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15

❝ deseo deseo ❞
Otro capítulo PORQUE HOY ES EL CUMPLE DE MISHA. Nuestro lindo Cass🤍


                           LA CUCHARA se deslizó desde dentro de su boca hacia afuera, manchando sus comisuras de aquel postre de color café. Su lengua relamió sus labios para quitar los restos del dulce de leche y siguió bailando. Escuchando la música retumbar en sus oídos, dando vueltas mientras su mano derecha hundía de nuevo la cuchara en el tarro.

—Dean. —Sam lo llamó.

Sus ojos verdes enfocaban fijamente la melena de la pelirroja voltear de lado a lado, mientras bailaba y comí dulce de leche. Cantando "Tus ropas caen lentamente, soy un espía, un espectador y el ventilador desgarrándote... ¡Sé que te excita pensar hasta dónde llegaré!". Sus cejas se juntaron hacia arriba, viendo embobado a la menor.

—Dean. —chasqueó los dedos delante de él y su hermano mayor lo miró al fin. Sam se rió. —lamento arruinar tus vistas.

—creo que me estoy quemando la cabeza, Sammy. —se lamentó volteando a ver a Lola que seguía bailando y comiendo, vestida con unos shorts y su camiseta. —¿por qué tiene que agarrar mi ropa?

—¿quieres que deje el cuarto de motel para ustedes dos solos? —se burló dejando la laptop frente a él. Con su próximo caso. —lo encontró Lucifer.

—no digas esas tonterías.

—¿qué? Sé que es joven, pero diez años no es una brecha tan grande cuando están en la misma etapa y si es porque es de otro universo...

—¿qué? —Dean lo interrumpió, ceñudo —no, eso no. Que Lucifer pudo "encontrar algo", ella no sabría lo que es un caso. A penas sabe tomar sus pastillas a la hora adecuada y porque tú se lo recuerdas. —miró la laptop.

Sam blanqueó los ojos, viendo a Lola dejar el dulce de leche en la heladera e ir a desplomarse en la silla a su lado, exhausta. Escuchando de fondo a Lucifer cantar la canción desde la ducha. El caso que tenían era de un supuesto fantasma que acechaba a mujeres en un spa.

                           UN FANTASMA supuestamente había lanzado a la chica por las escaleras, pero dudaban demasiado eso. Lola cruzó la calle con Sam, Dean y Lucifer, tomando mate y viendo de soslayo a un pobre niño que corrían muchos más.

—seguramente yo sería a la que corrían de niña. —Lucifer suspiró.

—no, yo era la que corría al niño. —Lola susurró y Sam y Dean las vieron incrédulos, como si hubieran cambiado de papeles. —¿qué? Cada persona tiene su desarrollo de personaje. Ahora yo soy a la que corren.

—y ahora yo soy de la que huyen. —Lucifer asintió y se vieron antes de decir juntas: —el karma.

Cruzaron por completo la calle para ver a unos hombres a una distancia discutiendo. Un cazador y un sheriff. Se acercaron a hablar con ellos, mostrando sus identificaciones falsas, y la victima no tardó en explicarles y llevarlos al lugar donde ocurrió el cometido... donde supuestamente Pie Grande pasó.

Siguieron solos las huellas de los gigantescos pies por el bosque hasta llegar a una licorería. Nada tenía sentido. Un fantasma falso e invisible que veía a mujeres en la ducha, junto a Pie Grande que tomaba bebida irlandesa y se lleva revistas pornograficas de una tienda de licores en medio de la nada.

—chicos, yo no entiendo una goma y tengo hambre. —Lucifer se quejó y Lola le dio la razón. —caminamos todo el día.

—¿qué les parece si nos esperan en el restaurante y las vemos ahí en dos horas? Seguiremos buscando. —Sam se encogió de hombros, dejando caer sus brazos exhausto.

—Cheto, siempre quise comer comida china. —Lola sonrió, retrocediendo —nos vemos ahí.

—si, adiós.

