio, ya con su modo «tengo que evitar esto» activado. El cabello castaño claro le caía liso en capas. Su ropa de chica moderna y empoderada era fabulosa. Siempre con un estilo impecable.
—¿Qué demonios les pasa? —reclamó ella, girando la cabeza entre mi posición y la de Ascian—. Sé que una muerte es impactante, y que hicimos algo hace años, pero ya no tenemos trece. Esto no es necesario. —Como ninguno de los dos dijo nada, añadió solo para mí—: Ada, tú eres mejor que esto, recuérdalo.
¿Y si no lo era?
—Te haré firmar un contrato esta vez —me advirtió Ascian.
—¡Addriel di algo! —Averly pidió ayuda al escuchar eso.
Addriel salió de forma súbita de su horror. Se acercó a Ascian y le puso las manos en los hombros.
—Ascian, es una idea terrible —le dijo, estando de acuerdo con su melliza—. En unos días habrá un eclipse de sol, y los eclipses predicen cosas, pero no son buenas. Es una energía demasiado fuerte y errática. Antes, cuando había uno, pasaba alguna catástrofe e incluso se decía que dictaba la caída de un rey. Es el peor momento para este tipo de cosas. En su lugar deberías limpiarte, dejar atrás el pasado...
Decidí interrumpir a Addriel antes de que me obligara a lanzarle mi equipaje en la cabeza. De hecho, fui y lo aparté para quedar frente a frente con Ascian.
—Puedes hacerlo, ¿no? —Solo lo miré a él, como si estuviéramos nosotros dos en esa habitación y en ese destino—. Tú que todo lo descubres, que todo lo resuelves, acércate a ella. Igual eso es lo que quieres. Bueno, prueba que es la gran y noble chica que aseguras que es, y acabaremos con esto. Nunca más volverás a escucharme entrar en pánico, y tendrás lo que hace años me pediste.
Solo que también me aseguré de dejar en claro el otro lado del trato, haciendo un énfasis cruel y lento en cada palabra:
—Pero si no estoy equivocada, Ascian, que sé que es así, tú mismo vas a tener que pedir que vengan a buscarla. Tú mismo vas a hacer la acusación. Y tú la verás irse para siempre.
Tal vez sonó tan aterrador que Averly volvió a intervenir.
—¡Basta! ¡No! —exigió, ya molesta y aturdida—. ¡Somos una familia, por Dios! ¡¿Ustedes creen que a papá y a nuestros tíos les gustaría oír esto otra vez?! ¡Confiaron en nosotros y en nuestra promesa de que habíamos madurado para que viniéramos a Tagus, ¿y de verdad van a hacer esto?!
Le dediqué una mirada absurda.
—Mi familia está aquí parada acusándome de loca —dije con obviedad.
—Ascian solo está enfadado —aseguró ella, comprensiva—. Y nosotros no pensamos eso de ti. No uses esa palabra, por favor.
Me reí sin diversión. Esa vez, me enfoqué solo en Addriel. El cabello le llegaba hasta el final de las orejas, entre lacio y desordenado, pero se hacía una pequeña coleta media que favorecía sus rasgos.
—Addriel, ¿me crees? —le pregunté para probarlo.
Se hizo un corto silencio. Él se rascó la nuca, nervioso. Por supuesto que se enredó con la respuesta en un intento de apoyo y de mediación al mismo tiempo:
—Eh, Ada, es que... bueno... también estoy asustado y percibo una energía muy pesada y extraña, pero... ¿qué tal si esto no tiene nada que ver con ella y solo hay un asesino en Tagus? La policía podría atraparlo y todo pasará... Igual podría preguntárselo a las cartas si me dan unas horas y...
—No me crees —resumí por él, simple.
—Es que Ascian tiene razón —dijo con aflicción y preocupación—. Hiciste... esto mismo antes y nada de lo que aseguraste sobre ella era cierto. Es decir, yo no tengo ningún tipo de rencor, te quiero mucho pero...
No quise oír más. Pasé a mirar a Averly. Más que primas/hermanas, éramos mejores amigas. Era la única en la que confiaba.
—¿Tú me crees? —le pregunté.
—Siempre te creeré —contestó muy rápido—. Solo que un trato no es necesario.
—O tal vez sí lo es —contradije—, porque no hay un punto medio. O es cierto o es falso, y hasta que no lo demostremos, esto seguirá pasando. Yo seguiré quedando como la loca, y ya estoy harta. —Miré solo a Ascian—. Piensa lo que quieras, pero solo estoy protegiéndonos. Así que, ¿aceptas o no?
No lo diría porque Averly y Addriel estaban ahí, pero estaba segura de que él debía estar sintiendo lo mismo que yo. Compartíamos eso, el gusto por lo que no debíamos hacer. Por esa misma razón habíamos sido un equipo alguna vez, hasta que nuestros padres notaron que nos gustaba hacer planes, vengarnos de los que hablaban mal de nuestra familia o se burlaban de nosotros.
Fuimos lo único en lo que podíamos confiar cuando el mundo nos decía: los haremos sufrir porque no nos agradan.
Pero nos separaron para enseñarnos que actuar así estaba mal.
Luego, al volver a reunirnos, ella ya estaba ahí.
Y ella había arruinado todo.
Sí, la había odiado. Sí, había hecho algo en su contra. Sí, después había tenido que ir a terapia porque mi propia culpa me había atormentado. Incluso había más, mucho más. Otras razones, otros motivos, otros secretos.
Pero ya no se trataba de eso. Ella quería matarnos. Ella quería vengarse. Y demostraría que yo no mentía, que nunca había mentido a pesar de que le había hecho creer a todos que sí.
Tras el silencio...
Tras los intentos de Averly por evitarlo...
Tras los comentarios de Addriel sobre planetas y eclipses...
Obtuve mi respuesta.
—Supongo que es momento de hacer un plan —aceptó Ascian Cash.
---
(Por favor no adelantarse a los acontecimientos ya que hay muchos secretos y giros en esta historia, y por favor recordar que solo vemos lo que la persona de la perspectiva cuenta o piensa).
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro