19
❝ volver a la escuela ❞
ABRIÓ EL paquete de galletas y le ofreció a sus amigos, apoyados a lo largo del capo del auto. Viendo la carretera. Luego tomó el mate que Sam le ofrecía, quien aprendía a cebar.
—no puedo creer que estemos vivos. —Dean habló, tomando una galleta.
—otra vez. —afirmó Sam.
—y todo para tomar un mate que parece la laguna de Ness ¿qué pingo es esto, Sammy? Me lavas la yerba mas rápido.
—recién estoy aprendiendo, no juzgues, pelirroja.
Se quedaron en silencio unos segundos, disfrutando de la sensación de estar vivos y momentáneamente sin monstruos respirando en su nuca. Solo ellos cuatro.
—sé que lo oyeron. —Dean dijo luego de unos instantes. —y asumo que ustedes dos lo saben. —señaló sin ver a las dos chicas —a Alistair. Lo que dijo, que yo era una promesa. —nombró cuando peleaban, cuando Alistair en cada encuentro lo saludaba como a un viejo amigo.
—tengo mucha curiosidad pero tú no hablas del infierno y yo no te presionaré.
Quedaron en silencio nuevamente y Lola miró las galletas en su mano, sin poder imaginar el dolor que podía provocar el infierno.
—no fueron solo cuatro meses. Fueron cuatro meses de aquí pero allá abajo... no sé, el tiempo es diferente. Fueron como cuarenta años.
Su corazón oprimió como si un yunque hirviendo se pusiera encima y sintió sus ojos picar de impotencia. El dolor de la tortura, el frío y el calor en una guerra por ver qué te causaba más tortura, a Alistair sometiendo a Dean a las cosas más inimaginables. Cuarenta años, cuatro décadas. Día tras día, minuto tras minuto. Segundos de puro y arduo dolor y agonía.
—ellos... —Dean habló, como pudo —cortaron y rebanaron... mi cuerpo de formas que... —Lola cerró los ojos, llevando su mano a sus ojos para cubrirlos. No podía ni oírlo. —hasta que no queda nada. Y de repente estás completo otra vez como por magia para que empiecen otra vez. Y Alistair... al final de cada día, siempre me visitaba. —Sam miraba consternado a su hermano, Lucifer veía el suelo, afligida —me hacía una oferta: quitarme de la parrilla si yo ponía a otros ahí y los torturaba. Y cada día le decía que no lo haría nunca.
Ahí era cuando se acercaba la peor parte, Lola no deseaba volver a oír eso. Esa vez era diferente. Esa vez podía oír la voz martirizada y torturada de Dean, cerca de ella, con el dolor resbalando entre cada palabra como un veneno.
—durante treinta años se lo dije. Hasta que ya no pude más... —su voz finalmente se quebró. Y Lola no podía destaparse o mostraría lo desarmada que se encontraba, lo encogido que estaba su corazón. —no pude... y baje de esa parrilla. Dios me ayude, baje de ahí y empecé a rebanarlos. —comenzó a llorar. —no se a cuántas almas torturé... las... las cosas que les hice.
—Dean... —Sam trató de hablar, comenzando a lagrimear en silencio. —aguántaste treinta años, más de lo que nadie aguantaría.
Lucifer pareció no poder oír más porque comenzó a caminar para alejarse, Sam la observó y se limpió, volteando a ver a Lola que aguantaba el llanto en vano. Luego miró a su hermano que estaba desarmado. Era algo que se les iba de las manos.
—lo que siento... es... dentro de mi. —sollozó con su voz rasposa —desearía no poder sentir nada. Desearía no poder sentir nada.
—Dean... —Lola finalmente se destapó la vista, mostrando sus ojos rojos y el rastro bajar por sus mejillas. Girándose a verlo, él no podía mirarla. —Dean. —trató de que la observé pero él negó.