Volvieron sobre sus pasos juntas, deteniéndose a comprar algunas cosas para luego ir a dejarlas al motel e ir al restaurante. La pelirroja estuvo pensando todo el día en cómo abordar lo que sucedía con los Ángeles y Sam y Dean. Recordando lo mucho que la serie le había enseñado sobre no poder cambiar el destino, más que solo pequeños detalles. Pero ellos muchas veces lo habían hecho, aún que luego pagaban el precio.

Entró al restaurante y se sentaron en unas mesas cerca del centro, viendo de soslayo la fuente en medio.

—¿qué es eso? —Le preguntó a Lucifer que lo miró —¿una fuente de los deseos? —observó a un niño ir y tirar una pequeña moneda para luego irse. —ay, que lindo.

—no sabría que pedir. —Lucifer abultó su labio inferior —¿plata? ¿Conocer a Messi?

—tiene que ser un deseo instantáneo o un tipo de manifestación a largo plazo. —susurró desanimada —mi abuela me dijo que siempre pidas cosas de manifestación. Por ejemplo, deseo conocer algún día a Messi. No va a pasar hoy pero puede pasar en veinte años.

Lucifer buscó en sus bolsillos, palpando sus pantalones, hasta que encontró tres monedas. Guardo dos y le tendió una a Lola.

—anda a pedir algo, yo mientras ordeno.

Lola sonrió y tomó la moneda, levantándose de un salto para ir danzando hacia la fuente. Se sentó en el borde, jugando con el pequeño medallón de bronce, mientras veía los múltiples deseos que las personas seguramente pidieron. Acercó su moneda a su rostro, oliendo el aroma a oxidado que tenía y pensó en que sería lo que deseaba en ese instante.

Después, arrojó la moneda.

A los instantes, las puertas se abrieron y por allí entraron Dean y Sam. Lola se levantó y puso las manos en los bolsillos traseros de sus shorts, inclinando su cabeza de lado.

—ya llegaron. Lucifer pidió comida. —señaló a donde su amiga estaba.

Dean asintió y se acercó a besar su frente, la leve caricia de sus labios contra su piel logró desconcertarla y miró con ojos abiertos y confundida a Sam que desfiguró su expresión, desconcertado.

—gracias, muñeca. —pellizcó su mejilla y luego pareció darse cuenta de lo que hizo porque frunció su rostro. —¿por qué hice eso?

—yo que sé —murmuró con sus mejillas sonrojándose levemente. —voy a fingir demencia ¿encontraron algo?

—pie grande era un oso de dos metros de una niña, Audrey. —Sam le dijo, aún viendo de soslayo a su hermano —y es un oso trastornado. Al parecer, la niña deseó en esa fuente... —señaló la que estaba a su espalda —que eso sucediera. Su madre deseó irse de vacaciones ¿y adivina donde están?

Los ojos de la menor se abrieron de forma desmesurada y el rubor que tenía desapareció hasta palidecer su ya blanca piel. Giró sus ojos a Dean, preocupada, notando que él no paraba de mirarla, como si no se hubiera fijado en nada de lo que dijo Sam.

—¿me estas cargando que si funca? —susurró preocupada, señalando la fuente.

—eso parece. —Sam sacó una moneda de su bolsillo y se la dio a Dean —¿quieres probar tu? —No le dio atención. —Dean.

Lola bajó su mano y sonrió incómoda antes de tirar de la muñeca de Sam, para alejarlo, pero notó que Dean los seguía así que se detuvo.

—ve a sentarte con Lucí, ya vamos. —le pidió viendo la expresión confundida de Sam.

—pero quiero estar contigo. —vociferó desconcertado.

—no... —lo señaló, retrocediendo y tirando de Sam. —espérame que ahí voy.

Dean bufó pero fue a sentarse con Lucifer y Lola tiró a Sam a una esquina del lugar, comenzando a tirar de su camisa de adelante hacia atrás, desesperada.

—¿qué... que te sucede? —Se río divertido.

—la cague, la cague —acomodó su camisa, y se tapó el rostro —la fuente si funciona.