Lola se acercó y envolvió sus brazos en su cuello, mirando sobre su hombro a Sam que trató de recuperar el aliento y decidió ir detrás de Lucifer para calmarse. Dejándoles espacio. Dean no quiso responder, no quiso ceder, pero comenzó a llorar con más fuerza y la atrajo hacia él para apretarla con desespero. Enterrando sus manos en su cintura mientras se rompía en sus brazos, escondiéndose en el hueco de su cuello en lo que ella lloraba por tratar de contenerlo.
—esta bien, esta bien... suéltalo. Esta bien, Dean.
LUEGO DE tanto tiempo de ser torturado, pasar a ser el torturador no era lo mejor, pero con tanto odio y dolor dentro, comienzas a acostumbrarte y hasta disfrutarlo. No importaba cuantas vidas salvase, Dean sentía que no podía llenar ese hoyo. Era un monstruo, peor que los que cazaba. Se odiaba a sí mismo de una forma que ellos no soportaban ver.
Y Sam, Sam comenzaba a dudar en si decirle qué tal vez él era igual. Él salvaba vidas, más que nunca, pero para eso bebía sangre de demonio.
—¡pero ni en pedo pienso volver a la escuela!
No obstante, sus problemas pasaron a segundo plano en la cacería. April, una chica de secundaria, ahogó a su compañera. Pero decía que estaba poseída, que no era ella misma. Así que decidieron ir a investigar y, casualmente, se trataba de una escuela a la que Dean y Sam habían asistido, por lo que deberían infiltrarse en ella para conseguir respuestas.
—debes hacerlo. —Sam le dijo, tendiéndole la mochila.
—¡ya tengo dieciocho, ya la termine! —Se negó viendo horrorizada la mochila. No pensaba volver a esa prision de la que a penas se había liberado. —¿por qué no van ustedes solos y yo investigo desde afuera?
—porque Lucifer va a ser consejera, yo conserje, y Dean profesor de gimnasia. Es una escuela de pueblo, tiene vacantes, pero tú edad solo te permite ser alumna y vas a hacerlo. —la obligó a ponerse la mochila.
—¿y vos quien chota te pensas que sos? —siseo enrojeciendo de vergüenza y enojo —no podes mandarme. Y ¿Lucifer? ¿Consejera? Es como que un psicólogo vaya al psiquiatra.
—¿qué te molesta? —se cruzó de brazos. Sonriendo. No quería reírse en su cara ya que se veía molesta pero no podía evitarlo. —Creí que eras la estrella en tu escuela. Mejor promedio y esas cosas.
—¡si! Exacto y era otro universo, otra escuela, otro país. En Argentina el bullying no existe, todos seríamos matones si así fuese. Era fácil. —chillo y el timbre sonó —dale, copate. Déjame irme.
—no. Entra ahora. Vidas dependen de esto.
Lola respiro agitadamente y se fue dando pisotones a la escuela. Entrando y aferrándose a las correas de su mochila en lo que veía todo a su al rededor. Fue a dirección, donde le dieron sus papeles y luego fue a su salón de clases.
—buenos días clase. Denle la bienvenida a su nueva compañera. —el director entró al salón con el profesor. Lola entró detrás de ellos.
Nunca jamás tuvo que hacer eso y estaba segura de que le temblaban las piernas. Se paró delante del salón, viendo a todos los chicos de, casi, su edad sentados. Sus ojos la apuntaban exclusivamente a ella y quería que la tierra la trague y la escupa con Karina, la princesita, para contarle enojada lo que le sucedía y que haga una canción de resentimiento.
—Lola Francella. —el profesor puso una mano sobre su hombro —¿quieres decir algo de ti, Lola?
—si me defino, me limito, profesor. Así que preferiría ir a sentarme. —sonrió encantadora y algunos rieron.
—por supuesto, ve.
Fue hacía un lugar vacío en el centro y se sentó, sacando los libros, con el viejo sentimiento familiar en su pecho de estar nuevamente en esa posición. Aferró sus manos a la lapicera, sintiendo que sudaban levemente.
Sus ojos se pasaron entre los alumnos, algunos la observaban y señalaban, hasta que notó a uno sonreírle y sonrió de vuelta, girándose al frente... bueno, no estaría tan mal después de todo.
ENTRÓ AL comedor, alisando su falda y yendo a tomar una bandeja para poner su comida. Pasando por la máquina expendedora para comprar unos dulces. Luego observó el espacio y las múltiples opciones que podía llegar a tener. Necesitaba sobrevivir al menos dos dias, y sabía perfectamente cómo funcionaba la jerarquía escolar.
Notó al chico que le encantó en su primera clase, sentado junto a un grupo de chicas y chicos. Una chica lo codeó y le hizo notar su presencia, él la observó y le dedicó una sutil sonrisa que devolvió. Eso pareció suficiente para la desconocida a su lado que decidió hacer una jugada por su amigo.
—¡hey, nueva! Ven aquí. —agitó su mano. Lola se relamió los labios, dutativa, pero se acercó. —Lola ¿verdad?
—si, ¿qué onda? —se sentó a un lado del chico y algunos sonrieron por su expresión. —lo siento, digo ¿qué hay?
—no eres de por aquí ¿cierto? soy Casandra. Ellos son Lunch, Patty, Heather, Sky y él es Stefan. —palmeó al castaño que fue la razón del acercamiento de Lola.
—es un placer —sonrió —y no, estoy de intercambio. Soy de Argentina, Buenos Aires.
—¿donde queda eso? —preguntó la rubia, Heather. Lola sonrió, burlona.
—oh, en Ecuador, es parte de África. —le dijo dulcemente y ella asintió, comprendiendo. Se contuvo a blanquear los ojos, sin embargo, notó que Stefan alzaba las cejas, con una expresión que le gritaba a los cuatro vientos que él no era una cabeza hueca y si sabía que Argentina no estaba allí.
—¿pero allí no hablan africano? —preguntó de nuevo, Heather.
—eres tan bonita. —le dijo divertida y ella sonrio, encantada. —no, hablamos español.
—y pero... estás hablando inglés.
—cállate y come, Heather. —Casandra le pidió.
—no, está bien. Hablamos español, pero siempre tuve afán por el inglés. Es fácil de aprender si le tienes ganas. —abrió su chocolate.
Siguió hablando con ellos, notando lo callado que era Stefan hasta que el timbre del final del almuerzo sonó. Y se levantó juntando sus cosas.
—che. —llamó a Stefan cuando él se levantó y se detuvo para mirarla, expectante. Lola se apresuró a caminar a su lado —¿donde queda el gimnasio?
—no tenemos gimnasia ahora, Argentina. Tenemos biología —sonrio ladino.
—si, ya se. Pero quede de verme ahí con unos chicos de otra clase, fueron amables y pensé ¿por qué no llegar un poco tarde a clase? —mintió logrando que él le dé una mirada curiosa. —creo que querían asustarme con historias sobre... una chica que mató a otra en esta escuela.
—No son historias. Pasó la semana pasada. —Negó caminando a su lado, ofreciéndole sus manos para llevar sus libros y Lola lo dejó. —En los baños de chicas. Así que ten cuidado, dice que la poseyó un demonio. —le sonrió cínico y Lola fingió un escalofrío. —pero no pareces del chica que eso la asuste.
—Me intriga.
Comenzó a sacarle información con disimulo, tonteando hasta llegar a las puertas del gimnasio. Lola miró allí, todos los niños jugaban con las pelotas. Detrás, a la distancia, pudo ver a Sam con ropa de conserje, a Lucifer usando un traje estilo secretaría y a Dean.
Infló sus mejillas de aire para contenerse, viendo de arriba a abajo su camiseta de polo blanca, sus shorts rojos llamativos combinado con la banda en su cabeza. Se veía patéticamente sexy.