—¿cómo lo sabes? —miró de soslayo a Dean que estaba sentado con Lucifer pero viendo fijamente a donde estaban. —¿pediste un deseo?

Subió y bajó su cabeza, con remordimiento. Sam pareció comprender al instante, boqueó, señaló a Dean, luego la señaló a ella y Lola volvió a asentir.

—¿tu...?

—no...

—Lola.

—Sammy.

—Lucía.

—¡no me llames por mi nombre! —se rindió —puede que le haya pedido al gauchito Gil o a quien sea que sea dueño de la fuente que... Dean comience a fijarse en mi. —comenzó a morder sus uñas y Sam se golpeó la frente con la palma de su mano —¡puedo pedir un deseo y revertirlo!

—así no funciona, Lola. —susurró preocupado. —yo... ya pensaré en algo. Ven, vamos. —tiró de su mano para que la aleje de su boca y la arrastró de la muñeca a la mesa con sus amigos.

Se sentó a un lado de Dean, evitando verlo. Lucifer le pago al camarero cuando les llevo la comida y Sam miró fijamente a su hermano qué pasó su brazo sobre los hombros de la pelirroja que se encogió en su lugar.

—el problema es la fuente de los deseos. —Sam dijo fuerte y claro y Lucifer se ahogó con la comida. Ella recién había enviado a Lola a pedir un deseo —hay que arreglarlo. —miró a los lados, buscando personas que hayan pedido deseos. —el osito, el hombre que ganó la fortuna...

Lola notó a un hombre sin mucho atractivo físico -más pateado que la mierda- junto a una chica hermosa comer en una mesa. Suspiró con pesar y miró a Dean que parecía ver lo mismo, aún con su brazo sobre sus hombros, y pensó en si se veía así de imposible que él le diera atención si no fuese porque ella lo deseó.

—y creo que aquello. —Lola murmuró muy a su pesar, señalando a la otra pareja.

—eso definitivamente entra en la lista. —Confirmó Dean, viendo sorprendido el contraste.

—es como si la China Suárez se comiera a un croto... —confirmó Lucifer —aún que capaz esa mina lo hace. Come de todo.

—no saben quien es. —Lola jugó con su comida, sacando el brazo de Dean. Sintiendo que eso estaba mal. Él frunció sus cejas y puso su mano en su pierna, haciendo que ella diera un respingo.

—¿y que debemos hacer? —cuestionó el nombrado —¿acabar con los deseos de las personas? Eso me parece muy egoísta.

Lola abultó su labio inferior con más fuerza, su rostro de culpabilidad hizo a Sam pasarse la mano por el rostro frustrado. Rápidamente le hizo una seña a Lucifer para que saque su falsa credencial y llamaron al dueño, haciéndose pasar por el departamento de salubridad para que cierre el lugar y lo deje solo para ellos. Acusando que había ratas.

Se pusieron de pie y vaciaron la fuente en cuanto todos se fueron, comenzaron a quitar las monedas para examinar el objeto hechizado.

—¿qué es esto? —Dean corrió con su mano algunas monedas para tocar una en específico. Mas grande que el resto.

—parece antigua. No reconozco sus marcas. —Sam se acercó a ver también. Dean trató de sacarla, no obstante, no lo lograba —con fuerza.

—esa porquería esta soldada ahí. —negó, rindiéndose.

—o tenes fuerza de nena. —Lucifer se burló y, como si sus únicas neuronas se hubieran conectado, los cuatro se dieron una mirada de desafío. —el que la saca, gana.

Lola los empujó para ir corriendo al auto y sacar una palanca, los otros rieron pero se apresuraron a correr para buscar también con lo que sacar esa moneda de la fuente.

—¿si lo saco, que gano? —Lola puso la punta de la palanca, comenzando a hacer fuerza, en vano. Ellos rieron al ver cómo rápidamente desistía.

—Dean te deja manejar el auto. —Sam dijo y Dean abrió los ojos con pánico.

—¿en serio? —miró rápidamente al ojiverde y este boqueó. Al verla bien, suspiró y asintió. Lola se sorprendió, dudando en si sacar la moneda si eso le daba ventajas para manejar el Chevy.