—ahm... —trató de hablar volteando a ver a Stefan. —ya puedes irte si quieres, no querría que te pierdas tus clases. Y gracias por... la información fantasmal que va a hacer que me cambie de escuela. —tomó sus libros.
—antes de cambiarte de escuela ¿querrías ir a tomar algo? —Preguntó dando un paso más cerca. —o habrá un partido mañana, iremos en el autobús. Podrías venir con nosotros.
—lo voy a pensar. —puso su dedo índice en su pecho para obligarlo a retroceder su avance y él sonrió. —ahora ya sé que sos de los gatos chamuyeros. —le hizo una seña para que se vaya. —guárdame un lugar en biología.
Stefan río y se fue, Lola blanqueó los ojos volteando con una sonrisa para notar que sus tres amigos la veían. Se acercó a ellos, mordiendo sus uñas ante el sentimiento de incomodidad que le dio saber que Dean pudo ver eso. Pero el de ojos verdes corrió la mirada en cuando ella llegó a su lado.
—lindos shorts. —le dijo a Dean, llegando a su lado.
—le hacen ver el culo más apretado. —asintió Lucifer —¿cómo va la escuela, peque? —extendió su mano para pellizcar su mejilla y Lola la mordió —¡ay! La concha tuya.
—es un asco. Pero parece que tengo la junta popular. ¿qué onda? ¿Qué encontraron?
—estábamos desistiendo la idea de demonio ya que no hay azufre pero...
Escucharon un grito y se giraron, haciendo una mueca de dolor al ver a un alumno correr a su lado con la mano cubriendo su nariz chorreante. Lola pensaba que lo peor que les pudo ocurrir sea tener a Dean de profesor de deportes.
—¡buen intento, Colby! —Dean le dijo —¡continúa!
—luego yo tendré a ese wachin en mi oficina llorando y mariconeando sus problemas. —Lucifer se quejó.
Le comentaron que no tenían pistas y Lola terminó por decir que seguiría buscando. Yendo rápidamente a clase de biología donde, en efecto, Stefan le guardo un lugar en su mesa.
—¿no tienes compañero de trabajo? —fue a su lado luego de ser regañada por la profesora por llegar tarde. Ignorándola.
—si, pero lo envié con Lunch. —señaló a su amigo que molestaba a un chico. Lola río. —Así puedo seguir conociéndote, Argentina.
No. Grave error.
Lunch le pedía al chico que le pase la tarea de una forma bravucona. Hasta que, sin previo aviso, el chico tomó la mano de Lunch y la metió en la trituradora.
Se giró por los gritos y el ruido de la carne siendo cortada, mirando la sonrisa maliciosa del adolescente. Rápidamente lo empujó lejos y lo lanzó al suelo, parándose encima para someterlo en lo que la profesora iba a socorrer a Lunch.
Todos salieron corriendo del salón, mientras Lola trataba de retener al chico que se desmayó. Soltó un suspiro tembloroso, soltándolo y cayendo sentada a su lado, los dos estaban llenos de sangre. Comenzó a temblar, asustada, escuchando el pánico en el pasillo y observó al chico retomar conciencia.
—¿qué pasó? —balbuceó mirándola y Lola iba a responder pero notó un líquido negro y espeso bajar por su oído.
—tuviste pésima suerte. —susurró con pesar.
Al curso entraron los directivos, el guardia y Dean. Observando a Lola levantarse y dejar que se lo lleven. Dean se acercó a ella, para corroborar que este bien al verla manchada en tanta sangre.
—hey —la tomó de los brazos. Ella veía un punto en blanco.
—metió... su mano... en la... —no pudo terminar, sintiendo náuseas.
—vamos a limpiarte. —le pidió poniendo su mano en su cintura para impulsarla a caminar a los baños.
No eran demonios. Era un fantasma. Un espíritu vengativo.
ANTE ESO, SU PISTA principal era Barry, un chico que se suicidó en los baños hacia años. Un chico que fue el único amigo de Sam en su tiempo en la escuela. Así que fueron a quemar sus huesos, sabiendo lo difícil que eso era para Sam. Y volvieron al auto para irse.