—pero no eres digna. —Dean le quitó la palanca —dame eso. —le pidió el martillo a Sam que se lo tendió.

Dean apoyó la palanca contra la moneda y la trabó debajo, luego, usó el martillo para golpearla, esperando con la presión sacar la moneda, pero la masa salió volando y se cubrieron las cabezas asustados.

—ahora seguimos con la moneda y sin martillo. —Lucifer señaló el palo roto que observaron impresionados —sos un maquina, Bob el constructor.

—es mágica...

—no me digas. —Dean bufó viendo a su hermano —y creo que el hechizo está protegiendo la fuente.

Sam calcó la moneda en una hoja y se la tendió a Lucifer para que vaya a investigar en lo que él iba a buscar a quien creía que era el fantasma que los llevó allí en primer lugar -un adolescente que pidió ser invisible-.

—¿vienes? —Sam le dijo a su hermano.

—ah, no, estoy bien. —se cruzó de brazos.

—mujeres. —Lucifer obvió —desnudas, en el spa, que están re buenas. —insistió confundida —sos el rey de los pajeros ¿por qué no...? —miró a Lola que movía su mano de lado a lado en su cuello, desesperada, para que corte su charla. Una bombilla se prendió sobre su cabeza y abrió la boca sorprendida. No sería muy difícil saber para ella cuál era el mayor deseo de su amiga.

—Yo voy con Sam. —Lola la interrumpió, amenazandola en silencio con los ojos.

—entonces creo que iré.

Lola se detuvo al ver que Dean iría detrás y lo miró, inflando sus mejillas de aire. Él sonrió, confundido.

—¿saben qué? Lola, ve a caminar con Dean. Necesitas... tomar aire después de comer. —balbuceó sin saber que decir y se fue, dejándola a ella allí. Se quejó en silencio y miró desesperada a Lucifer que alzó las manos, yéndose detrás de Sam.

Miró rendida a Dean que sonrió ladino y suspiró antes de salir del restaurante con él detrás.

LOS DESEOS terminaban mal, siempre había un precio a pagar, y Lola estaba empezando a notar el suyo cuando se metió en el baño, cerrando con llave y Dean se sentó en la puerta para esperarla. Ahogó un grito estresada y volvió a salir, bajando la cabeza para verlo allí.

Estaba enojada consigo misma porque deseaba disfrutar de eso, pero su moral no iba a doblegarse. Ese no era Dean, no eran sentimientos reales los que él experimentaba. Se apoyó contra la pared y se deslizó por ella hasta caer sentada en el suelo, a su lado.

—¿estás bien? —Le preguntó, curioso. Ella negó. —¿qué te sucede?

—pedí un deseo. —susurró comenzando a jugar con sus manos, sin verlo. Doblando sus rodillas para acercarlas a su pecho. —y se cumplió.

—va a desaparecer en cuanto arreglemos la fuente. ¿Qué pediste? —estiró su mano para tomar las suyas y que deje de hacer eso. Ella sintió la callosidad sobre su piel suave como un perfecto contraste y odió la electricidad que le provocaba el simple roce.

—un deseo que pediría una niña. —susurró volteando a verlo, apoyando su cabeza hacia atrás, contra la pared. —y es irónico porque pido constantemente que no me traten como a una.

—oye, no eres una niña. —entrelazó sus manos sobre su regazo y Lola exhaló irritada. Lo detestaba. Lo adoraba. Todo junto. —aveces creo que lo eres porque eres un poco demasiado sensible y un huracán de emociones. Cambias muy rápido. —murmuró más para sí mismo y ella sonrió. —pero te he visto hacer cosas asombrosas. Una niña no amenazaría a los ángeles... yo creí que cuando te gritaban, solo llorabas.

—si lo hago. —admitió provocando su risa. Pudo sentir su cuerpo vibrar por la cercanía. —pero si sé que soy intensa también. Es mi mayor defecto. —lo observó fijamente, pasando sus ojos por su rostro. —lamento hacerte soportar eso.

—lo hago con gusto. —acercó su mano libre para quitar un mechón rebelde de su cabello y ponerlo detrás de su oreja. Viendo sus facciones. —¿siempre has tenido pecas?

Asintió, tenía escasas pecas que casi no se notaban si no fuese por una en especial que resaltan entre las demás. De tan cerca, se notaba más. Odió que Dean estuviera tan cerca, porque eso significaba que solo lo notó porque están obligado a fijarse en ella. No lo había notado antes, no hasta ese momento.

Dean bajo la mano que sostenía su mechón y la dejó en su mejilla, acariciando con su pulgar su pómulo. Sintiendo el aliento tembloroso de ella chocar con el suyo cuando su toque la descolocó.

—te quedan bien. —murmuró acercándose inconscientemente.

Parecía irradiar tanto calor corporal que podría sofocarla, el color esmeralda de sus orbes, cada vez más cerca, arrancaba su aliento de su garganta y la dejaba sin voz alguna. Sabía que debía alejarse, que estaba mal, pero lo quería demasiado. Lo deseaba tanto. "Deseaba". Deseo. Eso resonó en su mente y apretó los ojos antes de alejarse y levantarse. Dejando congelado al mayor que frunció su entrecejo, sin comprender.

La puerta se abrió en ese preciso instante y Lucifer junto a Sam miraron confundidos a Dean sentado en el suelo y a Lola agitada, evitando verlo. De pie en la mitad del cuarto.

—hey. —saludó Sam.

—les traemos noticiones. La moneda es de Babilonia, esta maldita. Hay una leyenda. —le lanzó las cosas a Dean. —¿qué haces en el piso? ¿Rascando tu culo después de ir al baño? Buen perro. —sacudió su cabello y él le pegó un manotazo antes de leer.

—la serpiente es Tiamat, dios babilonio del caos primordial. —se levantó del suelo, yendo inconscientemente hacia Lola que se movió hasta ir a un lado de Sam. Este miró el correteo incómodo. —y sus sacerdotisas trabajaron con magia negra. Sembraron la semilla del caos, quien arroje una moneda a la fuente de los deseos y pida un deseo activa la fuente. Y comienza a conceder deseos a quien los pida.

—pero los deseos se tuercen. —comprendió Sam —pides un osito que hable...

—te da un oso bipolar. —afirmó Dean —esa cosa destruyó más de un pueblo a través de los siglos. ¡Incluso borró algunos del mapa! —suspiró y dejó las cosas a un lado —que una persona realice su deseo es un problema, pero si se los cumplen a todos...

—es el caos. —dijeron los otros tres al unísono.

—pero encontré la forma de evitarlo. —Lucifer meneo la información, satisfecha.

—¿desde cuando ayudas tanto en un caso? Siempre estás quejándote. No me gusta. —Dean le arrebató la información. —de acuerdo. Dice qué hay que encontrar al primero, al que haya arrojado la moneda y hecho el primer deseo. Es el único que puede sacarla y revertir los deseos. Hay que hacerlo... —los miró seguro —cuando se corra la voz sobre la fuente... las cosas se pondrán muy serias.

Asintieron convencidos. Lola miró sus manos, mordiéndose la lengua. Pensando en cómo perdería toda la atención de Dean.

LOLA ESCUCHÓ de reojo a Sam decirle a Dean que Uriel, el ángel, lo había emboscado y que le advirtió sobre que Dean tenía pesadillas sobre el infierno. Le recriminaba que tenía razón, ya que Dean a penas dormía y bebía a penas levantarse, pero él trató de restarle importancia. Ella trató de no meterse, atando sus agujetas para prepararse e ir a buscar al primero en pedir un deseo en la fuente.

—vamos a ver al feo con la linda que comían en el restaurante. —Lucifer dijo, yendo a la puerta —¿terminan la discusión después?

—si, claro.

Fueron rápidamente al auto y Lola se detuvo, viendo el chevy impala. Como si un pequeño brillo de maldad hubiera brillado en sus ojos inocentes con gran obviedad, Sam la miró.