Lola podía sentir la libertad en la yema de sus dedos, agradeciendo que no debía volver a la escuela el día siguiente.
—¿estás bien? —preguntó Dean, al volante.
—si, me pica el oje...
—a ti no, idiota. —Dean interrumpió a Lucifer. —A Sam.
—Barry era mi amigo... y acabo de quemar sus huesos.
—ahora descansa en paz, Sam.
—si papá nos hubiera dejado un poco más, tal vez yo hubiera ayudado ¿entiendes? —murmuró con un tono de arrepentimiento y culpa. Tan dulce que Lola exhalo, tratando de no sentirse mal por la situación. Pero su corazón de pollo le pedía llorar por lo triste que era.
—tu también leíste el reporte del juez, Barry tomaba ansiolíticos y cuanto antidepresivo tuviera a su alcance. La escuela era un infierno para él. Sus padres se separaron... sólo quería huir. Es trágico pero no es tu culpa. —Dean le dijo —y honestamente me alegra salir de ese pueblo. Odiaba esa escuela.
Lola pensó en eso, hasta que una bombilla se encendió sobre su cabeza y abrió los ojos, preocupada.
—¡Caroline Forbes!
Gritó repentinamente y Dean detuvo el auto del susto.
—¿qué carajos...?
—¡Caroline Forbes! —repitió y miró hacia atrás, estresada. —ya recuerdo este capítulo. Sale la actriz de Caroline... ella... ella fue tu novia o algo así. —señaló a Dean. —una rubia de ojos claros. Maria, Mara... Amalia...
—Amanda. —le dijo Dean, a regañadientes. —si ¿y? ¿Que tiene que ver ella?
—¡no, ella no, boludo! —se quejó despeinando su cabello. —es el capítulo. No es Barry, el fantasma no es Barry... es otro niño. Uno que te molestaba a vos. —golpeó el hombro de Sam. —gordito de rulos. Es... tenia que ver con el autobús ¡no era la escuela! Era el autobús escolar.
—¿qué...?
Pero Lola lo obligó a bajar para ir a buscar los documentos en la cajuela, buscando algo que respalde lo que decía. Hasta que les mostró que todos ellos compartieron autobús y el chofer del autobús era Dirk MacGregor, padre del chico que molestaba a Sam hasta que él lo golpeó y lo hizo pasar vergüenza delante de todos.
Esas eran las consecuencias, un acto tan simple que podía cambiarlo todo. Algo mínimo, un detalle, podía significar demasiado para una persona.
—hay que ir a ver el autobús. —dijo Sam entonces, notablemente afectado.
—¿ósea que mañana tengo que volver a la escuela?
Miraron a Lola con obviedad y ella gimió cansada. Pensando en haberse callado y no haber delatado la situación para evadir la escuela.
SOBREDOSIS DE drogas, hasta matarse. Todo luego de que en la escuela comenzaran a molestarlo porque Sam se defendió. Murió a los dieciocho años y lo cremaron, pero su padre se quedó con un mechón de cabello que guarda en su biblia. La cual siempre lleva al autobús.
Lola aceptó la invitación de Stefan y se subió al autobús, sentándose con él en el fondo. Tuvo que ir a un partido del que no entendió nada, fingiendo disfrutar hasta la vuelta por la tarde. Trató de revisar los cajones del autobús pero no encontró el mechón de cabello, por lo que le texteó a sus amigos. Además de que el padre de Dirk no fue a manejar, sino otro suplente. Sam, Lucifer y Dean prepararon un plan de emergencia.
—¿disfrutaste el juego? —alzó la mirada del celular para ver a Stefan, sentado a su lado, cansado y con una pequeña sonrisa.
—si, muy... entretenido. —guardó el teléfono, viendo la noche por la ventanilla.