—¿recuerdas que eres dulce y buena? —Sam murmuró, observando cómo ella intercalaba sus ojos entre Dean y el auto.

—¿y vos te acordas de esos hermosos cuatro meses en donde yo manejaba al bebé? —susurró melancólica. —donde lo mimaba... y lo hacía ronronear... y le puse una radio nueva porque Dean había dejado...

—si lo recuerdo. —la interrumpió —como así recuerdo que tanto que te gusta mi hermano, no vas a aprovecharte de su estado. En el que no sabe qué está. —fue al auto, viendo severo a la menor que se mordió el interior de las mejillas.

Dean notó que ella se quedó atrás y le sonrió.

—¿qué pasa, muñeca? —abrió la puerta de piloto pero no entró. Lola observó a Sam subirse atrás con Lucifer y luego a Dean, una y otra vez. Dutativa.

—que sea argentina no significa que sea oportunista, chamuyera, egocéntrica y manipuladora... —se dijo a sí misma, avanzando. —pero... ¿qué haría Juan Manuel Fangio en mi lugar? —sonrió encantadora. —él manejaría su auto favorito. —se acercó a Dean. —¿puedo manejar yo?

Dean soltó una risa.

—¿por qué te dejaría manejar a mi bebé? —alzó las cejas. Lola colocó sus ojos de cachorro. Sam, desde dentro del auto, se molestó y se inclinó hacia adelante.

—¡Dean, no caigas...

—oh, maldición. ¡Esta bien! —le tendió las llaves y Lola las tomó, victoriosa.

—... en eso.

—¡Gracias, sos el mejor! —se paró de puntitas y beso rápidamente su mejilla antes de subirse al volante.

Dean se sonrojó y sonrió en grande, rodeando el auto y girándose a ver a Sam, alzando sus pulgares para mostrarse victorioso. Su hermanito negó, decepcionado.

CUANDO LLEGARON a la casa de la pareja comprometida, se dieron cuenta de lo dependiente y enamorada que estaba esa hermosa chica de "Wes". El hombre del deseo. Pasaron dentro y él no los recibió con muchos ánimos, pero vieron que, en efecto, era coleccionista de monedas. Lo que lo hacía automáticamente el culpable.

Él explicó que fue un regalo de su abuelo, quien le contó de su función, y entonces la usó. Deseando tener a la chica.

—¿si? Pues ahora renunciarás al deseo. —Sam le dijo.

—oh. —río falsamente —no voy a hacerlo.

—¿te pensas que tenes opción? —Lucifer lo amenazó. —vas a sacarla o te obligo a tragarte toda tu colección de moneditas.

—escucha. —Dean hizo retroceder a Lucifer. —si no lo haces, algo malo va a pasar. Como nosotros... —Lola asintió, pensando que sería el civilizado, pero Dean sacó su arma. —deseamos que vengas con nosotros.

Sonrió forzadamente y negó ante el parecido de los dos. Y se giró sobre sus talones para ser la policía buena y llevar a Wes al auto, yendo al restaurante para que quite la moneda, escuchando todo el camino al chico quejarse sobre qué no quería hacerlo. Que los deseos no eran malos.

Le querían demostrar lo contrario y lo lograron al llegar a la puerta del restaurante donde el niño que a principio escapaba de bravucones, y que Lola lo vio pedir su deseo, levantaba una camioneta como si nada, donde estaban encerrados los niños que antes lo molestaban, asustados.

—Ahora es de quien corren. —Lola susurró, sorprendida. Lucifer asintió y se vieron antes de decir juntas: —el karma.

—ahí tienes una muestra. —Dean le dijo a Wes, señalando al niño que gritaba que se arrodillen ante él.

—hay que ayudar a esos niños. —Lola abrió la puerta de piloto. Mirando a Dean —dale pelotudo. Ayúdame. —y después miró a los otros —ustedes solucionen lo otro.

Ambos se bajaron del auto y dejaron que los otros lleven a Wes a quitar la moneda. Lola se acercó con Dean a hablar con el niño.

—escucha, Todd. —Lola se acuclilló frente a él. —sé lo que sentis.