—que raro, porque a mitad te fuiste de las gradas. —susurró y lo miró al instante. Él apoyó su cabeza contra el asiento, mirándola fijamente y con una pequeña sonrisa. —no tenías que venir si no te interesaba. Lo entiendo.
—Stefan... mira, eres lindo. —tomó su mano. —pero yo... yo estoy enamorada de un idiota.
—¿y si es un idiota por qué estás enamorada? —soltó su mano, mientras que el autobús aumentaba la velocidad —eres nueva, no entiendes cómo funcionan las cosas, lo entiendo, pero esperes sobrevivir en la escuela si vas por ahí coqueteando y rechazando luego. —se quejó corriendo la mirada y abrió la boca, indignada.
Iba a responder pero su cuerpo se sacudió cuando el autobús perdió el control, el ruido de las llantas explotando abruptamente a causa de unos pinches en la carretera. Se sostuvo del asiento cuando el vehículo dobló y quedó mal estacionado a un costado.
—¿que fue eso? —todos comenzaron a cuestionar.
Lola observó como el conductor bajaba, con un pequeño rastro de un líquido negro bajando de su nariz. Suspiró sabiendo que Dirk lo estaba poseyendo.
—permiso. —le pidió a Stefan, queriendo salir.
—¿a donde vas? —la detuvo y ella lo miró, cansada.
—¡Dirk!
Escuchó a Sam y el recargar de un arma, todos se asomaron por la ventana para ver a Dean atar con una cuerda al conductor, cuerda con agua con sal. Lola tomó eso de ventaja y corrió a Stefan para ir a la parte delantera, justo cuando Dean subía.
—¡nadie se mueva y todos estarán bien! —dijo alzando la voz y miró a Lola.
—¿no eres el de deportes? —cuestionó el entrenador.
—eh... ya no. Me despidieron y ahora vivo del crimen —se aclaró la garganta, observando a los chicos del autobús que lo miraban confundidos. —por... andar con menores. Ahora vine a buscar a la mía.
—que pelotudo, por Dios... —Lola susurró y tiró de la chaqueta de Dean para acercarse a murmurarle —si este es su plan guarda vidas, te informo que no sé qué piensan hacer porque acá no está el mechón.
Dean blanqueó los ojos y tiró de su muñeca para bajar del autobús, en lo que los demás comenzaban a hablar fuerte para cuestionar eso. Pero ambos miraron al fantasma que era retenido por Lucifer y Sam.
—Sam Winchester, sigues de mediocre. Ustedes. Los chicos populares que siempre se creyeron mejores que todos los demás. Para ti solo era Dirk el idiota ¿no? Y ahora malditos rufianes recibirán su merecido.
Sam trató de persuadirlo, de pedirle disculpas, pero él se negó y se soltó de las cuerdas. Sam no tuvo más remedio que dispararle.
—revisa a ver si tiene el mechón. —Dean le pidió a Lucifer que hizo una mueca. Yendo a regañadientes.
Abruptamente, Sam fue lanzado al suelo cuando el cuerpo fuerte de Stefan lo embistió. El joven deportista tenía el líquido negro bajando por sus orificios, siendo ahora la victima de Dirk. Comenzó a golpearlo y Dean le disparó pero no se detuvo.
Hasta que Lucifer sacó el mechón y lo incineró. Las chispas consumiendo el cabello lentamente. Logrando que Stefan grite retorciéndose y el espíritu salió de él hasta quemarse también. El cuerpo cayó sobre Sam que soltó un quejido.
Lola hizo una mueca.
—oh, es la posición de la vaquerita. —se burló Dean.
—esta muerto, Dean. No hace gracia... es necrofilia. —Lola se acercó a quitar el cuerpo de Stefan de Sam.
Ayudó a su amigo a levantarse y sus ojos se dirigieron a los del chico con las balas perforando su estómago, la sangre haciéndose cada vez más espesa a causa de la acumulación y se pasó una mano por la frente.