—¡no, no es cierto! Cada día me molestan. No podía evitarlo, no podía hacer nada.

—si, ya sé. —Lola trató de calmarlo —vengó de un lugar muy lejos y en mi país las burlas son más comunes que los abrazos. De hecho, así hacemos amigos. No tenes que ser más fuerte que ellos, ni sentirte menos. Vos podes estar a su nivel... —estiró con duda sus manos y tomó las del pequeño. —aún que eso suene difícil. —tragó saliva. —yo también pedí un deseo.

—¿tu? —preguntó confundido. —¿qué pediste?

—pedí... pedí... —sabía que no debía mentirle, no si quería calmarlo y que deje en paz a los niños dentro del vehículo que gritaban por ayuda. —pedí estar al nivel de un chico. Que se fijara en mi... —aplanó los labios, afligida. —pero no podemos forzar a las personas a que vean lo extraordinarios que somos. —apretó sus manos, sonriendo para él.

—¿él es el chico? —miró detrás suya a Dean que lo veía preparado para cualquier cosa que pueda surgir.

Lola tragó saliva, sintiendo su corazón encogerse, pero afirmó con su cabeza. No queriendo ver a Dean para que no vea lo avergonzada que estaba.

—tiene cara de idiota. —le dijo el niño y ella rió, sintiendo sus ojos picar, asintio de nuevo, dándole la razón.

—es que lo es, como esos pendejos en el auto. —señaló detrás suya. —pero te voy a decir algo, los deseos tienen fecha límite. Y se están por acabar, así que tú vas a perder tu fuerza y yo su atención. —se limpió una pequeña lágrima que se le escapó. —pero vamos a estar bien.

Como si eso lo hubiera asustado, Todd quiso apretar sus manos, mas su fuerza se había desvanecido. Justo cuando le advirtió. Dean parpadeo varias veces, recuperando la compostura y sintiendo la ausencia de la necesidad que sentía de estar cerca de la pelirroja. Así que retrocedió un paso, consternado. Lola lo notó y forzó una sonrisa para relajar a Todd.

—¿sabes por qué? —apretó sus manos —porque ese cara de idiota te va a ayudar ahora. —se levantó —ven, vamos. —sin mirarlo, dijo: —Dean, finge que Todd te asusta.

Él comenzó a retroceder en lo que ellos avanzaban y no le quedó más que fingir y suplicar que Todd lo deje en paz. Lola caminaba de la mano de él, hasta pasar delante de los niños que salieron de la camioneta y observaron asustados la escena.

—yo no me metería con este niño si fuera ustedes. —Dean dijo antes de irse.

—Todd, eres el mejor. —Lola se agachó y dejó un beso en su mejilla. Haciendo que él sonría. —a todas las niñas grandes nos gustan los chicos cool como tu. —río antes de retroceder. Y susurró "extraordinarios. Recuerda". Guiñándole el ojo y alejándose.

Caminó hacia donde Dean la esperaba, con las manos en su chaqueta, y se detuvo frente a él. Con la cabeza gacha.

—supongo que Sam y Lucí lo lograron. —Dean dijo, viendo a los lados. —ahora todos los deseos se irán.

—si... —alzó la cabeza, jugando con sus expresiones, incómoda. —¿estás molesto?

Dean suspiró, pasando la mano por su frente antes que negar.

—Lola... —gruñó antes de buscar la forma de no ser un completo imbecil. —Escucha, eres hermosa y muy buena... cuidaste de Sammy y de mi auto, cosa que valoro muchísimo. —ella bajó la cabeza nuevamente, sabiendo lo que venía a continuación. —pero eres muy joven. Y no sería correcto.

—¿solo por eso? —murmuró entre dientes, desanimada.

Dean no respondió, solo besó su frente y pasó su brazo sobre sus hombros, comenzando a caminar para ir a buscar a su hermano y su amiga. Lola se conformó con la pequeña esperanza de su falta de respuesta y caminó a su lado, deseando estar lo más lejos de esa moneda y esa fuente lo antes posible.

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