JUNTÓ LAS cosas en su bolso, su ropa y sus armas. Sus manos empujaban los elementos dentro, haciendo un esfuerzo para que el cierre pueda llegar al final y dirigió sus ojos a la mesa. Hasta vio los útiles escolares y rápidamente fue a tomarlos para tirarlos a la basura.
—no te gustó la escuela ¿eh? —Dean preguntó, sentado en la cama.
—me cambie de escuela unas veces, pero no recordaba lo feo que era ser la boludita novata. La nueva de la que todos esperan ver para qué lado tira. —terminó de cerrar su bolso sobre la cama.
—imagina ser el nuevo en todas las escuelas, una vez al mes. —Se mofó. —¿Sam y Lucifer ya están en el auto?
—si... —se pasó las manos por el cabello. —será mejor que nos vayamos antes de que la policía nos encuentre. Aún que yo no figuro en el sistema, lo que me da ventaja. —sonrió acercándose y poniendo las manos en sus bolsillos traseros.
—si, bueno... otro homicidio a mi expediente. —Dean se movió hasta sentarse correctamente en el borde de la cama, observándola acercarse. —lamento haberle disparado a tu John Travolta.
—era un wachin estupido. —negó deteniéndose delante suya. —como todos los de mi edad. Primero se hacen los misteriosos, después te tiran onda con chamuyos baratos y se enojan cuando no les das lo que queres al primer segundo.
La cercanía estaba creando una burbuja de asfixia que crecía lentamente en medio de ellos, una que iba a reventar en espera de crear un agujero negro que los empuje dentro. Las manos de Dean se apretaron a la cama, a sus costados, para evitar el impulso de llevarlas sobre su cuerpo.
—y ahora seguro hablan de la chica nueva que se metió con el profesor de educación física. —se burló sacando sus manos de su bolsillo para llevarlas a sus hombros. —¿no vamos a hablar de eso?
—Lola...
El aire que no sabía que tenía retenido se escapó trepidantemente cuando ella guió sus manos hasta su cuello, para obligarlo a mirarla y mantenerse así. Sus propia manos ardían, necesitando llevarlas a sus piernas, sus caderas, su cintura, a cualquier parte con la que pudiera sentirla.
—Evitamos el tema por semanas. —Susurró anhelante, acercándose involuntariamente.
—Es que estuvo mal. —dijo sin poder mantener sus verdes ojos en ella. —fue el momento, la adrenalina. Perdí el control.
—no estuvo mal...
—si. —agarró delicadamente sus muñecas para bajarlas y que aleje su dulce toque. —tu debes tener a alguien de tu edad, de tu...
—pero yo no quiero eso. —se alejó, cansada. —yo te quiero a vos, flaco. ¿Por qué no te entra en la cabeza?
—porque eso no puede suceder. —se levantó, viendo cómo ella ahogaba la frustración tirando de su cabello. —soy el adulto aquí y puedo volver a nombrarte las mil razones por las que estoy poniendo límites.
—¡dos! ¡Dos razones nomas tenes!
Dean suspiró frustrado y se pasó la mano por el rostro, tratando de no estresarse.
—Tienes que olvidar el capricho que tienes conmigo, eres una niña. No soy tu estupido personaje favorito de serie al que puedes tener por fantasía.
Lola lo miró, herida. Detestaba que la traten como a una niña cuando ella tenía pensamiento propio, capacidad de elegir y saber diferenciar entre lo que quería y lo que no, razones válidas y la verdad de sus emociones. Odiaba que infravaloren su madurez por un número. Mucho menos soportaba que él crea que lo que sentía no era real cuando le ardía por dentro hasta dolerle. No era un personaje para ella, era real. Lo amaba.
—esta bien. —susurró con el orgullo quebrado, tratando de no caer a pedazos. —lo siento.
Fue a tomar su bolso y Dean se relamió los labios, aguantando las cosas que quería decir o hacer, suprimiendo sus impulsos. Decidiendo mejor solo darle un cierre a lo ocurrido e ir detrás de ella al auto, para ya salir de ese maldito pueblo.
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